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Dumbledore no quer´ıa que la tuviera. No quer´ıa que la tomara. Quer´ıa que consiguiera los Horricruxes.”
“¡La varita invencible, Harry!” gimió Ron.
“No, se supone que yo... se supone que destruiré los Horricruxes...”
Y ahora todo era fr´ıo y oscuro: El sol era apenas visible sobre el horizonte mientras CAPÍTULO 24. EL FABRICANTE DE VARITAS
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planeaba sobre Snape, atravesando los jardines por encima hacia el lago.
“Me reuniré en el castillo contigo en breve” dijo en voz alta y fr´ıa. “Déjame ahora.”
Snape se inclinó respetuosamente y rehizo el camino de regreso, la capa negra ondu-lando detrás de él.
Harry caminaba lentamente, esperando que la figura de Snape desapareciera. No lo har´ıa por Snape, ni por nadie más, ver a dónde iba. Pero no hab´ıa luces en las ventanas del castillo, y se pod´ıa ocultar... y en un segundo se hab´ıa lanzado sobre s´ı mismo un Encantamiento Desilusionador que lo ocultaba incluso de sus propios ojos.
Y siguió andando, alrededor de la orilla del lago, asimilando los contornos del querido castillo, su primer reino, su legado...
Y aqu´ı estaba, al lado del lago, reflejada en las oscuras aguas. La tumba de mármol blanco, una mancha innecesaria en el familiar paisaje. Le hizo sentir de nuevo esa corriente de euforia controlada, ese embriagador sentido de destrucción a propósito. Alzó la vieja varita de tejo: cómo encajar´ıa esto, ser´ıa su última gran acción.
La tumba se abrió de pies a cabeza. La figura envuelta era tan larga como delgada hab´ıa sido en vida. Alzó la varita otra vez.
Los sudarios cayeron abiertos. La cara estaba traslúcida, pálida, hundida, todav´ıa conservada casi perfectamente. Hab´ıan dejado las gafas en la nariz encorvada: Se sintió rid´ıculamente divertido. Las manos de Dumbledore estaban dobladas sobre el pecho, all´ı yac´ıa, agarrada entre ellas, enterrada con él.
¿Se hab´ıa imaginado ese viejo tonto que el mármol o la muerte proteger´ıa la varita?
¿Hab´ıa cre´ıdo que el Se˜nor Oscuro se asustar´ıa por violar su tumba? La mano arácnida bajó en picado y soltó la varita del agarre de Dumbledore, y cuando la tuvo, una lluvia de chispas voló de su punta, centelleando sobre el cadáver de su último due˜no, preparada por fin para servir al nuevo amo.
Cap´ıtulo 25
La Caba˜
na Protectora
La casa de campo de Bill y Fleur se asentaba sola en una roca dando al mar, sus paredes incrustadas con conchas y cal. Era un solitario y hermoso lugar. En cualquier sitio al que Harry fuera dentro de la peque˜na casa o de su jard´ın, pod´ıa o´ır el constante ir y venir del mar, como la respiración de alguna gran critatura dormida. Pasó gran parte de los siguientes d´ıas buscando excusas para escapar de la concurrida casa, un deseo incontrolable de disfrutar la vista desde arriba de las rocas, del cielo abierto y ancho, el mar vac´ıo, y la sensación del viento fr´ıo y salado en su rostro.
La enormidad de su decisión, no competir con Voldemort por la varita todav´ıa asustaba a Harry. No pod´ıa recordar que nunca antes hubiera escogido no actuar. Estaba lleno de dudas, dudas con las que Ron no ayudaba diciendo, dondequiera que fuesen juntos:
“¿Y si Dumbledore quer´ıa que trabájaramos en el s´ımbolo en vez de conseguir la varita?
¿Y si trabajando en lo que el s´ımbolo significaba te revelaba la importancia de conseguir las reliquias? Harry, si esa es realmente la varita de sauco, ¿Cómo demonios se supone que debemos terminar con Tú-Sabes-Quien?”
Harry no ten´ıa respuestas. Hubo momentos en los que se preguntó si habia sido una completa locura no tratar de impedir que Voldemort abriera la tumba. No pod´ıa siquiera explicar satisfactoriamente por qué hab´ıa decidido no hacerlo: Cada vez que intentaba reconstruir los argumentos internos que lo hab´ıan llevado a su decisión, sonaban más débiles para él.
Lo extra˜no es que el apoyo de Hermione lo hizo sentir tan confundido como las dudas de Ron. Ahora forzado a aceptar que la varita de sauco era real, ella sosten´ıa que era un objeto diabólico, y que la forma en que Voldemort hab´ıa tomado posesión de ella era repelente, sin ninguna consideración.
“Tú nunca podr´ıas haber hecho eso, Harry” dec´ıa ella una y otra vez. “No podr´ıas haber roto la tumba de Dumbledore.”
Pero la idea del cuerpo de Dumbledore asustaba a Harry mucho menos que la posibilidad de que podr´ıa haber malinterpretado las intenciones de Dumbledore mientras estaba vivo. Sintió que todav´ıa andaba a tientas en la oscuridad; hab´ıa escogido su camino, pero segu´ıa mirando hacia atrás, preguntándose si hab´ıa le´ıdo mal los signos, si no deber´ıa haber tomado otro camino.
De tiempo en tiempo, la cólera contra Dumbledore se desataba en él otra vez, poderosa como las olas que se cierran de golpe contra la roca bajo la casita de campo, cólera por que Dumbledore no le hubiera explicado todo antes de morirse.
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CAPÍTULO 25. LA CABA ˜
NA PROTECTORA
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“Pero, ¿Está muerto?” dijo Ron, tres d´ıas después de que hubieran llegado a la casa de campo.
Harry estaba mirando fijamente hacia fuera, sobre la pared que separaba el jard´ın de la casa de campo de la roca, cuando Ron y Hermione lo encontraron; lamentaba que lo hubiesen hecho, no ten´ıa ningún deseo de participar en su discusión.
“S´ı, lo esta. Ron, por favor, no empieces otra vez!”
“Mira los hechos, Hermione” dijo Ron, hablando hacia Harry, que continuaba mirando fijamente al horizonte. “El ciervo plateado. La espada. El ojo que Harry vió en el espejo...”
“¡Harry admite que podr´ıa haber imaginado el ojo! ¿No, Harry?”
“Podr´ıa haberlo hecho” dijo Harry sin mirarla.
“Pero tu no piensas que lo hayas hecho, ¿verdad?” preguntó Ron.
“No, no lo creo” dijo Harry.
“Ah´ı lo tienes” dijo Ron rápidamente, antes de que Hermione pudiera terminar. “Si no fué Dumbledore, explica cómo sab´ıa Dobby que estábamos en el sótano, Hermione.”
“No puedo... pero ¿Puedes explicar cómo nos lo pudo enviar Dumbledore si está metido en una tumba en Hogwarts?”
“¡No se, podr´ıa haber sido su fantasma!”
“Dumbledore no volver´ıa como un fantasma” dijo Harry. Hab´ıa pocas cosas de las que estuviera seguro ahora sobre Dumbledore, pero de eso si lo estaba. “Él habr´ıa continuado.”
“¿A qué te refieres con ’continuado’ ?” preguntó Ron, pero antes de que Harry pudiese decir más, una voz detrás de él dijo, “¿Aggy?”
Fleur hab´ıa salido de la casa de campo, su largo cabello plateado volando en la brisa.
“ Árry, a Gripóok le gustag´ıa hablag contigo. Ézta en la habitación máz peque˜na, dijo que no queg´ıa ser escuchado pog casualidad.”
Su disgusto con que el duende la enviara a entregar mensajes era clara; se la ve´ıa irritable mientras caminaba de vuelta a la casa.
Griphook les estaba esperando, como Fleur hab´ıa dicho, en el más peque˜no de los tres cuartos de la casa, en el que Hermione y Luna dorm´ıan por la noche.
Hab´ıa echado las cortinas rojas de algodón contra el luminoso y nublado cielo, lo que le daba al cuarto un resplandor ardiente que contrastaba con el resto de la aireada y luminosa casa.