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“Pero no consiguió el puesto, ¿verdad?” dijo Hermione, “¡As´ı que no tuvo la oportunidad de encontrar un objeto perteneciente a los fundadores all´ı y esconderlo en el colegio!”
“Vale, entonces” dijo Harry, derrotado. “Olv´ıdaros de Hogwarts.”
Sin otras pistas que seguir, viajaron a Londres y, escondidos bajo la capa de invisibilidad, buscaron el orfanato donde Voldemort hab´ıa crecido. Hermione se introdujo furtivamente en una biblioteca y descubrió en sus archivos que el lugar hab´ıa sido demolido muchos a˜nos antes. Visitaron el lugar y encontraron un bloque de oficinas.
“Podr´ıamos intentar excavar los cimientos” sugirió Hermione con poco entusiasmo.
“No habr´ıa escondido un Horcrux aqu´ı.” dijo Harry. Lo hab´ıa sabido todo el tiempo.
Para Voldemort, el orfanato hab´ıa sido el lugar del cual estaba determinado a escapar; nunca hubiera escondido parte de su alma all´ı. Dumbledore le hab´ıa revelado a Harry que Voldemort buscaba grandeza o misterio al elegir sus escondrijos; esta lúgubre esquina gris de Londres era lo más alejado que se pudiera imaginar de Hogwarts, o del Ministerio o de un edificio como Gringotts, el Banco de los Brujos, con sus puertas doradas y pisos de mármol.
Como no se les ocurrieron nuevas ideas, siguieron moviéndose a través del distrito rural, armando la tienda cada noche en un lugar diferente, por seguridad. Cada ma˜nana se aseguraban de eliminar todas las pistas que pudieran revelar su presencia, luego part´ıan para encontrar otro solitario y apartado paraje, viajando por medio de la Aparición hacia más zonas boscosas, hacia oscuras hendiduras sobre acantilados, hacia brezales púrpuras, laderas de monta˜nas cubiertas de enebro, y una vez a una resguardada cueva llena de guijarros. Cada doce horas más o menos se pasaban el Horcrux entre ellos como si esCAPÍTULO 15. LA VENGANZA DE LOS DUENDES
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tuvieran jugando a algún perverso juego a cámara lenta de ’Pasa-el-Paquete’, temiendo que la música se detuviera porque la recompensa eran doce horas de creciente miedo y ansiedad.
A Harry le punzaba la cicatriz constantemente. Se dio cuenta que le pasaba más a menudo cuando llevaba puesto el Horcrux. A veces no pod´ıa evitar reaccionar ante el dolor.
“¿Qué? ¿Qué fue lo que viste?” preguntaba Ron cada vez que notaba que Harry se encog´ıa.
“Un rostro” murmuraba Harry, cada vez. “El mismo rostro. El ladrón que le robó a Gregorovitch.”
Y Ron se daba la vuelta, sin esforzarse en esconder su desilusión. Harry sab´ıa que Ron ten´ıa la esperanza de escuchar noticias acerca de su familia o del resto de la Orden del Fénix, pero, después de todo, él, Harry, no era una antena de televisión; solo pod´ıa ver lo que estaba pensando Voldemort en ese momento, no sintonizar cualquiera cosa que le apeteciera. Aparentemente Voldemort pensaba obsesiva y continuamente en el desconocido joven de rostro alegre, acerca de cuyo nombre y paradero, Harry estaba seguro, que Voldemort conoc´ıa tanto como él. Como la cicatriz de Harry continuaba ardiendo, y el alegre y rubio muchacho flotaba exasperantemente en sus recuerdos, aprendió a su-primir toda se˜nal de dolor o incomodidad, ya que los otros dos solo daban muestras de impaciencia ante la mención del ladrón. No pod´ıa culparlos del todo, cuando estaban tan desesperados por encontrar una pista de los Horcruxes.
Cuando los d´ıas se convirtieron en semanas, Harry comenzó a sospechar que Ron y Hermione estaban teniendo conversaciones a sus espaldas, acerca de él. Varias veces dejaron de hablar abruptamente cuando Harry entraba en la tienda, y dos veces accidentalmente los encontró acurrucados a cierta distancia, con las cabezas juntas, y hablando rápidamente; ambas veces se quedaron en silencio cuando se dieron cuenta de que se acercaba y se apresuraron a mostrarse ocupados recolectando madera o agua.
Harry no pod´ıa evitar preguntarse si sólo hab´ıan accedido a embarcarse en lo que ahora parec´ıa un inútil e indefinido viaje, porque pensaban que ten´ıa algún plan secreto del que se enterar´ıan a su debido tiempo. Ron no hac´ıa ningún esfuerzo por ocultar su mal humor, y Harry estaba empezando a temer que Hermione también estuviera desilusionada por su pobre liderazgo. Desesperado trató de pensar en posibles localizaciones de Horcruxes, pero la única que se le ocurr´ıa siempre era Hogwarts, y como ninguno de los otros pensaba que esto fuera posible, dejo de sugerirlo.
El oto˜no envolvió al distrito rural mientras lo recorr´ıan.
Ahora armaban la tienda sobre mantos de hojas ca´ıdas. La niebla natural se un´ıa a la conjurada por los dementores; el viento y la lluvia se a˜nad´ıan a sus problemas. El hecho de que Hermione estuviera mejorando su habilidad para identificar hongos comestibles no compensaba totalmente el continuo aislamiento, la falta de compa˜n´ıa de otras personas, o la total ignorancia acerca de lo que estaba pasando en la guerra contra Voldemort.
“Mi madre” dijo Ron una noche, mientras se sentaban en la tienda junto al lecho de un r´ıo en Gales, “puede hacer aparecer una provechosa comida del aire.”
Malhumorado, pinchó los trozos de lucio carbonizado que hab´ıa en su plato. Automáticamente, Harry miro el cuello de Ron y vio, como hab´ıa esperado, la cadena dorada del Horcrux brillando all´ı. Se las arreglo para luchar contra el impulso de maldecir a Ron, cuya actitud, estaba seguro, mejorar´ıa un poco cuando llegara la hora de sacarse el relicario.
CAPÍTULO 15. LA VENGANZA DE LOS DUENDES
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“Tu madre no puede producir comida del aire” dijo Hermione. “Nadie puede. La comida es la primera de las cinco Excepciones Principales a la Ley de Gamp de Transfiguración Element...”
“Oh, habla en espa˜nol, ¿o no puedes?” dijo Ron, sacándose una espina de pescado de entre los dientes.
“¡Es imposible fabricar una buena comida de la nada! Puedes convocarla si sabes donde está, puedes transformarla, puedes incrementar la cantidad si ya tienes un poco...”
“Bien, no te esfuerces en incrementar esta, es asquerosa” dijo Ron.
“¡Harry cogió el pescado y yo hice lo mejor que pude con él! ¡He notado que siempre soy yo la que termina cocinando, supongo que porque soy una chica!”
“¡No, es porque se supone que eres la mejor haciendo magia!” replicó Ron.
Hermione saltó, y unos trozos de lucio asado se deslizaron del plato de lata hasta caer al piso.
“Puedes cocinar tú ma˜nana, Ron, puedes buscar los ingredientes y probar un encantamiento que los transforme en algo digno de comerse, y yo me sentaré ah´ı y te pondré caras y gemiré, para que puedas ver como...”
“¡Callaros!” dijo Harry, parándose de un salto y levantando ambas manos. “¡Callaros, ahora!”
Hermione se ve´ıa ultrajada.
“Como puedes ponerte de parte de él, casi nunca cocina...”
“¡Hermione, cállate, oigo a alguien!”
Estaba esforzándose por escuchar, ten´ıa las manos levantadas aún, advirtiéndoles para que no hablaran. Entonces, sobre el torrente y efusión del oscuro r´ıo que hab´ıa junto a ellos, escuchó voces otra vez. Miró a su alrededor buscando el chivatoscopio. No se estaba moviendo.
“Conjuraste el encanto Muffliato sobre nosotros, ¿no?” le susurró a Hermione.
“Los hice todos” susurró en respuesta, “Muffliato, Repelente de Muggles y los Encantamientos Desilusionadores, todos ellos. No deber´ıan ser capaces de o´ırnos ni vernos, quienes quieran que sean.”
Fuertes ruidos de forcejeos y ara˜nazos, mas el sonido de piedras y ramitas desalojadas, les indicaron que varias personas estaban trepando por la empinada y arbolada ladera que descend´ıa hacia la angosta orilla donde hab´ıan armado la tienda. Sacaron las varitas y esperaron.
Los encantamientos que hab´ıan conjurado a su alrededor deber´ıan ser suficientes, en la casi total oscuridad, para escudarlos de la vista de los muggles y de los brujos y brujas normales. Si eran Mort´ıfagos, entonces tal vez sus defensas estuvieran a punto de ser probadas contra la Magia Oscura por primera vez.
Cuando el grupo de hombres llegó a la orilla las voces se hicieron más altas pero no más inteligibles. Harry estimaba que sus due˜nos deb´ıan estar a menos de veinte pies de distancia, pero el r´ıo que ca´ıa en forma de cascada hac´ıa que fuera imposible asegurarlo.
Hermione tomó su bolso bordado y empezó a registrarlo; después de un momento sacó tres O´ıdos Extensibles y les tiró uno a Harry y otro a Ron, que velozmente insertaron un extremo del cordón color piel en sus o´ıdos y sacaron el otro extremo fuera de la entrada de la tienda.
CAPÍTULO 15. LA VENGANZA DE LOS DUENDES
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Segundos después Harry escucho una cansada voz masculina.
“Deber´ıa haber algunos salmones por aqu´ı, ¿o te parece que todav´ıa no ha llegado la temporada? ¡Accio Salmon! ”
Hubo varios ruidos de salpicaduras y luego ruidos distintivos del pescado batiéndose contra la carne. Alguien gru˜nó apreciativamente. Harry presionó más profundamente el extremo del O´ıdo Extensible en el suyo. Sobre el murmullo del r´ıo pod´ıa distinguir otras voces, pero no estaban hablando en espa˜nol ni en ningún otro lenguaje humano del que tuviera conocimiento. Era una lengua ruda y poco melodiosa, una sarta de repiqueteantes ruidos guturales, y parec´ıa haber dos interlocutores, uno con un tono apenas un poco más bajo y pausado que el otro.
Un fuego cobró vida del otro lado de la lona; largas sombras pasaron entre la tienda y las llamas. El delicioso aroma del salmón asado flotó tentadoramente en su dirección.
Luego llegó el tintinear de cubiertos sobre platos, y el primer hombre habló otra vez.
“Aqu´ı, Griphook, Gornuk.”
“¡Goblins!” Hermione articulo hacia Harry, quien asintió.