124236.fb2 La isla - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 16

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— ¡La rani! Debe de haberlo contado como algo salido de Sodoma y Gomorra.

— Pero por desgracia me escatimó los detalles espeluznantes. Obscuras insinuaciones… eso fue todo lo que recibí de ella. Insinuaciones, por ejemplo, sobre Mesalinas veteranas que dan lecciones de amor a jóvenes inocentes.

— ¡Y cómo necesitaba él esas lecciones!

— Insinuaciones, además, sobre una muchacha precoz y promiscua de la edad de él.

La enfermera Appu estalló en una carcajada.

— ¿La conoce usted?

— La muchacha precoz y promiscua fui yo.

— ¿Usted? ¿Lo sabe la rani?

— Murugan sólo le hizo conocer los hechos, no los nombres. Por lo cual le estoy muy agradecida. ¿Sabe? yo me porté muy mal. Perdí la cabeza por alguien a quien en realidad no quería y herí a alguien a quien sí quería. ¿Por qué será una tan estúpida?

— El corazón tiene sus razones — afirmó Will — y las endocrinas las suyas.

Se produjo un largo silencio. Will terminó de comer su pescado y hortalizas hervidos, fríos. La enfermera Appu le alcanzó un plato de ensalada de frutas.

— Usted jamás vio a Murugan en pijama de raso blanco — dijo ella.

— ¿Me he perdido algo interesante?

— No tiene idea de lo hermoso que es con esa vestimenta. Nadie tiene derecho a ser tan hermoso. Es indecente. Es una ventaja injusta.

La visión del joven ataviado con ese pijama de raso blanco, comprado en Sulka, fue lo que a la postre le había hecho perder la cabeza. Y la perdió tan por completo, que durante dos meses fue otra persona… una idiota que perseguía a una persona que no la soportaba, una idiota que dio la espalda a la persona que siempre la había amado, la persona a quien ella había amado siempre.

— ¿Llegó usted a algo con el joven del pijama? — averiguó Will.

— Sólo hasta una cama — respondió ella —. Pero cuando comencé a besarlo, salió de un brinco de entre las sábanas y se encerró en el cuarto de baño. No quiso salir hasta que le entregué el pijama por el montante y le di mi palabra de honor de que no lo molestaría. Ahora puedo reírme de eso; pero en ese momento, le aseguro, en ese momento… — Meneó la cabeza. — Una pura tragedia. Deben de haber adivinado lo que ocurrió, por la forma en que me comportaba. Resultaba evidente que las muchachas precoces y promiscuas no eran convenientes. Él necesitaba lecciones regulares.

— Y el resto del relato lo conozco — interrumpió Will —. El joven escribe a la mamá, la mamá vuelve volando a casa y se lo lleva a Suiza.

— Y no regresaron hasta unos seis meses después. Y durante casi la mitad de ese tiempo se quedaron en Rendang, en la casa de la tía de Murugan.

Will estaba a punto de mencionar al coronel Dipa, pero recordó que había prometido a Murugan ser discreto, y no dijo nada.

Desde el jardín llegó el sonido de un silbido.

— Perdóneme — dijo la pequeña enfermera, y se acercó a la ventana. Sonriente, feliz, ante lo que veía, agitó la mano —. Es Ranga.

— ¿Quién es Ranga?

— Ese amigo de quien le hablé. Quiere hacerle unas preguntas. ¿Puede entrar un minuto? — Por supuesto.

La joven regresó a la ventana e hizo un ademán de llamado.

— Supongo que esto significa que el pijama blanco ha desaparecido por completo de la escena. Ella asintió.

— Fue sólo una tragedia en un acto. Recuperé la cabeza tan rápidamente como la perdí. Y cuando la recuperé, ahí estaba Ranga, el mismo de siempre, esperándome. — Se abrió la puerta y entró en la habitación un joven alto y delgado, de pantaloncitos color caqui y zapatos de gimnasia. — Ranga Karakuran — anunció mientras estrechaba la mano de Will.

— Si hubieses venido cinco minutos antes — dijo Radha —, habrías tenido el placer de encontrarte con Mr. Bahu. — ¿El estuvo aquí? — Ranga hizo una mueca de disgusto. — ¿Tan malo es? — inquirió Will. Ranga hizo una lista de las acusaciones: — A: nos odia. B: es el chacal domesticado del coronel Dipa. C: es el embajador extraoficial de todas las compañías petroleras. D: el viejo cerdo le ha hecho proposiciones a Radha, y E: pronuncia por todas partes disertaciones sobre la necesidad de un reavivamiento religioso. Incluso ha publicado un libro al respecto. Completo, con un prefacio de alguien de la Escuela de Teología de Harvard. Todo forma parte de una campaña contra la independencia palanesa. Dios es la coartada de Dipa. ¿Por qué los criminales no pueden ser francos en cuanto a sus intenciones? Toda esta repugnante bazofia idealista… Lo hace vomitar a uno. Radha extendió la mano y le tironeó tres veces de la oreja.

— Pequeño… — comenzó a decir, furiosa; luego se interrumpió y rió.

— Tienes razón — dijo él —. Pero los tirones no tenían por qué ser tan fuertes.

— ¿Eso es lo que hace usted siempre cuando él se encoleriza? — le preguntó Will a Radha.

— Cuando se encoleriza en el momento inoportuno, o por cosas que no puede remediar.

Will se volvió hacia el joven.

— ¿Y usted le tironea alguna vez la oreja a ella?

Ranga rió.

— Me resulta más satisfactorio darle una palmada en el trasero. Por desgracia, pocas veces hace falta. — ¿Quiere decir que es más equilibrada que usted? — ¿Más equilibrada? Confieso que es anormalmente cuerda. — ¿En tanto que usted es nada más que normal? — Quizás un tanto desviado hacia la izquierda del centro. — Meneó la cabeza. — A veces me siento horriblemente deprimido… me parece que soy un inútil para todo.

— Cuando en realidad — dijo Radha — es tan útil, que le han concedido una beca para estudiar bioquímica en la Universidad de Manchester.

— ¿Qué hace usted cuando emplea estas tretas del pecador desdichado y desesperado? ¿Le tira de la oreja?

— Eso — repuso ella — y… bueno, otras cosas. — Miró a Ranga, y éste a ella. Estallaron los dos en una carcajada. — Entiendo — dijo Will —. Entiendo. Y siendo esas otras cosas lo que son — continuó —, ¿está Ranga ansioso por abandonar Pala durante un par de años? — No mucho — admitió Ranga. — Pero tiene que irse — dijo Radha con firmeza. — Y cuando llegue allí — preguntó Will —, ¿será feliz? — Eso es lo que quería preguntarle — dijo Ranga. — Bueno, no le gustará el clima, ni la comida, ni los ruidos, ni los olores, ni la arquitectura. Pero es casi seguro que le gustará el trabajo, y es probable que descubra mucha gente que le gustará.

— ¿Y qué hay de las muchachas? — inquinó Radha.

— ¿Cómo quiere que le conteste esa pregunta? — preguntó Will a su vez —. ¿De modo consolador, o en forma veraz?

— En forma veraz.

— Y bien, querida, la verdad es que Ranga tendrá un enorme éxito. Decenas de muchachas lo encontrarán irresistible. Y algunas de ellas serán encantadoras. ¿Qué sentirá usted si él no consigue resistir?

— Me alegraré por él.

Will se volvió hacia Ranga.

— ¿Y usted se alegrará si mientras está ausente ella se consuela con otro joven?

— Me gustaría alegrarme — replicó él —. Pero que en realidad me alegre o no… esa es otra cosa.

— ¿La obligará a que le prometa serle fiel?

— No la obligaré a que me prometa nada.

— ¿Aunque sea su muchacha?