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“Oh, es verdad, s´ı...”
Ron forcejeó durante un rato antes de conseguir extraer la varita de su bolsillo.
“No es raro que no pueda, Hermione, has encojido mis vaqueros viejos, me aprietan.”
“Oh, lo siento tanto” siseó Hermione, y mientras arrastraba a la camarera fuera de la vista de las ventanas, Harry la escuchó farfullar una sugerencia respecto a dónde se pod´ıa clavar la varita Ron.
En cuanto el café fue devuelto a su condición previa, llevaron a los mort´ıfagos de regreso a su reservado y los apoyaron mirándose el uno al otro
“¿Pero cómo nos encontraron?” preguntó Hermione, mirando de un hombre inerte al otro. “¿Cómo supieron dónde estábamos?”
Se volvió hacia Harry.
“Tu... no crees que lleves todav´ıa el Rastro, ¿no, Harry?”
“No puede ser” dijo Ron. “El Rastro acaba a los diecisiete, es la Ley Mágica, no se puede poner sobre un adulto.”
“Por lo que tú sabes” dijo Hermione. “¿Y si los mort´ıfagos han encontrado una forma de ponerlo sobre un joven de diecisiete a˜nos?”
“Pero Harry no ha estado cerca de un mort´ıfago en las últimas veinticuatro horas.
¿Quién se supone que podr´ıa haber vuelto a poner un Rastro sobre él?”
Hermione no respondió. Harry se sent´ıa contaminado, corrompido; ¿era realmente as´ı cómo les hab´ıan encontrado los mort´ıfagos?
“Si no puedo usar magia, y vosotros no podéis usar magia cerca de m´ı, sin revelar nuestra posición ...” empezó.
“¡No nos vamos a separar!” dijo Hermione firmemente.
“Necesitamos un lugar seguro para escondernos” dijo Ron. “Danos tiempo para pensarlo.”
“Grimmauld Place” dijo Harry.
Los otros dos se quedaron con la boca abierta.
“¡No seas absurdo, Harry, Snape puede aparecer por all´ı!”
CAPÍTULO 9. UN LUGAR PARA OCULTARSE
97
“El padre de Ron dijo que hab´ıan puesto sortilegios contra él... e incluso aunque no hayan funcionado...” continuó antes de que Hermione empezara a argumentar “¿qué más da? Os lo juro, no hay nada que desee tanto como encontrarme a Snape.”
“Pero...”
“Hermione, ¿Qué otro sitio hay? Es la mejor elección que tenemos. Snape es un solo mort´ıfago. Si todav´ıa tienen el Rastro sobre m´ı, tendremos multitudes de ellos sobre nosotros allá donde vayamos.”
No pod´ıa discutir eso, aunque se notaba que le hubiera gustado hacerlo. Mientras abr´ıa la puerta del café, Ron accionó el Desiluminador para dar luz de nuevo al café. Luego, a la cuenta de tres de Harry, deshicieron los hechizos sobre sus tres v´ıctimas, y antes de que la camarera o cualquiera de los mort´ıfagos pudieran hacer nada mas que removerse somnolientos, Harry, Ron y Hermione hab´ıan salido fuera y desaparecido en la oscuridad otra vez.
En unos segundos Harry dilataba sus pulmones agradecido, y abr´ıa los ojos, estaban en medio de una tristona y familiar plaza. Casas altas y ruinosas, los miraban desde todos los lados. El número doce era visible para ellos, puesto que Dumbledore, su Guardián Secreto, les hab´ıa revelado su existencia, y se encaminaron inmediatamente hacia él, comprobando a cada metro que no les segu´ıa nadie. Subieron los pelda˜nos de piedra, y Harry golpeó la puerta principal una vez con su varita mágica. Escucharon una serie de clics metálicos y el ruido de una cadena, luego la puerta se abrió con un chirrido y se apresuraron a atravesar el umbral.
Cuando Harry cerró la puerta tras ellos, las lámparas de gas, pasadas de moda, volvieron a la vida, lanzando una luz parpadeante a lo largo de todo el pasillo. Era como Harry lo recordaba: extra˜na, tenebrosa, las filas de cabezas de elfos caseros en la pared lanzando sombras extra˜nas escaleras arriba. Unas largas cortinas oscuras ocultaban el retrato de la madre de Sirius. Lo único que estaba fuera de lugar era el paraguero con forma de pierna de troll, que estaba estando tendido de lado como si Tonks acabara de chocar con él.
“Creo que alguien ha estado aqu´ı” cuchicheó Hermione, se˜nalándolo con el dedo.
“Eso pod´ıa haber ocurrido cuando la orden partió” murmuró Ron en respuesta.
“¿Pero dónde están los sortilegios que pusieron contra Snape?” preguntó Harry.
“A lo mejor solamente se activan si aparece” sugirió Ron.
Todav´ıa segu´ıan los tres sobre el felpudo, con la espalda contra la puerta, temiendo internarse más en la casa.
“Bueno, no podemos quedarnos aqu´ı para siempre” dijo Harry, y dio un paso adelante.
“¿Severus Snape?” susurró la voz de Ojoloco Moody en la oscuridad, haciendo que los tres saltaran hacia atrás aterrados.
“¡No somos Snape!” gru˜nó Harry, antes de que una especie de aire fr´ıo se abalanzara sobre y su lengua se enrollara sobre s´ı misma, haciéndole imposible hablar. Antes de que tuviera tiempo de sentirla dentro de su boca, sin embargo, su lengua se hab´ıa desenrollado otra vez.
Los otros dos parec´ıan haber experimentado la misma desagradable sensación. Ron estaba haciendo ruidos de vómito; Hermione dijo tartamudeando, “¡Esto debe haber sido el Sortilegio de Lengua Atada que preparó Ojoloco para Snape!”
Cautelosamente, Harry dio otro paso adelante. Algo se desplazó entre las sombras al CAPÍTULO 9. UN LUGAR PARA OCULTARSE
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fondo del vestibulo, y antes de que ninguno de ellos pudiera decir una palabra, una figura se alzó de la alfombra, alta, de color polvo, y terrible; Hermione gritó y lo mismo hizo la Se˜nora. Black, sus cortinas que se abrieron; la figura gris planeó hacia ellos, más y más rápido, el pelo, que le llegaba hasta la cintura, flotando tras ella, la cara hundida, sin carne, con las cuencas de los ojos vac´ıas: horriblemente familiar, terriblemente alterada, levantó un brazo descarnado, se˜nalando a Harry.
“¡No!” gritó Harry, y aunque hab´ıa levantado su varita no se le ocurrió ningun hechizo.
“¡No! ¡No fuimos nosotros! No te matamos...”
Tras la palabra ’matamos’, la figura explotó en una gran nube de polvo. Tosiendo, con los ojos lloroso, Harry vió a Hermione agachada en el suelo, junto a la puerta, con los brazos sobre la cabeza, mientras Ron, temblando de pies a cabeza, le masajeaba torpemente la espalda diciendo,
“Todo va bien... se ha ido...”
El polvo se arremolinó alrededor de Harry como si fuera niebla, a la luz azul de las lámparas de gas, mientras la Se˜nora Black segu´ıa gritando.
“Sangresucia, mugre, manchas de deshonor, manchas de vergüenza sobre la casa de mis padres...”
“¡Cállate!” bramó Harry, apuntándola con su varita, y con un golpe y una ráfaga de chispas rojas, las cortinas se cerraron otra vez, silenciándola.
“Eso... Eso ha sido...” gimió Hermione, mientras Ron la ayudaba a ponerse en pie.
“S´ı” dijo Harry, “Pero no era realmente él, ¿no? Sólo algo para asustar a Snape.”
¿Hubiera funcionado?, se preguntó Harry, ¿o habr´ıa afrontado Snape a la horrible figura tan tranquilamente como hab´ıa acabado con el verdadero Dumbledore? Con los nervios todav´ıa hormigueando, llevó a los otros dos hasta el final del pasillo, medio esperando a que un nuevo terror se revelara, pero nada se movió, salvo un ratón que pasó rozando el rodapié.