124269.fb2 La Nebulosa de Andromeda - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 8

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Pero la nueva ordenación de la vida se extendió ineluctablemente por toda la Tierra y los pueblos y razas más distintos se fundieron en una sola familia sensata y bien avenida.

Así había comenzado la Era de la Unificación Mundial (EUM), que constaba de los siglos de la Unión de los Países, de las Lenguas Heterogéneas, de la Lucha por la Energía y del Idioma Común.

La evolución social se aceleraba de continuo, y cada nueva época transcurría más de prisa que la anterior. El poder del hombre sobre la naturaleza progresaba a pasos de gigante.

En sus fantásticas utopías sobre un futuro espléndido, las gentes soñaban con que el hombre se liberaría gradualmente del trabajo. Los escritores pronosticaban que con una breve labor diaria de dos o tres horas, dedicadas al bienestar común, la humanidad se aseguraría todo lo necesario, y el tiempo restante sería de feliz asueto.

Estas figuraciones procedían de la aversión al trabajo penoso y obligado de la antigüedad.

Pronto, las gentes comprendieron que el trabajo era una dicha, lo mismo que la lucha incesante con la naturaleza, la superación de los obstáculos, la resolución de nuevas y nuevas tareas para el desarrollo de la ciencia y de la economía. Un trabajo en la plena medida de las fuerzas, pero creador, en consonancia con las aptitudes y los gustos innatos, multiforme y variable de vez en cuando, ¡eso era lo que necesitaba el hombre! El progreso de la cibernética, técnica de la dirección automática, junto a la amplia cultura general, el elevado nivel intelectual y la excelente preparación física de cada persona permitían cambiar de profesión, dominar rápidamente otras y variar hasta lo infinito de actividades laborales, encontrando en ellas una satisfacción cada vez mayor. La ciencia, en su expansión creciente, abarcaba toda la vida humana, y el creador gozo de descubrir nuevos secretos de la naturaleza era ya accesible a un enorme número de personas. El arte asumió un papel de primer orden en la educación social y en la estructuración de la vida. Así llegó la Era del Trabajo General (ETG), la más elevada de toda la historia de la humanidad, con sus siglos de la Simplificación de las Cosas, de la Restructuración, de la Primera Abundancia y del Cosmos.

El descubrimiento de la condensación de la electricidad que dio lugar a la creación de acumuladores de enorme capacidad y de motores eléctricos de reducidas dimensiones, pero de gran potencia, constituyó una gran revolución técnica de los tiempos modernos.

Anteriormente, ya se había conseguido, por medio de semiconductores, formar complejas redes de corrientes de baja tensión y construir máquinas cibernéticas de dirección automática. La técnica se convirtió en elevado arte de fina precisión, en obra de orfebres, que subordinaba a sí misma, al propio tiempo, gigantescas fuerzas en escala cósmica.

Mas la necesidad de dar todo a cada uno hizo que los cuidados de la vida cotidiana se simplificasen considerablemente. El hombre dejó de ser esclavo de las cosas, y la elaboración de detallados standars permitió crear toda clase de objetos y máquinas con un número de elementos constructivos relativamente pequeño, del mismo modo que las múltiples especies de organismos vivos están constituidas de células poco diversas; la célula, de albúminas; las albúminas, de proteínas, etcétera. Sólo con el cese del increíble despilfarro de alimentos que existía en los siglos anteriores, se aseguró el sustento a miles de millones de personas.

Todos los recursos de la sociedad que se gastaban antiguamente en la fabricación de ingenios de guerra, en el sostenimiento de enormes ejércitos que no hacían ningún trabajo útil, en la propaganda política y en falsos oropeles se dedicaron a organizar debidamente la vida y acrecentar los conocimientos científicos.

A una señal de Veda Kong, Dar Verter oprimió un botón y junto a la bella historiadora apareció un gran globo terrestre.

— Nosotros empezamos — prosiguió la conferenciante — por llevar a cabo un cambio completo en la distribución de las zonas habitables e industriales de nuestro planeta…

« Las franjas castañas que aparecen a lo largo de los treinta grados de latitud Norte y Sur señalan la ininterrumpida cadena de localidades urbanas, concentradas a orillas de los mares en las regiones templadas, donde no hay invierno. La humanidad ha dejado de gastar colosales energías en la calefacción de viviendas durante la estación invernal y en la confección de voluminosas prendas de abrigo. La población más densa está concentrada en el litoral del Mediterráneo, cuna de la cultura humana. La anchura de las zonas subtropicales se ha ¡triplicado, después de la fusión artificial de los hielos polares.

« Al Norte de la zona habitable septentrional se extienden vastísimas regiones de prados y estepas, donde pastan innumerables rebaños de animales domésticos.

« Al Sur (en el hemisferio boreal) y al Norte (en el hemisferio austral) había antes unas zonas de cálidos y secos desiertos, que actualmente han sido convertidos en vergeles.

Aquí se encontraban anteriormente las regiones de centrales termoeléctricas que recogían la energía solar.

« La producción de alimentos vegetales y la de madera se ha concentrado en los trópicos, donde es mucho más ventajosa que en las zonas frías. Hace ya tiempo, después de la obtención artificial de hidratos de carbono, azúcares producidos por medio de la luz solar y del ácido carbónico, que hemos dejado de cultivar la remolacha y la caña. La producción industrial barata de albúminas de primera calidad alimenticia todavía no está a nuestro alcance, por ello cultivamos aún plantas y hongos ricos en albúmina y tenemos en los océanos inmensos campos de algas de esta índole. Merced a un sencillo procedimiento de obtención artificial de grasas alimenticias, que hemos recibido por conducto del Gran Circuito, extraemos toda clase de vitaminas y hormonas del carbón de piedra, en cualquier cantidad. La agricultura del mundo nuevo ya no está precisada a abastecernos de todos los productos alimenticios, como ocurría en la antigüedad. La producción de azúcares, grasas y vitaminas es prácticamente ilimitada. Sólo para la obtención de albúminas contamos con inabarcables extensiones de tierra y mar. La humanidad se ha liberado hace tiempo del miedo al hambre, que atormentó a las gentes durante decenas de milenios.

« Una de las alegrías principales del hombre son los viajes, su afán de desplazarse, afición heredada de nuestros remotos antepasados, cazadores, que vagaban de un lado para otro en busca de su modesta pitanza. Ahora toda la Tierra está ceñida por la Vía Espiral que enlaza, por medio de puentes inmensos, tendidos a través de los estrechos, todos los continentes — y Veda fue señalando con el dedo una cinta de plata mientras hacía girar el globo terrestre —. Por la Vía Espiral circulan de continuo trenes eléctricos.

Centenares de miles de personas pueden ¡trasladarse con gran rapidez de la zona habitable a las regiones esteparias, campestres o montañosas, donde no hay ciudades fijas y solamente existen campamentos de especialistas en la cría de ganado, en el cultivo de los campos y en las industrias forestal y minera. La automatización completa de todas las fábricas y centrales energéticas ha hecho innecesaria la construcción de ciudades o grandes pueblos junto a ellas; allí no hay más que algunas casas para las contadas personas que prestan servicio de guardia: observadores, mecánicos y electricistas.

« La organización planificada de la vida ha puesto fin a la terrible carrera de las velocidades, a la fabricación de medios de transporte cada vez más rápidos. Por la Vía Espiral los trenes marchan a doscientos kilómetros por hora. Únicamente en casos de accidente se utilizan, para prestar socorro, aeronaves exprés que cubren en una hora millares de kilómetros.

« Hace unos centenares de años mejoramos notablemente la faz de nuestro planeta. En el Siglo del Desgajamiento se descubrió ya la energía atómica interna. Por aquel entonces se aprendió a liberar una parte ínfima de ella y a producir una descarga térmica, cuyos efectos mortíferos fueron utilizados inmediatamente como arma de guerra. Se acumularon grandes depósitos de terribles bombas que, posteriormente, se intentaron utilizar para la producción de energía. El gran peligro de las radiaciones y su pernicioso influjo sobre la vida no tardaron en advertirse, y ello dio lugar a que la vieja energética atómica quedase encerrada en estrechos límites. Casi simultáneamente los astrónomos descubrieron, mediante el estudio de la física de las estrellas lejanas, dos nuevos métodos de obtención de energía atómica interna — Qu y F — bastante más eficaces y que no dejaban ningún producto peligroso de desintegración.

« Nosotros empleamos esos dos métodos en la actualidad, mas para los motores de las astronaves se utiliza otra forma de energía nuclear: el anamesón, conocido al observar las grandes estrellas de la Galaxia por el Gran Circuito.

« Todos los viejos almacenes de materias termonucleares — isótopos radiactivos de uranio, torio, hidrógeno, cobalto y litio — se decidió destruirlos en cuanto fue hallado el medio de expulsar los productos de su desintegración fuera de la atmósfera terrestre. En el siglo de la Restructuración se hicieron soles artificiales, « suspendidos » sobre las regiones polares. Reduciendo considerablemente los casquetes de hielo que se habían formado en los polos en la época cuaternaria, cambiamos el clima de todo nuestro planeta. El agua de los océanos se elevó de nivel en siete metros. En cuanto a la circulación atmosférica, se redujeron bruscamente los frentes polares y disminuyeron los círculos de vientos alisios que desecaban las regiones desérticas en los límites de los trópicos. Casi cesaron por completo los huracanes y toda clase de turbulentas perturbaciones climatológicas.

« Las estepas cálidas llegaron hasta los paralelos sesenta y los prados y bosques de la zona templada rebasaron los 70 de latitud.

« La Antártida, liberada de hielos en las tres cuartas partes de su superficie, resultó ser el tesoro minero de la humanidad, pues guardaba intactas las riquezas del subsuelo, a diferencia de los otros continentes, donde habían sido muy mermadas a causa del derroche insensato de metales en las continuas guerras devastadoras. A través de la Antártida se consiguió cerrar el circuito de la Vía Espiral.

« Antes del cambio radical del clima, se habían abierto ya grandes canales y cortado las cadenas montañosas para equilibrar la circulación de las aguas y del aire. Bombas dieléctricas perpetuas ayudaron a irrigar incluso los desiertos de las altas mesetas del Asia.

« Las posibilidades de obtener productos alimenticios aumentaron en muchas veces, nuevas tierras se hicieron habitables. Los cálidos mares interiores empezaron a utilizarse para la obtención de algas ricas en albúminas.

« Las viejas naves interplanetarias, por peligrosas y frágiles que fueran, permitieron llegar a los planetas más cercanos de nuestro sistema. La Tierra fue rodeada de un cinturón de satélites artificiales desde los que los hombres estudiaron de cerca el Cosmos. Y entonces, hace cuatrocientos ocho años, ocurrió un acontecimiento tan importante, que marcó una nueva era en la existencia de la humanidad: la Era del Gran Circuito (EGC).

« Hacía mucho que el pensamiento humano venía luchando por lograr la transmisión de imágenes, sonidos y energía a larga distancia. Centenares de miles de sabios eminentes trabajaron en una institución que se sigue denominando hoy día Academia de Emanaciones Dirigidas, hasta que consiguieron la transmisión dirigida de energía a grandes distancias sin conductores de ningún género. Ello fue posible cuando hallaron el medio de eludir la ley que determina que el flujo de energía es proporcional al seno del ángulo de divergencia de los rayos. Entonces, haces de rayos paralelos permitieron establecer una comunicación permanente con los satélites artificiales y, por ende, con todo el Cosmos. La capa de atmósfera ionizada que protegía la vida venía siendo una eterna barrera para las transmisiones y recepciones de los espacios siderales. En tiempos muy remotos, a fines de la Era del Mundo Desunido, los hombres de ciencia terrestres habían establecido que potentes emanaciones radiactivas se precipitaban desde el Cosmos sobre la Tierra. En unión de la radiación general de las constelaciones y galaxias nos llegaban por el Gran Circuito llamamientos y mensajes del Cosmos, que se recibían intermitentes y confusos. En aquel tiempo no los comprendíamos todavía, aunque habíamos aprendido ya a captar esas enigmáticas señales que eran tomadas por radiaciones procedentes de materia muerta.

« El sabio Kam Amat, de origen indio, tuvo la idea de hacer experiencias en los satélites artificiales con receptores de imágenes. Realizando sus ensayos con infinita paciencia, durante decenas de años, halló nuevas y nuevas combinaciones de diapasones.

« Kam Amat captó al fin una emisión del sistema planetario de una estrella doble que llevaba de antiguo el nombre de la 61 del Cisne. En la pantalla apareció un ser no semejante a nosotros, pero indudablemente humano, y señaló a una inscripción hecha con símbolos del Gran Circuito. La inscripción no pudo ser descifrada hasta noventa años más tarde. Hoy, traducida a nuestra lengua terrestre, orna el monumento a Kam Amat.

Reza así: « ¡Un saludo a vosotros, hermanos, que habéis entrado en nuestra familia!

Separados por el espacio y el tiempo, ya nos hemos unido, merced a la razón, en el circuito de la gran fuerza. » « El lenguaje de símbolos, planos y mapas del Gran Circuito resultó ser fácilmente comprensible, dado el nivel de desarrollo de la sociedad humana. Al cabo de doscientos años pudimos ya mantener conversaciones, mediante las máquinas de traducir, con los sistemas planetarios de las estrellas más cercanas, así como recibir y transmitir verdaderos cuadros de la muy diversa vida de otros mundos. Recientemente, hemos recibido noticias de catorce planetas de Deneb, importante centro de vida de la constelación del Cisne, astro gigantesco, cuatro mil ochocientas veces más luminoso que el Sol y que se encuentra a ciento veintidós parsecs de la Tierra. La evolución del pensamiento, aunque siguiendo otro camino, ha alcanzado allí nuestro mismo nivel.

« En cuanto a los viejos mundos, los cúmulos globulares de nuestra Galaxia y la inmensa región habitada que rodea su centro, nos llegan de aquella inconmensurable lejanía extraños cuadros y escenas todavía incomprensibles para nosotros por no haber sido aún descifrados. Una vez grabados por las máquinas mnemotécnicas, son remitidos a la Academia de los Límites del Saber, institución científica que estudia los problemas nacientes de nuestra ciencia. Nos esforzamos en comprender este pensamiento, anterior al nuestro en varios millones de años, pero que se distingue poco de él, debido a la unidad de caminos en el desarrollo histórico de la vida, desde las formas orgánicas inferiores hasta los seres superiores, pensantes.

Veda Kong, se volvió de la pantalla, donde tenía clavados los ojos, como hipnotizada, y dirigió a Dar Veter una mirada interrogante. Éste le sonrió, asintiendo aprobatorio. Ella alzó con orgullo la cabeza y, tendiendo las manos hacia adelante, se dirigió de nuevo a sus desconocidos e invisibles oyentes que, dentro de trece años, recibirían sus palabras y verían su imagen:

« Ésta es nuestra historia, éste es el áspero, largo y complejo camino recorrido hasta remontar las cimas del saber. ¡Hermanos nuevos, unios a nosotros en el Gran Circuito para llevar a todos los confines del inabarcable Universo la poderosa fuerza de la razón, venciendo a la materia inerte, sin vida!

La voz de Veda vibraba triunfante, como si hubiera adquirido el vigor de todas las generaciones terrenas, capaces de hacer llegar sus pensamientos más allá de los límites de nuestra Galaxia, a otras islas astrales del Cosmos.

Oyóse un prolongado golpe de gong: Dar Veter había empujado la palanca, interrumpiendo la corriente transmisora de energía. La pantalla se apagó. En el transparente panel de la derecha continuaba iluminada la columna del canal conductor.

Veda, cansada y silenciosa, hecha un ovillo, se hundió en un gran sillón. Dar Veter invitó a Mven Mas a que se sentara ante el pupitre de comando e inclinóse sobre su hombro. En el completo silencio que reinaba, apenas se oía, de vez en cuando, el leve chasquido de las manijas. Inopinadamente, desapareció la pantalla de marco de oro y en su lugar abrióse una sima de profundidad inaudita. Veda Kong, que veía por vez primera aquel prodigio, no pudo contener una exclamación de asombro. Y en rigor, hasta a quienes conocían bien los secretos de la interferencia compleja de las ondas luminosas, que daban aquella amplitud y hondura de perspectiva, el espectáculo les parecía siempre maravilloso.

La oscura superficie de un planeta extraño se aproximaba, viniendo de muy lejos y aumentando de tamaño a cada segundo. Se trataba de un sistema extraordinariamente raro de estrella doble, en el que dos soles se equilibraban de manera que la órbita de su planeta resultaba ser regular y hacía posible la vida en éste. Ambos soles — uno anaranjado y el otro escarlata — eran más pequeños que el nuestro y alumbraban los hielos, que parecían rojos, de un mar congelado. Al borde de una meseta negra, entre enigmáticos reflejos violáceos, se divisaba un gigantesco y bajo edificio pegado a la tierra.

El rayo visual, clavándose en la azotea, pareció atravesar la techumbre, y todos vieron a un hombre de piel gris, ojos redondos, como los de las lechuzas, circundados de argentado plumón. Era de elevadísima estatura, pero muy delgado, con largas extremidades semejantes a tentáculos. Después de hacer una grotesca inclinación de cabeza, a modo de precipitado saludo, fijó en la pantalla sus ojos impasibles como dos objetivos y abrió una boca sin labios, tapada por una válvula de piel blanda, en forma de nariz. Inmediatamente, oyóse la armoniosa y dulce voz de la máquina de traducir:

— Habla Zaf Ftet, encargado de la información exterior, el sesenta y uno del Cisne. Hoy transmitimos para la estrella amarilla STL 3388+04ZhF… Transmitimos para…

Dar Veter y Yuni Ant cambiaron una mirada, mientras Mven Mas apretaba por un instante la mano de Dar Veter. Eran los llamamientos galácticos de la Tierra, mejor dicho, de nuestro sistema planetario solar, considerado en un tiempo por los observadores de otros mundos como un solo gran satélite que daba cada cincuenta y nueve años terrestres una vuelta alrededor del Sol. Durante este período se producía una vez la oposición de Júpiter y de Saturno, que desplazaba el Sol, visiblemente para los astrónomos, de las estrellas vecinas. En ese mismo error habían incurrido también nuestros astrónomos con respecto a numerosos sistemas planetarios, cuya existencia cerca de diversas estrellas había sido descubierta ya en tiempos remotos, Yuni Ant, con más premura que al comienzo de la emisión, comprobó el reglaje de la máquina mnemotécnica y las indicaciones de los aparatos OES que velaban celosamente por el buen funcionamiento.

La voz impasible del intérprete electrónico continuó diciendo:

— Hemos recibido perfectamente la emisión de la estrella… — y de nuevo se oyeron una serie de cifras y unos sonidos intermitentes —, de un modo casual, fuera de las horas en que emite el Gran Circuito. Ellas no han descifrado el lenguaje del Circuito y gastan energía en vano, lanzando sus mensajes en las horas de silencio. Nosotros les hemos contestado en el período de sus emisiones; los resultados serán conocidos dentro de unas tres décimas de segundo… — la voz se calló. Los aparatos de señales continuaron encendidos, a excepción del circulillo verde.

— Hasta ahora se desconocen las causas de estas interrupciones. Puede que se deban al famoso campo neutro de los astronautas que se interpone entre nosotros — explicó Yuni Ant a Veda.

— Tres décimas de segundo galáctico significa cerca de seiscientos años de espera — rezongó enfurruñado Dar Veter —. ¿Y qué falta nos hace eso?

— Por lo que yo he podido comprender, la estrella con la que han enlazado es la Épsilon del Tucán, constelación del cielo austral — terció Mven Mas — que está situada a noventa parsecs, lo que constituye casi el límite de nuestra comunicación permanente.

Más allá de Deneb no la hemos establecido aún.

— ¿No captamos acaso el centro de la Galaxia y los cúmulos globulares? — preguntó Veda Kong.