Que se borre la totalidad de la proyección — ordenó a la máquina.
Se desvaneció el azul del mar, las montañas se disolvieron en la neblina, y todo quedó borrado hasta quedar en blanco la blanca pared sobre la que se proyectaban las imágenes. Era como si nada de todo aquello hubiera existido, como si se hubieran perdido en el limbo que había engullido todos los mares de la Tierra y todas sus montañas, edades pasadas en el tiempo, antes del nacimiento de Alvin.
La luz volvió de nuevo inundando el luminoso rectángulo sobre el que Alvin había proyectado sus sueños, combinándose con sus alrededores, hasta confundirse en una sola cosa con las demás paredes de su habitación. Pero ¿eran realmente paredes? Para cualquiera que nunca hubiera visto semejante lugar con anterioridad, aquella era ciertamente una habitación muy peculiar. Era algo sin características especiales y totalmente desprovista de toda ornamentación, dando así la impresión de que Alvin permaneciese en el centro de una esfera hueca. Ninguna línea divisoria visible servía de separación a las paredes del techo o del suelo.
No existía nada en donde los ojos pudieran enfocarse, el espacio que constituía el entorno de Alvin podía tener diez pies o diez millas de amplitud, por cuanto el sentido de la visión hubiera podido comprobar. Habría resultado difícil resistir a la tentación de comenzar a caminar en cualquier dirección en la distancia con las manos extendidas para descubrir los límites físicos de tan extraordinario lugar.
Con todo, tales habitaciones habían sido «hogares» de la mayor parte de la raza humana, durante la mayor parte de su historia. Alvin sólo tenía que estructurar el pensamiento apropiado, y las paredes se convertían en ventanas abiertas a cualquier lugar de la ciudad que quisiera elegir. Otro deseo cualquiera y las máquinas que nunca hubo visto llenarían la cámara con las imágenes proyectadas de cualquier artículo o mobiliario que pudiese necesitar. Tanto si eran cosa «real» o no, era un problema que apenas si había molestado a unos cuantos hombres en los pasados mil millones de años. En realidad, no era menos real que otro cualquier tipo de materia sólida o figurada, y cuando ya no se tenía necesidad de ella, se le hacía volver al mundo fantasmal de los bancos de memoria de la ciudad. Como todas las demás cosas en Diaspar, jamás se desgastaba y jamás cambiaría, a menos que sus estructuras O modelos fuesen cancelados o cambiados por un acto deliberado de voluntad.
Alvin había reconstruido en parte su habitación, cuando un timbrazo persistente, con el suave y metálico sonido de una campanilla de cristal, llegó a sus oídos. Mentalmente ordenó la señal de admisión y la pared sobre la cual estaba conformando sus inmediatas experiencias, se disolvió al instante. Como esperaba, aparecieron sus padres, con Jeresac a unos pasos tras ellos. La presencia de su tutor significaba que aquélla no era una reunión familiar corriente; pero esto era cosa que ya conocía.
La ilusión fue perfecta y nada de ella se perdió cuando habló Eriston. En realidad, como Alvin sabía muy bien, Eriston, Etania y Jeresac se hallaban a millas de distancia, ya que los constructores de la ciudad habían dominado tan completamente el espacio como subyugado el tiempo. Alvin ni siquiera sabía con certidumbre dónde vivían sus padres, entre la multitud de altas espiras y laberintos de Diaspar, ya que se habían movido hasta hallarse físicamente en su presencia.
Alvin — comenzó Eriston —, hace veinte años que tu madre y yo te conocimos. Tú sabes lo que esto significa. Nuestro tutelaje ha terminado y ya eres libre para hacer lo que estimes más oportuno.
En la voz de Eriston se advertía una traza, aunque leve, de tristeza. Pero había un alivio considerablemente mayor, como si Eriston estuviese contento de que aquel estado de cosas que había existido por algún tiempo, tuviese entonces una legal terminación y reconocimiento. Alvin ya disponía de su libertad.
Comprendo — repuso —. Te agradezco lo que has hecho por mí y os recordaré en todas mis vidas. — Aquella solía ser la respuesta formal, ya había oído aquello tan frecuentemente que todo su significado carecía de importancia emocional; era sólo una fórmula de palabras y sonidos sin significación particular. Con todo el decir «todas mis vidas» tenía una extraña expresión, cuando se detuvo a considerarla. Tenía una vaga idea de lo que quería decir y entonces le había llegado el momento de saberlo exactamente. Había muchas cosas en Diaspar que no comprendía, las cuales debería aprender en los siglos que se extendían ante su futuro.
Por un momento pareció como si Etania fuese a decir algo. Ella levantó una mano, distorsionando el iridiscente resplandor espectral de su vestido y después la mano cayó a uno de sus costados. Después se volvió como desamparada hacia Jeserac y por primera vez en toda su presente vida, Alvin comprendió que sus padres se hallaban preocupados.
Su memoria rebuscó rápidamente los acontecimientos de las últimas semanas. No, no había nada en aquello últimos días que pudiera haber causado ni la más leve incertidumbre en el aire de la ligera alarma que mostraban sus tutores hasta aquel momento.
Jeserac, sin embargo, apareció dominando la situación Dirigió una mirada inquisitiva a Eriston y Etania, como satisfecho de que no tuvieran otra cosa que decir y se embarcó en una disertación para la que había estado esperando muchos años.
— Alvin — comenzó— durante veinte años has sido mi alumno, y he hecho cuanto ha estado en mi mano para enseñarte los caminos de la ciudad y conducirte a la herencia que ahora es tuya. Me has hecho muchas preguntas, no habiendo podido responder a todas. En algunas cosas, aún no estás en condiciones de aprenderlas e incluso ni yo mismo podría decir que las sé tampoco. Todavía es deber mío el guiarte, si necesitas mi ayuda. En doscientos años, Alvin, puedes comenzar a saber algo de esta ciudad y un poco de su historia. Incluso yo, que estoy al término de esta vida he visto menos de una cuarta parte de Diaspar y tal vez menos de una milésima parte de sus tesoros.
Todo aquello era algo conocido para Alvin, pero no era cosa de dar prisa a Jeserac en su discurso. El anciano parecía recorrer el inmenso espacio de los siglos pesando las palabras con la sabiduría de tan dilatada experiencia que le había proporcionado su contacto vital con hombres y máquinas.
— Dime — Alvin continuó— ¿te has preguntado a ti mismo dónde estabas antes de haber nacido… antes de haberte encontrado cara a cara con Etania y Eriston en la Sala de la Creación?
— He asumido que no estaba en ninguna parte… que no era nada excepto una pauta o un propósito en la mente de la ciudad, esperando el momento de ser creado… así.
Un cojín resplandeció y se espesó hasta materializarse bajo Alvin. Se sentó en él y esperó a que Jeserac continuase.
— Eso es correcto, Alvin — fue la respuesta del anciano —. Pero es sólo una parte de la respuesta, y una parte muy pequeña, ciertamente. Hasta ahora, sólo te has reunido con muchachos de tu misma edad y ellos han permanecido ignorantes de la verdad. Pronto ellos podrán recordar, pero tú no, por tanto, prepárate a encararte con los hechos.
Durante mil millones de años, Alvin, la raza humana ha vivido en esta ciudad. Desde que cayó el Imperio Galáctico y los Invasores volvieron a las estrellas, este ha sido nuestro mundo. Al exterior de las murallas de Diaspar, no hay nada, excepto el desierto de que hablan nuestras leyendas.
Sabemos muy poco de nuestros primeros antepasados que eran seres de vida muy corta y que por extraño que parezca, podían reproducirse por sí mismos sin la ayuda de las unidades de memoria de nuestros ordenadores de materia. En un complejo proceso, aparentemente incontrolable, las pautas clave de cada ser humano fueron preservadas en células microscópicas de misteriosa estructura ya creadas en el interior de sus cuerpos. Si estas interesado, los biólogos pueden explicarte mucho de particular, aunque el método tiene poca importancia ahora, ya que fue abandonado en el amanecer de nuestra historia.
Un ser humano, como cualquier otro objeto, se define por su estructura, su modelo o pauta concreta. La de un hombre y todavía más, la pauta que especifica la mente de un hombre, es algo increíblemente complicado y todo, la Naturaleza fue capaz de reducir todo en una célula diminuta demasiado pequeña para ser observada por el ojo humano.
Lo que la Naturaleza puede hacer, el Hombre también puede hacerlo, a su propio estilo. Ignoramos que tiempo se llevó semejante tarea. Un millón de años, tal vez… ¿pero qué es eso? Al final, nuestros antepasados aprendieron a analizar y a almacenar la información que pudiese definir con exactitud a un ser humano especifico, y a utilizar tal información para recrear el original, de la misma forma que tú has recreado hace unos momentos ese cojín en que te hallas ahora sentado.
«Sé que esas cosas te interesan, Alvin, pero no puedo decirte exactamente cómo fue hecho. La forma en que se almacenó esa información es lo de menor importancia, todo lo que importa es realmente la información en sí misma. Puede haber sido en forma de la palabra escrita sobre papel, o en campos magnéticos variables, o modelos de determinada carga eléctrica. Los hombres han utilizado todos esos medios de conservación y muchos otros. Es suficiente decir que hace mucho tiempo, estuvieron en condiciones de conservarse a sí mismos, O para ser más precisos, los modelos sin cuerpo a partir de los cuales pudiesen volver de nuevo a revivir la existencia.
Ya sabes mucho de eso. En esta forma, nuestros antepasados nos legaron una virtual inmortalidad y también evitaron los problemas que surgieron por la abolición de la muerte. Un millar de años en un cuerpo es bastante tiempo para un hombre. Al final de este período, su mente está deshecha por el almacenamiento de recuerdos y lo único que ya desea es sólo descansar… O un nuevo comienzo vital.
«Dentro de muy poco, Alvin, deberé prepararme para dejar esta vida. Deberé volver hacia atrás en mis recuerdos y memorias, Suprimiéndolos y cancelando especialmente aquellos que no deseo conservar. Entonces, deberé encaminarme a la Sala de la Creación pero a través de una puerta que tú no has visto jamás Este viejo cuerpo cesará de existir y con él su consciencia. Nada quedará de Jeserac sino una galaxia de electrones helados en el corazón de un recipiente de cristal.
«Dormiré entonces, Alvin, sin sueños. Y después, un día, tal vez a cien mil años de distancia del presente, me encontraré de nuevo en otro nuevo cuerpo, y conoceré a los que hayan sido elegidos para ser mis guardianes y tutores. Ellos me cuidarán como Etania y Eriston te han guiado a ti, ya que al principio, yo no sabré nada de Diaspar y no tendré recuerdo alguno de lo que fui anteriormente. Esos recuerdos, sin embargo, volverán después lentamente, al final de mi infancia, y construiré sobre ellos otra vida conforme vaya adelantando en el curso de mi nuevo ciclo de existencia.
«Esa es la pauta general de nuestras vidas, Alvin. Todos hemos estado aquí muchas, muchas veces antes, aunque conforme los intervalos de no — existencia varíen de acuerdo aparentemente con las leyes del azar, esta población hoy presente, nunca volverá a repetirse a sí misma otra vez. El nuevo Jeserac del futuro, tendrá nuevos amigos y diferentes intereses, pero el viejo — tanto como de él pueda quedar— continuará existiendo todavía en el nuevo.
«Esto no es todo. En cualquier momento, Alvin, sólo una centésima parte de los ciudadanos de Diaspar viven y caminan por las calles. La inmensa mayoría dormitan en una vida latente en los bancos de memorias, esperando la señal de ser llamados al estadio de existencia, una vez más. De esta forma, poseemos la continuidad y con todo, el cambio… la inmortalidad; pero no el estancamiento.
«Sé lo que estás imaginando, Alvin. Quieres saber cuándo podrás recordar las memorias de tus otras vidas pasadas, como tus compañeros lo están haciendo.
«No hay tales recuerdos ni memorias, porque tú eres único. Hemos tratado de evitarte que lo supieras tanto tiempo como nos ha sido posible, para que ninguna sombra entorpeciera tu infancia feliz, aunque supongo que en cierta forma, has debido ir suponiéndolo a tu vez, como parte de esta verdad. Tampoco lo sospechábamos nosotros mismos, hasta hace cinco años; pero ahora ya no hay duda alguna.
«Tú, Alvin, eres algo que ha ocurrido en Diaspar sólo un puñado de veces desde que se fundó la ciudad. Quizá hayas permanecido durmiendo en los bancos de memorias a través de todas las edades… o tal vez fuiste creado hace sólo veinte años por alguna permutación debida al azar. Puedes muy bien haber sido diseñado y concebido en los principios por los constructores de Diaspar, o ser solamente un accidente sin propósito determinado de nuestro propio tiempo.
«Es algo que ignoramos. Todo lo que sabemos, es esto: tú, Alvin, solo en toda la raza humana, nunca has vivido antes. Expresado literalmente en una cierta verdad: tú eres el primer muchacho que de veras has nacido en la Tierra desde hace, por lo menos, mil millones de años».
Cuando Jeserac y sus padres se desvanecieron de su vista, Alvin permaneció descansando durante largo rato, tratando de mantener su memoria vacía de todo pensamiento. Cerró su habitación por completo para que nadie pudiese interrumpir aquella especia de trance mental.
No estaba durmiendo, el sueño era algo que jamás había experimentado, puesto que era algo que pertenecía a un mundo que tuviese día y noche, pero en Diaspar sólo existía el día. Aquello era lo más cercano que podía existir a un hecho olvidado y aunque no era realmente esencial para él, sabía que de tal forma podía componer su estado mental.
Había aprendido poco, casi todas las cosas que Jeserac le había dicho ya lo había supuesto. Pero había una cosa que suponer e imaginar y que tal suposición fuese confirmada más allá de toda posibilidad de refutación.
¿De qué forma podría afectar su vida, si es que debía afectarle? Alvin no pudo estar seguro y la incertidumbre fue una nueva sensación para el joven. Tal vez aquello no tuviese ninguna importancia ni estableciese diferencia alguna en su vida si no encajaba por completo en la vida de Diaspar, podría hacerlo en la próxima… o en otra más lejana…
Aunque se había esforzado en conformar y encararse con tal pensamiento, su mente rehusaba aceptarlo. Diaspar podría ser suficiente para el resto de la Humanidad; pero no lo bastante para él. No dudaba de que podían emplearse un millar de vidas sin apurar el gozo de tanta maravilla y de experimentar todos sus cambios. Él podría hacer todo aquello; pero aun así, si no pudiese hacer algo más, jamás estaría contento.
Se planteaba un problema con que encararse. ¿Qué más había que hacer?
Aquella pregunta sin respuesta, le sacó de su estado de ensoñación. No podía permanecer allí estático, en semejantes circunstancias y estado de ánimo. En la ciudad existía sólo un lugar en donde poder hallar alguna paz para su mente excitada.
La pared se desvaneció en parte al salir hacia el corredor y las moléculas polarizadas de su estructura resistieron su paso como un débil viento soplándole en el rostro. Existían muchos medios de ser transportado sin esfuerzo a cualquier parte; pero prefirió caminar. Su habitación se hallaba casi al nivel principal de la ciudad y un corto pasaje le llevo a una rampa en espiral que a su vez conducía a la calle.
Alvin ignoró el camino rodante y siguió a pie por la estrecha acera, un gesto excéntrico, ya que tenía varias millas que caminar. Pero a Alvin le gustaba el ejercicio, servía para relajarle la mente. Además, había tantas cosas que ver que resultaba una lástima pasar de largo sin contemplar de cerca las últimas maravillas de Diaspar, cuando tenía ante él una verdadera eternidad de tiempo.
Era la costumbre de los artistas de la ciudad, y todos sus ciudadanos lo eran en una u otra ocasión el mostrar públicamente sus producciones corrientes a lo largo de los caminos móviles, para que los transeúntes pudiesen admirar su trabajo. De esta manera, era usualmente cosa de pocos días el que la totalidad de la población de Diaspar hubiese criticado y examinado cualquier producción notable expresando así sus diferentes puntos de vista al respecto de la creación artística. El veredicto resultante, registrado automáticamente por dispositivos especiales que recogían las opiniones de forma tal que nadie pudiera sobornar o alterar, aunque alguna vez se habían realizado intentos en tal sentido, decidían la aparición de una obra maestra. Si existían bastantes votos afirmativos, su forma iría a parar a la memoria de la ciudad, de tal manera que cualquiera que lo deseara, en cualquier fecha futura, pudiese poseer una reproducción absolutamente indistinguible del original.
Las obras de menos éxito, seguían el camino de tales trabajos bien disolviéndose en sus materiales elementales de origen o expuestas en los hogares de los amigos del artista.
Alvin tan sólo vio un objeto de arte en su jornada que realmente llamó su atención. Era una creación casi abstracta, como la reminiscencia pura de una flor a punto de abrirse a la luz. Creciendo lentamente y procedente de un diminuto núcleo de color, expandiría sus complejas espirales y estructuras para después colapsarse y. recomenzar de nuevo el ciclo. Aun así no del todo con exactitud, puesto que no había dos ciclos idénticos. Aunque Alvin la observaba a través de una especie de pulsaciones cada vez se producían unas sutiles e indefinibles diferencias, aunque la pauta básica permanecía la misma.
Alvin sabía por qué le gustaba aquella pieza de intangible escultura. Su ritmo expansivo, daba una impresión de espacio… casi de evasión. Por tal razón, no llamaría probablemente la atención de la mayor parte de sus compatriotas. Tomó nota del nombre del artista y decidió visitarle en la más próxima oportunidad.
Todos los caminos, tanto los móviles como los estacionarios, llegaban a un fin, al alcanzar el Parque que era el gran corazón verde de la ciudad. Allí, en un espacio circular de tres millas de anchura, se hallaba un recuerdo de lo que la Tierra había sido antes de que el desierto lo engullera todo, excepto Diaspar. Primero, un gran cinturón de hierba, después arbustos que crecían en árboles más y más altos y espesos conforme se caminaba hacia delante bajo su sombra. Al propio tiempo, el terreno se inclinaba suavemente hacia abajo, de tal forma que cuando al final se emergía del bosque quedaba desvanecido todo rastro de la ciudad, escondida por una pantalla de árboles.
La amplia corriente acuosa que Alvin tenía frente a sí, era llamada sencillamente el Río. No tenía otro nombre, ni lo precisaba. A intervalos, era cruzado por estrechos puentes y fluía alrededor del Parque en un círculo cerrado y completo, roto ocasionalmente por algunos lagos. Aquel río de rápida corriente, volvía sobre sí mismo tras un recorrido de unas seis millas y nunca había sorprendido a Alvin con nada fuera de lo normal, en realidad ni siquiera había pensado dos veces respecto a la cuestión de sí en cualquier punto de su circuito, el Río hubiese fluido colina arriba. Había cosas mucho más extrañas que aquélla en Diaspar.
Una docena de personas jóvenes estaban nadando en uno de los pequeños lagos de su recorrido y Alvin se detuvo para observarlas. Conocía a la mayor parte de vista, aunque no por sus nombres y por un momento estuvo tentado de unirse a su distracción. Pero el secreto que llevaba en su interior le decidió contra tal decisión y se contentó con su papel de simple observador.