123282.fb2 Harry Potter and The Deathly Hallows - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 77

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volvió y estudió con atención la cara de Harry. Sus ojos estaban velados por las cataratas y hundidos en pliegues de piel transparente. Se preguntó si pod´ıa verle en absoluto. Aunque si pod´ıa, ser´ıa al muggle medio calvo, cuya identidad hab´ıa robado, lo que ver´ıa.

El olor a vejez, a polvo, a ropas sin lavar y comida rancia se intensificó cuando se desenrolló el chal negro comido por las polillas, revelando una cabeza canosa a través de la cual se ve´ıa claramente el cuero cabelludo.

“¿Bathilda?” repitió Harry

Asintió con la cabeza otra vez. Harry fue consciente de pronto del guardapelo contra su piel. La cosa que hab´ıa dentro, que algunas veces hac´ıa tictac o golpeaba, se hab´ıa despertado, pod´ıa sentirla pulsando a través del fr´ıo oro. ¿Sab´ıa, pod´ıa sentir, que su destrucción estaba cerca?

Bathilda pasó junto a ellos arrastrando los pies, echando a un lado a Hermione como si no la hubiera visto, y desapareciendo en lo que parec´ıa una sala de estar.

“Harry, no estoy segura de esto” susurró Hermione.

“Mira su tama˜no. Creo que podr´ıamos dominarla si tuviéramos que hacerlo” dijo Harry. “Mira, deber´ıa de habértelo dicho. No está en sus cabales. Muriel la llamó chiflada.”

“¡Ven!” le llamó Bathilda desde la habitación de al lado.

Hermione saltó y aferró el brazo de Harry.

“Está bien” dijo Harry tranquilizadoramente, y abrió el camino hasta la sala de estar.

Bathilda se tambaleaba por el lugar encendiendo velas, pero todav´ıa estaba muy oscuro, por no mencionar que estaba sumamente sucio. Un polvo espeso cruj´ıa bajo sus pies, y la nariz de Harry detectó, debajo del malsano, húmedo y enmohecido olor, algo peor, que parec´ıa carne podrida. Se preguntó cuando hab´ıa sido la última vez que alguien hab´ıa estado dentro de la casa de Bathilda para comprobar si esta viv´ıa. Parec´ıa haberse olvidado, además, de que pod´ıa hacer magia, pues encend´ıa las velas torpemente a mano, arrastrando constantemente el pu˜no de su camisa de encaje con peligro de que comenzara a arder.

“Déjeme hacer eso” ofreció Harry y le quitó las cerillas. Ella se quedó mirando como encend´ıa las velas que se sosten´ıan en platitos alrededor del cuarto, posados precariamente sobre montones de libros y sobre mesitas desconchadas con grietas y mohosos clips.

La última superficie sobre la cual Harry divisó una vela fue una cómoda inclinada precariamente sobre la cual hab´ıa colocadas un gran número de fotos. Cuando la llama bailó volviendo a la vida, su reflejo fluctuó en un vaso de plata polvoriento. Vio algunos diminutos movimientos en los portaretratos. Mientras Bathilda toqueteaba los le˜nos para el fuego, masculló: “Tergeo.” El polvo desapareció de las fotos, y vio de inmediato que faltaban media docena, la mayor´ıa de los marcos más grandes, meticulosamente adornados. Se preguntó si hab´ıa sido Bathilda o algún otro los hab´ıa quitado. Entonces la visión de una fotograf´ıa cercana, casi en el extremo de la colección, captó su atención, y la cogió rápidamente.

Era el ladrón de pelo dorado y cara alegre, el joven que hab´ıa estado posado sobre el alféizar de la ventana de Gregorovitch, sonriendo perezosamente hacia Harry fuera del marco de plata. Y Harry recordó instantáneamente donde hab´ıa visto al chico antes: En Vida y mentiras de Albus Dumbledore, abrazando al joven Dumbledore, y ah´ı deb´ıan estar todas las fotos que faltaban: en el libro de Rita.

“¿Se˜nora... Bagshot... Se˜norita?” dijo, y su voz tembló ligeramente. “¿Quién es este?”

CAPÍTULO 17. EL SECRETO DE BATHILDA

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Bathilda estaba de pie en mitad de la habitación observando a Hermione encender el fuego por ella.

“¿Se˜norita Bagshot?” repitió Harry, y avanzó con la foto en las manos mientras las llamas volv´ıan a la vida en la chimenea. Bathilda miró hacia su voz, y el Horrocrux se calentó rápidamente sobre su pecho.

“¿Quién es esta persona?” le preguntó Harry, empujando la foto hacia adelante.

Ella escudrinó la foto solemnemente, después se la devolvió a Harry.

“¿Sabe quién es éste?” repitió él, con voz mucho más lenta y más fuerte de lo normal.

“¿Este hombre? ¿Le conoce? ¿Cómo se llama?”

Bathilda solo le miró vagamente. Harry sent´ıa una horrorosa frustración. ¿Cómo hab´ıa desenterrado Rita Skeeter sus recuerdos?

“¿Quién es este hombre?” repitió ruidosamente.

“¿Harry, qué estás haciendo?” preguntó Hermione.

“¡Esta foto, Hermione, es el ladrón, el ladrón que robó a Gregorovitch! ¡Por favor!”

dijo a Bathilda. “¿Quién es este?”

Pero ella sólo clavó los ojos en él.

“¿Por qué nos pidió que viniéramos con usted? ¿Se˜nora... Se˜norita... Bagshot?” preguntó Hermione, alzando su propia voz. “¿Hay algo que quiera contarnos?”

Sin dar ninguna se˜nal de que hubiera o´ıdo a Hermione, Bathilda se acercó ahora unos pocos pasos más a Harry. Con una peque˜na inclinación de cabeza se˜naló de vuelta al vest´ıbulo.

“¿Quiere que nos marchemos?” preguntó.

Ella repitió el gesto, esta vez se˜nalándole a él, en primer lugar, luego a s´ı misma, luego al techo.

“Oh, bien... Hermione, creo que quiere que yo vaya arriba con ella.”

“Bien” dijo Hermione, “vamos.”

Pero cuando Hermione se movió, Bathilda negó con la cabeza con asombroso vigor, una vez más se˜nalando primero a Harry, y luego a s´ı misma.

“Quiere que yo vaya con ella, solo.”

“¿Por qué?” preguntó Hermione, y su voz se oyó brusca y clara en el cuarto iluminado por las velas. La vieja se˜nora sacudió la cabeza un poco ante el fuerte ruido.

“¿Tal vez Dumbledore le dijo que me diera la espada a m´ı, y sólo a m´ı?”

“¿Crees realmente que sabe quién eres?”

“S´ı” dijo Harry, bajando la mirada a los ojos lechosos fijos en los suyos, “creo que lo sabe.”

“Bien, de acuerdo entonces, pero que sea rápido, Harry.”

“Gu´ıeme” dijo Harry a Bathilda.

Ella pareció entenderle, porque le rodeó arrastrando los pies hacia la puerta. Harry volvió la mirada hacia Hermione con una reconfortante sonrisa, pero no estaba seguro de que ella lo hubiera visto; estaba de pie abrazándose a s´ı misma en medio de la inmundicia iluminada por las velas, mirando hacia las estanter´ıas de libros. Cuando Harry salió de la CAPÍTULO 17. EL SECRETO DE BATHILDA

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habitación, sin que le vieran ni Hermione y ni Bathilda, se deslizó la foto con el marco de plata del desconocido ladrón dentro de la chaqueta.

Las escaleras eran pronunciadas y estrechas. Harry estuvo medio tentado de colocar las manos en la corpulenta espalda de Bathilda para asegurarse de que no perd´ıa el equilibrio y ca´ıa encima de él, lo cual parec´ıa muy probable. Lentamente, respirando con un poco de dificultad, ella ascendió al rellano superior, giró inmediatamente a la derecha, y le guió hasta un dormitorio de techo bajo.

Estaba oscuro como un pozo y ol´ıa horriblemente. Harry solo pudo divisar una habitación con algo sobresaliendo de debajo de la cama antes de que Bathilda cerrara la puerta y entonces incluso eso fue tragado por la oscuridad.

“Lumos,” dijo Harry, y su varita se encendió. Tuvo un sobresalto, Bathilda se hab´ıa acercado a él en esos pocos segundos de oscuridad y no la hab´ıa o´ıdo acercarse.