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— Que — agregó Will — me impresionó profundamente. Cuando pienso en mi educación religiosa… — Dejó la frase elocuentemente inconclusa.

— Bien, como decía — prosiguió Mr. Menon —, los adolescentes reciben ambos tipos de educación al mismo tiempo. Se los ayuda a experimentar su unidad trascendental con todos los demás seres sensibles, y al mismo tiempo aprenden, en sus clases de psicología y fisiología, que cada uno de nosotros tiene su propia singularidad constitucional, que cada uno es diferente de los demás.

— Cuando yo estaba en la escuela — declaró Will — los pedagogos hacían todo lo posible por borrar esas diferencias, o por lo menos por cubrirlas con el mismo ideal de fines de la era victoriana: el ideal del caballero anglicano erudito pero buen jugador de fútbol. Pero ahora dígame qué hacen ustedes con ese hecho de que todos son distintos de todos.

— Empezamos — dijo Mr. Menon — aquilatando las diferencias. ¿Quién o qué, en términos anatómicos, bioquímicos y psicológicos, es este niño? En la jerarquía orgánica, ¿qué tiene precedencia: su estómago, sus músculos o su sistema nervioso? ¿Cuan cerca se encuentra de los tres extremos polares? ¿Cuan armoniosa o inarmónica es la mezcla de sus elementos componentes, físicos y mentales? ¿Cuan grande es su deseo innato de dominar, o de ser sociable, o de retirarse dentro de su mundo interior? ¿Y cómo realiza sus operaciones de pensamiento, de percepción, de recuerdo? ¿Es un visualizador o un no visualizador? ¿Funciona su mente con imágenes o con palabras, con ambas a las vez o con ninguna? ¿Cuan cerca de la superficie se encuentran su facultad narrativa? ¿Ve el mundo como lo vieron Words-worth y Traherne cuando eran niños? Y en ese caso, ¿qué puede hacerse para impedir que la gloria y la frescura se disipen a la luz del día común? O, en términos más generales, ¿cómo podemos educar a los niños en el plano conceptual sin aniquilar su capacidad de intensa experiencia no verbal? ¿Cómo podemos reconciliar el análisis con la visión?

Y hay decenas de otras preguntas que podrían ser formuladas y contestadas. Por ejemplo, ¿el niño absorbe todas las vitaminas de su alimento, o es víctima de alguna deficiencia crónica que, si no se la reconoce y trata disminuirá su vitalidad, nublará su humor, le hará ver fealdad, sentir aburrimiento y pensar tonterías o malicias? ¿Y el contenido de azúcar de su sangre? ¿Y su respiración? ¿Y su postura, y la forma en que usa su organismo cuando trabaja, juega, estudia? Y además están todas las preguntas que se refieren a los dones especiales. ¿Muestra señales de tener cierto talento para la música, para la matemáticas, para el manejo de las palabras, para observar con exactitud y pensar con lógica y en forma imaginativa sobre lo que ha observado?

Y por último, ¿cuan sugestionable será cuando crezca? Todos los niños son buenos sujetos hipnóticos… Tan buenos, que cuatro de cada cinco de ellos pueden ser llevados a estados de sonambulismo. En los adultos la proporción se invierte. Cuatro de cada cinco no pueden ser llevados a un estado de sonambulismo. De cada cien niños, ¿cuáles son los veinte que crecerán y serán sugestionables hasta el sonambulismo?

— ¿Pueden descubrirlos por anticipado? — preguntó Will —. Y en caso afirmativo, ¿de qué sirve descubrirlos? — Podemos descubrirlos — respondió Mr. Menon —. Y es muy importante que los descubramos. Particularmente importante en su parte del mundo. Hablando en términos políticos, el veinte por ciento que puede ser hipnotizado con facilidad y hasta el límite es el elemento más peligroso de las sociedades de ustedes. — ¿Peligroso?

— Porque esas personas son las víctimas predestinadas del propagandista. En una democracia anticuada, precientífica, cualquier orador respaldado por una buena organización puede convertir a ese veinte por ciento de sonámbulos en potencia en un ejército de fanáticos dedicados a la mayor gloria y poder de su hipnotizador. Y bajo una dictadura los mismos sonámbulos en potencia pueden ser llevados a una fe implícita y movilizados como el duro núcleo del partido omnipotente. De modo que ya ve que es muy importante que toda sociedad que valore la libertad pueda descubrir a los futuros sonámbulos cuando todavía son jóvenes. Una vez descubiertos, se los puede hipnotizar y adiestrar en forma sistemática para que no sean hipnotizables por los enemigos de la libertad. Y al mismo tiempo, por supuesto, sería aconsejable que reorganizaran su orden social a fin de hacer difícil o imposible que los enemigos de la libertad surjan o tengan alguna influencia.

— ¿Que según supongo es la situación que existe en Pala?

— Precisamente — respondió Mr. Menon —. Y por eso nuestros sonámbulos en potencia no constituyen un peligro.

— ¿Y entonces por qué se molestan en descubrirlos por anticipado?

— Porque, si se lo utiliza en forma conveniente, ese don de ellos es valioso.

— ¿Para el control del destino? — preguntó Will recordando los cisnes terapéuticos y todas las cosas que había dicho Susila sobre oprimir los botones de uno mismo. El subsecretario sacudió la cabeza. — El Control del Destino no exige otra cosa que un trance hipnótico ligero. En la práctica casi todos son capaces de eso. Los sonámbulos en potencia constituyen el veinte por ciento que puede caer en un trance muy profundo. Y en ese trance profundo, y sólo en él, se puede llevar a una persona a deformar el tiempo.

— ¿Puede usted deformar el tiempo? — inquirió, Mr. Menon sacudió negativamente la cabeza.

— Por desgracia nunca pude ir muy a fondo. Todo lo que sé tuve que aprenderlo por el camino largo y duro. Narayan tuvo más suerte. Como pertenece al veinte ciento de los privilegiados, pudo tomar por todo tipo de atajos educacionales que estaban en absoluto…..

— ¿Qué tipo de atajos? — interrogó Will a la directora.

— Atajos de memorización — respondió éste, los cálculos, el pensamiento y la solución, se empieza por aprender a experimentar veinte como si fuesen diez minutos, un minuto como si fuese una hora. En el trance profundo es muy fácil. Se usan sugestiones del maestro y se permanece durante mucho, mucho tiempo. Cuando la despiertan, mira el reloj. Su experiencia de horas fue comprimida en cuatro minutos exactos de reloj.

— ¿Cómo?

— Nadie lo sabe — respondió Mr. Menon —. Pero todas esas anécdotas acerca de que los que están por ahogarse ven desarrollarse toda su vida en unos pocos segundos son ciertas en esencia. La mente y el sistema nervioso, o más bien algunas mentes y algunos sistemas nerviosos, son capaces de esa curiosa proeza; eso es todo lo que se sabe. Descubrimos ese hecho hace unos sesenta años, y desde entonces hemos venido explotándolo. Explotándolo, entre otras cosas, para fines educacionales.

— Por ejemplo — continuó Mrs. Narayan —, he aquí un tema matemático. En su estado normal usted necesita por lo menos media hora para resolverlo. Pero ahora desestima el tiempo, hasta el punto en que un minuto es equivalente subjetivo de treinta minutos. Entonces se dedica a la solución de su problema. Treinta minutos subjetivos… y está solucionado. Pero treinta minutos subjetivos no son un minuto de reloj. Sin la menor sensación de fatiga, ha estado trabajando a tanta velocidad con uno de esos jóvenes, velocísimos calculadores, que… de vez en cuando…. Futuros genios como Ampére, o futuros idiotas como Dase… Pero todos ellos, ¿quién sabe qué recurso interior de deformación del tiempo realizan?… en un par de minutos, una hora, y a veces en pocos segundos. Ya podrá imaginar lo que sucede cuando enemigos, con un Cociente de Inteligencia digno de un genio… ¡una persona capaz de deformar el tiempo! ¡Son fantásticos!

— Por desgracia — dijo Mr. Menon — no son muy comunes, en las últimas dos generaciones hemos tenido exactamente dos deformadores del tiempo de verdadera genialidad, y sólo cinco o seis que se les acercaban un poco. ¡De modo que no es extraño que vigilemos atentamente la aparición de sonámbulos en potencia!

— Bueno, por cierto que hacen muchas preguntas penetrantes a sus pequeños alumnos — declaró Will luego de un breve silencio —. ¿Y qué hacen cuando han encontrado las respuestas?

— Iniciamos la educación de acuerdo con ellas — contestó Mr. Menon —. Por ejemplo, formulamos preguntas sobre el físico y el temperamento de cada niño. Cuando tenemos las respuestas, seleccionamos a los más tímidos, hipersensibles e introvertidos, y los reunimos en un solo grupo. Luego, poco a poco, el grupo es ampliado. Primero introducimos en él unos pocos niños con tendencia a la sociabilidad indiscriminada. Luego uno o dos pequeños musculosos y musculosas: niños con tendencia a la agresividad y amor al poder. Hemos descubierto que es el mejor método, para hacer que los niños de los tres extremos polares lleguen a entenderse y tolerarse. Después de unos meses de convivencia cuidadosamente controlada, están en condiciones de admitir que personas con un tipo distinto dé constitución hereditaria tienen tanto derecho a existir como ellos.

— Y el principio — dijo Mrs. Narayan — es enseñado en forma explícita y aplicado de manera progresiva. En los grados inferiores realizamos la enseñanza en términos de analogías con animales familiares. A los gatos les agrada estar solos. A las ovejas les gusta estar juntas. Las martas son feroces y no pueden ser domesticadas. Los conejillos de Indias son amables y amistosos. ¿Eres una persona gato o una persona oveja, una persona conejillo de Indias o una persona marta? Hablamos de eso en forma de parábolas de animales, y aun los chicos más pequeños pueden entender el hecho de la diversidad humana y la necesidad de tolerancia mutua, de perdón recíproco.

— Y más tarde — prosiguió Mr. Menon —, cuando llegan a leer el Gita, les hablamos del vínculo existente entre la constitución y la religión. Las personas-ovejas y las personas-conejillos de Indias adoran el ritual, las ceremonias públicas y la emoción de los reavivamientos religiosos; sus preferencias temperamentales pueden ser dirigidas por el Sendero de la Devoción. A las personas-gatos les gusta estar solas, sus cavilaciones privadas pueden convertirse en el Sendero del Conocimiento de Sí Mismo. Las personas-martas quieren tirar cosas, y el problema consiste en cómo trasformar su enérgica agresividad en el Sendero de la Acción Desinteresada.

— Y el Sendero de la Acción Desinteresada fue el que vi ayer — observó Will —. El sendero que conduce a la tala de árboles y a la ascensión de montañas, ¿no es así?

— La tala de árboles y el escalamiento de montañas — dijo Mr. Menon — son casos especiales. Generalicemos y digamos que el camino hacia todos los Senderos pasa a través de la reorientación de la energía.

— ¿Qué es eso?

— El principio es muy sencillo. Se toma la energía engendrada por el miedo, la envidia o un exceso de noradrenalina, o por alguna ansia interior que en el momento dado está fuera de lugar; se la toma y, en lugar de usarla para hacer algo desagradable para algún otro, en lugar de reprimirla, con lo cual se hace algo desagradable para uno mismo, se la dirige en forma consciente por una vía en la cual pueda hacer algo útil, o, si no útil, por lo menos inofensivo.

— He aquí un caso sencillo — dijo la directora —. Un niño colérico o frustrado ha acumulado suficiente energía para un estallido de lágrimas, de lenguaje obsceno o de riña. Si la energía engendrada es suficiente para cualquiera de esas cosas, es suficiente también para correr o bailar; más que suficiente para cinco inspiraciones profundas. Más tarde le mostraré algo de esa danza. Por el momento limitémonos a las inspiraciones. Cualquier persona irritada que inspira cinco veces en forma profunda libera una gran proporción de tensión, con lo cual le resulta más fácil comportarse de modo racional. Entonces enseñamos a nuestros chicos toda clase de juegos respiratorios, que deben ser jugados cada vez que están furiosos o trastornados. Algunos de los juegos son competitivos. ¿Cuál de los dos antagonistas puede inspirar más profundamente y decir «OM» en la espiración durante más tiempo? Es un duelo que termina casi siempre con la reconciliación. Pero es claro que hay muchas ocasiones en que la respiración competitiva resulta fuera de lugar. Y entonces existe un jueguito que un niño exasperado puede jugar por sí mismo, un juego basado en las tradiciones locales. Todos los niños palaneses han sido educados en medio de leyendas budistas, y en la mayoría de esos piadosos relatos fantásticos alguien tiene una visión de un ser celestial. Un Bodhisattva, digamos, en un estallido de luces, joyas y arco iris. Y junto con la gloriosa visión hay siempre una olfacción igualmente gloriosa; los fuegos de artificio son acompañados por un perfume indeciblemente delicioso. Y bien, tomamos esas fantasías tradicionales — que se basan todas, ni falta hace decirlo, en experiencias visionarias reales del tipo provocado por el ayuno, las privaciones sensoriales o los hongos — y las ponemos a trabajar. Los sentimientos violentos, les decimos a los niños, son como los terremotos. Nos sacuden con tanta fuerza, que aparecen resquebrajaduras en la pared que separa nuestro yo personal de la naturaleza universal, compartida, de Buda. Uno se enoja, algo se resquebraja dentro de uno y a través de la grieta sale una bocanada del celestial aroma del esclarecimiento. Como la champaca, como el ilang-ilang, como las gardenias… sólo que infinitamente más maravilloso. De modo que no se pierdan esa celestialidad que han dejado en libertad por accidente. Eso sucede cada vez que se enojan. Inspiren, inhálenla, llénense los pulmones de ella.

— ¿Y lo hacen?

— Luego de unas semanas de aprendizaje, la mayoría de ellos lo hacen con naturalidad. Y, lo que es más, muchos de ellos perciben de veras el perfume. El antiguo «No» represivo ha sido traducido a un nuevo, expresivo y compensatorio «Sí». La energía potencialmente dañina ha sido reorientada hacia canales donde no sólo es inofensiva, sino que incluso puede llegar a ser útil. Y entretanto, por supuesto, hemos estado dándole al niño una educación, sistemática y graduada en forma cuidadosa, en lo referente a Ja percepción y al empleo adecuado del lenguaje. Se les enseña a prestar atención a lo que ven y oyen, y al mismo tiempo se les pide que adviertan en qué forma sus sentimientos y deseos afectan las experiencias que tienen del mundo exterior, y en qué forma sus costumbres de lenguaje afectan, no sólo sus sentimientos y deseos, sino incluso sus sensaciones. Lo que mis oídos y mis ojos registran es una cosa; lo que las palabras que utilizo y el talante en que me encuentro y los objetivos que persigo me permiten percibir, encontrar sentido y actuar en consonancia con ello es algo muy distinto. Ya ve, pues, que todo es unido en un solo proceso educacional. Les damos a los niños, simultáneamente, una educación para percibir e imaginar, una educación en fisiología y psicología aplicada, una educación en ética práctica y religión práctica, una educación en el empleo adecuado del idioma y una educación en materia de autoconocimiento. En una palabra, una educación de toda la mente-cuerpo en todos sus aspectos.

— ¿Qué relación — preguntó Will — tiene esta complicada educación de la mente-cuerpo con la educación formal? ¿Ayuda al niño a hacer sumas, a escribir con arreglo a las normas gramaticales, a entender la física elemental?

— Ayuda mucho — respondió Mr. Menon —. Una mente-cuerpo educada aprende con más rapidez que una no educada. Además, es más capaz de vincular los hechos con las ideas, y las dos cosas con su propia vida en desarrollo. — De pronto, y sorprendentemente (porque ese largo rostro melancólico le daba a uno la impresión de ser incompatible con expresión alguna de alegría más enfática que una simple sonrisa fatigada) estalló en una larga carcajada. — ¿Cuál es el chiste?

— Estaba pensando en dos personas que conocí la última vez que estuve en Inglaterra. En Cambridge. Una era un físico atómico, la otra un filósofo. Ambos altamente eminentes. Pero uno tenía una edad mental, fuera del laboratorio, de unos once años, y el otro era un devorador compulsivo de alimentos, con un problema de obesidad que se negaba a encarar. Dos ejemplos extremos de lo que sucede cuando se toma a un chico inteligente, se le endilgan quince años de la educación formal más intensiva y se descuida por completo todo lo que tenga que ver con la mente-cuerpo, que es la que debe realizar las tareas de aprender y vivir.

— ¿Y el sistema de ustedes, supongo, no produce ese tipo de monstruos académicos?

Él subsecretario sacudió la cabeza.

— Hasta que fui a Europa no había visto nada por el estilo. Son grotescamente graciosos — agregó —. Pero, ¡cielos, cuan patéticos! ¡Y, pobres, cuan curiosamente repulsivos!

— Ser patética y curiosamente repulsivos: ese es el precio que pagamos por la especialización.

— Por la especialización — convino Mr. Menon —, pero no en el sentido en que usan ustedes en general la palabra. La especialización en ese sentido es necesaria e inevitable. Sin especialización no hay civilización. Y si uno educa toda la mente-cuerpo junto con el intelecto utilizador de símbolos, ese tipo de especialización necesaria no produce mucho daño. Pero ustedes no educan la mente-cuerpo. La cura que tienen para el exceso de especialización científica consiste en unos cuantos cursos más de humanidades. ¡Excelente! Toda educación tendría que incluir cursos de humanidades. Pero no nos engañemos con el nombre. En sí mismas las humanidades no humanizan. No son más que otra forma de especializaron en el plano simbólico. Leer a Platón o escuchar una disertación sobre T. S. Eliot no educa a todo el ser humano; como los cursos de física o química, no hace más que educar al manipulador de símbolos y deja todo el resto de la mente-cuerpo viviente en su estado prístino de ignorancia e ineptitud. De ahí todas esas patéticas y repulsivas criaturas que tanto me asombraron en mi primer viaje al extranjero.

— ¿Y qué hay de la educación formal? — interrogó Will entonces —. ¿Qué hay de la indispensable información y de las necesarias habilidades intelectuales? ¿Las enseñan ustedes como nosotros?

— Las enseñamos como probablemente las enseñarán ustedes dentro de diez o quince años. Tomemos las matemáticas, por ejemplo. En el plano histórico, las matemáticas comenzaron con la elaboración de tretas útiles, se elevaron hacia la metafísica y finalmente se explicaron por sí mismas en términos de estructura y de trasformaciones lógicas. En nuestras escuelas invertimos el proceso histórico. Comenzamos con la estructura y la lógica; luego, pasando por alto la metafísica, pasamos de los principios generales a las aplicaciones particulares.

— ¿Y los niños entienden?

— Mucho mejor que cuando se empieza con las tareas utilitarias. Desde los cinco años en adelante casi cualquier niño inteligente puede aprender casi cualquier cosa, siempre que se la presenten en la forma adecuada. Lógica y estructura en forma de juegos y acertijos. Los niños juegan y entienden el asunto con increíble rapidez. Después de lo cual se puede pasar a las aplicaciones prácticas. Enseñado de esa manera, la mayoría de los chicos pueden aprender tres veces más, cuatro veces más a fondo, en la mitad del tiempo. O considere otro terreno en el que se pueden utilizar juegos para implantar una comprensión de principios básicos. Todo el pensamiento científico se desarrolla en términos de probabilidad. Las viejas verdades eternas no son más que un alto grado de probabilidad; las leyes inmutables de la naturaleza no son más que promedios estadísticos. ¿Cómo se pueden introducir estas nociones profundamente poco evidentes en la cabeza de los niños? Jugando a la ruleta con ellos, haciendo girar monedas y echando a suertes. Enseñándoles juegos con naipes, tableros y dados.

— Serpientes y Escaleras Evolutivas: ese es el juego más popular entre los pequeños — dijo Mrs. Narayan —. Otro gran favorito es las Felices Familias Mendelianas.

— Y un poco más tarde — agregó Mr. Menon — les hacemos conocer un juego más bien, complicado en el que intervienen cuatro personas con un mazo de sesenta naipes especialmente diseñados, divididos en tres series. Bridge psicológico, lo llamamos. La mano que uno recibe es cuestión de suerte, pero la forma en que la juegue depende de su habilidad, de su capacidad para mentir y de su colaboración con su socio.

— Psicología, mendelismo, evolución: la educación aquí parece ser demasiado biológica — comentó Will.

— Lo es — admitió Mr. Menon —. No ponemos el acento principal en la física y la química, sino en las ciencias de la vida.

— ¿Por cuestión de principio?

— No del todo. También por conveniencia y necesidad económica. No tenemos el dinero necesario para investigaciones en gran escala en los campos de la física y la química, y además no tenemos ninguna necesidad práctica de ese tipo de investigaciones: no nos hacen falta industrias pesadas que resulten más competitivas, ni armamentos más diabólicos, en el menor deseo de explorar la cara invisible de la luna. Sólo la modesta ambición de vivir como seres plenamente humanos, en armonía con el resto de la vida de esta isla, en esta latitud, en este planeta. Podemos tomar los resultados de las investigaciones de ustedes en física y química, y aplicarlos, si queremos o nos resulta posible, a nuestros propios fines. Entretanto nos dedicamos a la investigación que promete concedernos más utilidad: las ciencias de la vida y de la mente. Si los políticos de los nuevos Estados independientes tuviesen un poco de sensatez — agregó —, harían lo propio. Pero quieren demostrar que son fuertes; necesitan ejércitos, quieren ponerse a la altura de los adictos a la televisión, de los pueblos motorizados de Europa y Norteamérica. Ustedes no pueden elegir — prosiguió —. Están irremediablemente comprometidos a la física y la química aplicadas, con todas sus espantosas consecuencias, militares, políticas y sociales. Pero los países subdesarrollados no están comprometidos. No necesitan seguir el ejemplo de ustedes. Todavía están en libertad de seguir el camino que hemos seguido nosotros: el camino de la biología aplicada, el camino del control de la fertilidad y de la producción limitada y la industrialización selectiva que el control de la fertilidad posibilita, el camino que conduce hacia la dicha de adentro hacia afuera, pasando por la salud, por la conciencia, por el cambio de la actitud hacia el mundo; no hacia el espejismo de felicidad de afuera hacia adentro, pasando por los juguetes, las píldoras y las distracciones permanentes. Todavía pueden elegir nuestro camino, pero no quieren; quieren ser exactamente como ustedes, que Dios los ampare. Y como no pueden hacer lo que han hecho ustedes, por lo menos en el plazo que se han fijado, están condenados de antemano a la frustración y la desilusión, predestinados a la desdicha del derrumbe social y la anarquía, y luego a la desdicha de la esclavización por los tiranos. Es una tragedia en todo sentido predecible, y avanzan hacia ella con los ojos abiertos.