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Todos lo vieron al mismo tiempo, una ráfaga de luz que llegaba volando por el patio y hasta la mesa, donde tomó la forma de una comadreja de plata brillante, que se puso en pie sobre las patas traseras y habló con la voz del Se˜nor Weasley.
“El Ministro de Magia viene conmigo.”
CAPÍTULO 7. LA VOLUNTAD DE ALBUS DUMBLEDORE
70
El Patronus se disolvió en el aire, dejando a la familia de Fleur mirando atónita el lugar donde se hab´ıa desvanecido.
“Nosotros no deber´ıamos estar aqu´ı,” dijo Lupin al instante. “Harry... lo siento... te lo explicaré en otro momento...”
Agarró la mu˜neca de Tonks y se la llevó; alcanzaron la valla, la escalaron, y se perdieron de vista. La Se˜nora Weasley parec´ıa desconcertada.
“El Ministro... ¿pero por qué...? No entiendo...”
Pero no hubo tiempo de discutir la cuestión; un segundo después, el Se˜nor Weasley hab´ıa aparecido de la nada en la verja, acompa˜nado por Rufus Scrimgeour, instantáneamente reconocible por su melena de pelo grisáceo.
Los dos recién llegados caminaron por el patio hacia el jard´ın y la mesa iluminada por linternas, donde todo el mundo estaba sentado en silencio, observándoles acercarse.
Cuando Scrimgeour llegó al alcance de la luz de las linternas, Harry vio que parec´ıa mucho más viejo que la última vez que se hab´ıan visto, flacucho y sombr´ıo.
“Lamento la intrusión” dijo Scrimgeour, mientras cojeaba para detenerse ante la mesa.
“Especialmente cuando veo que estoy aguando una fiesta.”
Sus ojos se posaron un momento en el pastel con forma de Snitch gigante.
“Muchas felicidades.”
“Gracias” dijo Harry.
“Debo tener unas palabras en privado contigo,” siguió Scrimgeour. “También con el Se˜nor Ronald Weasley y la Se˜norita Hermione Granger.”
“¿Nosotros?” dijo Ron, que sonaba sorprendido. “¿Por qué nosotros?”
“Se lo diré cuando estemos en algún lugar más privado” dijo Scrimgeour. “¿Hay un lugar semejante?” exigió al Se˜nor Weasley.
“Si, por supuesto,” dijo el Se˜nor Weasley, que parec´ıa nervioso. “El, er, salón, ¿por qué no all´ı?”
“¿Puede usted mostrarme el camino?” le dijo Scrimgeour a Ron. “No habrá necesidad de que nos acompa˜nes, Arthur.”
Harry vio que el Se˜nor Weasley intercambiaba una mirada preocupada con la Se˜nora Weasley mientras él, Ron y Hermione se pon´ıan en pie. Mientras se dirig´ıan de vuelta a la casa en silencio, Harry sab´ıa que los otros dos estaban pensando lo mismo que él; Scrimgeour deb´ıa haber averiguado de algún modo que los tres estaban planeando dejar Hogwarts.
Scrimgeour no habló mientras todos pasaban a través de la revuelta cocina al salón de la Madriguera. Aunque el jard´ın hab´ıa estado lleno de la suave luz dorada de la tarde, all´ı ya estaba oscuro. Harry ondeó su varita hacia las lámparas de aceite mientras entraba y estas iluminaron la desgastada pero acogedora habitación. Scrimgeour se sentó en el sillón hundido que normalmente ocupaba el Se˜nor Weasley, dejando a Harry, Ron y Hermione intentando encajarse lado a lado en el sofá. Una vez lo hubieron hecho, Scrimgeour habló.
“Tengo algunas preguntas para vosotros tres, y creo que será mejor si lo hacemos individualmente. Si vosotros dos...” se˜naló a Harry y Hermione “... esperáis arriba, empezaré con Ronald.”
“No vamos a ninguna parte” dijo Harry, mientras Hermione asent´ıa vigorosamente.
CAPÍTULO 7. LA VOLUNTAD DE ALBUS DUMBLEDORE
71
“Puede hablarnos juntos, o nada en absoluto.”
Scrimgeour lanzó a Harry una fr´ıa y calculadora mirada. Harry tuvo la impresión de que el Ministro se estaba preguntando si val´ıa la pena o no abrir las hostilidades tan pronto.
“Muy bien entonces, juntos” dijo, encogiéndose de hombros. Se aclaró la garganta.
“Estoy aqu´ı, como seguramente sabréis, por el testamento de Albus Dumbledore.”
Harry, Ron y Hermione se miraron unos a otros.
“¡Una sorpresa, aparentemente! ¿No erais conscientes de que Dumbledore os hab´ıa dejado algo?”
“¿A todos?” dijo Ron. “¿A Hermione y a m´ı también?”
“Si, a todos...”
Pero Harry interrumpió.
“Dumbledore murió hace un mes. ¿Por qué ha tardado tanto en darnos lo que nos dejó?”
“¿No es obvio?” dijo Hermione, antes de que Scrimgeour pudiera responder. “Quer´ıan examinar lo que sea que nos dejó. ¡No ten´ıa derecho a hacer eso!” dijo, y su voz tembló ligeramente.
“Ten´ıa todo el derecho,” dijo Scrimgeour despectivamente. “El Decreto para la Confis-cación Justificada da al Ministerio poder para confiscar el contenido de un testamento...”
“¡Esa ley fue creada para evitar que los magos legaran artefactos Oscuros” dijo Hermione “y se supone que el Ministerio debe tener una prueba poderosa de que las posesiones heredadas son ilegales antes de confiscarlas!”
“¿Está planeando seguir una carrera en Leyes Mágicas, Se˜norita Granger?” a˜nadió Scrimgeour.
“No, en absoluto,” replicó Hermione. “¡Espero hacer algo bueno para el mundo!”
Ron rió. Los ojos de Scrimgeour se fijaron en él y una vez más Harry habló.
“¿Y por qué ha decidido darnos nuestras cosas ahora? ¿No se le ocurrió un pretexto para quedárselas?”
“No, será porque los treinta y un d´ıas han transcurrido” dijo Hermione al momento. “No pueden confiscar los objetos más tiempo a menos que puedan probar que son peligrosos, ¿Correcto?”
“¿Dir´ıa usted que estaba muy unido a Dumbledore, Ronald?” preguntó Scrimgeour, ignorando a Hermione. Ron pareció sobresaltarse.
“¿Yo? No... en realidad no... fue siempre Harry quien...”
Ron miró alrededor, a Harry y Hermione, para ver como Hermione le lanzaba una mirada del tipo deja-de-hablar-¡ya!, pero el da˜no estaba hecho. Scrimgeour pareció haber o´ıdo exactamente lo que esperaba, y deseaba, o´ır. Se abalanzó como un ave de presa sobre la respuesta de Ron.
“Si no estaba unido a Dumbledore, ¿cómo explica el hecho de que le mencionara en su testamento? Hizo excepcionalmente pocos legados personales. La gran mayor´ıa de sus posesiones... su biblioteca privada, sus instrumentos mágicos, y otros efectos personales...