123306.fb2 Harry Potter y el prisionero de Azkaban - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 6

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Tía Marge alargó el brazo para coger la copa de vino.

—Es una de las normas básicas de la crianza, se ve claramente en los perros: de tal palo, tal astilla.

En aquel momento estalló la copa de vino que tía Marge tenía en la mano. En todas direcciones salieron volando fragmentos de cristal, y tía Marge parpadeó y farfulló algo.

De su cara grande y encarnada caían gotas de vino.

¡Marge! —chilló tía Petunia—. ¡Marge!, ¿te encuentras bien?

—No te preocupes —gruñó tía Marge secándose la cara con la servilleta—. Debo de haber apretado la copa demasiado fuerte. Me pasó lo mismo el otro día, en casa del coronel Fubster. No tiene importancia, Petunia, es que cojo las cosas con demasiada fuerza...

Pero tanto tía Petunia como tío Vernon miraban a Harry suspicazmente, de forma que éste decidió quedarse sin tomar el pudín y levantarse de la mesa lo antes posible.

Se apoyó en la pared del vestíbulo, respirando hondo. Hacía mucho tiempo que no perdía el control de aquella manera, haciendo estallar algo. No podía permitirse que aquello se repitiera. La autorización para ir a Hogsmeade no era lo único que estaba en juego... Si continuaba así, tendría problemas con el Ministerio de Magia.

Harry era todavía un brujo menor de edad y tenía prohibido por la legislación del mundo mágico hacer magia fuera del colegio. Su expediente no estaba completamente limpio. El verano anterior le habían enviado una amonestación oficial en la que se decía claramente que si el Ministerio volvía a tener constancia de que se empleaba la magia en Privet Drive, expulsarían a Harry del colegio.

Oyó a los Dursley levantarse de la mesa y se apresuró a desaparecer escaleras arriba.

Harry soportó los tres días siguientes obligándose a pensar en el Manual de mantenimiento de la escoba voladora cada vez que tía Marge se metía con él. El truco funcionó bastante bien, aunque debía de darle aspecto de atontado y tía Marge había empezado a decir que era subnormal.

Por fin llegó la última noche que había de pasar tía Marge en la casa. Tía Petunia preparó una cena por todo lo alto y tío Vernon descorchó varias botellas de vino.

Tomaron la sopa y el salmón sin hacer ninguna referencia a los defectos de Harry; durante el pastel de merengue de limón, tío Vernon aburrió a todos con un largo discurso sobre Grunnings, la empresa de taladros para la que trabajaba; luego tía Petunia preparó café y tío Vernon sacó una botella de brandy.

—¿Puedo tentarte, Marge?

Tía Marge había bebido ya bastante vino. Su rostro grande estaba muy colorado.

—Sólo un poquito —dijo con una sonrisita—. Bueno, un poquito más... un poco mas... ya vale.

Dudley se comía su cuarta ración de pastel. Tía Petunia sorbía el café con el dedo meñique estirado. Harry habría querido subir a su habitación, pero tropezó con los ojos pequeños e iracundos de tío Vernon y supo que debía quedarse allí.

—¡Aaah! —dijo tía Marge lamiéndose los labios y dejando la copa vacía en la mesa—. Una comilona estupenda, Petunia. Por las noches me contento con cualquier frito. Con doce perros que cuidar... —Eructó a sus anchas y se dio una palmada en la voluminosa barriga—. Perdón. Pero me gusta ver a un buen mozo —prosiguió guiñándole el ojo a Dudley—. Serás un hombre de buen tamaño, Dudders, como tu padre. Sí, tomaré una gota más de brandy, Vernon... En cuanto a éste...

Señaló a Harry con la cabeza. El muchacho sintió que se le encogía el estómago.

«El manual», pensó con rapidez.

—Éste no tiene buena planta, ha salido pequeñajo. Pasa también con los perros. El año pasado tuve que pedirle al coronel Fubster que asfixiara a uno, porque era raquítico.

Débil. De mala raza.

Harry intentó recordar la página 12 de su libro: «Encantamiento para los que van al revés.»

—Como decía el otro día, todo se hereda. La mala sangre prevalece. No digo nada contra tu familia, Petunia. —Con su mano de pala dio una palmadita sobre la mano huesuda de tía Petunia—. Pero tu hermana era la oveja negra. Siempre hay alguna, hasta en las mejores familias. Y se escapó con un gandul. Aquí tenemos el resultado.

Harry miraba su plato, sintiendo un extraño zumbido en los oídos. «Sujétese la escoba por el palo.» No podía recordar cómo seguía. La voz de tía Marge parecía perforar su cabeza como un taladro de tío Vernon.

—Ese Potter —dijo tía Marge en voz alta, cogiendo la botella de brandy y vertiendo más en su copa y en el mantel—, nunca me dijisteis a qué se dedicaba.

Tío Vernon y tía Petunia estaban completamente tensos. Incluso Dudley había retirado los ojos del pastel y miraba a sus padres boquiabierto.

—No... no trabajaba —dijo tío Vernon, mirando a Harry de reojo—. Estaba parado.

—¡Lo que me imaginaba! —comentó tía Marge echándose un buen trago de brandy y limpiándose la barbilla con la manga—. Un inútil, un vago y un gorrón que...

—No era nada de eso —interrumpió Harry de repente. Todos se callaron. Harry temblaba de arriba abajo. Nunca había estado tan enfadado.

—¡MÁS BRANDY! —gritó tío Vernon, que se había puesto pálido. Vació la botella en la copa de tía Marge—. Tú, chico —gruñó a Harry—, vete a la cama.

—No, Vernon —dijo entre hipidos tía Marge, levantando una mano. Fijó en los de Harry sus ojos pequeños y enrojecidos—. Sigue, muchacho, sigue. Conque estás orgulloso de tus padres, ¿eh? Van y se matan en un accidente de coche... borrachos, me imagino...

—No murieron en ningún accidente de coche —repuso Harry, que sin darse cuenta se había levantado.

—¡Murieron en un accidente de coche, sucio embustero, y te dejaron para que fueras una carga para tus decentes y trabajadores tíos! —gritó tía Marge, inflándose de ira—. Eres un niño insolente, desagradecido y...

Pero tía Marge se cortó en seco. Por un momento fue como si le faltasen las palabras. Se hinchaba con una ira indescriptible... Pero la hinchazón no se detenía. Su gran cara encarnada comenzó a aumentar de tamaño. Se le agrandaron los pequeños ojos y la boca se le estiró tanto que no podía hablar. Al cabo de un instante, saltaron varios botones de su chaqueta de mezclilla y golpearon en las paredes... Se inflaba como un globo monstruoso. El estómago se expandió y reventó la cintura de la falda de mezclilla. Los dedos se le pusieron como morcillas...

—¡MARGE! —gritaron a la vez tío Vernon y tía Petunia, cuando el cuerpo de tía Marge comenzó a elevarse de la silla hacia el techo. Estaba completamente redonda, como un inmenso globo con ojos de cerdito. Ascendía emitiendo leves ruidos como de estallidos. Ripper entró en la habitación ladrando sin parar.

—¡NOOOOOOO!

Tío Vernon cogió a Marge por un pie y trató de bajarla, pero faltó poco para que se elevara también con ella. Un instante después, Ripper dio un salto y hundió los colmillos en la pierna de tío Vernon.

Harry salió corriendo del comedor, antes de que nadie lo pudiera detener; y se dirigió al armario que había debajo de las escaleras. Por arte de magia, la puerta del armario se abrió de golpe cuando llegó ante ella. En unos segundos arrastró el baúl hasta la puerta de la casa. Subió las escaleras rápidamente, se echó bajo la cama, levantó la tabla suelta y sacó la funda de almohada llena de libros y regalos de cumpleaños. Salió de debajo de la cama, cogió la jaula vacía de Hedwig, bajó las escaleras corriendo y llegó al baúl en el instante en que tío Vernon salía del comedor con la pernera del pantalón hecha jirones.

—¡VEN AQUÍ! —bramó—. ¡REGRESA Y ARREGLA LO QUE HAS HECHO!

Pero una rabia imprudente se había apoderado de Harry. Abrió el baúl de una patada, sacó la varita y apuntó con ella a tío Vernon.

—Tía Marge se lo merecía —dijo Harry jadeando—. Se merecía lo que le ha pasado. No te acerques.

Tentó a sus espaldas buscando el tirador de la puerta.

—Me voy —añadió—. Ya he tenido bastante.

Momentos después arrastraba el pesado baúl, con la jaula de Hedwig debajo del brazo, por la oscura y silenciosa calle.

3

El autobús noctámbulo

Después de alejarse varias calles, se dejó caer sobre un muro bajo de la calle Magnolia, jadeando a causa del esfuerzo. Se quedó sentado, inmóvil, todavía furioso, escuchando los latidos acelerados del corazón. Pero después de estar diez minutos solo en la oscura calle, le sobrecogió una nueva emoción: el pánico. De cualquier manera que lo mirara, nunca se había encontrado en peor apuro. Estaba abandonado a su suerte y totalmente solo en el sombrío mundo muggle, sin ningún lugar al que ir. Y lo peor de todo era que acababa de utilizar la magia de forma seria, lo que implicaba, con toda seguridad, que sería expulsado de Hogwarts. Había infringido tan gravemente el Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad que estaba sorprendido de que los representantes del Ministerio de Magia no se hubieran presentado ya para llevárselo.

Le dio un escalofrío. Miró a ambos lados de la calle Magnolia. ¿Qué le sucedería?

¿Lo detendrían o lo expulsarían del mundo mágico? Pensó en Ron y Hermione, y aún se entristeció más. Harry estaba seguro de que, delincuente o no, Ron y Hermione querrían ayudarlo, pero ambos estaban en el extranjero, y como Hedwig se había ido, no tenía forma de comunicarse con ellos.