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Easy PDF Copyright © 1998,2005 Visage Software
This document was created with FREE version of Easy PDF.Please visit http://www.visagesoft.com for more details Se volvió a su escritorio, acomodándose su corbata mientras se iba. Apenas había dejado su asiento, y cambiado su cara en lo que esperó sea una expresión relajada y sin muestra de nada, cuando unas llamas verdes brillosas rompieron en el lugar, en la vacía reja que estaba debajo de la chimenea de mármol. Miró, tratando de no demostrar un parpadeo de sorpresa o alarma, cuando un hombre de porte se apareció de entre las llamas, dando vueltas tan rápido como un topo. Segundo después, se había incorporado a una muy antigua y agradable alfombra, sacándose las cenizas de las mangas de su larga capa a rayas, y de su sombrero en forma de palangana de color verde-lima que llevaba en una de sus manos.
'Ah ... Primer Ministro, ' dijo Cornelius Fudge, estrechándole su mano. 'Encantado de volverlo a ver.'
El Primer Ministro no pudo devolver honestamente este gesto, por lo que no dijo nada. No estaba para nada encantado de ver a Fudge, el cual se había aparecido en ocasiones, aparte de ser de evidentes alarmas, generalmente significaban que iba a escuchar muy malas noticias. Sin embargo, Fudge se veía agobiado. Estaba más delgado, canoso y grisáceo, y su cara tenía una mirada un tanto arrugada. El Primer Ministro ya había visto ese tipo de miradas en los políticos con anterioridad, y nunca lo notaba amigable.
'¿En qué te puedo ayudar?' dijo, estrechando la mano de Fudge por un corto instante y gesticulando hacia una de las sillas más masizas que estaba frente al escritorio.
'Difícil de saber por dónde comenzar,' murmuró Fudge, parando la silla, sentándose y poniendo su verde sombrero en sus rodillas. 'Qué semana ... qué semana ...'
'¿También tuviste una mala semana?' preguntó el Primer Ministro forzadamente, tratando de transmitir así que ya tenía bastante en su plato sin ninguna ayuda de Fudge.
'Sí, por supuesto,' dijo Fudge, entornando sus ojos y mirando malhumoradamente al Primer Ministro. 'He tenido la misma semana que tuvo usted, Primer Ministro. El Puente Brockdale ... los Bones y los asesinos Vance ... sin mencionar lo del West Country ...'
'Tu - este - tu - me refiero a, algunas de tu personas en el Oeste - estuvieron involucradas en esas - esas cosas,
¿no?'
Fudge reparó en el Primer Ministro con una mirada un tanto severa.
'Por supuesto que estuvieron involucradas,' dijo. '¿Seguramente se dio cuenta lo que está ocurriendo?'
'Yo ...' vaciló el Primer Ministro.
Era precisamente este tipo de comportamiento el que hacía que le gustaran tan poco las visitas de Fudge. Era, después de todo, el Primer Ministro, y no apreciaba ser tratado como un ignorante joven colegial. Pero, desde ya, había sido así desde su primer encuentro con Fudge en su primera tarde como Primer Ministro. Lo recordaba como si hubiese ocurrido ayer y sabía que llevaría ese fantasma hasta el día de su muerte.
Había estado solo en su oficina, savoreando su triunfo luego de tantos años de sueños e imaginaciones, hasta que escuchó una tos detrás de él, igual que esta noche, y darse vuelta para descubrir que el pequeño y feo portarretratos que le hablaba, anunciando que el Ministro de Magia estaba por llegar e introducirlo.
Naturalmente, había pensado que la larga campaña y el esfuerzo había causado que se vuelva loco. Se había atterrorizado al ver que un portarretratos le hablaba, a pesar de que esto no había sido nada de lo que había sentido al enterarse que un autoproclamado mago se había aparecido de entre el fuego y estrechado su mano. Se había quedado sin habla a lo largo de la amable explicación de Fudge de que había magos y brujas aún viviendo en secreto en todo el Mundo, y sus tranquilizantes de que no iba a molestarlos, ya que el Ministerio de magia tomaba toda la responsabilidad de toda la Comunidad Mágica, y prevenía que la población no mágica supiera de su existencia. Era, dijo Fudge, un trabajo muy dificultoso que acompañaba a todo lo referente con regulaciones del uso responsable de las escobas para mantener a la población de dragones bajo control (el Primer Ministro se recordaba agarrándose del escritorio para enfrentar este tema). Fudge había golpeado la espalda del boquiabierto Ministro en un modo un tanto paternal.
'Nada de qué preocuparse,' había dicho, 'sería extraño que no me vuelvas a ver. Te molestaré si hay algo realmente serio que ocurra en nuestro lugar, algo que puede afectar preferentemente a los Muggles - la población no-mágica, debería decir. De lo contrario, hay que vivir y dejar vivir. Y debo decir, que lo estás tomando mucho mejor que tu predecesor. Él intentó tirarme por la ventana, como si fuese un espía planeado por la oposición.'
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A todo esto, el Primer Ministro había tomado la palabra al final.
'¿Tú no eres - tú no eres un espía, entonces?'
Había sido su último, y desesperado deseo.
'No,' dijo Fudge gentilmente. 'No, me temo que no. Mira.'
Y había convertido la taza de té del Primer Ministro en un gerbil.
'Pero,' dijo el Primer Ministro sin aire, viendo su taza de té mordisqueándose en la esquina de su próximo discurso,
'pero, ¿por qué - por qué nadie me lo dijo-?'
'El Ministro de Magia solo le revela a él o ella, que son el Primer Ministro de los Muggles al día,' dijo Fudge, guardando su varita en su campera. 'Encontramos que esta es la mejor manera de mantener el secreto'
'Pero luego,' baló el Primer Ministro, '¿por qué un ya formado Primer Ministro no me advirtió-?'
A todo esto, Fudge ya se había reído.
'Mi querido Primer Ministro, ¿vas a engañar a alguien?'
Todavía vacilando, Fudge había lanzando algún tipo de poder en el fuego, que se introdujeron en las llamas color esmeralda y se desaparecieron coun un chirrido. El Primero Ministro había estado ahí, un poco inmóvil, y se dio cuenta de que nunca, a lo largo de su vida, se atrevería a mencionar este encuentro a un alma viviente, ¿y quién le creería a lo largo y ancho del Mundo?
El shock había tomado un pequeño tiempo para surgir efecto. Por un momento trató de convencerse a sí mismo de que Fudge había acertado en armar una alucinación por falta de sueño durante su campaña de elección. En un vano intento de deshacerse de todos los recuerdos de este inconfortable encuentro, ya le habría dado el gerbil a su querida sobrina e intruído a su Secretaria Privada que sacase el portarretratos del pequeño hombre feo que había anunciado el arrivo de Fudge. Para consternación del Primer Ministro, sin embargo, el portarretratos había demostrado su imposibilidad de ser extraído. Cuando decenas de carpinteros, un albañil o dos, un historiador artístico y el Ministro de Hacienda habían tratado sin éxito de desencajarlo de la pared, el Primer Ministro había abandonado el intento y simplemente se esperanzó que la cosa permaneciera sin movimiento y en silencio por el resto de su estadía en esa oficina. Ocasionalmente pudo jurar haber visto al ocupante bostezando, o rascándose la nariz: regularmente, una vez o dos veces, simplemente caminando fuera del enmarque y dejando el lienzo de un color amarronada y como con barro.
Sin embargo, intentó no mirar demasiado ese cuadro, y decírse a sí mismo firmemente que sus ojos le gastaban una broma cuando algo como esto ocurría.
Hacía tres años, una noche muy parecida a esta, el Primer Ministro había estado solo en su oficina cuando el portarretratos había anunciado una vez más el inminente arrivo de Fudge, quien se había aparecido de entre las llamas, empapado y en un estado de considerable pánico. Antes de que el Primer Ministro pudiese por qué había estado sudándose a lo largo de todo el Arxminster, Fudge ya había comenzado a despotricar acerca de una prisión que el Primer Ministro había escuchado nunca hablar antes, un hombre llamada 'Serious' Black, algo que sonaba como Hogwarts y un niño llamado Harry Potter, ninguno de los cuales le pareció tener sentido al Primer Ministro.
'... Recién acabo de llegar de Azkaban, ' jadeó Fudge, sacando un montón de agua del borde de su sombrero en su bolsillo. 'A Mitad del Mar del Norte, ya sabés, un vuelo desagradable ... los Dementores estaban alborotados -' se estremeció '- nunca han tenido una visita antes. De todos modos, he tenido que venir hasta usted, Primer Ministro.
¡Black es un conocido asesino de Muggles y estaría planeando unirse con Quien-Usted-Ya-Sabe!' Había mirado fíjamente y esperanzadamente al Primer Ministro por un momento, y luego dijo, 'Bien, siéntate, siéntate, me gustaría ponerte al tanto ... tomemos un whisky ...'
El Primer Ministro se había molestado un poco de que lo invitara a sentarse siendo ésta su oficina, y que se ofreciera su propio whisky, pero se sentó, de todo modos. Fudge había sacado su varita, acercado dos grandes vasos llenos de un líuido ámbar fuera del fino aire, poniendo uno de estos en una de las manos del Primer Ministro y arrimando una silla.
Fudge habló cerca de una hora. En ese punto, se retrajo de decir un cierto nombre en voz alta, y, para contrarrestar, lo escribió en un trozo de pergamino, que había confiado en una de las manos libres del Primer Ministro que no sostenía el vaso de whisky. Cuando Fudge se puso de pié, el Primer Ministro lo imitó también.
'Por lo que crees que ...' bajó su mano izquierda. 'Lord Vol-'
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'¡El Que No Debe Ser Nombrado!' gruñó Fudge.
'Disculpe ... ¿entonces piensas que El Que No Debe Ser Nombrado está todavía vivo?'
'Bueno, Dumbledore dice que sí,' dijo Fudge, como si hubiese escuchado su capa a rayas bajo su barbilla, 'pero no lo hemos encontrado. Si me preguntas, él no es peligroso a menos que tenga apoyo, por lo que es Black por quien debemos preocuparnos. ¿Entendiste esa advertencia? Excelente. Bueno, ¿creo que no nos veremos nuevamente, Primer Ministro? Buenas Noches.'
Pero se habían visto nuevamente. Menos de un año anteriormente, un sorprendido Fudge se materializó en el fio aire del Gabinete para informarle al Primer Ministro que había habido un poco de molestia por la Copa Mundial de Kwidditch (o al menos así sonaba) y que decenas de Muggles se habían 'involucrado', pero el Primer Ministro pareció no significarle demasiado que se haya visto la marca de Quien-Usted-Tú-Sabes: Fudge estaba seguro que esto era un hecho aislado y que la Oficina Muggle de Contacto estaba intentando con todas las modificaciones mientras hablaban.
'Oh, y casi olvido,' agregó Fudge. 'Estamos importando tres dragones extranjeros y una esfinge para el Torneo de los Tres Magos, un poco de rutina, pero el Departamiento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas me dijo que está en las reglas que debo notificarle si traemos criaturas áltamente peligrosas al país.'
'Yo - qué - ¿dragones? farfulló el Primer Ministro.
'Sí, tres,' dijo Fudge. 'Y una esfinge. Bueno, qué tengas buen día.'
El Primer Ministro creía una y otra vez que los dragones y lasd esfinges podría ser lo peor de todo esto, pero no. En menos de dos años siguientes, Fudge se había aparecido de entre el fuego nuevamente, esta vez con las noticias de que había habido una fuga en masas de Azkaban.