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LORIMER fruncía el entrecejo al leer las cartas que ella había mecanografiado la tarde siguiente, cuando Charles entró en la oficina para recogerla. Se puso sombrío mientras miraba de Charles a Skye, que había tenido un cuidado especial con su apariencia ese día.
– ¿Vas a salir?
– Ya son las cinco y media -señaló Skye con dulzura. Ella había hecho una gran demostración al saludar a Charles, contenta de que Lorimer estuviera ahí para anotar que no tenía ojos para nadie más.
Estaba furiosa consigo misma por enamorarse de Lorimer. ¿Por qué había permitido que sucediera? Él no la había alentado, al contrario, había dejado muy claro que las chicas como ella no le interesaban… ¡Y se había comprometido con Moira! Eso hizo que Skye se sintiera todavía más enfadada. ¿Por qué se molestó en contarle todo sobre la separación de sus padres? Cuando pensaba en lo compasiva que se sintió, lo comprensiva, se sentía arder de humillación. Lorimer no necesitaba ni su compasión ni su comprensión. Tenía a Moira para que lo consolara de su pasado infortunio. Skye estaba convencida de que él debió imaginar cómo se sentía ella. ¿Eran sus sentimientos tan obvios? ¿Todavía lo eran?
El orgullo era lo único que mantenía a Skye. Era el primer día de diciembre y le faltaban sólo tres semanas para terminar. No iba a rendirse ahora.
Así que brindó a Lorimer la brillante sonrisa de una chica sin una sola preocupación en el mundo y dejó que Charles la ayudara a ponerse el abrigo.
Charles estaba decidido a mostrarse encantador y llevó a Skye a un restaurante caro y la cubrió de cumplidos, que la dejaron absolutamente fría. No podía comprender por qué se comportaba así con ella. La última vez que lo vio, en la fatal cena con los Fleming, él no se molestó en ocultar su disgusto por su comportamiento y ahora ahí estaba, colmándola de atenciones.
– Espero que podamos vernos más cuando regresemos a Londres -dijo Charles al llenarle la copa de nuevo.
Al pensar en Londres, o en cualquier lugar sin Lorimer, Skye sentía frío.
– Entonces, ¿te vas de Edimburgo pronto?
– Tan pronto como pueda -Charles se inclinó de forma confidencial-. La verdad es que estoy pensando en cambiarme de empleo, pero necesito estar seguro de que mi reputación me precede. Y para eso necesito que se conozca mi nombre en los círculos adecuados.
– Yo creía que te gustaba trabajar para Fleming.
– Es un buen tipo, pero demasiado precavido. Pierde el gran filón y lo sabe y ésa es una de las razones de que me trajera aquí, para enseñarle a su oficina en Escocia cómo tirar a matar.
Era un término horrible, reflexionó Skye, incapaz de creer ahora que había sido ese rasgo frío y despiadado de Charles, lo que una vez le pareció tan atractivo. Él, solícito, se inclinó y cubrió su mano con la suya.
– Te veo diferente, Skye. Estás más callada -bajo su voz significativamente-. Más atractiva.
Skye retiró su mano. No podía soportar a nadie excepto a Lorimer.
– Sólo estoy un poco cansada. No he pasado un buen fin de semana.
– Traté de llamarte el sábado pero tu compañera de piso me dijo que estabas fuera con Lorimer -la voz de Charles sonó muy casual-. ¿Qué estuvisteis haciendo?
– Fuimos a Galloway para buscar un lugar; para el nuevo campo y el hotel. Tú debes saberlo. Carmichael & Co. están en el negocio.
– ¡Oh, sí! -aceptó Charles-. Después de todo yo no he tenido mucho que ver con ese trato. Yo iba a tomar las negociaciones de manos de Fleming, pero tengo la impresión que Lorimer me hizo a un lado. Está arriesgando mucho en este nuevo hotel, pero haría mejor si fuera a donde está el dinero. Yo le sugerí algunos proyectos muy lucrativos de los que no quiso saber nada -de pronto le sonrió a Skye que pensó que quizá había imaginado la expresión vengativa de sus ojos-. ¡Él se lo pierde! Si desea arriesgar todo en su proyecto favorito, ése es su problema. Fleming me ha dicho que ya ha escogido un lugar… ¿Cuál es el nombre de la casa?
– Glendorie House.
– ¡Ah, sí! Eso es. ¿Entiendo que todo va de acuerdo a lo planeado?
Skye asintió y se sintió complacida de que él deseara charlar sobre negocios.
– Ahora sí. Obtuvimos el terreno extra para el campo de golf en el que Fleming insistía tanto y Lorimer está a punto de cerrar el trato con los dueños de la casa. No había ningún problema. Los Buchanan quieren vender, y están deseando cerrar el trato.
– Ya veo -Charles parecía pensativo, pero después de un momento, cambió de tema hacia lo que haría tan pronto como regresara a Londres.
Skye se sintió aliviada cuando la cena terminó. Charles había dejado caer comentarios sugestivos conforme progresaba la velada y ella ansiaba estar sola. Trató de llamar un taxi, pero Charles insistió en llevarla a casa en su coche y al final se rindió. Cuanto antes regresara al piso, antes podría encerrarse en su cuarto y llorar hasta dormirse.
Pronto deseó no haber aceptado su ofrecimiento. Charles seguía poniendo su mano sobre el muslo de ella sin importar lo lejos que se retirara y cuando detuvo el coche frente a su portal, se lanzó sobre ella antes de que tuviera tiempo de salir.
– Vamos, Skye -expresó burlón cuando ella luchó-. No hay necesidad de jugar estos juegos. ¿Crees que no noté lo mucho que trabajaste para obtener mi atención en Londres? ¡Entonces no habrías puesto objeciones!
– He cambiado -afirmó Skye.
– Sí, has cambiado y me gustas mucho más así -Charles se inclinó más cerca y su aliento caliente rozó su rostro-. Después de todo mereces una recompensa por haberme seguido hasta Edimburgo -él le alzó el rostro y la besó con torpeza.
Una voz fría en el fondo de su mente le dijo a Skye que ella se había buscado eso antes de que la ira viniera en su ayuda y pudiera apartarse. Tambaleante salió del coche y prácticamente corrió para cruzar el camino hasta la otra acerca donde se detuvo de repente, como si hubiera chocado contra una pared de ladrillo.
Lorimer la esperaba al otro lado con el rostro torcido por el desdén.
– ¿Qué sucede? ¿No es Charles lo suficientemente caballeroso como para quedarse a comprobar que subes a salvo la escalera oscura o no se dejó embaucar con esa farsa?
– ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Skye sin aliento.
– Mi coche está aparcado aquí. Iba a recogerlo cuando me encontré con esa escena de pasión desenfrenada en el coche de Charles. Parece que al fin has hecho algún progreso con él.
– Sí, practiqué mucho en Kielven -lanzó, furiosa con él, furiosa consigo misma por interesarse a pesar de lo que él pensaba. Después de todo, eso era lo que ella quería que él pensara, pero su victoria de pronto le pareció angustiosa.
– Me complace saber que te he sido de utilidad -dijo con amargura y se dio vuelta para perderse en la noche.
Hubo veces en esa semana en que Skye se preguntaba si valía la pena pasar un purgatorio cada día en la oficina. Lorimer sólo le hablaba cuando era absolutamente necesario. Sabía que sería más fácil para ambos si ella se iba, pero no podía resignarse a decirle adiós. A pesar de la horrible atmósfera y la dura y desdeñosa expresión de su rostro, todavía lo amaba. Todavía deseaba rodearlo con sus brazos y respirar el aroma limpio de su piel. Deseaba presionar sus labios en su garganta y apoyarse en él y escucharlo decir que nunca la dejaría ir.
El viernes, Lorimer anunció que Angus Buchanan lo había llamado por teléfono para invitarlos a Glendorie para comer al lunes siguiente.
– Le dije que no había necesidad de que tú fueras, pero ellos insistieron en que querían verte, así que dije que te llevaría conmigo.
Los Buchanan los esperaban. Parecían muy preocupados.
– Tuvimos la visita de un joven llamado Charles Ferrars el sábado -dijo Angus tan pronto como se acomodaron en la sala y los perros contentos a los pies de Skye-. Nos dijo que representaba a los inversionistas y que te estaban retirando el respaldo, aunque no dijo por qué, sólo que eso no nos afectaría ya que ellos nos comprarían la casa directamente -Angus parecía más viejo ese día-. Nos ofreció una cantidad más baja de la que habíamos acordado contigo, Lorimer, pero dijo que era lo más que obtendríamos. De acuerdo con él, tú no estarás en posición de comprar nada una vez que su firma retire su inversión.
– También dijo que un hotel aquí no sería lucrativo -intervino Isobel Buchanan-. El pensaba que habría más dinero en algún tipo de parque -miraba a Lorimer asombrada-. En realidad no comprendimos, pensamos que todo estaba acordado. ¿Qué sucede?
– No lo sé -un círculo blanco rodeaba la boca de Lorimer-, pero voy a investigarlo -se levantó-. No nos quedaremos a comer, Isobel. Creo que debo regresar a Edimburgo tan pronto como sea posible para arreglar este asunto.
– ¿Así que sabes quién es ese Charles Ferrars? -preguntó Angus.
– ¡Oh, sí, lo conozco! -Skye se estremeció ante la amenaza en su voz-. Y también Skye.
Prácticamente arrastró a Skye afuera y la empujó dentro del coche.
– ¿Bien? -exigió furioso cuando conducía haciendo chirriar los neumáticos-. ¿Quieres explicarme que habéis fraguado entre tú y Charles, qué habéis planeado entre los dos?
– ¡No sé nada de eso! -dijo Skye cerca de las lágrimas.
– ¡No te hagas la inocente conmigo, Skye! Has sido muy astuta al jugar a la chica que todos aman, tan divertida, tan bonita, tan encantadora, ¡tan traicionera! ¿Planeasteis eso desde el principio? ¿O pensaste que dándole información confidencial a Charles lograrías que te prestara atención?
– ¡No!
– ¿Cómo supo que tenía que ir a ver a los Buchanan? ¿Quién le dijo que querían vender? Yo no le conté eso a Fleming. Yo no he llegado a negociar con la ansiedad de un par de ancianos, pero es obvio que Charles sí.
Skye retorcía las manos en su regazo y se sentía culpable al recordar que le había contado a Charles todo sobre los Buchanan.
– Le dije que el trato iba bien, sin problemas -dijo quedo-. Y sí, le mencioné que los Buchanan estaban ansiosos de que todo terminara, pero yo no sabía que él planeaba esto.
– Lo habrías comprendido si te hubieras detenido a pensarlo, ¿no lo hiciste verdad? -Lorimer estaba rígido por la furia y sus manos apretaban el volante tan fuerte que sus nudillos estaban blancos-. No, todo lo que te preocupa era en beso que obtendrías como recompensa por una buena noche, tras pasarle información confidencial.
– Yo no sabía que era confidencial -le gritó de pronto-. Charles trabaja para Carmichael & Co. Debe tener acceso a toda esa información.
– Pero yo soy muy cuidadoso con la información que les paso. Nunca confié en Charles Ferrars. Le dije a Fleming que únicamente trabajaría con él y retuve cualquier información sobre la que Charles pudiera poner en sus manos.
– ¿Por qué no me lo dijiste? -preguntó. Estaba cansada, hambrienta y confundida-. Se supone que yo soy tu secretaria. Si no me hubieras mantenido en la oscuridad yo habría sabido qué decirle y qué no.
– ¿Por qué debería confiar en ti más que en él? -contraatacó Lorimer-. Tú me contaste que estabas enamorada de él y me dijiste que estabas dispuesta a todo.
– Estás muy equivocado -dijo desesperada.
– Me atrevo a decir que tú no querías arruinar mi trato -el desdén de Lorimer era peor que su ira-, pero de todas formas lo has hecho. Así es siempre contigo, ¿verdad, Skye? Eres tan malcriada, egoísta y superficial que nunca piensas que alguien más puede quedarse atrapado en tus estúpidas trampas infantiles. No te preocupa que los Buchanan estén en extremo preocupados, que Duncan se vaya a desilusionar de nuevo, que esos adorables terrenos vayas a ser arrasados para construir un parque de recreo con juegos de plástico. ¡Todo lo que te importa es Charles!
Skye volvió la cabeza, demasiado dolida para discutir, aunque de todas formas él no la escucharía.
Pasaron el trayecto de regreso a Edimburgo en un silencio glacial. Lorimer se detuvo frente a su casa.
– Sal de aquí -su voz no denotaba emoción-. Has sido un problema desde el principio y no quiero saber de ti ni verte ni cualquier cosa que tenga que ver contigo nunca.
Skye no dijo nada. Abrió la puerta, salió, la cerró con cuidado. Entonces se detuvo en la acera y observó a Lorimer salir de su vida mientras la desdichada estallaba al fin y las lágrimas corrían por sus mejillas.
– Estoy segura de que cambiará de opinión cuando se enfríe -dijo Vanessa varias horas después. Había llegado del trabajo para encontrar a Skye sentada en mitad del suelo con un tazón de té frío junto a ella y una expresión de tal desesperación en su rostro, que el corazón de Vanessa se estremeció. De forma gradual, extrajo de ella toda la historia-. Simplemente está lívido por la forma en que ese cretino de Charles ha estropeado su trato, pero cuando tenga tiempo de pensarlo, se dará cuenta de lo injusto que ha sido contigo. ¿Por qué no vas a verlo mañana y le explicas exactamente lo que sucedió.
– No -respondió Skye quedo-. No voy a intentar verlo de nuevo pues no puedo soportarlo. Me vuelvo a Londres.
– Tú no eres de las que se rinde con facilidad, Skye. Mira a qué extremos llegaste psra estar cerca de Charles y seguro que Lorimer vale más el esfuerzo que él.
– Con Charles era un simple juego y no puedo culpar a Lorimer por no tomarme en serio, pero lo que siento por él es… completamente diferente. No quiero jugar a nada con él. Lorimer merece algo mejor que eso. No desea verme de nuevo y no voy a castigarle con mi presencia. Será más fácil para ambos si me voy.
– ¡Oh, Skye! -Vanessa miraba a su amiga con tristeza-. Te extrañaré. ¿Y qué vas a hacer?
La inquietud apareció en el rostro de Skye mientras contemplaba un futuro gris y vacío.
– No lo sé -inhaló profundo y trató de que so voz trémula quedara bajo control-. Una cosa que voy a hacer es ir a ver a Fleming y pedirle que cambie de opinión sobre retirar su inversión. Es todo lo que puedo hacer por Lorimer. Él es demasiado orgulloso para rogar.
Cuando al día siguiente llamó a la oficina de Fleming, le dijeron que estaba en Londres y que no regresaría hasta el miércoles. Skye pasó el día paseando por Edimburgo. Hacía mucho frío y el cielo tenía una apariencia plomiza con amenaza de nevar. Las luces navideñas colgaban en los jardines debajo del castillo, suaves, opacadas bajo la luz azulada. El júbilo de la Navidad sólo parecía subrayar su desesperación y se alejó, deambulando por la loma hacia el castillo. Los edificios ahí eran altos y grises, aunque las luces en las ventanas los delineaban como oblongos amarillos en la enrarecida atmósfera.
La predicción de Vanessa de que Lorimer la iba a perdonar tan pronto como se tranquilizara, resultó errónea. Una Sheila abochornada subía la escalera esa tarde porque había recibido instrucciones de quitar todo vestigio de Skye en la oficina.
– ¿Qué rayos ha pasado? -le preguntó al entregarle su bolso de cosméticos, un chaleco y dos macetas-. Lorimer ha estado de un humor desastroso todo el día. No habla con nadie y casi me golpeó la cabeza cuando le pregunté en dónde estabas. ¡La oficina no es la misma sin ti, Skye!
– Me temo que tendréis que acostumbraros -abrazó a Sheila antes de que ambas rompieran en llanto-. Ve a visitarme si alguna vez vas a Londres y… y da recuerdos a todos de mi parte.
Llamó a Fleming a primera hora de la mañana siguiente y preguntó si podía ir a verlo.
– ¿Qué sucede, Skye? -preguntó preocupado cuando ella llegó-. Nunca te había visto en ese estado.
Skye apenas lo escuchaba.
– Sé que has decidido retirar tu financiación del proyecto de Lorimer, Fleming -se lanzó de inmediato-, pero, ¿no querrías por favor, por favor reconsiderarlo? -demasiado tensa, paseaba retorciendo sus dedos-. El proyecto significa mucho para Lorimer y mucha gente va a sentirse desilusionada si no sigue adelante. Los Buchanan, Duncan McPherson, todos a los que les gustaría tener otro campo de golf en lugar de un parque de diversiones que no podrán usar.
– Creo que es mejor que te sientes -Fleming la empujó con firmeza en un sillón-. Primero que todo, yo no he retirado la financiación. Charles me mencionó su plan por teléfono, pero era obvio que su motivación no era para aumentar nuestras utilidades sino para vengarse de Lorimer por algo trivial. Entiendo que él se negó a trabajar con Charles en algunos de los tratos. Por fortuna para Lorimer, yo no trabajo de esa forma y Charles y yo terminamos nuestra relación de negocios la semana pasada. Tenía grandes esperanzas puestas en él porque es un joven muy capaz, pero me temo que soy lo suficientemente anticuado para creer en los tratos hechos con honor. No sé si Charles sólo trataba de sabotear el proyecto para arruinar la reputación de Lorimer o si iba a intentar el financiamiento en algún otro lugar, pero Carmichael & Co. nunca incumple un acuerdo -hizo una pausa y después continuó-. Le dije a Lorimer eso cuando me llamó furioso el lunes por la tarde. Le tomó un poco de tiempo tranquilizarse y escuchar lo que yo tenía que decir, pero ¡me las arreglé para hacerle llegar mi mensaje!
– ¿Así que lo sabes? -Skye se dejo sumir en el sillón y expresó una oración silenciosa de agradecimiento-. Entonces, después de todo, yo no necesitaba venir -comprendió después de un rato.
– ¿Por qué lo has hecho? -Fleming la miraba con curiosidad-. Me preguntaba si vendrías a rogarme que aceptara a Charles de nuevo.
– ¿Pensaste que había venido a verte por Charles? -Skye lo miraba asombrada.
– Parece que malinterpreté la situación -comentó seco Fleming-. Pensé que tú estabas interesada en Charles.
– Lo estaba -admitió Skye cautelosa-. Pero todo ha cambiado.
Fleming puso una mano consoladora sobre su hombro.
– Creo que es mejor que me lo cuentes todo -Skye abrió su boca, la cerró y estalló en llanto. Fleming la limpió con paciencia y escuchó toda la enredada historia-. ¿Y no le has dicho a Lorimer que estás enamorada de él?
– ¿Cómo podría? -Skye sollozó en un pañuelo desechable arrugado-. Él está enamorado de Moira.
– ¿Moira? ¿Estás segura? -ella asintió y Fleming frunció el entrecejo-. Todavía pienso que es mejor que le digas cómo te sientes, ¿o te gustaría que se lo dijera yo?
– ¡No! -Skye se enderezó-. No, Fleming, ¡debes prometerme que no le dirás nada!
Fleming suspiró.
– Si así lo quieres… pero creo que cometes un error muy grande.
Todo lo sucedido en los últimos dos meses y medio había sido un error, pensó Skye mientras hacía fila para comprar su boleto en la estación de Waverley.
El billete le quemaba en el bolsillo. Incapaz de regresar al piso para arreglar su equipaje, Skye vagó sin meta por las calles. La noche anterior había nevado y la ciudad parecía un como con una delgada capa blanca esparcida sobre jardines, techos y calles y las estrechas casas parecían más oscuras que nunca. La gente iba envuelta en gruesos abrigos con las cabezas inclinadas para protegerse contra los copos de nieve que caían de vez en cuando.
Skye caminó más despacio, olisqueando el aroma distintivo de Edimburgo y estudiando las oscuras siluetas de los árboles. Recordaba haberse detenido en la parada del autobús mientras miraba los colores del otoño y se prometió que para cuando las hojas hubieran caído, su vida habría cambiado por completo.
Estaba hecho y ya no sería igual. ¿Se habría mostrado tan excitada ante el viaje a Edimburgo si hubiera sabido cómo evolucionarían las cosas?
Skye estaba muy fría cuando al fin regresó al piso y había copos de nieve derritiéndose en sus mejillas y prendidos de sus pestañas. «Esta será la última vez que yo suba estas escaleras» pensó y ante el pensamiento, se sintió muy triste, tanto que las lágrimas se aglomeraron y deslizaron por sus meillas frías. Nunca había llorado tanto, pensó molesta y quitó las lágrimas con el dorso de su mano mientras subía los últimos escalones y buscaba la llave en su bolso.
Sus dedos estaban entumecidos y, preocupada, trató de meter la llave en la cerradura sin ver al hombre que estaba parado junto a la puerta hasta que habló, muy quedo.
– ¿Skye?
Su mano se congeló en la puerta y la bajó al volverse despacio. Era Lorimer. Él salió de las sombras hacia ella.
– Has estado llorando -le dijo.
Skye creía haberse resignado a no volver a verlo nunca, y ahora sólo podía mirarlo con fijeza, beber de su presencia, incapaz de creer que, después de todo, él estaba ahí realmente.
– Estaba triste al pensar que dejaría Edimburgo -dijo al fin y su voz sonó ronca por la tensión de los últimos días.
– No tienes que irte -Lorimer no hizo intento de tocarla-. Yo todavía necesito una secretaria.
– ¿Por cuánto tiempo?
– Por otra semana, sólo hasta Navidad.
Lo odió por tentarla de esa forma. Al final surgió la ira vigorizante que atravesó el aturdimiento y la desdicha que había hecho presa de ella desde el lunes. ¿En realidad esperaba que ella se sintiera agradecida por la oportunidad de una maldita semana de cansar sus dedos por él?
– ¿No puedes buscar a otra persona? Debes estar desesperado si te encuentras obligado a pedírmelo.
– Estoy desesperado -respondió Lorimer-. He estado desesperado desde que me alejé conduciendo y te dejé parada en la acera -extendió una mano y arregló un rizo detrás de la oreja de Skye y le acarició la mejilla con ternura-. Si te prometo que me comportaré contigo muy bien todos los días, ¿me perdonarás por las cosas que te dije ese día?
La ira de ella se evaporó de la misma forma en que había surgido…
– ¿Perdonarte? -Skye se retiró decidida de los tentadores y perturbadores dedos cálidos-. Yo fui quien le contó a Charles lo de los Buchanan. Fui una estúpida, siempre lo estropeo todo -tragó-. Lo siento.
– Charles habría averiguado de otra forma la información -repuso Lorimer con gentileza-. Si yo no hubiera estado tan celoso ese lunes, me habría dado cuenta entonces.
Skye lo miraba incapaz de creer lo que había escuchado.
– ¿Celoso?
– ¿No te diste cuenta? -Lorimer sonrió burlón-. He pasado los dos últimos meses tan celoso que apenas podía pensar con claridad.
– ¿Quieres decirme que estabas celoso de Charles?
– Tú me contaste que estabas enamorada de ese hombre -le recordó Lorimer.
– Pero… pero… -Skye estaba al borde de las lágrimas y la risa-. Yo pretendía estar interesada en Charles porque pensé que tú estabas enamorado de Moira.
– Pues estabas equivocada -Lorimer tomó las manos entre las suyas con calidez-. Estoy enamorado de una chica muy diferente -su voz se hizo más profunda cuando se aproximó-. Estoy enamorado de una chica con sonrisa de sol, una chica con los ojos más azules que yo haya visto. Estoy enamorado de la chica más divertida y más exasperante, la chica más irresistible del mundo.
Los ojos de Skye brillaban por las lágrimas y su sonrisa temblaba en sus labios en una gloriosa e increible felicidad que la recorrió y disolvió hasta los más tenues indicios de desdicha.
– ¿Yo? -susurró y Lorimer sonrió con una sonrisa que debilitó sus rodillas.
– Tú -confirmó suave y la atrajo hacia sus brazos. Fue un beso de indescriptible dulzura que siguió y siguió. Ambos se perdieron en el encantamiento y ninguno de ellos escuchó que alguien subía por la escalera.
– Discúlpeme -Skye y Lorimer se retiraron para ver a la señora Forsythe que los miraba de forma desagradable-. Están bloqueando mi camino -señaló y ambos simplemente la miraron con expresión aturdida.
– ¡Oh, sí! Lo siento… -Skye se movió apresurada para dejarla pasar.
La señora Forsythe se volvió hacia su puerta y los miró dominante.
– Tiene usted un piso perfecto para hacer ese tipo de cosas. No hay necesidad de que estén obstruyendo la escalera -añadió y cerró la puerta con firmeza.
Skye lanzó a Lorimer una mirada jubilosa.
– ¡Has arruinado mi reputación!
– En ese caso, tendré que convertirte en una mujer honesta, aunque ella tiene razón, estaríamos mucho mejor adentro. Te he esperado aquí en el descansillo helado toda la tarde y ¡necesito sentarme!
La sala estaba desordenada con la ropa lavada, revistas y otras prendas aunque Lorimer pareció no notarlo. Se sumió en uno de los sillones y tiró de Skye para acomodarla en su regazo.
– ¿En dónde estábamos cuando fuimos interrumpidos de forma tan ruda?
Skye sonrió, rodeó su cuello con sus brazos y se lo recordó.
– ¿Cuánto tiempo has estado esperando? -murmuró sin aliento contra su oído, unos minutos después.
– Me parece que horas, aunque es probable que no fuera tanto. Estaba sentado en mi oficina sintiéndome como si el mundo hubiera llegado a su fin cuando Fleming llamó. Él me contó que habías ido a verlo para rogarle que no retirara mi inversión y pensó que yo debería saberlo.
– Le pedí que no te contara nada.
– Me complace que lo hiciera. Estaba tan convencido de que estabas enamorada de Charles que cuando escuché lo que habías hecho por mí, empecé a tener esperanzas de que quizá, después de todo, yo estuviera equivocado. Así que vine aquí directamente y esperé… y esperé… ¡y esperé! ¿Dónde estabas?
Skye descansó la cabeza contra el hombro de él, con un suspiro…
– Sólo vagaba por ahí, sintiéndome desdichada e imaginando lo feliz que tú eras con Moira.
– ¿Qué rayos te hizo pensar que yo estaba enamorado de Moira?
– Ella parecía ser exactamente el tipo de chica que te gusta -le explicó-, y te vi con ella esa noche cuando regresamos de Kielven. Al día siguiente, ella llevaba esa bufanda que le compraste, y parecía tan feliz que era obvio que estaba enamorada.
– Lo está -aceptó Lorimer de forma inesperada-. Y mucho, pero no de mí. Llevé a Moira a cenar para celebrar su compromiso con Andre Peters. Si supieras algo de golf, sabrías que él es el mejor jugador de Escocia, ahora está en Estados Unidos, por eso invité a Moira sola. Ella es una de las personas más agradables que conozco y una buena amiga, y la bufanda era un regalo de compromiso para ella.
– ¡Ojalá lo hubiera sabido! -dijo Skye-. Por eso acepté cenar con Charles y fue una de las peores noches de mi vida. Y lo peor de todo fue tener que enfrentarme contigo al final, sabiendo que me habías visto besarlo y que no me creerías, aunque te dijera que yo no lo había alentado…
Los brazos de Lorimer la apretaron.
– Pensaste que había sido la peor noche de tu vida, pero no fue nada comparado con lo que yo sentí. Estaba decidido a decirte lo que sentía por ti. Intenté despreciarte, pero no funcionó. Creo que he estado enamorado de ti desde que te sentaste en mi oficina y me contaste todas esas absurdas historias para que te diera el empleo.
Hizo una pausa y continuó:
– Yo no quería enamorarme de ti, Skye. La experiencia con mis padres me afectó mucho, pero tú me hiciste cambiar. Descubrí que yo no quería un futuro seguro y solitario, sino que te quería a ti. Y a pesar de todo lo que pensaba que sabía acerca del matrimonio, a pesar de todo lo que pensé que sabía de ti, tú eras mi única oportunidad de felicidad. No sabía cómo había sucedido o por qué, sólo sabía que era verdad. No importaba lo exasperante que fueras pues no te podía sacar de mi mente y ese fin de semana en Kielven sólo empeoró las cosas. ¿Sabes lo que fue para mí tenerte entre mis brazos toda la noche y saber que a ti no te importaba? Casi te lo dije en la playa, en la oscuridad, pero no tuve valor, en parte por el orgullo y en parte porque no quería que tú te retiraras justo cuando nos estábamos haciendo amigos.
Cambió de posición y se arrellanó en el sillón para estar más cómodo antes de proseguir;
– Tú no me facilitaste las cosas, Skye -tomó una de sus manos y le besó la palma-. Te sentías tan bien en mis brazos y tan bien en mi casa… Te llevé allí porque quería ver cómo se veían las habitaciones contigo en ellas y supe entonces que si no estabas tú allí, la casa me parecería vacía, sin importar cuántos muebles comprara. Entonces te vi llorando y pensé que era por Charles -hizo una pausa-. Estaba furioso conmigo por permitirme soñar y me dije que estaría mejor si te ignoraba, pero eso no me impidió desear golpear a cada hombre que te invitara a bailar esa noche y cuando bailamos juntos y sentí tu suavidad y calor en mis manos… pues perdí la cabeza.
Ladeó la cabeza de Skye y sonrió directo a sus ojos.
– No fue justo que te besara de esa forma y lo sé, pero tuve que detenerte de alguna manera y si te sirve de algo, después me sentí fatal. Por eso vine hasta aquí esa noche, para disculparme y preguntarte si existía alguna posibilidad de que pudiéramos empezar de nuevo… y entonces vi a Charles besándote -vaciló y entonces preguntó-: En realidad, ¿estabas enamorada de él?
– Eso pensé, pero era sólo un enamoramiento infantil. No estaba enamorada del Charles verdadero. Creo que estaba enamorada de la idea de enamorarme -miró profundo a los ojos de Lorimer y su propio color azul y calidez brillaban por la felicidad-. Eso fue antes de conocerte y saber qué era el amor en realidad -le explicó y lo besó de nuevo-. Continúa -dijo después de un rato apoyando su rostro contra la garganta de él, con un suspiro de satisfacción.
– Ya no hay mucho más. Me fui a casa pensando que había quedado como un tonto y me he comportado de forma muy desagradable desde entonces… pero era sólo porque estaba profunda y desesperadamente enamorado y la vida no parecía valer la pena de vivirse sin ti para darme aliciente.
La besó hasta que Skye se sintió la mujer más feliz del mundo.
– ¿Estás seguro de que me amas? -preguntó sin aliento ante el delicioso asalto de sus manos y el roce de sus labios en su garganta-. Soy el tipo equivocado de chica para ti. Soy un caso perdido, soy atolondrada y juego mal al golf y además soy inglesa y tengo un gusto terrible para los pendientes.
Lorimer levantó la cabeza y tomó con firmeza su rostro entre las manos.
– Lo sé y por supuesto, todo eso son inconvenientes graves. Eres la última chica de la que yo esperaba enamorarme pero de alguna forma, a pesar de todo, me di cuenta de que la chica equivocada era correcta para mí, la única -sonrió amoroso-. ¿Y quién sabe? Podrías cambiar -la molestó-. Con un poquito de práctica puedes mejorar tu golf y comprarte otros pendientes, aunque me da igual, te amo exactamente como eres.
– Podría intentar ser más eficiente y mejorar mi mecanografía -ofreció Skye preparada para sacrificarse para complacerlo.
Lorimer pareció considerarlo.
– No creo que valga la pena afinar tus habilidades secretariales por una semana -decidió-. Después de todo, Moira se hará cargo después de Navidad.
Ella retrocedió y lo miró inquieta, sintiéndose insegura.
– ¿Quieres decir que sólo me querrás durante una semana?
– Sólo te necesito como secretaria por una semana -dijo Lorimer-. Después, te necesitaré como esposa, ¡lo que requiere de diferentes habilidades!
Apaciguada, Skye se relajó contra él con un suspiro de felicidad al besar su oreja.
– ¿Por cuánto tiempo? -le susurró y él la abrazó con fuerza.
– Para siempre.