123282.fb2 Harry Potter and The Deathly Hallows - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 70

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“¿Quién más está ah´ı?” preguntó, girando la cabeza de lado a lado. “¡Tu tono me desagrada! La muchacha y sus amigos fueron extremadamente temerarios. ¡Robarle al Director!”

“No estaban robando.” dijo Harry. “La espada no es de Snape.”

“Pertenece al colegio del Profesor Snape.” dijo Phineas Nigellus. “¿Qué derecho tiene exactamente la joven Weasley sobre ella? ¡Se merec´ıa el castigo, tanto como el idiota de Longbottom y la rareza de Lovegood!”

“¡Neville no es un idiota y Luna no es una rareza!” dijo Hermione.

“¿Dónde estoy?” repitió Phineas Nigellus, empezando nuevamente a forcejear con la venda. “¿Dónde me habéis tra´ıdo? ¿Por qué me habéis sacado de la casa de mis ancestros?”

“¡En este momento eso no es importante! ¿Cómo castigó Snape a Ginny, Neville y Luna?” preguntó Harry con apremio.

“El Profesor Snape los mandó al Bosque Prohibido, a hacer algún trabajo para el idiota de Hagrid.”

“¡Hagrid no es un idiota!” dijo Hermione estridentemente.

“Y seguro que Snape pensó que eso era un castigo” dijo Harry. “Pero Ginny, Neville y Luna probablemente pasaron un rato agradable con Hagrid. El Bosque Prohibido... han pasado por cosas mucho peores que el Bosque Prohibido, ¡vaya cosa!”

Se sintió aliviado; se hab´ıa estado imaginando horrores, la maldición Cruciatus, como poco.

CAPÍTULO 15. LA VENGANZA DE LOS DUENDES

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“Lo que realmente quer´ıamos saber, Profesor Black, es si ¿alguien más, um, por alguna razón, ha sacado la espada? ¿Tal vez se la llevaron para limpiarla o... o algo?”

Phineas Nigellus hizo una pausa en los forcejeos con que intentaba liberarse los ojos y se rió disimuladamente.

“Nacidos de muggles” dijo. “Las armas de hechura Goblin no necesitan limpieza, ingenua ni˜na. La plata Goblin repele el polvo mundano, absorbiendo solamente aquello que la fortalece.”

“No llame ingenua a Hermione.” dijo Harry.

“Me estoy cansando de que me contradigais.” dijo Phineas Nigellus. “¿Tal vez sea hora de que regrese a la oficina del Director?”

Aún vendado, comenzó a andar a tientas por el borde del marco, tratando de tantear su camino fuera de esta pintura y de regreso a la que estaba en Hogwarts. Harry tuvo una súbita inspiración.

“¡Dumbledore! ¿Puede traernos a Dumbledore?”

“¿Perdón?” preguntó Phineas Nigellus.

“El retrato del Profesor Dumbledore... no podr´ıa traerlo con usted, aqu´ı, a su propio retrato.”

Phineas Nigellus volvió el rostro en dirección a la voz de Harry.

“Evidentemente no solamente los nacidos de muggles son ignorantes, Potter. Los retratos de Hogwarts pueden comunicarse entre ellos, pero no pueden viajar fuera del castillo excepto para visitar pinturas de si mismos colgadas en otros lugares. Dumbledore no puede venir conmigo aqu´ı, y después del tratamiento que he recibido en vuestras manos. ¡Os aseguro que no regresaré a visitaros!”

Ligeramente cabizbajo, Harry observó como Phineas redoblaba sus esfuerzos para dejar el marco.

“Profesor Black” dijo Hermione, “¿No podr´ıa decirnos, por favor, cuando fue la última vez que la espada fue sacada de la vitrina? ¿Me refiero a antes de que Ginny la tomara?”

Phineas bufó impacientemente.

“Creo que la última vez que vi la espada de Gryffindor fuera de la vitrina fue cuando el Profesor Dumbledore la usó para abrir un anillo de un golpe.”

Hermione se giro vivamente para mirar a Harry. Ninguno de ellos se atrev´ıa a decir nada más delante de Phineas Nigellus, que al fin se las hab´ıa arreglado para encontrar la salida.

“Bien, buenas noches tengan ustedes.” dijo algo gru˜nón, y empezó a apartarse de la vista otra vez. Solo el borde de su sombrero de ala quedaba a la vista cuando Harry dio un inesperado grito.

“¡Espere! ¿Le contó a Snape que hab´ıa visto eso?”

Phineas Nigellus metió la vendada cabeza nuevamente dentro del cuadro.

“El Profesor Snape tiene cosas más importantes en su mente que las muchas excentri-cidades de Albus Dumbledore. ¡Adiós, Potter!”

Y diciendo esto, se desvaneció por completo, dejando detrás de él nada más que el sombr´ıo telón de fondo.

CAPÍTULO 15. LA VENGANZA DE LOS DUENDES

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“¡Harry!” gritó Hermione.

“¡Lo sé!” gritó Harry. Incapaz de contenerse a si mismo, dio un pu˜netazo al aire; era más de lo que se hab´ıa atrevido a esperar. Caminó a zancadas por la tienda, de arriba abajo, sintiendo que podr´ıa correr una milla entera; Ya ni siquiera ten´ıa hambre.

Hermione comprim´ıa el retrato de Phineas Nigellus metiéndolo nuevamente dentro del bolso bordado; cuando hubo cerrado el cierre tiró el bolso de vuelta a un lado y levanto la cara brillante hacia Harry.

“¡La espada puede destruir Horcruxes! Las hojas fabricadas por los Goblins absorben solo aquello que las fortalece... ¡Harry esa espada esta impregnada con veneno de basilisco!”

“Y Dumbledore no me la entregó antes porque aún la necesitaba, quer´ıa usarla en el Relicario...”

“...y debe de haberse percatado que no te dejar´ıan tenerla si te la dejaba en su testamento...”

“... Por lo que hizo una réplica...”

“... Y puso una falsificación en la vitrina...”

“... Y dejó la verdadera... ¿Dónde?”

Se miraron uno al otro; Harry sent´ıa que la respuesta estaba colgando invisible en el aire que hab´ıa sobre ellos, tentadoramente cerca. ¿Por qué no se lo hab´ıa dicho Dumbledore?

¿O, de hecho, se lo dijo a Harry, pero Harry no se dio cuenta en ese momento?

“¡Piensa!” susurró Hermione. “¡Piensa! ¿Donde podr´ıa haberla dejado?”

“No en Hogwarts.” dijo Harry, reanudando su paseo.

“¿En algún lugar de Hogsmeade?” sugirió Hermione.

“¿En la Casa de los Gritos?” dijo Harry. “Nunca va nadie por all´ı.”