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Sin embargo, en cuestión de meses la propia fama de Albus comenzó a eclipsar la de su padre. Al finalizar el primer a˜no ya nunca más ser´ıa conocido como el hijo del enemigo de los muggles, sino nada más y nada menos que como el más brillante alumno visto alguna vez en el colegio. Aquellos de nosotros que tuvimos el privilegio de ser sus amigos nos beneficiamos de su ejemplo, por no mencionar su ayuda y est´ımulo, con los cuales siempre era generoso.
Más tarde me confesó que incluso entonces hab´ıa sabido que su mayor placer ser´ıa siempre la ense˜nanza.
No solo ganó cada premio por mérito que ofrec´ıa el colegio sino que pronto estuvo manteniendo correspondencia regularmente con los más notables magos de renombre de la época, incluyendo a Nicolas Flamel, el celebrado alquimista; Bathilda Bagshot, la notoria historiadora; y Adalbert Waffling el mago teórico. Varios de sus documentos se abrieron camino hasta conocidas publicaciones, como Transfiguración Hoy, Los Retos de los Encantamientos y Pociones Prácticas. La futura carrera de Dumbledore parec´ıa que iba a ser meteórica y la única pregunta a considerar era cuándo iba a convertirse en Ministro de Magia. Sin embargo aunque en a˜nos posteriores se predijo varias veces que estaba a punto de aceptar el trabajo, nunca tuvo ambiciones ministeriales.
Tres a˜nos después de que hubiéremos comenzado en Hogwarts el hermano de Albus, Aberforth, llegó al colegio. No se parec´ıan; Aberforth nunca fue carismático, y al contrario que Albus, prefer´ıa arreglar las disputas con duelos en lugar de discusiones razonables. Sin embargo es bastante erróneo afirmar, como algunos han hecho, que los hermanos no eran amigos. Se llevaban tan bien como podr´ıan hacerlo dos muchachos tan diferentes. Para ser justos con Aberforth, se debe admitir que vivir bajo la sombra de Albus no puede haber sido una experiencia placentera. Pues ser continuamente eclipsado era el riesgo innato de ser su amigo y su hermano.
Cuando Albus y yo dejamos Hogwarts hab´ıamos planeado hacer juntos la entonces tradicional vuelta al mundo, visitando y observando a magos extranjeros antes de proseguir con nuestras respectivas carreras. Sin embargo la tragedia intervino. En la misma v´ıspera de nuestra partida, la madre de Albus, Kendra murió. Dejando a Albus como el cabeza y único sustento de la familia. Pospuse m´ı partida lo suficiente como para presentar mis respetos en el funeral de Kendra y luego part´ı para lo que ahora ser´ıa un viaje solitario.
Con un hermano y hermana más jóvenes a los que cuidar, y con poco dinero heredado, ya no hab´ıa dudas de que Albus no me acompa˜nar´ıa.
Ese fue el per´ıodo de nuestras vidas en el que menos contacto tuvimos, le escrib´ı a Albus contándole, tal vez insensiblemente, las maravillas de mi viaje, narrándole desde escapadas por los pelos en Grecia hasta experimentos llevados a cabo por los alquimistas egipcios. Sus cartas me dec´ıan poco de su vida diaria, que adivinaba deb´ıa ser extremadamente aburrida para tan brillante mago. Inmerso en mis propias experiencias fue con horror que escuché ya cerca del final de mi viaje de un a˜no, que otra tragedia más hab´ıa golpeado a los Dumbledore; la muerte de su hermana Ariana.
Aunque Ariana hab´ıa sufrido de mala salud desde hac´ıa algún tiempo, el golpe, acaecido tan poco tiempo después de la pérdida de su madre, tuvo un profundo efecto en ambos hermanos. Todas las personas cercanas a Albus -
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y me cuento a m´ı mismo entre ese afortunado númerocoincidimos en que la muerte de Ariana, y los sentimientos de Albus de que se sent´ıa personalmente responsable (aunque por supuesto que no tuvo la culpa) dejaron una marca permanente en él.
Regresé a casa para encontrarme a un hombre joven que hab´ıa experimentado sufrimientos reservados para una persona de mayor edad. Albus era más reservado que antes, y mucho menos alegre. En adición a su desdicha, la pérdida de Ariana, hab´ıa llevado, no a una renovada cercan´ıa entre Albus y Aberforth, sino a un alejamiento (con el tiempo este se disipar´ıa... en a˜nos posteriores restablecieron si no una relación cercana al menos una ciertamente cordial). De todas formas, de ah´ı en adelante habló muy raramente de sus padres o de Ariana y sus amigos aprendimos a no mencionarlos.
Otras plumas describirán los triunfos de los a˜nos subsiguientes. Las innumerables contribuciones de Dumbledore al cúmulo de conocimientos sobre hechicer´ıa, incluyendo el descubrimiento de los doce usos de la sangre de dragón que beneficiar´ıa a las generaciones por venir, as´ı como la sabidur´ıa que desplegaba en los muchos juicios que efectuó siendo Brujo Supremo del Winzegamot.
Aún se comenta que ningún duelo entre brujos superó nunca al sostenido entre Dumbledore y Grindelwald en 1945. Los que lo presenciaron han escrito acerca del terror y el asombro que sintieron al observar a esos dos extraordinarios brujos combatir. El triunfo de Dumbledore y sus consecuencias para el mundo de la hechicer´ıa son considerados un punto culminante en la historia de la magia, comparable a la introducción del Estatuto Internacional del Secreto o la ca´ıda de El-que-no-debe-ser-nombrado.
Albus Dumbledore nunca fue altivo ni vanidoso; pod´ıa encontrar algo que valorar en cualquier persona, sin importar cuan aparentemente insignificante o ruin fuera, y creo que sus tempranas pérdidas lo dotaron de gran humanidad y compasión. Extra˜naré su amistad más de lo que puedo expresar, pero mi pérdida no es nada comparada con la del mundo de la magia. No se puede cuestionar que fue el más inspirado y amado director de Hogwarts. Murió como vivió, trabajando siempre por el bien mayor y hasta su última hora tan deseoso de tender la mano a un peque˜no ni˜no con fiebre de dragón como el primer d´ıa que le conoc´ı.
Harry terminó de leer pero continuó mirando la foto que aparec´ıa acompa˜nando el obituario. Dumbledore luc´ıa su acostumbrada sonrisa gentil, pero como miraba por encima de sus medias gafas, daba la impresión, incluso desde el periódico, de que miraba a Harry con rayos X, provocando que la tristeza se entremezclara con una sensación de vergüenza.
Él hab´ıa cre´ıdo conocer a Dumbledore bastante bien, pero desde que hab´ıa le´ıdo el art´ıculo se hab´ıa visto forzado a reconocer que apenas le conoc´ıa. Ni una sola vez se hab´ıa imaginado la ni˜nez y la juventud de Dumbledore, era como si hubiera nacido tal como Harry lo hab´ıa conocido, venerable, con el cabello plateado y anciano. La idea de un Dumbledore adolescente era sencillamente extra˜na, como tratar de imaginarse a una Hermione estúpida o a un escreguto de cola explosiva amistoso.
Nunca hab´ıa pensado en preguntarle a Dumbledore acerca de su pasado. Sin duda se hubiera sentido extra˜no, impertinente incluso, pero después de todo era de común conocimiento que Dumbledore hab´ıa tomado parte en ese legendario duelo con Grindelwald, y a Harry no se le hab´ıa ocurrido preguntarle como hab´ıa sido eso, ni acerca de ninguno de sus otros famosos logros. No, siempre hab´ıan hablado de Harry, el pasado de Harry, el futuro de Harry, los planes de Harry... y a Harry le parec´ıa ahora que a pesar del hecho de que su CAPÍTULO 2. EN CONMEMORACI ÓN
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futuro fuera tan peligroso e incierto, hab´ıa perdido irremplazables oportunidades al haber omitido preguntarle a Dumbledore más cosas acerca de su vida. Aunque sospechaba que la única pregunta personal que jamás le hab´ıa hecho a su Director era también la única que Dumbledore no hab´ıa respondido honestamente.
“¿Qué ve cuando mira en el espejo? ”
“¿Yo? Me veo a mi mismo sosteniendo un grueso par de calcetines de lana.”
Después de considerarlo unos minutos, Harry arrancó el art´ıculo de El Profeta, lo dobló cuidadosamente y lo metió dentro del primer volumen de Defensa Mágica Práctica y sus Usos Contra las Artes Oscuras. Luego tiró el resto del periódico a la pila de basura y se giró enfrentando la habitación. Estaba mucho más ordenada. La única cosa fuera de lugar era El Profeta del d´ıa de hoy, aún tirado sobre la cama con el trozo de espejo roto encima.
Harry cruzó la habitación, apartó el fragmento de espejo quitándolo de encima de El Profeta de ese d´ıa, y desdobló el periódico. Cuando esa ma˜nana temprano hab´ıa recogido el periódico enrollado tra´ıdo por la lechuza repartidora, apenas le hab´ıa echado un vistazo al titular y después de advertir que no dec´ıa nada acerca de Voldemort lo hab´ıa echado a un lado. Harry estaba seguro que el Ministerio estaba presionando a El Profeta para que suprimiera las noticias sobre Voldemort. Solo fue en ese momento, cuando vio lo que se hab´ıa perdido.
Atravesando la segunda mitad de la página principal hab´ıa un titular más peque˜no colocado sobre una foto de Dumbledore caminando a zancadas, con aspecto apurado.
Dumbledore ¿Al fin la verdad?
La próxima semana la conmocionante historia del imperfecto genio considerado por muchos el más grandiosos mago de su generación. Despojándole de la imagen popular de serena sabidur´ıa bajo la barba plateada, Rita Skeeter revela la trastornada infancia, la desenfrenada juventud, las eternas enemista-des, y los secretos culpables que Dumbledore se llevó a la tumba. ¿Por qué el hombre hecho para ser Ministro de Magia se contentó con ser un mero Director? ¿Cuál era el propósito real de la organización secreta conocida como La Orden del Fénix? ¿Cómo encontró verdaderamente Dumbledore su final?
La respuesta a estas y muchas otras preguntas serán exploradas en la nueva y explosiva biograf´ıa, Vida y Mentiras de Albus Dumbledore, por Rita Skeeter, exclusivamente entrevistada por Barry Braithwaite, página 13 en el interior.
Harry abrió el periódico de un tirón y encontró la página trece. El art´ıculo estaba encabezado por una foto que mostraba otra cara familiar: una mujer que usaba gafas enjoyadas con el cabello peinado en rizos rubios muy elaborados, los dientes sobresal´ıan en lo que claramente se ve´ıa que era una sonrisa triunfal, meneando los dedos ante él.
Haciendo lo que pudo por ignorar esa nauseabunda imagen, Harry continuó leyendo.
En persona Rita Skeeter es mucho más cálida y suave de lo que los famosos retratos hechos con su feroz pluma puedan sugerir. Me dio la bienvenida en el vest´ıbulo de su acogedor hogar y me condujo directamente a la cocina para ofrecerme una taza de té, una pedazo de tarta, y no hace falta que lo diga, un humeante cubo de los más novedosos chismes.
“Bueno por supuesto que Dumbledore es el sue˜no de un cronista, dijo Skeeter”. - C
¸ on una vida tan larga y plena. Estoy segura de que mi libro será el primero de muchos, muchos otros.”
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Skeeter fue ciertamente rápida Hab´ıa terminado el libro de novecientas páginas, solamente cuatro semanas después de la misteriosa muerte de Dumbledore acaecida en junio. Le pregunté como se las hab´ıa arreglado para llevar a cabo esa proeza tan incre´ıblemente rápido.
“Oh, cuando has sido periodista tanto tiempo como yo, trabajar con plazos l´ımite se convierte en tu segunda naturaleza. Sab´ıa que el mundo de la magia clamaba por la historia completa y quer´ıa ser la primera en complacer esa necesidad.”
Mencioné la reciente nota ampliamente divulgada de Elphias Doge, Con-sejero Especial del Wizengamot y perpetuo amigo de Albus Dumbledore, que dice “El libro de Skeeter contiene menos hechos que una tarjeta de las que encuentras en las Ranas de Chocolate...”
Skeeter echó atrás la cabeza y se rió.
“¡Querido Dodgy! Recuerdo haberle entrevistado hace unos a˜nos acerca de los derechos de las sirenas, que Dios lo bendiga. Está completamente loco, parec´ıa pensar que estábamos sentados en el fondo del Lago Windermere, continuaba diciéndome que tuviera cuidado con las truchas.”
Y aún as´ı las acusaciones de inexactitudes de Elphias Doge han echo eco en muchos lugares. ¿Realmente Skeeter piensa que cuatro cortas semanas son suficientes para tener un cuadro completo de la larga y extraordinaria vida de Dumbledore?
“Oh, querido,” sonr´ıe Skeeter golpeándome afectuosamente los nudillos,
“¡Sabes tan bien como yo cuanta información puede ser generada con una bolsa de galeones, una negativa a escuchar la palabra ”no 2 una linda y afilada ”Vuela pluma¡ De todas formas la gente hac´ıa cola para entregarme en bandeja las confabulaciones de Dumbledore. No todos pensaban que era tan maravilloso,
¿sabes? Pisó una horrible cantidad de importantes pies. Pero el viejo Dodgy Doge puede ir bajándose de su alto hipogrifo, porque tuve acceso a una fuente por la que la mayor´ıa de los periodistas hubieran agitado sus varitas, una que nunca hab´ıa hablado en público antes y que estuvo muy unida a Dumbledore durante la más turbulenta y angustiosa etapa de su juventud.”
La publicidad anticipada de la biograf´ıa de Skeeter hab´ıa sugerido que ciertamente habr´ıa abundantes sobresaltos para aquellos que cre´ıan que Dumbledore hab´ıa llevado una vida libre de culpas. ¿Cuáles eran las grandes sorpresas que encubr´ıa? Le pregunté.
“Venga, vamos, déjalo, Betty, ¡no voy a revelar todo lo destacable antes de que nadie compre el libro!” Skeeter se echó a re´ır, “pero te prometo que cualquiera que todav´ıa piense que Dumbledore era tan blanco como su barba
¡es susceptible a sufrir un duro despertar! Digamos solamente que nadie que lo haya o´ıdo rabiar contra Ya-sabes-quien hubiera so˜nado que él mismo chapoteó en las Artes Oscuras en su juventud. Y para un brujo que pasó sus últimos a˜nos defendiendo la tolerancia, no era exactamente abierto de mente cuando era más joven. Si, Albus Dumbledore tiene un pasado extremadamente oscuro, por no mencionar una familia muy sospechosa, que se empe˜nó muy duro en mantener oculta.”
Pregunté a Skeeter si iba a hacer referencia al hermano de Dumbledore, Aberforth, que fue encarcelado por mal uso de la magia por el Wizengamot causando un escándalo menor quince a˜nos atrás.
“Oh, Aberforth es solo la punta del montón de estiércol,” se rió Skeeter,