124201.fb2
Volvió los ojos hacia el cielo. A veces había imaginado, en las fantasías que casi se avergonzaba de recordar, el haber reconquistado la libertad del aire, a la cual, el Hombre, había renunciado desde tanto tiempo atrás. Sabía que una vez los cielos de la Tierra habían estado repletos de extrañas formas volantes. Desde el espacio exterior las grandes naves habían llegado llevando con ellas desconocidos tesoros para recalar en el Puerto de Diaspar. Pero el Puerto había estado más allá de los límites de la ciudad eones de tiempo en el pasado y que había sido enterrado por la arena transportada por los vientos del desierto. Soñó que en alguna parte y entre los laberintos de Diaspar podría quedar alguna nave del espacio escondida pero realmente no lo creyó. Incluso en los días en que los pequeños e individuales aparatos voladores habían sido de uso corriente, debió ser muy poco verosímil que se les hubiera permitido sobrevolar dentro de los límites de la ciudad.
Por unos instantes se dejó llevar por aquel viejo y familiar sueño. Se imaginó que era el dueño del cielo, que todo el mundo yacía a sus pies, invitándole a desplazarse a donde quisiera ir. No se trataba del mundo de su propio tiempo lo que veía, sino el mundo perdido del Amanecer del tiempo… un rico y hermoso panorama de colinas, lagos y flores. Sintió entonces una amarga envidia de sus desconocidos antepasados, que habían podido volar con tanta libertad por toda la faz de la Tierra y que asimismo habían dejado morir tanta belleza.
Aquella ensoñación que como una droga intoxicaba su mente, era inútil e inoperante; era preciso volver al presente y enfocar el problema que se había planteado. Si los cielos eran inalcanzables y el camino por tierra prohibido ¿qué le quedaba?
Una vez más llegó a la conclusión de que necesitaba ayuda una vez que le resultaba imposible progresar en su empeño por sus propios esfuerzos. Le disgustaba admitir el hecho; pero era lo bastante honesto consigo mismo para negarlo. Inevitablemente, sus pensamientos son volvieron hacia Khedrom.
Alvin nunca había decidido en realidad si le gustaba o no el Bufón. Se hallaba contento de hallarse en su compañía y le agradecía sinceramente la asistencia y la simpatía que la había dispensado en su propósito. No había nadie más en Diaspar con quien tuviera tanto en común, y con todo había un cierto elemento en la otra personalidad que le resultaba chocante. Tal vez fuese el irónico aire de despego que era peculiar en la conducta de Khedrom, que a veces daba a Alvin la impresión de estar riéndose secretamente de sus esfuerzos, incluso mientras parecía estar ayudándole. A causa de aquello, lo mismo que su propia obstinación congénita y sentido de la independencia, Alvin vaciló en aproximarse de nuevo al Bufón, de no ser como el último resorte que tocar.
Dispusieron una entrevista en un pequeño patio circular, no lejos de la Sala del Consejo. Existían muchísimos lugares escondidos y discretos en la ciudad, a veces a poca distancia de donde se movían multitudes ocupados en sus diversos asuntos o placeres, y que aislaban a dos personas por completo. Corrientemente se llegaba a ellos sencillamente a pie, tras algunas vueltas o un corto paseo, aunque a veces hubiera que dar un complicado rodeo entre el laberinto de calles y lugares de la inmensa ciudad. Resultaba una cosa típica de Khedrom que hubiese escogido tal lugar para una cita.
Aquel pequeño patio no tenía más de quince pies de anchura estando en realidad localizado en la profundidad y en el interior de algún gran edificio. Así y todo, parecía no tener límites definidos físicamente, al hallarse rodeados por un material traslúcido y azul verdoso que resplandecía con una leve luz interna. Sin embargo, aún no apreciándose limites visibles, el lugar estaba tan perfectamente adaptado que no daba la impresión de haber perdido su carácter de lugar recoleto y escondido. Paredes bajas, de una altura inferior a la cintura y rotas a intervalos para poder pasar fácilmente de un lado a otro, estaban arregladas como para dar la impresión de un seguro confinamiento, sin lo cual, nadie en Diaspar, se hubiera sentido a gusto y contento.
Khedrom estaba examinando una de las paredes, cuando llegó Alvin. La pared estaba recubierta con intrincados mosaicos de pequeñas losas multicolores, tan fantásticamente entremezcladas que Alvin ni siquiera intentó desenmarañar.
— Mira este mosaico, Alvin — le dijo el Bufón —. ¿Notas algo extraño en él?
— No confesó el joven tras un breve examen —. Es algo que no me preocupa… pero no hay nada extraño en eso.
Khedrom dejó correr sus dedos por las baldosas multicolores.
— No eres muy observador — le dijo. Mira aquí, en este borde… y fíjate cómo se ha redondeado y suavizado. Esto es algo que rara vez se ve en Diaspar, Alvin. Está gastada… es el desgaste de la materia por el asalto del tiempo. Yo puedo recordar muy bien cuando esto era nuevo, sólo ochocientos años atrás, en mi vida última. Si volviese a este mismo lugar tras una docena de vidas a partir de ahora, las losetas habrían sido completamente disueltas y deshechas.
— Pues yo no veo nada sorprendente en todo esto — repuso Alvin —. Hay otras obras en la ciudad, verdaderas obras de arte, no lo bastante buenas para ser preservadas en los circuitos de memoria pero tampoco tan malas como para ser destruidas sobre la marcha. Un día, supongo, algún otro artista vendrá y hará un trabajo mejor. Y tal trabajo será resguardado y no se permitirá que se deteriore.
— Yo conocí al hombre que diseñó esta pared — dijo Khedrom, mientras continuaba pasando los dedos como si esperase que una de aquellas baldosas sé resquebrajara en el mosaico. Es extraño que pueda recordar el hecho, cuando ni siquiera me acuerdo de cómo era el hombre que lo hizo, en detalle. Es posible que no me simpatizara y así lo borré de mi mente. — Y dejó escapar una ligera carcajada —. Quizá lo diseñara yo mismo durante una de mis fases artísticas y me encontrara tan molesto cuando la ciudad rehusó inmortalizar la obra, que decidí olvidarlo todo. Mira aquí… ¡sabía que este trozo se desprendería!
Se las arregló para desprender del mosaico una cascarilla dorada, pareciendo satisfecho de haber realizado aquel pequeño sabotaje. Tiró el fragmento al suelo: añadiendo: ¡Ahora tendrán algo que hacer los robots del servicio de mantenimiento!
Alvin comprendió que allí se había producido una lección nueva para él. Aquel extraño instinto, conocido como la intuición, que parecía seguir una especie de cortocircuitos no accesibles a la simple lógica, se lo dio a entender. Miró a la escamita dorada yacente a sus pies, intentando eslabonaría de alguna forma con el problema que ocupaba su mente por entero.
No resultó difícil hallar la respuesta, una vez comprobada su existencia.
— Veo lo que está usted tratando de decirme dijo a Khedrom —. Hay objetos en Diaspar que no están preservados en los circuitos de memoria, por lo que nunca podré encontrarlos sirviéndome de los monitores de la Sala del Consejo. Si fuese allá y enfocase este patio, no existía ni la menor traza de la pared que estamos observando en este momento.
— Creo que podrías hallar la pared; pero sin mosaicos.
— Sí, ahora lo veo — repuso Alvin, demasiado impaciente para molestarse en aquellas sutilezas del Bufón —. Y de la misma manera, pueden existir partes de la ciudad que jamás han sido destruidos. Sin embargo, no veo realmente de qué forma podría servirme eso. Yo sé que existen las murallas exteriores, y que no hay abertura alguna en todas ellas.
— Quizá no haya ninguna salida — respondió Khedrom —. No puedo prometerte nada. Pero pienso que todavía hay mucho que los monitores puedan mostrarnos… si el Computador Central lo permite. Y parece ser que te ha tomado afecto de alguna manera…
Alvin sopesó las palabras del Bufón, en su camino hacia la Sala del Consejo a donde se dirigieron de nuevo. Hasta entonces, había supuesto que su acceso a los monitores se debía enteramente a la influencia personal de Khedrom. No se le había ocurrido pensar que ello podría ser debido a alguna especial circunstancia intrínseca de su propia personalidad. El ser un Único, comportaba muchas desventajas; pero seguramente habría algo que le compensara de tal circunstancia…
La incambiada imagen de la ciudad dominaba la cámara en la que Alvin había pasado tantas horas. La miró entonces con una nueva comprensión; todo lo que había allí existía… pero la totalidad de Diaspar no se hallaba reflejada. Así y todo, seguramente cualquier discordancia tenía que ser trivial y por lo que pudo imaginar, prácticamente indetectable.
— Yo intenté hacer esto hace ya muchos años — dijo Khedrom, al sentarse en el butacón de uno de los monitores— pero los controles estaban bloqueados para mí. Tal vez obedezcan ahora. Lentamente al principio y con aumentada confianza después, a medida que iba reconquistando sus habilidades ya largamente olvidadas en el pasado, las yemas de los dedos de Khedrom se movieron sobre los controles, permaneciendo por un momento en los puntos nodales de la sensible rejilla enterrada en el panel que tenía delante.
— Creo que es correcto — dijo al fin —. De todas formas, pronto lo veremos.
La pantalla se iluminó; pero en lugar de la imagen que Alvin esperaba ver, apareció un mensaje chocante en cierto modo:
LA REGRESION COMENZARA TAN PRONTO COMO HAYA DISPUESTO EL TIPO DE CONTROL.
— Tonto de mí —murmuró Khedrom —. Lo tenía todo bien dispuesto y había olvidado la cosa más importante de todas—: Sus dedos se movieron entonces con la segura confianza del que sabe lo que hace sobre el tablero de mandos y conforme el mensaje se desvaneció de la pantalla giró en su asiento para poder ver lo que sucedía en la réplica proyectada de la ciudad.
— Observa bien Alvin — dijo. Creo que ambos vamos a aprender algo nuevo respecto a Diaspar.
Alvin esperó pacientemente; pero no ocurrió nada. La imagen de la ciudad flotaba allí ante sus ojos en toda su conocida maravilla y esplendorosa belleza aunque entonces no estaba consciente de tales detalles. Estaba a punto de preguntar a Khedrom qué es lo que debería buscar, cuando un súbito movimiento captó su atención y volvió la cabeza para seguirlo en el sitio adecuado. Aquello había sido algo como un destello tan breve que a Alvin le resultó demasiado tarde para apreciarlo. Nada se había alterado; Diaspar continuaba apareciendo como él la conocía. Entonces vio que Khedrom le estaba observando con una sonrisa burlona, por lo que de nuevo volvió a mirar la imagen de la ciudad. Entonces, la cosa ocurrió ante sus ojos.
Uno de los edificios existentes al borde del Parque, se desvaneció súbitamente, siendo reemplazado instantáneamente por otro de un diseño totalmente distinto. La transformación había sido tan repentina que Alvin parpadeó temiendo haberlo echado de menos. Se quedó fijamente absorto con el mayor asombro en aquella sutil alteración de la ciudad; pero incluso durante aquella primera sorpresa su mente había permanecido activamente buscando la respuesta. Recordó las palabras que aparecieron en el monitor: COMENZARA LA REGRESION — y supo entonces lo que estaba sucediendo.
— Así era la ciudad hace un millar de años atrás, — dijo a Khedrom —. Estamos viajando hacia atrás en el tiempo…
— Una pintoresca; pero bastante acertada forma de definirlo — replicó el Bufón —. Lo que está ocurriendo ahora es que el monitor está recordando las anteriores versiones de la ciudad. Cada vez que se hizo cualquier modificación, los circuitos de memoria no se vaciaban simplemente; la información contenida en ellos era llevada a otras unidades subsidiarias de almacenamiento, de forma que pudiera ser recordada cuando fuera preciso. He dispuesto el monitor de forma tal que regrese a través de esas unidades a la tasa de mil años por segundo. Ahora mismo, estamos viendo la Diaspar de hace un millón de años. Tenemos que ir muchísimo más atrás para apreciar cambios sustanciales… voy a incrementar el tipo de regresión.
Se volvió hacia el control y al hacerlo, no fue sólo un edificio, sino todo un bloque lo que se desvaneció de la ciudad, siendo reemplazado por un ancho anfiteatro de forma oval.
— ¡Ah, el Circo! — exclamó Khedrom —. Recuerdo la discusión que se organizó cuando decidimos librarnos de él. Apenas si se utilizaba; pero muchísimas personas son afectaron sentimentalmente.
El monitor se hallaba entonces recordando sus memorias pasadas pero a una mayor velocidad; la imagen de Diaspar iba retrocediendo hacia el pasado a un millón de años por minuto y los cambios se sucedían tan rápidamente que los ojos apenas si podían seguirlos. Alvin comprobó que las alteraciones de la ciudad, aparecían por ciclos; había un largo período de situación estática para seguir a continuación una rápida sucesión de reconstrucciones seguido después por otra pausa. Era como si Diaspar fuese un organismo viviente, que tenía que recobrar su fuerza tras una de aquellas explosiones de crecimiento.
A través de todos aquellos cambios, el diseño básico de la ciudad no se había alterado. Los edificios iban y venían y el Parque permanecía como el corazón verde de Diaspar, así como las calles cuya pauta parecía una cosa eterna. Alvin trató de imaginar hasta qué distancia en el pasado podría llegar el monitor. ¿Podría volver hasta la fundación de la ciudad y atravesar el velo que ocultaba la historia conocida desde los mitos y las leyendas?
Ya habían transcurrido quinientos millones de años hacia el pasado. Al exterior de las murallas de Diaspar, más allá del conocimiento de los monitores, debería existir una Tierra diferente. Quizá habría por todas partes océanos y bosques, incluso otras ciudades que el hombre no habría abandonado en su retirada lenta y prolongada hasta su hogar definitivo.
Los minutos fueron pasando arrastrados por el tiempo, cada minuto contando una edad entera en el pequeño universo de los monitores. Pronto, pensó Alvin, las más antiguas de las memorias allí almacenadas se alcanzarían por fin y la regresión llegaría a su fin. Pero aun sintiéndose fascinado por lo que significaba aquella lección, no vela cómo aquello podría ayudarle a escapar de la ciudad, allí y entonces.
Con una súbita implosión sin sonido, Diaspar sé contrajo a sólo una fracción de su antiguo tamaño. El Parque se desvaneció y las fronteras de aquellas titánicas torres y murallas se evaporaron instantáneamente. La ciudad estaba abierta al mundo, ya que los caminos se extendían radialmente fuera de los límites de la imagen del monitor, sin obstrucción alguna. Allí estaba Diaspar como había sido antes del gran cambio que cayó sobre el género humano.
— No podemos seguir más allá —dijo Khedrom apuntando hacia la pantalla del monitor. Sobre ella, aparecieron las palabras:
REGRESION CONCLUIDA
— Esta tiene que ser la versión más antigua de la ciudad que haya sido preservada en las células de memoria. Antes de esto, dudo si los circuitos de eternidad se usaban y se permitían que los edificios se gastaran de una forma natural.
Durante un buen rato, Alvin se quedó mirando fijamente el modelo de la antigua ciudad. Pensó en el tráfico que aquellos caminos habían soportado, cuando los hombres iban y venían libremente a todos los rincones del mundo, y a otros mundos, igualmente. Aquellos hombres fueron sus antepasados y entonces sintió un parentesco más íntimo hacia ellos que con respecto a las gentes que compartían ahora su vida actual. Deseó haberlos visto en la realidad y compartir sus pensamientos, conforme se movían por aquellas calles de mil millones de años atrás en la vida de Diaspar. Con todo, tales pensamientos no pudieron ser muy felices, ya que tuvieron que vivir bajo la sombra de los Invasores. Pasados algunos siglos, tuvieron que haber vuelto la espalda a toda la gloria que habían conquistado y construir una muralla contra el resto del universo.
Khedrom hizo que el monitor volviera en un sentido u otro por una docena de veces a través del breve período de historia que había elaborado la transformación. El cambio desde una pequeña ciudad abierta a otra muchísimo más grande y cerrada, se había llevado poco más de un millar de años. En tal tiempo, las máquinas que habían servido a Diaspar tan fielmente, tuvieron que haber sido diseñadas y construidas y el conocimiento que las capacitaría para llevar adelante sus tareas habría sido inserto en los circuitos de memoria y dentro de ellos también, tendrían que haber sido depositados las pautas fundamentales de todos los hombres que ahora estaban vivos, de tal forma que cuando el adecuado impulso les llamase hacia delante a una nueva vida, estarían en condiciones de ser arropados con la materia precisa, para emerger renacidos de la Sala de la Creación. En cierto sentido, pensó Alvin, él tuvo que haber existido en aquel viejo mundo. Era posible, por supuesto, que hubiese sido completamente de forma sintética y que su entera personalidad hubiese sido diseñada por técnicos — artistas que habían utilizado herramientas e instrumentos de inconcebible complejidad hacia cierta meta prevista. Así y todo, creyó más bien que estaba compuesto de hombres que una vez habían vivido y caminado por la Tierra.
Muy poco de la antigua Diaspar quedaba cuando se construyó la nueva ciudad; el Parque casi la había ocupado por completo. Incluso antes de la transformación, había existido un claro cubierto de hierba en el centro de Diaspar circunvalando la conjunción de todas las calles radiales. Después se había expandido diez veces más barriendo todas aquellas calles y los edificios próximos en la misma forma. La Tumba de Yarlan Zey, había surgido al mismo tiempo, reemplazando una estructura circular muy ancha que previamente había estado situada en el punto de reunión de todas las calles. Alvin nunca había creído en la antigüedad que las leyendas atribuían a la Tumba; pero entonces comprobó que era cosa cierta.
Supongo — dijo Alvin, asaltado súbitamente por una idea— que podremos explorar esta imagen, de igual manera que hemos explorado la imagen presente de la ciudad…
Los dedos de Khedrom se movieron ágilmente sobre el control del monitor y la pantalla dio la respuesta a la pregunta de Alvin. La ciudad, tan lejanamente desvanecida en el pasado, comenzó a expandirse ante sus ojos, examinando detenidamente aquellas antiguas avenidas y calles estrechas de la vieja Diaspar. Aquella imagen de la ciudad, de la Diaspar que hubo existido una vez en el pasado era todavía tan clara y definida como lo era en la actualidad. Durante mil millones de años, los circuitos de memoria, la habían mantenido en una fantasmal pseudoexistencia, esperando que alguien quisiera reviviría hacia el presente. Y no era simplemente una memoria lo que estaba observando. Era algo más complejo que aquello, era… la memoria de una memoria.
Alvin no sabía qué podría aprender de su contemplación y si podría ayudarle en sus propósitos. Pero no importaba, era fascinante mirar en el pasado y ver un mundo que había existido en los días en que los hombres todavía viajaban entre las lejanas estrellas. Señaló hacia el bajo y circular edificio que aparecía erecto en el corazón de la ciudad.