124201.fb2 La ciudad y las estrellas - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 12

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Por primera vez Seranis dio la sensación de hallarse incómoda.

— Hemos estado hablando de ti — dijo ella, sin explicar lo que él «nosotros», al hablar en plural podía significar, ni cómo pudo haber consultado a otras personas. Si vuelves a Diaspar toda la ciudad tendrá noticias nuestras. Incluso si me prometieses no decir nada, sé que te sería imposible guardar el secreto.

— ¿Y por qué habría de guardarlo? Seguramente que sería una buena cosa para ambos pueblos si pudiesen volver a encontrarse.

Seranis parecía disgustada.

— Nosotros no lo creemos así. Si se abriesen las puertas, nuestra tierra se vería inundada por curiosos y buscadores de sensaciones nuevas. Como está ahora, sólo lo mejor de tu pueblo ha estado rara vez en condiciones de llegar hasta aquí.

Aquella réplica implicaba una inconsciente superioridad. Basada en falsas suposiciones, Alvin sintió que su molestia quedaba eclipsada por la alarma.

— Eso no es cierto — replicó sin cortapisas —. Estoy seguro de que no encontrarían ustedes en Diaspar a nadie que quisiera dejar la ciudad, incluso aunque lo deseara. Si me deja volver, no habrá ocurrido nada y apenas si habrá existido diferencia alguna en la situación de Lys.

— Esa no es decisión mía — explicó Seranis— y tú subestimas los poderes de la mente, si crees que las barreras que conservan a tu pueblo encerrado en Diaspar, no pueden ser nunca rotas. Sin embargo, no queremos en modo alguno retenerte aquí contra tu voluntad; pero si vuelves a Diaspar, es preciso erradicar de tus recuerdos todo lo referente a Lys. — Y Seranis vaciló por un momento —. Esto no ha sucedido jamás, todos tus predecesores vinieron para quedarse aquí.

Y entonces se presentó una elección que Alvin rehusó aceptar. Deseaba explorar Lys, aprender sus secretos, descubrir las formas en que difería de su propia ciudad. Pero igualmente estaba determinado a volver a Diaspar, para poder probar así a sus amigos que no había sido un sonador estúpido y perezoso. Comprobó, y se dio cuenta, de que debía jugar a ganar tiempo o tratar de convencer a Seranis que lo que ella pretendía era imposible.

— Khedrom sabe dónde estoy — dijo —. Y usted no podrá erradicar sus recuerdos.

Seranis sonrió. Era una sonrisa plácida y confiada y la mejor que en semejantes circunstancias hubiera podido mostrar como signo de amistad. Pero tras aquella sonrisa, Alvin sospechó, por primera vez, la invisible presencia de un poder implacable y terrible.

— Creo que nos subestimas, Alvin — dijo Seranis —. Eso sería de lo más fácil. Yo puedo llegar a Diaspar con mayor rapidez que el atravesar Lys. Otros hombres han venido antes por aquí y dijeron a sus amigos a dónde iban. Así y todo, tales amigos les olvidaron, y desaparecieron de la historia de Diaspar.

Alvin había sido un inocente al ignorar tal posibilidad, aunque resultaba evidente que en aquel momento, Seranis estaba resaltando claramente la cuestión. Y trató de saber e imaginarse, cuántas veces, en los millones de años transcurridos desde que las dos culturas se separaron, los hombres de Lys habrían ido a Diaspar con objeto de preservar su secreto tan celosamente guardado. También pensó en la extensión que tendrían tales poderes mentales en posesión de aquella extraña raza, y que no dudarían en utilizar, llegado el caso.

¿Era seguro hacer cualquier plan, en absoluto? Seranis le había prometido que no entraría en su mente sin su consentimiento, pero especuló sí surgirían circunstancias en las cuales, tal promesa no pudiese quedar en pie…

— Seguramente — dijo Alvin, tras aquellas rápidas reflexiones —, no esperará usted que tome tal decisión inmediatamente. ¿No podría ver algo de su país antes de que tome una decisión?

— Por supuesto — repuso Seranis —. Puedes quedarte aquí tanto tiempo como gustes, y después volver a Diaspar eventualmente, si cambias de opinión. Pero si tal decisión la tomas dentro de pocos días, sería mucho mejor y más fácil para todos. Naturalmente que no querrás que tus amigos estén preocupados y cuanto más tiempo transcurra, más difícil nos resultará tomar las medidas necesarias.

Alvin agradeció aquellas palabras; pero le hubiera gustado saber en qué consistían aquellas «medidas necesarias». Presumiblemente, alguien desde Lys podría tomar contacto con Khedrom (sin que el Bufón se diese cuenta), y manipular secretamente en su mente. El hecho de la desaparición de Alvin era algo que no podría ocultarse; pero la información que tanto él como Khedrom habían obtenido y descubierto, quedaría anulada.

Y al pasar de los tiempos, el nombre de Alvin, se uniría al de los otros Únicos que habían desaparecido misteriosamente, sin dejar rastro detrás de sí, para ser olvidados después totalmente.

Allí existían muchos misterios para Alvin, y no parecía hallarse cerca de la solución de ninguno. ¿Existía algún propósito tras aquella curiosa relación de un solo sentido, entre Lys y Diaspar, o se trataba sólo de un accidente histórico? ¿Quiénes y qué eran los Únicos, y si la gente procedente de Lys entraba en Diaspar, por qué no había cancelado los circuitos de memoria que mantenían la pista de su existencia? Tal vez, aquélla era la única pregunta a la que Alvin pudiera encontrar una respuesta plausible. El Computador Central, podría muy bien comportares de una forma tan obstinada y opuesta a que nadie hurgase en su estructura, que apenas pudiera ser afectado ni incluso por las más avanzadas técnicas mentales…

El joven dejó todas aquellas preguntas de lado; un día, cuando hubiese aprendido mucho más, estaría en condiciones de tener una oportunidad para responderlas. Resultaba inútil hacer especulaciones, era como querer construir pirámides de conjeturas, sobre cimientos de ignorancia.

— Muy bien — dijo, aunque no muy graciosamente, ya que sin poder evitarlo se encontraba molesto por aquel obstáculo que le había surgido al paso —. Le daré mi respuesta lo más pronto que pueda, si usted quiere que pueda ver qué tal es esta tierra.

— Excelente — repuso Seranis y su sonrisa no ocultaba ninguna amenaza —. Estamos orgullosos de Lys y será un placer mostrarte cómo los seres humanos pueden vivir sin necesidad de las ciudades. Entre tanto, no tienes nada de qué preocuparte… tus amigos no se alarmarán por tu ausencia. Nos ocuparemos de eso, aunque sólo sea por tu propia protección.

Era la primera vez que Seranis hubo hecho una promesa que no pudiese mantener.

CAPÍTULO XI

Por más esfuerzos que hizo Mystra no pudo obtener ninguna otra información de Khedrom. El Bufón se había recuperado prontamente de su primera sorpresa y del pánico que le había hecho salir huyendo a todo correr hasta la superficie, cuando se encontró solo en las profundidades bajo la Tumba de Yarlan Zey. También se sintió avergonzado de su cobarde conducta y trató de especular si de nuevo tendría el valor de volver a la cámara de las Vías Rodantes y hacia la red radial de comunicaciones con el resto del mundo que allí existía. Aunque sabía que Alvin había estado demasiado impaciente en su forma de comportarse, e incluso de manera alocada, no creyó en el fondo de su corazón que correría ningún riesgo. Volvería a su debido tiempo, de aquello sí que estaba seguro. Bien, casi cierto; puesto que siempre existía la duda de hacerle sentir la necesidad de la precaución y la prudencia. Decidió que habría de ser lo más acertado y prudente, decir lo menos posible respecto al asunto en el futuro, y darle a la cuestión el carácter de una de sus famosas bromas.

Desafortunadamente para aquel plan, no había sido capaz de ocultar sus emociones cuando Mystra le encontró de vuelta a la superficie. Ella había leído claramente el temor y la angustia pintado en su rostro e inequívocamente en la expresión de sus ojos, y en el acto supuso que Alvin tenía que hallarse en peligro. Todas las razones de seguridad y confianza que Khedrom intentó dar a la chica resultaron en vano, y Mystra se puso más y más irritada con él, conforme hicieron el camino de vuelta a través del Parque. Al principio, Mystra persistió en permanecer en la Tumba y esperar a que Alvin volviese, cualquiera que hubiese sido la misteriosa forma que había tenido de desaparecer de la vista. Khedrom se las arregló para convencerla de que aquello sólo sería una pérdida de tiempo, y se sintió sinceramente aliviado cuando ella le siguió de vuelta a la ciudad.

Existía la posibilidad de que Alvin volviese de un momento a otro y de ninguna manera quiso que nadie más descubriese el secreto de la Tumba de Yarlan Zey.

Para cuando llegaron a la ciudad, era obvio para Khedrom que toda su táctica evasiva había fallado completamente y que la situación era seria y se escapaba de sus manos. Era la primera vez en su vida que se encontró desarmado, sin sentirse capaz de enfrentarse con cualquier problema que se le hubiese puesto de frente. Su temor irracional fue reemplazado lentamente por una alarma más profunda y más firmemente basada. Hasta entonces, Khedrom apenas si había dado la menor importancia a las consecuencias de sus acciones. Su propio interés y una ligera aunque sincera simpatía por Alvin, había sido suficiente motivo para hacer cuanto había hecho por el joven. Aunque había alentado y ayudado a Alvin, nunca había creído que nada parecido a aquello pudiese haber ocurrido.

A despecho del abismo de años y experiencia entre ambos, la voluntad de Alvin había sido siempre más poderosa que la suya. Era demasiado tarde para hacer nada respecto al asunto; Khedrom comprendía que los acontecimientos se iban deslizando hasta una situación que caía más allá de su control. En vista de aquello, habría sido poco elegante de parte de Mystra, que ésta considerase a Khedrom como el genio del mal respecto de Alvin, reprochándole culpable de todo lo ocurrido. Mystra no era realmente vengativa; pero estaba disgustada y gran parte de su disgusto estaba enfocado sobre Khedrom. Si cualquier acción de la chica le causaba dificultades, ella sería la última en lamentarlo.

Partieron en un silencio de piedra, cuando llegaron al gran camino circular que rodeaba el Parque. Khedrom se esperó a ver cómo desaparecía Mystra en la distancia, tratando de imaginar qué planes llevaría la joven en la mente.

Sólo había una cosa de la que podía hallarse cierto. El aburrimiento no iba a ser un serio problema para los tiempos por venir.

Mystra actuó con rapidez y con inteligencia. No se molestó en tomar contacto con Eriston y Etania; los padres de Alvin eran unas agradables nulidades, por quienes ella sentía un cierto afecto; pero ningún respeto. Hubiera perdido el tiempo con ellos perdida en fútiles argumentos y después se habrían decidido por hacer lo que la chica estaba haciendo.

Jeserac escuchó el relato completo de Mystra, sin emoción aparente. Si estaba alarmado o sorprendido, lo ocultó muy bien, tan bien que Mystra se quedó totalmente decepcionada. Le pareció como si nada de extraordinario y de importancia hubiese sucedido y la conducta de Jeserac la dejó aplanada. Cuando la chica hubo terminado, él la preguntó durante cierto tiempo, dándole a entender, aunque sin expresarlo, que ella podía haber sufrido un error o cometer una equivocación. ¿Qué razón existía para suponer que en realidad Alvin había abandonado la ciudad? Tal vez, todo aquello no hubiese sido más que una pesada broma a su costa, el hecho de que Khedrom se hallaba de por medio, lo hacía parecer altamente probable. Alvin podía muy bien estar riéndose de ella, escondido en cualquier parte de Diaspar y en aquel preciso instante.

La única positiva reacción que obtuvo del tutor de Alvin, fue su promesa de hacer investigaciones y tomar contacto con ella de nuevo en el plazo de un día. Mientras tanto, ella no debería preocuparse y sería lo mejor de todo que no dijese nada a nadie de aquel asunto. No había necesidad de extender la alarma respecto a un incidente que probablemente podía estar aclarado en el transcurso de unas cuantas horas.

Mystra dejó a Jeserac en un estado de ánimo de ligera frustración. Ella habría estado mucho más satisfecha de haberle visto dispuesto a actuar inmediatamente y sin pérdida de tiempo.

Jeserac, tenía amigos en el Consejo; él mismo había sido un miembro componente a lo largo de su extensa vida e incluso podría serlo de nuevo de sentirse desgraciado. Llamó a tres de sus más influyentes colegas, y cautamente despertó su interés. Como tutor de Alvin, se daba cuenta de su delicada posición y se hallaba ansioso de preservar su propia postura en el asunto. Por el momento cuanto menos personas supieran lo sucedido, mucho mejor.

Se llegó a la conclusión de que la primera cosa que debía hacerse, era ponerse en contacto con Khedrom y pedirle una explicación. Sólo había un fallo en aquel excelente plan. Khedrom, anticipándose al mismo, había desaparecido como tragado por la tierra.

* * *

Si había alguna ambigüedad respecto a la posición de Alvin en Lys, sus anfitriones tuvieron el exquisito tacto de no recordárselo. Era libre de ir donde le pareciese en Airlee, la pequeña población donde gobernaba Seranis, aunque ésta fuese una palabra demasiado fuerte para definir su posición. A veces, le parecía a Alvin que ella se comportaba como un dictador benevolente; pero en otras, daba la impresión de no poseer ningún poder, en absoluto. Lo cierto es que había fallado en comprender totalmente el sistema social de Lys, bien porque fuese demasiado simple o demasiado complejo, de forma tal, que sus consecuencias se le escaparon de toda comprensión apropiada. Todo lo que había descubierto como cosa cierta, era que Lys estaba dividida en innumerables poblaciones de las cuales, Airlee era un ejemplo típico. Con todo, en un sentido, no parecían existir ejemplos típicos, ya que Alvin había recibido la seguridad de que cada una de aquellas poblaciones trataban de no parecerse a sus vecinos, en la medida en que les era posible. Aquello le resultaba extremadamente confuso.

Aunque era muy pequeña y contenía menos de un millar de personas Airlee, estaba llena de sorpresas. Apenas si existía un simple aspecto en la vida corriente que no fuese distinto, por comparación, con Diaspar. Las diferencias se extendían a cuestiones tan fundamentales como la conversación. Sólo los chiquillos utilizaban el lenguaje hablado para comunicarse; los adultos apenas si hablaban, y Alvin decidió que si lo hacían en su presencia, era una mera cuestión de cortesía hacia él. Resultaba una curiosa y decepcionante experiencia que producía la más profunda frustración, el sentirse inmerso en una gran red de palabras sin sonido e indetectables; pero tras algún tiempo, Alvin se acostumbró. Parecía sorprendente, en realidad, que el uso del lenguaje hubiera sobrevivido en absoluto, ya que no había la menor necesidad de utilizarlo; pero Alvin descubrió más tarde que las gentes de Lys eran muy aficionadas a cantar y ciertamente, a todas las formas de la música. Sin semejante incentivo, hubiese sido lo más verosímil que desde mucho tiempo atrás, aquellas gentes se hubieran vuelto mudas por simple atrofia de sus órganos de fonación.

Siempre parecían ocupadas en algo, comprometidas en tareas o problemas que corrientemente le resultaban incomprensibles a Alvin. Cuando pudo comprender lo que estaban haciendo, la mayor parte de aquellos trabajos les parecieron al joven totalmente innecesarios. Una considerable parte de su alimento, por ejemplo, era cultivado en la tierra y no sintetizado de acuerdo con los conocimientos y procedimientos utilizados hacía ya tanto tiempo en el pasado. Cuando Alvin lo comentaba, se le explicaba pacientemente por las gentes de Lys, que era un placer ver cómo crecían los frutos y los alimentos en sus respectivas plantas, llevándose a cabo complicados métodos genéticos para obtener por evolución y mejoramiento, un sabor y paladar más sutil y agradable. Airlee, era famosa por sus frutas; pero cuando Alvin comió algunas elegidas como muestras, no le parecieron mejores que las que bajo un simple conjuro, tenía en Diaspar a su disposición, sin otra molestia que levantar un dedo.

Al principio, Alvin especuló con la idea de que el pueblo de Lys había debido olvidar o no había poseído nunca, el poder de las máquinas, que como cuestión descontada, se basaba toda la vida en Diaspar. Pero pronto encontró que aquél no era el caso. Las herramientas y el conocimiento estaban allí a disposición de sus gentes; pero sólo utilizadas en lo más esencial. El ejemplo más sorprendente de aquello, era lo concerniente al sistema de transporte, si es que podía ser dignificado con tal nombre. Para cortas distancias, la gente iba a pie, lo que parecía hacerles disfrutar. Si tenían prisa en cualquier momento, o tenían pequeñas cargas que transportar, utilizaban animales que obviamente habían sido criados y evolucionados para tal propósito. La especie más utilizada para la carga, era una bestia de seis patas, muy dócil, fuerte y pobre de inteligencia. Los animales para correr a gran velocidad, eran criados aparte, andando normalmente sobre sus cuatro patas y utilizando sus miembros fuertemente musculosos, cuando realmente debían correr a velocidad estimable. Podían recorrer la totalidad de Lys en pocas horas y los pasajeros iban subidos en un asiento giratorio, sujeto a la espalda del animal. Por nada del mundo habría Alvin utilizado tal sistema de carreras, aunque constituía un deporte popular entre la gente joven del país. Sus miembros finos y estilizados les hacían la aristocracia del mundo animal, y parecían sentirse muy bien avisados al respecto y conscientes de su valía. Disponían de cuantiosos vocabularios y Alvin les sorprendía a veces hablando y fanfarroneando entre ellos, respecto a pasadas y futuras victorias. Cuando pretendió mezclarse en conversación con ellos, mostrándose amistoso; ellos pretendieron que el joven no podía comprenderlos y de persistir, se apartaban con una especie de dignidad ofendida.

Aquellas dos especies de animales parecían bastar a las necesidades ordinarias, proporcionando a sus dueños un gran placer que ningún dispositivo mecánico hubiera podido proporcionarles. Pero cuando se requería una gran velocidad, en caso extremo, o grandes cargamentos para transporte, allí estaban también las máquinas, que se utilizaban sin la menor vacilación.

Aunque la vida animal en Lys, se presentó a los ojos de Alvin como un nuevo mundo de interés y sorpresas, lo que más le fascinó fue los dos extremos de la situación vital de sus habitantes. Los muy jóvenes y los muy ancianos… ambos igualmente extraños e igualmente sorprendentes. El habitante más viejo de Airlee, sólo había llegado al segundo siglo de su vida, y apenas si le quedaban ya unos pocos años por delante en el futuro. Cuando el propio Alvin hubiese cumplido aquellos doscientos años, su propio cuerpo, apenas si tendría la más leve apariencia de vejez; mientras que aquel anciano, que no tenía ninguna cadena de futuras existencias a que mirar en el futuro, casi habría agotado todas sus fuerzas físicas. Tenía los cabellos completamente blancos y su rostro era una maraña indescifrable de arrugas. Daba la impresión de emplear la mayor parte de su tiempo, sentado al sol, o paseando lentamente alrededor de la población cambiando saludos cordiales con cuantas personas hallaba al paso. Por cuanto pudo colegir Alvin, daba la impresión de hallarse contento de sí mismo, no pidiéndole nada más a la vida y sin preocuparse por su próximo fin.

En todo aquello radicaba una filosofía tan distinta en sus aspectos con la de Diaspar que se hallaba más allá de toda comprensión por parte de Alvin. ¿Por qué tendría nadie que aceptar la muerte definitiva, siendo algo innecesario, cuando se tenía la opción de vivir durante mil años y después, transcurridos milenios, saber que se despertaría nuevamente a otra vida nueva, a la que se había ayudado a conformar en todos sus aspectos? Aquél fue un misterio que Alvin estuvo determinado a resolver, tan pronto como tuviese la oportunidad de discutirlo francamente. Era muy difícil y duro para él creer que Lys hubiera elegido tal camino por su propia y libre voluntad, si sabía que existía la otra alternativa.

Encontró parte de la respuesta que buscaba entre los chiquillos, aquellas pequeñas criaturas que le resultaban tan extrañas como cualquiera de los animales de Lys. Empleó mucho tiempo entre ellos observando sus juegos y eventualmente siendo aceptado por ellos como un amigo. A veces le parecía que no eran humanos en absoluto, ya que sus motivaciones, su lógica y su lenguaje eran algo tan extraño e irreal. Miraba entonces a los adultos, preguntándose cómo podrían haber evolucionado desde el estado de aquellas pequeñas y extraordinarias criaturas, que parecían emplear la mayor parte de su tiempo en un mundo privado, sólo para ellos mismos.

Y con todo, incluso cuando resultaba chasqueado de su presencia misteriosa, levantaban y despertaban en su corazón un sentimiento jamás conocido antes. Cuando aunque no fuese con frecuencia, pero que a veces ocurría —, estallaban en lágrimas, en frustración o desamparo, sus pequeñas decepciones le parecían más trágicas que la gran retirada que el Hombre había llevado a cabo, tras la pérdida de su Imperio Galáctico. Aquello resultaba demasiado grandioso y remoto; pero las lágrimas de un niño eran algo capaz de encoger el corazón de cualquiera.

Alvin había hallado el amor en Diaspar; pero además, estaba aprendiendo algo igualmente precioso y sin lo cual el amor en sí mismo no hubiera llegado a alcanzar sus grandes cimas y hubiera permanecido incompleto. Estaba aprendiendo lo que significaba la ternura.

* * *

Si Alvin estaba estudiando a Lys, Lys le estudiaba a él, y no se sintió insatisfecho con lo que había encontrado en aquel extraño y misterioso país. Había permanecido va durante tres días en Airlee, cuando Seranis le sugirió que podría ir más allá y ver más del país. Era una proposición como para ser aceptada inmediatamente… a condición de no subirse en alguna de aquellas bestias para cabalgar.

— Puedo asegurarte — le dijo Seranis, con un raro destello de humor —, que nadie aquí soñaría con arriesgar uno de sus preciosos animales. Pero puesto que éste es un caso excepcional, dispondré un transporte en el cual te sientas como en Diaspar. Hilvar actuará como tu guía, sin que ello impida, por supuesto, que puedas ir a donde gustes.

Alvin especuló sobre si aquello era estrictamente cierto. Imaginó que podría haber alguna objeción si intentaba volver a la pequeña colina desde cuya ladera emergió por primera vez a la vista de Lys. Sin embargo, aquello no le preocupó, desde el momento en que no tenía prisa alguna para volver a Diaspar, a cuyo problema dedicaba ahora poca atención, tras sus conversaciones con Seranis. La vida allí le resultaba tan interesante y tan nueva que en realidad se hallaba realmente contento con vivir en el presente.

Agradeció mucho el gesto de Seranis de ofrecerle a su propio hijo como guía, aunque sin duda, a Hilvar se le habrían dado cuidadosas instrucciones para que bajo ningún concepto pudiera sufrir ningún daño. Le había llevado algún tiempo en acostumbrarse a la presencia de Hilvar, por una razón que no hubiera podido explicarle sin herir sus sentimientos. La perfección física era tan universal en Diaspar, que la belleza personal había llegado a perder todo su valor; los hombres allí no le daban más importancia que al aire que respiraban. Aquél no era el caso en Lys, y el más halagador adjetivo que hubiera podido dedicar a Hilvar era la de ser «vulgar». Para las concepciones de Alvin, era francamente feo y por un cierto tiempo le había evitado deliberadamente. Si Hilvar se había dado cuenta, no parecía demostrarlo en absoluto; pero no transcurrió mucho tiempo antes de que su amistosa compañía y buena naturaleza congénita, rompiese la barrera existente entre ellos. Ya llegó el momento en que Alvin se acostumbró a la amplia sonrisa de Hilvar, a su fuerza y a su caballerosidad que apenas si pudo creer que antes le hubiera encontrado repelente, y no habría cambiado su presente opinión ya, por nada del mundo.