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Tal vez fuese una pura suerte, quizás era algún viejo recuerdo, o posiblemente una lógica elemental. Pero no existía diferencia, desde que había llegado a aquel lugar más pronto o más tarde, el punto sobre el cual convergían todas las calles radiales de la ciudad.
Le llevó diez minutos descubrir que no se reunían allí por razones de pura simetría solamente… diez minutos en que comprendió que su larga búsqueda había hallado por fin, una recompensa.
Mystra descubrió una sencilla manera de seguir a Alvin y a Khedrom sin que ellos lo advirtieran. Parecían ir con prisa, algo que en ellos estaba fuera de lo usual, sin mirar nunca atrás. Le había resultado un divertido juego perseguirles a lo largo de las vías rodantes, escondiéndose entre la multitud; pero sin quitarles ojo de encima. Hacia el fin su meta resultaba obvia; cuando abandonaron las calles y se dirigieron hacia el Parque, sólo podían dirigirse hacia la Tumba de Yarlan Zey. El Parque no contenía otros edificios y dos personas animadas de tanta prisa como Alvin y Khedrom, no estarían, sin duda alguna, interesadas en la contemplación del paisaje circundante.
Al no poder esconderse en las últimas cien yardas que quedaban para llegar hasta la Tumba, Mystra esperó a que Khedrom y Alvin desaparecieran en la inmensa construcción de mármol. Después, y en cuanto se quitaron de su vista, se dio prisa a todo correr ladera arriba. La joven estaba completamente segura de esconderse entre alguna de las grandes columnas de la Tumba y que le llevaría algún tiempo él verles; pero lo importante era que al fin pudiese saber lo que estaban haciendo allí.
La Tumba consistía en dos círculos concéntricos de grandes columnas, encerrando en su interior un patio circular. Excepto en un sector, las columnas ocultaban totalmente el interior de la construcción, y Mystra lo evitó aproximándose desde uno de los lados. Se las arregló con toda clase de precauciones entre el primer círculo de las columnas, vio que no tenía a nadie a la vista y anduvo de puntillas hacia el segundo. A través de los espacios de las columnas, vio la colosal figura de Yarlan Zey mirando hacia la entrada y a través del Parque que había construido en tiempos, sobre la ciudad que había estado observando tan silenciosamente durante tantas edades.
Pero no había nadie más en aquella soledad marmórea. La Tumba estaba vacía.
En aquel momento, Alvin y Khedrom se hallaban a cien pies bajo tierra, en una pequeña habitación como una caja en forma de cubo perfecto cuyas paredes resplandecían misteriosamente dando la sensación de discurrir firmemente hacia arriba. Aquella era la única indicación de movimiento; no existía traza alguna de vibración que mostrase que se hundían rápidamente hacia abajo, descendiendo hacia una meta, que ninguno de ellos comprendía del todo.
Parecía absurdamente fácil, por la forma en que parecía estar preparada para ellos. (¿Por quién? — se preguntó Alvin. ¿Por él Computador Central? ¿O tal vez por el propio Yarlan Zey cuando transformó la ciudad?) La pantalla del monitor les había mostrado aquella chimenea vertical hundiéndose en las profundidades, habiéndola seguido durante un cierto trecho hasta que la imagen quedó en blanco. Aquello significaba, pensó Alvin, que estaba solicitando una información que el monitor no poseía, y que tal vez jamás hubiera poseído.
Apenas había considerado aquella idea, cuando la pantalla se iluminó de nuevo. Sobre ella apareció un breve mensaje estampado en la simple escritura que las máquinas solían utilizar para comunicarse con los hombres desde que habían logrado una equivalencia intelectual con ellos:
«Permanezcan quietos donde mira la estatua… y recuerden:»
DIASPAR NO FUE SIEMPRE ASÍ
Las últimas palabras aparecían escritas en letras mucho mayores y el significado de la totalidad del mensaje, se le apareció a Alvin evidente y al instante. Mensajes codificados y estructurados mentalmente se habían utilizado por dilatadas épocas de la historia de la ciudad para abrir las puertas o poner las máquinas en acción. Y por lo que respectaba a… «Permanezcan quietos donde mira la estatua«…resultaba realmente demasiado sencillo.
— Me gustaría saber cuántas personas han leído este mensaje — dijo Alvin pensativamente.
— Catorce, por lo que yo sé —replicó Khedrom —. Puede que lo hayan leído otras. — Y no amplificó aquel comentario bastante misterioso a pesar de la prisa que Alvin tenía en seguir preguntándole más cosas.
No pudieron estar muy seguros de que los mecanismos pudieran responder a un inmediato impulso. Cuando llegaron a la Tumba, les había llevado apenas unos instantes en localizar la simple losa entre todas las que formaban el pavimento, y sobre la cual la fija mirada de Yarlan Zey aparecía detenida eternamente. A primera vista daba la impresión de que miraba a toda la ciudad, si se permanecía frente a ella; pero mirándola más detenidamente, se comprendía que su evasiva sonrisa estaba dirigida hacia un lugar exacto precisamente en el interior de la entrada de la Tumba. Una vez descubierto el secreto, ya no existía duda de su significado. Alvin se desplazó hacia la losa inmediata y vio que Yarlan Zey ya no le miraba.
Se reunió con Khedrom y mentalmente, como un eco repitió las palabras que el Bufón había pronunciado en voz alta: DIASPAR NO FUE SIEMPRE Así. Instantáneamente, como si los millones de años transcurridos desde la única operación no hubiesen jamás existido, las expectantes máquinas respondieron. La gran losa de piedra sobre la que permanecían, comenzó a conducirles suavemente hacia las profundidades.
Por encima de sus cabezas el recuadro de cielo azul parpadeó un instante y desapareció por completo. Aquella chimenea ya no estaba abierta al exterior; y no existía peligro alguno de que alguien hubiese podido despeñarse por ella. Alvin imaginó si otra losa igual habría reemplazado a la que les había soportado a él y a Khedrom, aunque después se decidió en sentido contrario. La losa original probablemente seguiría pavimentando el suelo de la Tumba; y sobre la que ellos descendían podría sólo existir por infinitesimales fracciones de segundo, siendo continuamente recreada a mayores y mayores profundidades en la tierra dándole así la ilusión de un movimiento descendiente y seguro.
Ni Alvin ni Khedrom hablaron mientras que las paredes discurrían silenciosamente a su paso. Khedrom reflexionaba, como si le remordiese la conciencia, si no estaría yendo demasiado lejos en aquella ocasión. No podía imaginar a dónde les llevaba aquel camino, si es que conducía a alguna parte. Por primera vez en su vida, empezó a comprender el verdadero sentido del terror.
Alvin no sentía miedo; estaba demasiado excitado para ello. Aquella era la misma sensación que había experimentado en la Torre de Loranne, cuando había mirado al desierto a través de aquella rejilla, viendo después las estrellas conquistando la noche en el espacio. Entonces, sólo había echado un Vistazo hacia lo desconocido, ahora se dirigía rectamente hacia él.
Las murallas cesaron de pasar. Una mancha de luz apareció a un lado de aquella misteriosa habitación en movimiento, se hizo más y más brillante y repentinamente apareció una puerta. Pasaron a través de ella, anduvieron unos cuantos pasos por el corto corredor que se extendía más allá… y se encontraron en una caverna circular y enorme cuyos muros confluían juntos en una suave curva a trescientos pies por sobre sus cabezas.
La gran columna por la que habían bajado, parecía demasiado esbelta y sencilla para soportar los millones de toneladas de roca que tenía sobre si, ciertamente no parecía ser una parte integral de la cámara en absoluto; pero daba la impresión de ser una impresión tardía. Khedrom, siguiendo la mirada de Alvin, llegó a la misma conclusión.
— Esta columna — dijo hablando rápidamente con la ansiedad de explicar algo tuvo que ser construida simplemente para albergar a la chimenea, que como una caja de ascensor, nos ha traído hasta aquí. Con seguridad que no estaba destinada al tráfico cuando Diaspar estaba abierta al mundo. El tráfico tuvo que haber discurrido por aquellos túneles que hay allí, supongo que los conocerás ahora…
Alvin miró con detenimiento hacia las paredes de la gran cámara a más de un centenar de yardas de distancia. Perforándolas a intervalos regulares, aparecían anchos túneles, una docena de ellos, partiendo radialmente en todas direcciones exactamente como lo hacían las vías rodantes de la Diaspar actual en el exterior. Comprobó que ascendía suavemente hacia arriba, reconociendo la familiar superficie gris de las vías rodantes. Eran del mismo extraño material de aquellos sistemas de comunicación y que entonces permanecían inmóviles y sin vida, condenados a una perpetua detención. Cuando se construyó el Parque, el núcleo del sistema de las vías rodantes tuvo que haber sido sellado y enterrado. Pero nunca destrozado.
Alvin comenzó a caminar hacia el túnel más próximo. Había andado unos cuantos pasos cuando se dio cuenta de que algo estaba ocurriendo en el suelo bajo sus pies. Se estaba volviendo transparente. A unas cuantas yardas más de distancia, daba la impresión de hallarse suspendido en medio del aire, sin soporte visible. Se detuvo y miró fijamente al vacío que se extendía a sus pies.
— ¡Khedrom! — llamó— ¡Venga y mire esto!
El Bufón se le aproximó y juntos miraron la maravilla existente a sus pies. Ligeramente visible a una profundidad indefinible, aparecía extendido como un enorme mapa… una gran red de líneas convergiendo hacia un lugar que radicaba bajo la chimenea central. Se miraron en silencio por un momento y entonces el Bufón, dijo con calma:
— ¿Te das cuenta lo que esto es?
— Creo que sí —repuso Alvin —. Es un mapa de la totalidad del sistema de transporte y esos pequeños círculos tienen que ser otras ciudades de la Tierra. Puedo ver sus nombres junto a ellos; pero apenas si puedo leerlos.
— Alguna vez tuvo que haber existido alguna forma de iluminación interna — dijo Khedrom como ausente, mientras que iba trazando líneas bajo sus pies siguiéndolas hacia el terminal en las paredes de la gran cámara —. ¡Creo que di con la cuestión! ¿Ves cómo todas esas líneas en forma de radios conducen hacia los pequeños túneles?
Alvin había comprobado que además de los grandes trazados de las vías rodantes existían innumerables túneles más pequeños que conducían a la caverna… túneles que conducían hacia abajo, en vez de la dirección contraria.
Khedrom continuó, sin esperar réplica del joven:
— Hubiera sido difícil pensar en un sistema más sencillo. La gente vendría aquí abajo por las vías rodantes, escogería en lugar a donde querían dirigirse y seguirían la línea apropiada sobre el mapa…
— Bien, ¿y qué ocurriría después? — preguntó Alvin.
Khedrom estaba silencioso, intentando descubrir con sus ojos el misterio de aquellos túneles descendentes. Había treinta o cuarenta de ellos, todos con la misma exacta apariencia. Sólo los nombres impresos en el mapa habrían permitido distinguirlos, nombres que ahora resultaban indescifrables.
Alvin había comenzado a errar a cierta distancia, dando la vuelta al pilar central. A poco su voz llegó hasta Khedrom, reverberando con los ecos de la enorme caverna subterránea.
— ¿Qué es ello? — repuso Khedrom no deseando moverse de donde estaba, pues estaba a punto de conseguir leer uno de aquellos casi ilegibles grupos de caracteres. Pero la voz de Alvin era insistente, y así fue a reunirse con él.
Más profunda, se hallaba la otra mitad del gran mapa, con sus líneas radiantes parecidas a una tela de araña, extendidas hacia todos los puntos de la rosa de los vientos. Esta vez, sin embargo, no todo aparecía oscurecido para ser apreciado claramente, ya que una de las líneas, y sólo una… aparecía brillantemente iluminada. Daba la impresión de no tener conexión con el resto del sistema y apuntaba como una brillante flecha a uno de los túneles inclinados hacia abajo. Cerca de su final, la línea sé transfiguraba en un círculo de luz dorada y contra aquel círculo, aparecía la simple palabra: LYS. Aquello era todo.
Durante un buen rato Alvin y Khedrom permanecieron mirando hacia abajo hacia aquel símbolo silencioso. Para Khedrom era como un desafío que sabía no podía aceptar y que, ciertamente, hubiera deseado que no existiera. Pero para Alvin significaba el despertar al logro de todos sus sueños, aunque la palabra LYS no significara nada para él. Repitió una y otra vez aquella palabra, como si la estuviese paladeando en su exótico sabor. La sangre le latía en las venas y su piel se puso ardiendo como si estuviese atacado de fiebre. Miró a su alrededor, tratando de imaginar lo que habría sido en los antiguos tiempos, cuando los transportes aéreos habían terminado; pero las ciudades de la Tierra continuaban comunicándose una con otra. Pensó en el incontable número de siglos que habían transcurrido con aquel tráfico allí inmovilizado, muriendo una tras otras luces que habían iluminado el curso de las líneas hasta no quedar más que aquella de LYS. ¿Por cuánto tiempo había estado encendida entre las demás, esperando servir de guía a los pasos que nunca llegaron hasta que Yarlan Zey había sellado los caminos rodantes y había cerrado a Diaspar del resto del mundo?
Aquello tuvo que haber ocurrido hacía ya mil millones de años. Incluso entonces, LYS tuvo que haber tenido contacto con Diaspar. Parecía imposible que hubiera podido sobrevivir; tal vez, el mapa ya no significaba nada ahora.
Khedrom salió el primero del sueño en el que estaba inmerso. Daba la impresión de hallarse nervioso y a disgusto, habiendo dejado de ser el hombre seguro de sí mismo que siempre había parecido ser arriba en la ciudad.
— Creo que no deberíamos seguir adelante — No podría ser nada seguro… hasta que estuviéramos mejor preparados…
En aquella opinión latía una prudencia y una sabiduría evidente; pero Alvin reconoció una oculta nota de temor en la voz de Khedrom. De no haber sido por aquello, se habría mostrado más sensible; pero un impulso juvenil de valor en sí mismo combinado con un cierto desprecio por la intimidación de que hacía gala el Bufón, hizo que el joven se sintiera más empujado hacia delante en su aventura.
Parecía una enorme estupidez haber llegado tan lejos para volver la espalda a la meta que tenía a la propia vista.
— Voy a bajar por ese túnel — dijo Alvin obstinadamente, como si con ello desafiara a Khedrom a seguirle o evitar que intentara disuadirle —. Quiero saber a dónde conduce, es cosa decidida. —Y echó a andar resueltamente. Tras un momento de vacilación, Khedrom le siguió siguiendo la flecha de luz que brillaba bajo sus pies.
Al entrar en el túnel, sintieron la sensación familiar del campo peristáltico y en un instante fueron descendiendo hasta las profundidades. La jornada apenas si duró un minuto, y cuando el campo de energía les dejó al fin de su término, se encontraron al extremo de una cámara larga y estrecha en forma de medio cilindro. En su extremo final, dos túneles sombríamente iluminados se extendían en la distancia hasta el infinito.
Los hombres de casi todas las civilizaciones y que vivieron desde el Amanecer, habrían encontrado aquel entorno completamente familiar; con todo, para Alvin y Khedrom aquello era como una visión fugaz de otro mundo diferente. El propósito de la máquina que se extendía a lo largo del túnel, listada y resplandeciente aún, como un proyectil dirigido hacia el final lejano del túnel, resultaba evidente, aunque no dejara de resultarle a ambos algo nuevo y desconocido. La parte superior era transparente y mirando a través de su estructura, Alvin pudo observar una serie de lujosas hileras de butacas. No aparecía ninguna señal de entrada en aquel misterioso vehículo y toda la máquina flotaba como un pie por encima de un raíl metálico que se perdía en la distancia desapareciendo en el interior de uno de los túneles. A unas cuantas yardas, otro raíl conducía al segundo túnel; pero allí no había ninguna otra máquina flotando. Alvin tenía la seguridad, como si se lo hubieran dicho, de que en alguna parte, bajo lo desconocido, la ciudad de Lys lejana y misteriosa esperaba con otra máquina igual que aquélla esperando en otro subterráneo parecido a aquél.
Khedrom comenzó a hablar con cierta nerviosa precipitación.
— ¡Qué sistema tan peculiar de transporte! Apenas si puede llevar a un centenar de personas de una sola vez, por lo que es de suponer que no hubiese entonces mucho tráfico. Y… ¿por qué tendrían que tomarse tantas molestias en construir este subterráneo estando los cielos abiertos al transporte? Tal vez los invasores no les permitieran volar, aunque me resulta difícil creerlo. Quizás, esta obra se construyese durante el período de transición, mientras que los hombres viajaban todavía, pero sin querer saber nada del espacio. Podrían ir de una ciudad a otra, sin ver nunca el cielo y las estrellas… — Y dejó escapar una nerviosa carcajada —. Estoy seguro de una cosa, Alvin. Cuando Lys existió, debía ser muy parecida a Diaspar. Todas las ciudades deberían ser esencialmente las mismas. No es de extrañar que fuesen abandonadas para venir a reunirse solamente aquí, en Diaspar. ¿Qué ocurriría para que quedase una sola ciudad en el mundo?
Alvin apenas si escuchaba las palabras del Bufón. Estaba demasiado ocupado examinando aquel largo proyectil, tratando de encontrar la entrada. Si la máquina estaba controlada por alguna orden codificada o mental, nunca estaría en condiciones de que le obedeciese, y permanecería como un enloquecedor enigma para el resto de su vida.