142408.fb2 Amor Inesperado - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 5

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Capítulo 4

MUY próxima a las lágrimas, Skye empezó a dar vueltas en torno a su escritorio, y arrojando sus posesiones dentro de su bolso. ¡Era un cerdo! ¡Un cerdo arrogante y odioso! ¡Lo odiaba! ¿Y había pensado que le gustaba sólo porque le había sonreído? ¡Debía estar loca!

El recuerdo de la sonrisa de Lorimer era tan fuerte que Skye se sumió de nuevo en su silla y miró las flores que había comprado esa mañana, con una expresión perpleja. ¿En realidad era tan inútil como Lorimer decía?

¿Estaría tan deprimida si no se hubiera enterado de que Moira Lindsay era su novia? No era asunto suyo lo que Lorimer hiciera en su tiempo libre y no pensaba volver a cometer el error de enamorarse del hombre equivocado. Lo que en realidad quería era no enamorarse de nadie por algún tiempo y para variar, deseaba hacer un buen trabajo… y ahora, se daba cuenta de que todo lo hacía mal.

Miró en torno y aceptó que no quería irse, sin importar lo que le hubiera dicho a Lorimer. Por una vez en su vida había encontrado un empleo que le gustaba y sería estúpido salir de estampida por unas cuantas palabras dichas con ira. Charles era algo irrelevante y lo que importaba era su padre. La noche anterior la llamó por teléfono y le aseguró que no se preocupara por ella. No podía desilusionarlo ahora, sobre todo cuando su hermano mayor le había contado que su padre tenía problemas de negocios. Skye se sintió un poco culpable al darse cuenta que era la primera vez que alguno de sus hermanos le comentaba algo así. En el pasado pensaban que ella era demasiado frívola o que no le importaba. Las noticias de su hermano reforzaron su decisión de no ser más una carga para su padre. Ya había sido una mala hija por demasiado tiempo…

Miró hacia la puerta de la oficina de Lorimer. Era probable que estuviera retorciéndose las manos de gusto por haberse librado de ella. No lo culpaba, pero tendría que pedirle otra oportunidad. Lo peor que podía decir era «no».

Enderezó los hombros, empujó la silla y se puso de pie. Vaciló ante la puerta y luego llamó.

Fue abierta tan de repente que pensó que Lorimer estaba parado junto a la puerta. Por un momento se miraron uno al otro en silencio. La nariz de Skye estaba enrojecida y su boca todavía trémula mientras que sus ojos tenían la expresión brillante de las lágrimas no vertidas.

– ¿Si? -le dijo al fin.

– Quiero disculparme -Skye se sentía un poco insegura. Todo le parecía fácil hasta que la mirada penetrante de Lorimer se posó en ella-. Tenías razón y soy una secretaria imposible, pero lo intentaré si me das otra oportunidad.

– ¿Quieres quedarte?

– Sí.

Hubo una breve pausa.

– Si quieres saberlo -admitió al fin-. Iba a disculparme contigo.

– ¿Si? -Skye lo miraba sorprendida.

– No debí hablarte como lo hice. Tú tenías razón, fue un accidente -de pronto extendió la mano y tomó la de ella, la volvió e inspeccionó sus dedos-. ¿Te quemaste mucho?

– No… -balbuceó Skye muy consciente del contacto con su mano-. En realidad no.

– ¿Segura?

– Sí… -inhaló pues no sabía si sentirse aliviada o desilusionada cuando él soltó su mano-. Siento lo de los planos.

– Pueden copiarse de nuevo. Quizá tú puedas hacerlos esta tarde.

– ¿Significa que puedo quedarme?

Lorimer trató de parecer severo.

– Bueno, eso me ahorraría buscar otra secretaria, lo que llevaría otras dos semanas. Y, a pesar de que eres muy lenta, tú puedes mecanografiar y tener listo bastante trabajo en ese tiempo.

Debía mostrarse agradecida, pero Lorimer no se dejó engañar por su expresión humilde y una sonrisa apareció en su boca.

– ¡Está bien! Lo admito. Puedes ser enfurecedora pero haces el trabajo, y supongo que me estoy acostumbrando a ti.

¡Se estaba acostumbrando a ella! Quizá no era el más efusivo de los cumplidos, pero era un principio.

– Intentaré ser más eficiente -le aseguró.

– Con franqueza, Skye, ya lo intentas -se volvió a su escritorio y se convirtió en el mismo de siempre-. Ahora, ¿podemos seguir con el trabajo?

– Por supuesto -Skye le sonrió resplandeciente, sintiéndose como si en el último minuto hubiera escapado de un terrible destino-. ¿Te traigo más café?

– Gracias -se acomodó detrás de su escritorio.

Skye cerró la puerta sonriendo como una idiota, justo cuando el teléfono empezó a sonar. Dejó la mano en el auricular, reacia a levantarlo pues deseaba recordar la forma en que él le había sonreído, el contacto de su mano… El teléfono sonaba y lo levantó, incapaz de seguir ignorándolo.

– ¿Hola?

– ¿Skye?

– ¿Sí? -respondió confundida.

– Soy Charles… Charles Ferrars.

– ¡Ah! Charles… hola -antes se habría quedado sin aliento por la excitación ante el sonido de su voz, pero ahora ni siquiera lo reconoció.

– Pareces un poco distraída, Skye -¿sería su imaginación o había un tono irritado en su voz ante su falta de entusiasmo?-. ¿Estás bien?

– Estoy bien -hizo un esfuerzo por parecer alegre-. ¿Querías hablar con Lorimer?

– Sí pero pensé que sería agradable charlar primero contigo. He hablado con Fleming acerca de ti. No sabía quelo conocías tan bien.

¿Por eso se mostraba de pronto tan amistoso?

– Pensé que lo sabías -dijo-. Después de todo, nos conocimos en una de sus fiestas.

– Sí, pero había tanta gente ahí. Pensé que tan sólo eras una conocida.

– No, Fleming y Marjorie son prácticamente de la familia. Marjorie es mi madrina.

– Eso me ha dicho Fleming -la voz de Charles sonaba suave y segura-. No tuvimos oportunidad de charlar el otro día. ¿Qué te parece si comemos mañana?

– Me temo que no puedo mañana. Ya he quedado con Vanessa.

Siguió una breve pausa como si Charles esperara que ella dijera que cancelaría su cita con Vanessa.

– ¿Y qué te parece entonces mañana por la noche? -sugirió al fin-. De todas formas, espero estar ahí para ver a Lorimer y podríamos salir después de que termines de trabajar.

– Está bien -Skye deseaba sentir más entusiasmo con la idea aunque prefería encontrarse con Charles lejos de la oficina y de los penetrantes ojos azules de Lorimer. Además, había decidido darle a su plan original una oportunidad y quizá cuando viera a Charles de nuevo, regresara la antigua atracción-. Entonces te veré mañana. Ahora, ¿quieres hablar con Lorimer?

Cuando le dijo a Lorimer quién lo llamaba, él respondió enfadado:

– ¿Ferrars? ¡Oh, sí! Había olvidado por qué estabas tan ansiosa de estar aquí. Por un momento pensé que en realidad querías el trabajo -soltó una risilla amarga-. ¡Estúpido de mí!

A Skye le habría gustado decirle a Lorimer que no había pensado ni un momento en Charles cuando le pidió que le permitiera quedarse aunque quizá no la creyera. No debió contarle a Lorimer toda la historia; ahora él nunca creería la verdadera razón por la que deseaba quedarse.

– Hablaré con él. Pásamelo.

Ella colgó el teléfono. Fue despacio hasta la cocina para llevarle un poco de café y cuando regresó, Lorimer miraba ceñudo una carta y hacía notas al margen. En esta ocasión no se arriesgó a pasarle el tazón sino que lo colocó con cuidado sobre el escritorio.

– Me ha dicho que vais a salir mañana -dijo Lorimer, sin levantar la mirada de la carta.

– Sólo vamos a tomar una copa -entonces se preguntó por qué parecía una disculpa. No era asunto de Lorimer lo que ella hiciera después del trabajo.

– Pues no olvides lo que te dije sobre la confidencialidad -dijo de forma desagradable-. No quiero que Charles Ferrars sepa todo lo que sucede aquí.

Skye miraba su cabeza oscura, asombrada.

– ¿Por qué tendría él interés en saberlo?

– ¿Por qué si no querría salir contigo? -replicó Lorimer acusador.

– ¿Tan raro es que él desee verme? -la voz de Skye parecía miel y había un chispazo de ira en sus ojos.

– Conozco a muchos como Ferrars. Siempre tiene un motivo ulterior y quizá esté interesado en Kingan Associates, o en congraciarse con Fieming Carmichael, pero no está interesado en ti.

Skye sintió ganas de vaciarle el tazón encima.

– Bueno, lo veremos, ¿verdad?

Los ojos azules se encontraron en un reto sin palabras.

– Sí, ya veremos.

– ¡No me dijiste que era tan guapo! -Vanessa miraba a Skye acusadora mientras bajaban la escalera de la oficina al día siguiente.

– ¿Quién? -preguntó Skye.

– ¡Tu jefe, por supuesto! -Lorimer estaba en el pasillo hablando con Murray cuando Vanessa y Skye salieron para ir a comer. Él interrumpió la charla con el contable para recordarle a ella que sólo tenía una hora libre.

– Sé que eres muy flexible en lo que al tiempo se refiere -le dijo sin disfrazar su sarcasmo-, pero quizás puedas hacer un esfuerzo para regresar hoy a tiempo. Tengo mucho trabajo esta tarde y tú no saldrás con Charles Ferrars hasta que quede terminado.

Toda la mañana estuvo de mal humor y Skye no había podido hacer nada bien. Recordó a su padre y si no hubiera sido por él, se habría sentido tentada de decirle a Lorimer Kingan lo que podía hacer con su horrible trabajo.

Moira Lindsay llamó esa misma mañana y el corazón de Skye se dolió ante el sonido de la voz baja y musical de la otra chica y sus modales agradables. Lorimer no descargó su mal humor en ella, lejos de eso, parecía deleitado de escucharla y tan pronto como colgó el teléfono, le dijo a Skye que reservara una mesa para dos en uno de los restaurantes más exclusivos de Edimburgo.

Skye suspiró cuando ella y Vanessa cruzaban la Plaza Charlotte. ¿Y qué si quería invitar a salir a Moira? Ya había decidido concentrarse en su trabajo y olvidar a los hombres durante una temporada.

– No me sorprende que hayas perdido interés en Charles después de conocer a Lorimer -decía Vanessa al abrochar su abrigo.

– No he perdido interés en Charles. Quiero decir, que quiero hacerlo con calma. Después de todo, tú mi sugeriste que lo hiciera así.

– ¡Oh, vamos, Skye! Lorimer es dos veces más hombre que Charles. No me sorprende que sigas haciendo mal las cosas. Si mi jefe se pareciera a él, yo tampoco podría concentrarme en mi trabajo. Esa expresión severa es muy atractiva, ¿verdad? Mucho más que esa apariencia suave de Charles ya que su encanto se encuentra todo en la superficie y no hay nada por dentro.

– Al menos tiene encanto, que es mucho más de lo que puedo decir de Lorimer.

– No eres la alegre Skye de siempre -comentó Vanessa que la miraba apreciativa-. ¿Hay algo que no me hayas dicho?

– Por supuesto que no -Skye sentía extraña, inquieta y molesta, pero eso no tenía nada que ver con que Lorimer saliera con Moira esa noche. El problema era que ya no sabía qué sentía porque Lorimer la desconcentraba por completo. No, no podía contarle a Vanessa cómo se sentía con respecto a Lorimer. No había nada que contar.

– Por supuesto que no -repitió con más firmeza y pasó el resto de la hora de la comida contenta ante la perspectiva de volver a ver a Charles.

Lorimer estaba de peor humor esa tarde y a pesar de que Skye regresó cinco minutos antes de la hora, no se aplacó su mal humor y criticó su trabajo más que nunca. Skye salió furiosa de su oficina y cerró la puerta con fuerza innecesaria. Al volverse, de pronto se encontró frente a frente a Charles.

– Creo que he llegado en mal momento -dijo con suavidad-. La recepcionista me ha dicho que podía esperar aquí contigo. Espero que, no te importe -le sonrió de esa forma que una vez hizo temblar sus rodillas. Ahora, sólo sintió sorpresa por su intempestiva llegada.

– Por supuesto que no me importa -le dijo, pensando en lo poco razonable que se mostraba Lorimer.

Había olvidado lo apuesto que era Charles. Su cabello rubio tenía un bello corte y vestía con un gusto impecable. Podría ser un modelo. Skye lo observó esperando enamorarse de él otra vez, pero su corazón palpitaba con firmeza, sin perturbación.

Al comprender que estaba siendo un poco brusca, fue hacia él y lo besó en la mejilla:

– Me alegro de verte de nuevo, Charles -le dijo con mucho más calidez de la que hubiera demostrado si Lorimer no hubiera sido tan desagradable.

– También yo me alegro de verte, Skye.

– Odio romper esta conmovedora reunión -dijo Lorimer con acidez detrás de ellos-, pero todavía tienes trabajo, Skye. Tú no terminas de trabajar hasta las cinco y media.

Los dos hombres se saludaron con abierta hostilidad y Skye recordó cómo los había comparado Vanessa: Charles frío, suave y sofisticado, mientras que Lorimer era robusto y tan duro como el granito. Cuando se estrecharon las manos, le parecieron a Skye dos perros, listos para la pelea.

Desaparecieron en la oficina de Lorimer y Skye se puso a corregir el informe, golpeando las teclas con resentimiento. Cuando salieron, estaba tan malhumorada como Lorimer.

Lorimer abrió la puerta justo a tiempo de verla retocar sus labios y su expresión se endureció. Skye con rapidez echó un vistazo al espejo y metió el lápiz labial en su bolso, dirigiendo una deslumbrante a Charles.

– ¿Ya has terminado?

– Es obvio -respondió Lorimer con amargura-. ¿Y tú?

– También -Skye era la imagen de la virtud. Echó una ojeada a su reloj-. ¡Oh, son sólo las cinco y veintisiete! Charles, ¿no te importaría esperar unos minutos? No quiero que Lorimer piense que abandono mi puesto.

– Es mejor que te vayas si estás tan ansiosa por salir -espetó Lorimer.

– No puedo decirte cuánto me alegra verte -le dijo Skye a Charles, mirando a Lorimer a hurtadillas, se sintió deleitada por su expresión sombría. Era evidente que no soportaba verla con Charles.

Charles la llevó a un bar detrás de la calle Hanover.

– Lamento no haberme puesto en contacto contigo antes, Skye, pero he estado muy ocupado… ya sabes cómo es eso.

– Sé lo que quieres decir. Nosotros también estamos ocupados.

– Espero que no demasiado -dijo Charles y se acercó más-. Sería agradable verte más ya que ambos estamos exiliados aquí. Es una gran coincidencia que estés aquí al mismo tiempo que yo, ¿verdad?

– Sí, lo es -Skye se preguntaba si habría adivinado que ella lo había seguido. Ahora no sabía qué fue lo que la impulsó. ¿Qué había visto en él? Era muy apuesto y podía ver que varias mujeres en el bar le lanzaban miradas envidiosas, pero le parecía más atractivo cuando no quería nada con ella. Vanessa tenía razón. Todo lo que Charles significaba era un desafío. No podía evitar compararlo con Lorimer, quien con una simple mirada hacía que su corazón se desbocara.

– ¿Te gusta trabajar para Lorimer Kingan? -preguntó Charles-. Tiene carácter duro, ¿verdad? Lástima que sea un escocés gruñón.

– Hace poco que fue rechazado por una compañía inglesa -Skye no pudo detenerse. ¡Cielos! ¿Quién era ella para salir en defensa de Lorimer?

– Los planes de desarrollo son un negocio difícil. Si me preguntas, los escoceses son demasiado sentimentales para ser buenos comerciantes.

– Yo no diría que Lorimer es sentimental -Skye lo miraba asombrada.

– ¡Oh! Reconozco que me parece formidable, lo sé, pero no puedo evitar sentir que se preocupa demasiado de lo que hace -Charles hizo sonar la palabra «preocupa» como si fuera una aberración-. No acepta que la base de los negocios es el dinero.

Skye tomó un trago de vino y lo miró desafiante.

– ¿Y lo es para ti?

– Soy sincero con respecto a eso -respondió Charles con descuido-. Fleming me trajo aquí para tratar de llevar la oficina de Edimburgo al siglo veinte. Todo lo que necesito es demostrarle cómo se hacen las cosas y entonces podré regresar a Londres, cosa que estoy deseando hacer, la verdad.

– ¿No te gusta esto? -Skye lo miraba curiosa y él se estremeció de forma exagerada.

– ¡Es un país bárbaro! ¡Edimburgo es tan frío y aburrido! Pensé que tú lo entenderías, Skye. Tú siempre me has parecido una verdadera chica londinense.

– Eso creía yo también -comentó despacio-, pero ahora ya no estoy tan segura. Me gusta Edimburgo y creo que es una ciudad maravillosa.

La expresión de Charles era medio paternal, medio compasiva.

– Has cambiado.

– Sí -aceptó-. Creo que sí.

La noche parecía arrastrarse y Skye, que normalmente hubiera estado en su elemento, sentada muslo contra muslo con un hombre apuesto en un bar acogedor, continuaba mirando su reloj preguntándose qué estarían haciendo Lorimer y Moira. ¿Estarían jugando con la comida mientras se sonreían uno al otro bajo la luz de una vela?

Skye bebió su vino desesperada y se dijo por milésima vez que no le importaba. Trató de concentrarse en Charles, pero se sorprendió al encontrar que no había nada en él que le gustara.

También empezaba a tener la desagradable sospecha de que Lorimer tuvo razón cuando le dijo que Charles estaba más interesado en Kingan Associates y su intimidad con los Carmichael, que en ella. Le hizo muchas preguntas sobre el negocio de Lorimer que ella esquivó, preguntándole cosas sobre él. Como eso significaba escuchar su diatriba sobre las actitudes estrechas de Fleming en la oficina de Edimburgo, el clima, la falta de vida social y, la falta de oportunidades para hacer grandes negocios, pronto se sintió aburrida. Bueno, al fin y al cabo, ella se lo había buscado. ¡Tenía merecida esa horrible velada!

De todos modos, debía agradecerle algo a Charles. De no ser por él, jamás habría ido a Edimburgo y no habría conocido a Lorimer. Quizá las cosas no fueran tan malas después de todo.

Se fue en cuanto pudo. Una vez en casa, le contó a Vanessa lo que había pasado, y se sintió mucho mejor. De ahora en adelante, le comentó a su amiga, iba a dedicarse a trabajar.

Ignoró las pullas de Vanessa mientras planeaba un futuro optimista para ella. Se encontraría en su trabajo y cuando la preciosa Moira Lorimer estuviera libre, ella tendría una experiencia decente para encontrar otro empleo apropiado en cualquier lugar. Haría que su padre se sintiera orgulloso de ella. Lo que no haría sería perder más tiempo pensando en hombres. Había aprendido la lección con Charles y no tenía caso enamorarse de hombres que no estaban interesados en ella… y eso incluía a Lorimer Kingan. No, de ahora en adelante, trabajo sería su palabra clave.