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Era evidente lo que había sucedido. El vehículo no llevaba pasajeros, iba en piloto automático, enviado desde algún punto desconocido del espacio-tiempo. El arranque había activado el detonador, para que la bomba llegase explotando. Aunque los agentes de la Patrulla podían señalar el punto exacto, no podían hacer nada para evitar el suceso.
¿Podría hacerlo una tecnología más avanzada que la suya… tal vez la de los danelianos? Everard imaginó un dispositivo colocado por anticipado que generase un campo de fuerza para contener la violencia de la explosión. Bien, no había sucedido, por lo que podía ser físicamente imposible. Pero era más probable que los danelianos no interviniesen, porque el daño había sido producido —los saboteadores podrían intentarlo de nuevo— y, por sí mismo, el juego del gato que persigue al ratón podía poner en peligro todo el continuo más allá de toda reparación. Se estremeció y preguntó:
¿Qué explicación darán los tirios?
—Nada dogmático —contestó Yacl Zorach—. No tienen nuestro eltanschauung. Para ellos, el mundo no está completamente gobernado por leyes de la naturaleza; es caprichoso, mutable, mágico.
Y en lo fundamental tienen razón, ¿no? Everard se estremeció n más.
—Cuando nada igual vuelva a ocurrir, las emociones se calmarán siguió diciendo—. Las crónicas que relaten el incidente se perderán; más, los fenicios no son muy dados a escribir crónicas. Pensarán e alguien hizo algo mal que provocó un rayo del cielo. No necesariamente un humano; podría ser una disputa entre los dioses. Por tanto, nadie se convertirá en chivo expiatorio. Después de una generación o dos, el incidente se olvidará, excepto quizá como parte de la tradición oral.
Chaim Zorach gruñó.
—Eso si los extorsionadores no hacen algo peor.
—Sí, déjame ver la nota de rescate —pidió Everard.
—Sólo tengo una copia. El original fue mandado al futuro para su estudio.
—Oh, claro, ya lo sé. He leído el informe del laboratorio. Tinta sepia sobre papiro, sin pistas. Encontrada ante tu puerta, probablemente arrojada desde otro saltador sin pasajeros que pasó por delante.
—Ciertamente así fue —le recordó Zorach—. Los agentes colocaron instrumentos para esa noche, y detectaron la máquina. Estuvo presente durante un milisegundo. Podrían haber intentado capturarla, pero ¿de qué habría servido? Evidentemente no aportaría ninguna pista. Y en cualquier caso, hubiese implicado montar un follón que hubiese despertado a todo el vecindario para ver lo que pasaba.
Sacó el documento para que Everard lo examinase. Como parte de sus instrucciones, el patrullero había visto una transcripción, pero esperaba que ver la letra real le sugiriese algo, lo que fuese.
Las palabras habían sido formadas con una pluma de caña contemporánea, empleada con bastante habilidad —eso implicaba que el autor conocía bien la época, lo cual ya era bastante evidente—. Eran de molde, no en cursiva, aunque había algunos toques floridos. Estaba escrita en temporal.
«A la Patrulla del Tiempo del Comité de Agrandamiento, saludos.» Al menos no soltaban esos rollos de pertenecer al Ejército Popular de Liberación Nacional, como los que daban arcadas a Everard a finales de su propio siglo natal. Aquellos tipos eran bandidos sinceros. A menos, por supuesto, que fingiesen serlo para ocultar mejor el rastro…
«Tras haber observado las consecuencias de una pequeña bomba enviada a un punto de Tiro elegido cuidadosamente, les invitamos a contemplar los resultados de un aluvión en toda la ciudad.»
Una vez más, con fuerza, Everard asintió. Sus oponentes eran astutos. La amenaza de matar o secuestrar a un individuo —digamos, al rey Hiram en persona— hubiese sido insignificante, si no huera. La Patrulla protegería a cualquier persona. Si de alguna forma un ataque tenía éxito, la Patrulla volvería atrás y se las arreglaría para que la víctima estuviese en otro sitio en el momento del asalto; haría que el suceso fuese un «no sucedido». Claro, eso implicaba riesgos que no eran agradables de aceptar, y en el mejor de los casos requeriría mucho trabajo para asegurarse de que el futuro no fuese afectado por la operación de rescate en sí. Sin embargo, la Patrulla podría actuar y lo haría.
Pero ¿cómo se trasladaba a un lugar seguro toda una isla llena de edificios? Podrías, quizá, evacuar a la población. La ciudad tendría que quedarse. Después de todo no era físicamente grande, independientemente de su envergadura histórica… unas veinticinco mil personas apretadas en cincuenta y seis hectáreas. Unas cuantas toneladas de explosivo de alta potencia la dejarían en ruinas. Y la devastación ni siquiera tenía que ser completa. Después de una manifestación tan aterradora de furia sobrenatural, nadie volvería allí. Tiro se desmoronaría, convertida en ciudad fantasma, mientras que todos los siglos y milenios, todos los seres humanos y sus vidas y civilizaciones que había ayudado a producir… serían menos que fantasmas.
Everard volvió a estremecerse. No me digas que no existe el mal absoluto —pensó—. Estas criaturas…, se obligó a seguir leyendo:
«… el precio de nuestra indulgencia es bastante razonable, simplemente un poco de información. Deseamos los datos necesarios para construir un trasmutador Trazon de materia … »
Cuando se desarrollaba ese dispositivo, durante el Tercer Renacimiento Tecnológico, la Patrulla se había manifestado secretamente a sus creadores, aunque ellos vivían en el futuro de su fundación. Por todo el futuro posterior, su uso —el mismo conocimiento de su existencia, y más aún la forma de fabricarlo— se había restringido duramente. Cierto, la habilidad de convertir cualquier objeto material, simplemente un montón de tierra, en otro, ya fuese una joya, una máquina o un cuerpo vivo, podría haber producido riquezas ¡limitadas para toda la especie. El problema era que con igual facilidad podían producirse cantidades ¡limitadas de armas, venenos o átomos radioactivos…
«… emitirán los datos en forma digital desde Palo Alto, California, Estados Unidos de América, durante las veinticuatro horas del viernes, 13 de junio de 1980. La banda a emplear… el código digital… El acuse de recibo será la existencia continuada de su propia línea temporal … »
Eso también era inteligente. El mensaje no era algo que pudiese recibirse de forma accidental por los nativos, pero la actividad electrónica en Silicon Valley era tan grande que eliminaba cualquier posibilidad de localizar un receptor.
«…No emplearemos el dispositivo en el planeta Tierra. Por tanto la Patrulla del Tiempo no debe temer que al ayudarnos esté comprometiendo su Primera Directiva. Al contrario, no tienen otra forma de sobrevivir, ¿no?
«Nuestros saludos y esperanzas.»
Sin firma.
—No lo emitirán, ¿no? —preguntó Yael en voz baja. Entre las sombras de la habitación, sus ojos relucían enormes. Tiene hijos en el futuro —recordó Everard— Ellos se desvanecerían con su mundo.
—No —dijo.
—¡Pero sigue existiendo la realidad! —soltó Chaim—. Viniste aquí, desde el futuro de 1980. Así que debemos haber atrapado a los criminales.
El suspiro de Everard pareció dejarle un rostro de dolor en el pecho.
—Sabes que no es así —dijo con tono neutro—. La naturaleza cuántica del continuo… si Tiro explota, bien, aquí estaremos, pero nuestros antepasados, vuestros hijos, todo lo que conocíamos, no. Será una historia completamente diferente. Que lo que quede de la Patrulla pueda restaurarla, evitar de alguna forma el desastre, es Problemático. Yo diría que improbable.
—Pero ¿entonces qué ganarían esos criminales? —La pregunta salió con furia, casi como un alarido.
Everard se encogió de hombros.
—Supongo que cierta satisfacción salvaje. La tentación de jugar a Dios está en todos nosotros, ¿no? Y no anda muy lejos la tentación de jugar a Satán. Además, se cuidarán de estar en el pasado cuando se produzca la destrucción; seguirán existiendo. Tendrán una buena posibilidad de convertirse en amos del futuro cuando sólo queden fragmentos de la Patrulla para oponérseles. O, como mínimo, se divertirán mucho intentándolo.
En ocasiones yo mismo me he sentido irritado por las restricciones. «¡Ah, Amor! ¿podríamos tú y yo conspirar con el destino para comprender en su totalidad este desastroso estado de cosas?»…
—Además —añadió—, es concebible que los danelianos revocasen la orden y ordenasen la entrega del secreto. Yo podría volver a casa para encontrar que ese aspecto del mundo ya no era igual. Una variación trivial en lo que se refiere al siglo XX, sin que afectase a nada apreciable.
—¿Pero en siglos posteriores? —dijo la mujer.
—Sí. Sólo tenemos la palabra de la banda de que confinarán sus atenciones a planetas en el futuro lejano y lejos del Sistema Solar. Me apuesto lo que sea a que esa palabra no vale nada. Dadas las capacidades del transmutador, ¿por qué no iban a jugar en la Tierra? Siempre será el planeta humano, y no veo cómo podría detenerlos la Patrulla.
—¿Quiénes son? —susurró Chaim—. ¿Tienes alguna idea?
Everard bebió whisky y fumó, como si el calor pudiese pasar de su lengua a su espíritu.
—Demasiado pronto para saberlo, en mi línea de mundo personal… o la vuestra. Está claro que vienen del futuro, pero lejos de la Era de la Unidad que precede a los danelianos. En el curso de muchos milenios era evidente que la información sobre el transmutador acabaría filtrándose… lo suficiente para darle a alguien una idea clara del dispositivo y de lo que puede hacer. Ciertamente él y sus compañeros son bandidos sin escrúpulos; no les importa nada que su acción amenace con eliminar la sociedad que les dio la vida, y a toda persona viva que conociesen. Pero no creo que sean, digamos, neldorianos. Esta operación es demasiado sofisticada. El enemigo debe de haber empleado mucho tiempo vital, mucho esfuerzo, para llegar a conocer el ambiente fenicio y establecer que efectivamente es un nexo.
»El cerebro organizador debe de tener el nivel de un genio. Pero con un toque de infantilismo… ¿notasteis la fecha, viernes trece? Igualmente eso de realizar un acto de sabotaje prácticamente en la puerta de al lado. El MO, y que se me reconociese como patrullero… eso sugiere, ¿Merau Varagan?
—¿Quién?
Everard no contestó. Siguió murmurando, principalmente para sí:
—Podría ser, podría ser. No es que sea de mucha ayuda. La banda hizo sus deberes, en el pasado de hoy, está claro… sí, querrían una línea base informativa que cubriese varios años. Y no hay suficiente personal en este puesto. No lo hay en toda la maldita Patrulla. —Sin que importe la longevidad de un agente, tarde o temprano algo nos atrapará a cada uno de nosotros. Y no volvemos para cancelar la muerte de nuestros camaradas, ni para verlos de nuevo mientras vivían, porque eso podría provocar una turbulencia en el tiempo, que creciera hasta convertirse en un torbellino; y si no, sería demasiado cruel para nosotros—. Podemos detectar la llegada y partida de vehículos temporales, si sabemos dónde y cuándo apuntar nuestros instrumentos. Así es como la banda posiblemente descubrió que éste es un cuartel de la Patrulla, eso si no lo hicieron de forma rutinaria disfrazados de visitantes normales.
O podrían haber entrado en esta era por otro sitio y llegado por transporte normal, con el aspecto de incontables otras personas contemporáneas, de la misma forma que lo intenté yo.
»No podemos examinar cada parte del espacio-tiempo local. o tenemos los hombres, ni nos atreveríamos a producir la alteración que tanta actividad podría causar. No, Chaim, Yael, tendremos que encontrar algunas claves por nosotros mismos, para reducir la búsqueda. Pero ¿cómo? ¿Por dónde empezamos?
Habiéndose quedado sin tapaderas, Everard aceptó la oferta de Zorach de una habitación de invitados.
Allí estaría más cómodo que en una posada, y más cerca de cualquier dispositivo que pudiese necesitar. Sin embargo, también estaría apartado de la vida real de la ciudad.