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Harry puso el chivatoscopio de bolsillo sobre la mesita de noche, donde permaneció inmóvil, en equilibrio sobre la punta, reflejando las manecillas luminosas del reloj. Lo contempló durante unos segundos, satisfecho, y luego cogió el paquete que había llevado Hedwig.
También contenía un regalo envuelto en papel, una tarjeta y una carta, esta vez de Hermione:
Querido Harry:
Ron me escribió y me contó lo de su conversación telefónica con tu tíoVernon. Espero que estés bien.
En estos momentos estoy en Francia de vacaciones y no sabía cómoenviarte esto (¿y si lo abrían en la aduana?), ¡pero entonces apareció Hedwig ! Creo que quería asegurarse de que, para variar, recibías un regalode cumpleaños. El regalo te lo he comprado por catálogo vía lechuza. Habíaun anuncio en El Profeta (me he suscrito, hay que estar al tanto de lo queocurre en el mundo mágico). ¿Has visto la foto que salió de Ron y su familiahace una semana? Apuesto a que está aprendiendo montones de cosas, memuero de envidia... los brujos del antiguo Egipto eran fascinantes.
Aquí también tienen un interesante pasado en cuestión de brujería. Hetenido que reescribir completa la redacción sobre Historia de la Magia parapoder incluir algunas cosas que he averiguado. Espero que no resulteexcesivamente larga: comprende dos pergaminos más de los que había pedidoel profesor Binns.
Ron dice que irá a Londres la última semana de vacaciones. ¿Podrías irtú también? ¿Te dejarán tus tíos? Espero que sí. Si no, nos veremos en elexpreso de Hogwarts el 1 de septiembre.
Besos de
Hermione
Posdata: Ron me ha dicho que Percy ha recibido el Premio Anual. Meimagino que Percy estará en una nube. A Ron no parece que le haga muchagracia.
Harry volvió a sonreír mientras dejaba a un lado la carta de Hermione y cogía el regalo. Pesaba mucho. Conociendo a Hermione, estaba convencido de que sería un gran libro lleno de difíciles embrujos, pero no. El corazón le dio un vuelco cuando quitó el papel y vio un estuche de cuero negro con unas palabras estampadas en plata: EQUIPO
DE MANTENIMIENTO DE ESCOBAS VOLADORAS.
—¡Ostras, Hermione! —murmuró Harry, abriendo el estuche para echar un vistazo.
Contenía un tarro grande de abrillantador de palo de escoba marca Fleetwood, unas tijeras especiales de plata para recortar las ramitas, una pequeña brújula de latón para los viajes largos en escoba y un Manual de mantenimiento de la escoba voladora.
Después de sus amigos, lo que Harry más apreciaba de Hogwarts era el quidditch, el deporte que contaba con más seguidores en el mundo mágico. Era muy peligroso, muy emocionante, y los jugadores iban montados en escoba. Harry era muy bueno jugando al quidditch. Era el jugador más joven de Hogwarts de los últimos cien años.
Uno de sus trofeos más estimados era la escoba de carreras Nimbus 2.000.
Harry dejó a un lado el estuche y cogió el último paquete. Reconoció de inmediato los garabatos que había en el papel marrón: aquel paquete lo había enviado Hagrid, el guardabosques de Hogwarts. Desprendió la capa superior de papel y vislumbró una cosa verde y como de piel, pero antes de que pudiera desenvolverlo del todo, el paquete tembló y lo que estaba dentro emitió un ruido fuerte, como de fauces que se cierran.
Harry se estremeció. Sabía que Hagrid no le enviaría nunca nada peligroso a propósito, pero es que las ideas de Hagrid sobre lo que podía resultar peligroso no eran muy normales: Hagrid tenía amistad con arañas gigantes; había comprado en las tabernas feroces perros de tres cabezas; y había escondido en su cabaña huevos de dragón (lo cual estaba prohibido).
Harry tocó el paquete con el dedo, con temor. Volvió a hacer el mismo ruido de cerrar de fauces. Harry cogió la lámpara de la mesita de noche, la sujetó firmemente con una mano y la levantó por encima de su cabeza, preparado para atizar un golpe.
Entonces cogió con la otra mano lo que quedaba del envoltorio y tiró de él.
Cayó un libro. Harry sólo tuvo tiempo de ver su elegante cubierta verde, con el título estampado en letras doradas, El monstruoso libro de los monstruos, antes de que el libro se levantara sobre el lomo y escapara por la cama como si fuera un extraño cangrejo.
—Oh... ah —susurró Harry.
Cayó de la cama produciendo un golpe seco y recorrió con rapidez la habitación, arrastrando las hojas. Harry lo persiguió procurando no hacer ruido. Se había escondido en el oscuro espacio que había debajo de su mesa. Rezando para que los Dursley estuvieran aún profundamente dormidos, Harry se puso a cuatro patas y se acercó a él.
—¡Ay!
El libro se cerró atrapándole la mano y huyó batiendo las hojas, apoyándose aún en las cubiertas. Harry gateó, se echó hacia delante y logró aplastarlo. Tío Vernon emitió un sonoro ronquido en el dormitorio contiguo.
Hedwig y Errol lo observaban con interés mientras Harry sujetaba el libro fuertemente entre sus brazos, se iba a toda prisa hacia los cajones del armario y sacaba un cinturón para atarlo. El libro monstruoso tembló de ira, pero ya no podía abrirse ni cerrarse, así que Harry lo dejó sobre la cama y cogió la carta de Hagrid.
Querido Harry:
¡Feliz cumpleaños!
He pensado que esto te podría resultar útil para el próximo curso. Demomento no te digo nada más. Te lo diré cuando nos veamos.
Espero que los muggles te estén tratando bien.
Con mis mejores deseos,
Hagrid
A Harry le dio mala espina que Hagrid pensara que podía serle útil un libro que mordía, pero dejó la tarjeta de Hagrid junto a las de Ron y Hermione, sonriendo con más ganas que nunca. Ya sólo le quedaba la carta de Hogwarts.
Percatándose de que era más gruesa de lo normal, Harry rasgó el sobre, extrajo la primera página de pergamino y leyó:
Estimado señor Potter:
Le rogamos que no olvide que el próximo curso dará comienzo el 1 deseptiembre. El expreso de Hogwarts partirá a las once en punto de la mañanade la estación de King’s Cross, anden nueve y tres cuartos.
A los alumnos de tercer curso se les permite visitar determinados fines desemana el pueblo de Hogsmeade. Le rogamos que entregue a sus padres otutores el documento de autorización adjunto para que lo firmen.
También se adjunta la lista de libros del próximo curso.
Atentamente,
Profesora M. McGonagall
Subdirectora
Harry extrajo la autorización para visitar el pueblo de Hogsmeade, y la examinó, ya sin sonreír. Sería estupendo visitar Hogsmeade los fines de semana; sabía que era un pueblo enteramente dedicado a la magia y nunca había puesto en él los pies. Pero ¿cómo demonios iba a convencer a sus tíos de que le firmaran la autorización?
Miró el despertador. Eran las dos de la mañana.
Decidió pensar en ello al día siguiente, se metió en la cama y se estiró para tachar otro día en el calendario que se había hecho para ir descontando los días que le quedaban para regresar a Hogwarts. Se quitó las gafas y se acostó para contemplar las tres tarjetas de cumpleaños.
Aunque era un muchacho diferente en muchos aspectos, en aquel momento Harry Potter se sintió como cualquier otro:
contento, por primera vez en su vida, de que fuera su cumpleaños.
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