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“No estás en posición de formular amenazas” dijo Harry. Lanzó a un lado el periódico, cruzó la cocina en unas pocas zancadas, y se puso de rodillas junto a Mundungus que dejó de luchar aterrado. Ron se levantó, jadeando, y observó como Harry apuntaba su varita deliberadamente hacia la nariz de Mundungus. Mundungus hed´ıa a sudor rancio y humo de tabaco. Su pelo estaba enredado y su túnica manchada.
“Kreacher se disculpa por la tardanza en traer al ladrón, Amo” croó el elfo. “Fletcher sabe como evitar la captura, tiene muchos escondrijos y cómplices. No obstante, Kreacher atrapó al ladrón al final.”
“Lo has hecho realmente bien, Kreacher” dijo Harry, y el elfo hizo una reverencia.
“Bueno, tenemos unas cuantas preguntas para ti” dijo Harry a Mundungus, que gritó al instante.
“¿Me entró el pánico, vale? Nunca quise ir para empezar, sin ofender, colega, pero nunca me ofrec´ı voluntario para morir por ti, y era el mism´ısimo Quien-tu-ya-sabes el que ven´ıa volando hacia m´ı, todo el mundo se largaba, dije todo el rato que no quer´ıa hacerlo...”
“Para tu información, el resto de nosotros no Desapareció” dijo Hermione.
“Bueno, entonces sois unos malditos héroes, ¿verdad?, pero yo nunca fing´ı presentarme voluntario para que me mataran...”
“No estamos interesados en por qué dejaste en la estacada a Ojoloco” dijo Harry, moviendo su varita un poco más cerca de los ojos perrunos e inyectados de sangre de Mundungus. “Ya sab´ıamos que eras un pedazo de escoria indigno de confianza.”
“Bueno entonces, ¿por qué me mandas elfos domésticos? ¿O esto va de las copas de nuevo? No tengo ya ninguna de ellas, o te las habr´ıa dev...”
“No es por las copas tampoco, aunque te vas acercando” dijo Harry. “Cállate y escucha.”
Era maravilloso tener algo que hacer, alguien a quien poder exigir un trocito de verdad.
La varita de Harry estaba ahora tan cerca del puente de la nariz de Mundungus que Mundungus bizqueaba intentando mantener la vista fija en ella.
“Cuando limpiaste esta casa de cualquier cosa de valor.” Empezó Harry, pero Mundungus le interrumpió de nuevo.
“A Sirius ningun le interesó nada de esta basura...”
Se produjo un sonido de pies corriendo, un destello de cobre brillante, un resonante clang y un grito de agon´ıa. Kreacher hab´ıa ido corriendo hacia Mundungus y le hab´ıa golpeado en la cabeza con una cacerola.
CAPÍTULO 11. EL SOBORNO
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“Qu´ıtamelo de encima, qu´ıtamelo de encima. ¡Deber´ıan encerrarlo!” gritaba Mundungus, acobardado cuando Kreacher alzó de nuevo la pesada cacerola.
“¡Kreacher, no!” gritó Harry.
Los flacos brazos de Kreacher temblaban por el peso de la cacerola, todav´ıa sostenida en alto.
“¿Quizás solo un poco más, Amo Harry, por suerte?”
Ron rio.
“Le necesitamos consciente, Kreacher, pero si necesita que lo persuadan podrás hacer los honores” dijo Harry.
“Muchas gracias, Amo” dijo Kreacher con una reverencia, y retorcedió una corta distancia, sus grandes ojos pálidos todav´ıa estaban fijos en Mundungus con aversión.
“Cuando despojaste esta casa de todo lo de valor que pudiste encontrar.” Empezó Harry de nuevo, “cogiste unas cuantas cosas de la alacena de la cocina. Hab´ıa all´ı un guardapelo.” La boca de Harry se quedó de repente seca. Pod´ıa sentir la tensión de Ron y Hermione y también la excitación. “¿Que hiciste con él?”
“¿Por qué?” preguntó Mundungus. “¿Ten´ıa algún valor?”
“¡Todav´ıa lo tiene!” gritó Hermione.
“No, no lo tiene” dijo Ron astutamente. “Se pregunta si debió haber pedido más dinero por él.”
“¿Más?” dijo Mundungus. “Eso habr´ıa sido dificil.... dado que me lo quitaron, ¿verdad?
No tuve elección.”
“¿Qué quieres decir?”
“Estaba vendiendo en el Callejón Diagon y ella se presentó y mi preguntó si ten´ıa licencia para vender artefactos mágicos. Menuda entrometida. Me iba a arrestar, pero se le antojó el guardapelo y me dijo que se lo llevaba y me dejar´ıa en paz por el momento, y supongo que tuve suerte.”
“¿Quién era esa mujer?” preguntó Harry.
“No sé, alguna vieja bruja del Ministerio.”
Mundungus pensó por un momento, frunciendo la frente.
“Peque˜na. Con un sombrerito en lo alto de la cabeza.
Frunció el ce˜no y después a˜nadió: “Parec´ıa un sapo.”
Harry dejó caer su varita. Esta golpeó a Mundungus en la nariz y disparó chispas rojas hacia sus cejas, que se incendiaron.
“¡Aguamenti! ” gritó Hermione, y un chorro de agua surgió de su varita, empapando a un balbuceante y ahogado Mundungus.
Harry levantó la mirada y vio su propia sorpresa reflejada en las caras de Ron y Hermione. Las cicatrices del dorso de su mano derecha parec´ıan estar cosquilleando otra vez.
Cap´ıtulo 12
La Magia es Poderosa
Mientras agosto se agotaba, la plaza de desali˜nado césped en medio de Grimmauld Place se marchitó al sol hasta que quedó quebradiza y marrón. Los habitantes del número doce nunca eran vistos por ninguno de los ocupantes de las casas circundantes, ni tampoco el número doce en s´ı mismo. Los muggles que viv´ıan en Grimmauld Place hac´ıa mucho que hab´ıan aceptado el divertido error en la numeración que hab´ıa causado que el número once se asentara junto al número trece.
Y aún as´ı la plaza atra´ıa ahora a todo un flujo de visitantes que parec´ıan encontrar esta anormalidad de lo más intrigante. Apenas pasaba un d´ıa sin que una o dos personas llegaran a Grimmauld Place sin otro propósito, o al menos as´ı lo parec´ıa, que el de apoyarse contra el pasamanos de cara a los números once y trece, observando la unión entre las dos casas. Los acechadores nunca eran los mismos dos d´ıas seguidos, aunque todos parec´ıan compartir un desagrado por la ropa normal. La mayor´ıa de los londinenses que pasaban junto a ellos vest´ıan de forma excéntrica y tomaban poca nota, aunque ocasionalmente uno de ellos pod´ıa mirar atrás, preguntándose por qué todo el mundo llevaba capas tan largas con este calor.
Los observadores parec´ıan obtener poca satisfacción de su vigilia. Ocasionalmente uno de ellos se echaba hacia adelante excitado, como si hubiera visto algo interesante al fin, solo para volver a caer hacia atrás pareciendo decepcionados.
El primer d´ıa de septiembre hab´ıa más gente que nunca acechando en la plaza. Media docena de hombres con capas largas estaban de pie silenciosos y vigilantes, mirando como siempre hacia las casas once y trece, pero lo que fuera que estuvieran esperando parec´ıa que segu´ıa eludiéndoles. Cuando cayó la noche, trayendo una inesperada bocanada de lluvia fr´ıa por primera vez en semanas, tuvo lugar uno de esos inexplicables momentos en los que parec´ıan haber visto algo interesante.
El hombre de la retorcida cara puntiaguda y su compa˜nero más cercano, un hombre rechoncho y pálido, se echaron hacia adelante, pero un momento después se hab´ıan relajado a su estado anterior de inactividad, pareciendo frustrados y decepcionados.
Entretanto, dentro del número nueve, Harry acababa de entrar en el vest´ıbulo. Ca-si hab´ıa perdido el equilibrio al Aparecerse sobre el escalón más alto justo fuera de la puerta principal, y gracias a eso los mort´ıfagos pod´ıan haber captado un vistazo de su momentáneamente expuesto codo. Cerrando la puerta cuidadosamente tras él, se quitó la Capa de Invisibilidad, colgándosela del brazo, y se apresuró a lo largo del sombr´ıo pasillo hacia la puerta que conduc´ıa al sótano, con un ejemplar robado de El Profeta aferrada en la mano.
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