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“¡DOBBY!”
El elfo se tambaleó ligeramente, con las estrellas reflejadas en sus grandes y brillantes ojos. Juntos, él y Harry bajaron la mirada a la empu˜nadura de plata que sobresal´ıa del CAPÍTULO 23. LA MANSI ÓN DE LOS MALFOY
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pecho del elfo.
“Dobby... no... ¡AYUDA!”
No sab´ıa ni le importaba si eran magos o muggles, amigos o enemigos; solo le importaba la mancha oscura que se extend´ıa por el pecho de Dobby y que este hab´ıa extendido sus brazos hacia Harry con una mirada suplicante. Harry le cogió y le tendió de lado en la fresca hierba.
“Dobby, no, no te mueras, no te mueras...”
Los ojos del elfo se encontraron con los suyos, y sus labios temblaron por el esfuerzo que le supon´ıa formar las palabras.
“Harry... Potter...”
Y entonces sufrió un peque˜no estremecimiento y el elfo se quedó inmóvil, y sus ojos no eran más que grandes y vidriosos orbes, chispeando con la luz de las estrellas que ya no pod´ıan ver.
Cap´ıtulo 24
El Fabricante de Varitas
Fue como hundirse en una vieja pesadilla; por un instante Harry estuvo otra vez arrodillado junto al cuerpo de Dumbledore al pie de la torre más alta de Hogwarts, pero en realidad estaba mirando a un peque˜no cuerpo acurrucado sobre la hierba, perforado por el cuchillo plateado de Bellatrix. La voz de Harry todav´ıa estaba diciendo, “Dobby...
Dobby...” a pesar que sab´ıa que el elfo se hab´ıa ido a donde ya no pod´ıa llamarle de regreso.
Después de un minuto o algo as´ı se dio cuenta de que, después de todo, hab´ıan llegado al lugar correcto, all´ı estaban Bill y Fleur, Dean y Luna, reuniéndose alrededor de él mientras se arrodillaban sobre el elfo.
“Hermione,” dijo de pronto. “¿Dónde está?”
“Ron la ha llevado adentro,” dijo Hill. “Se pondrá bien.”
Harry bajó la mirada hacia Dobby. Extendió una mano y tiró de la afilada hoja arrancándola del cuerpo del elfo, luego tomó su propia chaqueta y cubrió a Dobby con ella como si fuera una manta.
El mar se precipitaba sobre las rocas en algún lugar cercano; Harry lo escuchaba mientras los demás hablaban, discutiendo temas en los que él no pod´ıa interesarse, tomando decisiones. Dean llevó al herido Griphook dentro de la casa, Fleur se precipitó tras ellos.
Ahora Bill estaba entendiendo realmente lo que Harry le dec´ıa. Mientras lo hac´ıa, miraba fijamente al diminuto cuerpo, y su cicatriz punzó y ardió, y en una parte de su mente, visto como por el extremo equivocado de un largo telescopio, vio a Voldemort castigando a aquellos que hab´ıan quedado atrás en la Mansión Malfoy. Su rabia era terrible y aunque el dolor de Harry por Dobby parec´ıa atenuarla, se convirtió en una tormenta distante que alcanzó a Harry a través del vasto y silencioso océano.
“Quiero hacerlo como es debido” fueron las primeras palabras que Harry fue consciente de haber pronunciado “No con magia. ¿Teneis una pala?” Y poco después se hab´ıa puesto a trabajar, solo, excavando la tierra en el lugar que Bill le hab´ıa mostrado al final del jard´ın, entre los arbustos. Cavó con cierta furia, disfrutando el trabajo manual, glorificándose en la falta de magia que hab´ıa en aquello, cada gota de su sudor y cada ampolla los sent´ıa como un regalo para el elfo que hab´ıa salvado sus vidas.
Su cicatriz ard´ıa, pero era due˜no del dolor, lo sent´ıa y a la vez era ajeno a él. Hab´ıa aprendido a controlarlo al fin, aprendido a cerrar su mente a Voldemort, la única cosa que Dumbledore hab´ıa querido que aprendiera de Snape. Tal como Voldemort no hab´ıa podido poseer a Harry cuando Harry estaba consumido de dolor por Sirius, as´ı sus pensamientos no pod´ıan penetrar la mente de Harry ahora que velaba a Dobby. La tristeza, al parecer, 272
CAPÍTULO 24. EL FABRICANTE DE VARITAS
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expulsaba a Voldemort... aunque Dumbledore hubiera dicho que era el amor.
Harry cavaba, cada vez mas profundamente en la dura y fr´ıa tierra ahogando su des-consuelo en el sudor, negando el dolor de su cicatriz. En la oscuridad, con nada más que el sonido de su propia respiración y el agitado mar por compa˜n´ıa, las cosas que hab´ıan pasado en la casa de los Malfoy volv´ıan a él, las cosas que hab´ıa escuchado volv´ıan a él, y la comprensión floreció en la oscuridad...
El constante ritmo de sus brazos bat´ıa al ritmo de sus pensamientos. Rel´ıquias... Horrocruxes... Rel´ıquias... Horrocruxes... pero ya no ard´ıa con ese extra˜no y obsesivo anhelo.
La pérdida y el miedo lo hab´ıan extinguido. Se sent´ıa como si le hubieran despertado de nuevo.
Harry profundizaba más y más la tumba, y mientras, sab´ıa dónde hab´ıa estado Voldemort esta noche, y a quién hab´ıa matado en la celda más alta de Nurmengard, y porqué.
Y pensaba en Colagusano, muerto a causa del peque˜no e inconsciente impulso de piedad... ¿Dumbledore hab´ıa previsto eso?... ¿Cuánto mas hab´ıa sabido?
Harry perdió el sentido del tiempo. Sólo supo que la oscuridad se hab´ıa aligerado algunos grados cuando se reunió por fin con Ron y Dean.
“Cómo está Hermione?”
“Mejor” dijo Ron. “Fleur se está ocupando de ella.”
Harry ten´ıa su réplica preparada para cuando preguntaran por qué no hab´ıa creado simplemente un sepulcro perfecto con su varita, pero no la necesitó. Bajaron al agujero que hab´ıa hecho con la pala y comenzaron a trabajar juntos en silencio hasta que el agujero pareció lo bastante profundo.
Harry envolvió al elfo más cómodamente en su chaqueta. Ron se sentó en la orilla del sepulcro y se quitó los zapatos y calcetines que colocó en los pies desnudos del elfo. Dean produjo un sombrero de lana que Harry colocó cuidadosamente en la cabeza de Dobby, cubriendo sus orejas de murciélago.
“Deber´ıamos cerrarle los ojos.”
Harry no hab´ıa o´ıdo a los otros aproximándose a través de la oscuridad. Bill vest´ıa un abrigo de viaje, Fleur un largo delantal blanco, de uno de sus bolsillos sobresal´ıa una botella que Harry reconoció como una Poción Crece-Huesos. Hermione estaba envuelta en un vestido prestado, pálida e inestable sobre sus pies. Ron la rodeó con un brazo cuando ella le alcanzó. Luna, vestida con uno de los abrigos de Fleur, se agachó y posó los dedos tiernamente sobre cada uno de los párpados, deslizándolos sobre su mirada cristalina.
“Ya está” dijo suavemente. “Ahora podr´ıa estar durmiendo.”
Harry colocó al elfo en el sepulcro, acomodó sus peque˜nos miembros como si estuviera descansando, luego salió y lanzó una última mirada al peque˜no cuerpo. Se obligó a s´ı mismo a no desmoronarse mientras recordaba el funeral de Dumbledore, y las filas y filas de sillas doradas, y al Ministro de Magia en la fila principal, la enumeración de los logros de Dumbledore, la magnificencia de la blanca tumba de mármol. Sent´ıa que Dobby se merec´ıa un funeral tan grandioso como ése, y el elfo yac´ıa entre los arbustos en un agujero precariamente cavado.
“Creo que deber´ıamos decir algo,” dijo Luna. “Yo lo haré primero, ¿puedo?.”
Y puesto que todos la miraban, dirigió su discurso a los pies de la tumba del elfo muerto.
CAPÍTULO 24. EL FABRICANTE DE VARITAS
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“Muchas gracias Dobby por rescatarme de ese sótano. Es injusto que tuvieras que morir cuando eras tan bueno y tan valiente. Siempre recordaré lo que hiciste por nosotros.
Espero que ahora seas feliz.”
Se dio vuelta y miró expectante a Ron, que se aclaró la garganta y dijo con voz ronca
“S´ı... gracias Dobby.” “Gracias” murmuró Dean. Harry tragó. “Adiós Dobby” dijo, era todo lo que pod´ıa hacer, ya que Luna lo hab´ıa dicho todo por él. Bill alzó su varita y la pila de tierra que hab´ıa junto al sepulcro se elevó en el aire y cayó limpiamente sobre él, en un peque˜no montón rojizo. “¿Os importa si me quedo aqu´ı un momento?” preguntó a los demás.
Murmuraron palabras que no alcanzó a o´ır; sintió gentiles palmadas en la espalda, y luego todos volvieron a la casa, dejando a Harry solo junto al elfo.
Miró alrededor. Hab´ıa un buen número de grandes piedras blancas, pulidas por el mar, que marcaban el linde de los lechos de flores. Tomó una de las más grandes y la colocó como si fuera una almohada sobre el lugar donde ahora descansaba la cabeza de Dobby. Luego tanteó en su bolsillo en busca de una varita. Ten´ıa dos all´ı. Lo hab´ıa olvidado, perdido el rastro; ahora no pod´ıa recordar de quien eran esas varitas; pod´ıa recordar arrancarlas de la mano de alguien. Eligió la más corta, la que sent´ıa más cómoda en su mano, y apuntó a la roca.