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— Pala es probablemente el único país en que un adepto de la teología animal no tendría motivos para creer en los demonios. En cualquier otra parte, para los animales, es muy evidente que Satán es el Homo sapiens.
Subieron los escalones hasta la galería, atravesaron la puerta delantera abierta y se encontraron en la sala principal de la choza. Sentada en una silla baja, cerca de la ventana, una joven de azul amamantaba a su hijito. Levantó un rostro de forma de corazón, que se estrechaba desde una amplia frente hasta una barbilla delicadamente afinada, y les lanzó una sonrisa de bienvenida.
— He traído a Will Farnaby — dijo Vijaya mientras se inclinaba para besarla.
Shanta tendió al desconocido su mano libre.
— Espero que a Mr. Farnaby no le moleste la naturaleza al desnudo — dijo. Como para dar sentido a sus palabras, el chiquillo retiró la boca del moreno pezón y eructó. Una blanca burbuja sedosa apareció entre sus labios, se hinchó y estalló. Volvió a eructar y luego continuó chupando —. Aun a los ocho meses — agregó ella —, los modales de Rama a la mesa siguen siendo un tanto primitivos.
— Magnífico ejemplar — dijo Will con cortesía. No le interesaban mucho los niños pequeños y siempre se había sentido agradecido por los repetidos abortos que frustraron las esperanzas y las ansias que Molly abrigaba de tener un hijo —. ¿A quién se parecerá: a usted o a Vijaya?
Shanta rió, y Vijaya la acompañó en una carcajada una octava más baja.
— Por cierto que no se parecerá a Vijaya — respondió ella.
— ¿Por qué no?
— Por el motivo, más que suficiente — dijo Vijaya —, de que no soy genéticamente responsable.
— En otras palabras, el niño no es hijo de Vijaya.
Will miró a uno y otro rostro rientes, y se encogió de hombros.
— Me rindo.
— Hace cuatro años — explicó Shanta — produjimos un par de mellizos que son la viva imagen de Vijaya. Esta vez pensamos que sería divertido cambiar por completo. Decidimos enriquecer la familia con un físico y temperamento enteramente nuevos. ¿Oyó hablar alguna vez de Gobind Singh?
— Vijaya acaba de mostrarme su cuadro en la sala de meditaciones.
— Bueno, ese es el hombre que elegimos para padre de Rama.
— Pero yo tenía entendido que él había muerto…
Shanta asintió.
— Pero su alma sigue su marcha.
— ¿Qué quiere decir?
— CP e IA.
— ¿CP e IA?
— Congelación Profunda e Inseminación Artificial.
— Ah, ya entiendo.
— En realidad — explicó Vijaya — desarrollamos las técnicas de la IA unos veinte años antes que ustedes. Pero es claro que no podíamos hacer mucho con ellas hasta que no tuviésemos energía eléctrica y congeladoras dignas de confianza. Las obtuvimos a fines de la década, del 20. Y desde entonces venimos usando la IA en gran escala.
— De modo que ya ve — intervino Shanta —, puede que cuando mi niño crezca sea un pintor… Es decir, si ese tipo de talento es hereditario. Y aunque no llegue a serlo, será mucho más endomórfico y viscerotónico que sus hermanos o sus padres. Cosa que resultará muy interesante y educativa para todos los vinculados con el problema.
— ¿Muchas personas hacen estas cosas? — inquirió Will.
— Cada vez más. En rigor diría que prácticamente todas las parejas que deciden tener un tercer hijo recurren ahora a la IA. Lo mismo que muchos de los que tienen la intención de detenerse en el segundo. Ahí tiene mi familia, por ejemplo. Entre los familiares de mi padre hubo algunos diabéticos, por lo cual les pareció conveniente, a él y a mi madre, tener los dos hijos por medio de la IA. Mi hermano desciende de tres generaciones de bailarines y, en términos genéticos, yo soy la hija del primer primo del doctor Robert, Malcolm Chakravarti-MacPhail, que fue el secretario privado del Viejo Raja.
— Y el autor — agregó Vijaya — de la mejor historia de Pala. Chakravarti-MacPhail fue uno de los hombres más capaces de su generación.
Will miró a Shanta y luego volvió a contemplar a Vijaya.
— ¿Y la capacidad ha sido heredada? — preguntó.
— A tal punto — repuso Vijaya —, que me resulta muy difícil mantener mi posición de superioridad masculina. Shanta tiene más inteligencia que yo, pero por fortuna no puede competir con mi fuerza.
— Fuerza — repitió Shanta con tono sarcástico —, fuerza….
Me parece que me acuerdo de la historia de una joven llamada Dalila.
— De paso — continuó Vijaya —, Shanta tiene treinta y dos hermanastros y veintinueve hermanastras. Y más de la tercera parte de ellos son excepcionalmente inteligentes.
— De manera que están mejorando la raza.
— Decididamente. Dentro de un siglo nuestro Cociente de Inteligencia será de ciento quince.
— En tanto que el nuestro, al ritmo actual de progreso, descenderá a ochenta y cinco. Mejor medicina… más deficiencias congénitas conservadas y trasmitidas. Eso facilitará mucho las cosas a los futuros dictadores. — Al pensar en la broma cósmica lanzó una carcajada. Luego, después de un silencio, preguntó —: ¿Y qué hay de los aspectos éticos y religiosos de la IA?
— En los primeros tiempos — contestó Vijaya — había muchos opositores por motivos de conciencia. Pero ahora las ventajas de la IA han quedado demostradas con tanta claridad, que la mayoría de las parejas de casados consideran que es más moral tratar de tener un hijo de superior calidad que correr el riesgo de reproducir servilmente las taras y defectos que puedan existir en la familia del esposo. Entretanto los teólogos pusieron manos a la obra. La IA fue justificada en términos de la rencarnación y de la teoría del karma. Los padres piadosos se sienten ahora felices al pensar que conceden a los hijos de su esposa una posibilidad de crearse un mejor destino para sí y para su posteridad.
— ¿Un mejor destino?
— Porque llevan en sí el plasma germinal de un mejor linaje. Y el linaje es mejor porque es la manifestación de un karma mejor. Tenemos un banco central de linajes superiores. Linajes superiores de todas las variedades de físico y temperamento. En el ambiente de ustedes la herencia de la mayoría de las personas jamás obtiene una buena posibilidad de ser trasmitida En la nuestra, sí. Y, de paso, tenemos los mejores registros genealógicos y antropométricos, que se remontan hasta la séptima década del siglo XVIII. Ya ve, entonces, que no trabajamos totalmente a ciegas. Por ejemplo, sabemos que la abuela materna de Gobind Singh era una médium de grandes dotes y que vivió hasta los noventa y seis años.
— Por lo tanto — dijo Shanta —, puede que en la familia tengamos un clarividente centenario. — El chiquillo volvió a eructar. Ella rió. — El oráculo ha hablado… y, como de costumbre, en tono muy enigmático. — Volviéndose a Vijaya, agregó —: Si quieres que el almuerzo esté a tiempo, será mejor que vayas a ocuparte de él. Rama me tendrá aquí otros diez minutos más.
Vijaya se puso de pie, posó una mano en el hombro de su esposa y con la otra frotó con suavidad la espalda morena del niño.
Shanta se inclinó y pasó la mejilla por la peluda cabeza del chiquillo.
— Es papá — susurró —. Buen papá, bueno, bueno… Vijaya le administró una palmadita final y luego se incorporó.
— Se preguntaba usted — dijo a Will — cómo nos entendemos tan bien con la fauna local. Se lo mostraré. — Levantó la mano. — Polly. Polly. — Cautelosa, la enorme ave pasó del hombro al índice extendido. — Polly es un buen pájaro — canturreó Vijaya —. Polly es un pájaro muy bueno. — Bajó la mano hasta que se estableció un contacto entre el cuerpo del loto y el del niño, y luego la movió con lentitud, pasando las plumas por el cuerpecito moreno, una y otra vez, una y otra vez. — Polly es un buen pájaro — repitió —, un buen pájaro.
El loro emitió una serie de risitas bajas; luego se inclinó desde el dedo de Vijaya en que estaba posado y picoteó con suma delicadeza la minúscula orejita del niño. — Un pájaro tan bueno — musitó Shanta recogiendo el estribillo —. Un pájaro tan bueno.
— El doctor Andrew descubrió la idea — dijo Vijaya — cuando trabajaba como naturalista en el Melampus. De una tribu de Nueva Guinea del norte. Un pueblo neolítico; pero, como ustedes, los cristianos, y como nosotros, los budistas, creían en el amor. Y. a diferencia de nosotros y ustedes, habían inventado algunas formas muy prácticas de llevar su creencia a la realidad. Esta técnica fue uno de sus descubrimientos más felices. Acaricie al niño mientras lo amamanta: eso duplica el placer que experimenta. Luego, mientras es amamantado y alimentado, preséntelo al animal o persona a quien quiere que ame. Frótele el cuerpo contra el de ellos; que haya un cálido contacto físico entre el niño y el objeto de amor. Al mismo tiempo, repita alguna palabra como «bueno». Al principio sólo entenderá el sonido de su voz. Más tarde, cuando aprenda a hablar, entenderá todo el significado. Alimento más caricia más contacto más «bueno» equivale a amor. Y amor es igual a placer, amor es igual a satisfacción.
— ¡Pávlov puro!