129339.fb2
(Hermosa frase, pensó Loren. ¿La habrá acuñado él?)
— Creo que todos coincidimos, en nuestras mentes y corazones, que la propuesta de quedarnos en Thalassa es sumamente atractiva. Pero debemos tener en cuenta los siguientes hechos:
»Los presentes sumamos ciento sesenta y un tripulantes. ¿Qué derecho tenemos a tomar una decisión irrevocable en nombre de un millón de personas en hibernación?
»¿Y qué decir de los habitantes de Thalassa? Algunos sugieren que nuestra presencia les será provechosa. ¿Es así, realmente? Parecen muy felices con su modo de vida. Pensemos en nuestro entrenamiento, en el objetivo al que nos consagramos años atrás. ¿Quién puede imaginar que un millón de personas como nosotros podría integrarse en la sociedad de Thalassa sin sumirla en el caos?
»Además existe el problema del deber. Varias generaciones de hombres y mujeres se sacrificaron para posibilitar esta misión y brindarle así a la humanidad mayores probabilidades de sobrevivir. Lo único que nos permite evitar la catástrofe es alcanzar la mayor cantidad posible de soles. Ya hemos visto el efecto de un volcán thalassiano: ¿quién sabe lo que sucederá en los próximos siglos?
»Algunos hablan con mucha ligereza de recurrir a la ingeniería tectónica para ganarle tierra al mar, crear espacio para la nueva población. Permítanme recordarles que esa disciplina nunca llegó a ser una ciencia exacta, a pesar de miles de años de investigaciones y descubrimientos. ¡Recuerden la catástrofe de la placa de Nazca en el 3175! Eso de jugar con las fuerzas acumuladas en el centro de Thalassa me parece una locura.
»Con eso está todo dicho. Hay una sola decisión posible. Debemos permitir que los thalassianos cumplan con sus propios destinos; nosotros seguiremos adelante hasta Sagan 2.
La salva de aplausos no sorprendió a Loren. Lo que interesaba saber era ¿quiénes no aplaudían? Por lo que pudo ver, los asistentes se habían dividido en dos bandos prácticamente iguales. Claro que posiblemente algunos aplaudían la elocuencia del orador, no el contenido de su discurso.
— Gracias, teniente Elgar — dijo el moderador Kaldor —. Agradecemos, sobre todo, su brevedad. ¿Quién desea expresar una opinión contraria?
Sobrevino un murmullo inquieto, seguido de un profundo silencio. Pasó un minuto, luego comenzaron a aparecer frases en la pantalla.
002. TENDRÍA EL CAPITÁN LA AMABILIDAD DE INFORMAR LA PROBABILIDAD DE ÉXITO DE LA MISIÓN.
003. SUGIERO SE DESPIERTE A UNA MUESTRA REPRESENTATIVA DE LA TRIPULACIÓN DORMIDA PARA SOLICITAR SU OPINIÓN.
004. PROPONGO SOLICITAR LA OPINIÓN DE LOS THALASSIANOS. ÉSTE ES SU PLANETA.
La computadora recibía los mensajes de los asambleístas y los registraba en el mayor secreto e imparcialidad. En dos milenios nadie había podido inventar un método más efectivo para obtener una muestra de opiniones y arribar a un consenso. Desde distintos lugares de la nave — y de Thalassa — hombres y mujeres escribían sus mensajes con los siete botones de sus tableros manuales. El primer conocimiento adquirido por los niños era el que les permitía realizar las combinaciones necesarias sin siquiera pensar en ello.
Loren echó un vistazo al auditorio y comprobó que casi todos tenían las manos a la vista. Nadie mostraba esa mirada perdida, típica del que trasmite un mensaje desde un tablero oculto. Sin embargo, había muchos mensajes:
015. PROPONGO UN ACUERDO. LOS QUE QUIERAN PERMANECER AQUÍ, QUE LO HAGAN. LA NAVE SEGUIRÁ ADELANTE.
— Ese no es el tema de esta discusión — dijo el moderador —. De todas maneras queda registrado.
— Quiero responder a cero cero dos — dijo el capitán Bey, y se interrumpió al recordar que debía solicitar la palabra al moderador. Luego prosiguió: — La probabilidad estimada es de un noventa y ocho por ciento. Casi diría que nuestras probabilidades de llegar a Sagan 2 son mayores que las de estas islas de permanecer a flote.
021. APARTE DE KRAKAN, RESPECTO DEL CUAL NO ES MUCHO LO QUE SE PUEDE HACER, LOS THALASSIANOS NO TIENEN PROBLEMAS SERIOS QUE ESTIMULEN SU CREATIVIDAD. TAL VEZ HABRÍA QUE CREARLOS. — KNR
¿De quién eran esas iniciales? De Kingsley Rasmussen, claro. No tenía motivos para buscar el anonimato. Esa idea se les había ocurrido a casi todos.
022. YA LES HEMOS SUGERIDO QUE REPAREN LA ANTENA DE LARGO ALCANCE EN KRAKAN PARA MANTENERSE EN CONTACTO CON NOSOTROS. — RMM
023. ESO LES LLEVARÁ DIEZ AÑOS COMO MÁXIMO. — KNR.
— Caballeros — dijo Kaldor con fastidio —, no nos apartemos del tema.
¿Tengo algo que decir?, se preguntó Loren. No, en esta ocasión me limitaré a ser un espectador; hay demasiados bandos. Tarde o temprano tendré que optar entre el deber y la felicidad. Por ahora no.
— Me sorprende que nadie tenga nada que agregar, tratándose de un tema tan importante — dijo Kaldor, después de dos minutos durante los cuales no aparecieron mensajes en la pantalla. Dejó pasar un minuto más: — Bien, tal vez prefieran proseguir esta discusión informalmente. Hoy no habrá votación, pero en las próximas cuarenta y ocho horas podrán registrar sus opiniones como de costumbre. Gracias.
Miró al capitán Bey, quien se había puesto de pie con rapidez, sin tratar de ocultar su enorme alivio.
— Gracias, doctor Kaldor. Se levanta la asamblea.
Miró a Kaldor con preocupación: éste miraba la pantalla como si la viera por primera vez.
— ¿Se siente mal, doctor?
— No, capitán, estoy bien. Acabo de recordar algo importante.
En efecto. Una vez más pudo maravillarse de los métodos tortuosos de la mente subconsciente.
Era el mensaje 021: «Los thalassianos no tienen problemas serios».
Acababa de comprender el significado de Kilimanjaro.
Perdóname, Evelyn, ha pasado mucho tiempo desde que hablé contigo por última vez. ¿Significa que tu recuerdo se desvanece en mi mente a medida que el futuro absorbe mi energía y atención?
Eso creo, y debería alegrarme. Solías decir que el exceso de nostalgia es una enfermedad. Es cierto, pero mi corazón se niega aceptar esa triste verdad.
Las últimas semanas han sido muy agitadas. La nave ha contraído lo que yo llamo, el «síndrome de Motín a bordo». Deberíamos haberlo previsto, y en realidad hablábamos de ello, pero sólo en broma. Ahora se ha vuelto realidad, aunque el asunto no es demasiado serio. Al menos, eso espero.
Algunos tripulantes quieren quedarse en Thalassa — lo cual es perfectamente comprensible — y lo han dicho con franqueza. Otros quieren que la misión termine aquí y olvidemos a Sagan 2. No conocemos la fuerza numérica de esta fracción, porque no ha salido del anonimato.
Cuarenta y ocho horas después de la asamblea se realizó la votación. Fue, desde luego, secreta, pero no sé hasta qué punto podemos fiarnos de los resultados. Ciento cincuenta y un votos a favor de seguir adelante; 6 a favor de terminar la misión aquí; 4 indecisos.
El capitán Bey se declaró satisfecho. Piensa que la situación está controlada, pero va a tomar algunas disposiciones. Comprende que a medida que se prolonga la estadía, aumentan las presiones a favor de permanecer aquí. No le importa que haya algunos desertores: «Si quieren abandonar la nave, yo no quiero retenerlos», dice. Pero le preocupa la posibilidad de que cunda la desmoralización.
Ha acelerado la construcción del escudo. Ahora que el sistema es totalmente automático y marcha sobre rieles, alzaremos dos copos por día en lugar de uno. Todavía no se ha anunciado la medida; espero que no habrá protestas de parte de los neothalassianos ni de nadie.
Quiero hablarte de otro asunto. Tal vez no tenga importancia, pero me resulta fascinante. ¿Recuerdas que solíamos leer en voz alta cuando nos conocimos? Era una forma maravillosa de aprender cómo vivía y pensaba la gente miles de años atrás, antes de que existieran las grabaciones sensoriales y el video.
Bien, aunque yo no lo recordaba conscientemente, una vez me leíste un cuento acerca de una gran montaña africana que tenía un nombre extraño, Kilimanjaro. Consulté el archivo de la nave, ahora comprendo por qué recordé ese nombre.
Resulta que cerca del pico de la montaña, en la zona de las nieves eternas, había una caverna. Y en esa caverna hallaron el cuerpo congelado de un gran felino depredador, un leopardo. Todo un misterio: nadie jamás supo explicar por qué se hallaba el leopardo ahí, tan lejos de su hábitat natural.
Tú sabes, Evelyn, que siempre me he sentido orgulloso de mi poder de intuición. Algunos me tachaban de vanidoso. Creo que de eso se trata.
En varias ocasiones se ha descubierto la presencia de una enorme y poderosa criatura marina, muy lejos de su habitat natural. Hace poco atraparon un ejemplar; es una especie de enorme crustáceo, como los escorpiones marinos que hubo antiguamente en la Tierra.
No sabemos si son inteligentes, aunque tal vez ese problema no tenga sentido en este caso. Pero poseen una elevada organización social y una tecnología primitiva... bueno, quizá sea exagerado hablar de tecnología. Por lo que hemos descubierto hasta el momento, no son más hábiles que las abejas, hormigas o comejenes, pero operan en una escala incomparablemente mayor.
Lo más importante es que han descubierto el metal. Hasta el momento sólo lo usan como adorno, y no saben producirlo, sólo robarlo a los thalassianos. Lo han hecho en varias ocasiones.
Hace poco un escorpio se introdujo en la planta de producción de hielo a través de una canaleta. En un primer momento se pensó que buscaba alimento. Pero el alimento no escasea en su habitat, a más de cincuenta kilómetros de distancia.
Quiero saber por qué el escorpio se alejó de su hogar; intuyo que la respuesta será de gran importancia para los thalassianos.