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Capítulo 5

NO TE importa salir con tu jefe, ¿verdad querida?

– Por supuesto que no -dijo Skye de forma automática-. Pero puede que a él sí le importe salir conmigo.

– Tonterías -dijo Marjorie Carmichael con firmeza-. ¿Con una chica bonita como tú? Por supuesto que no le importará. El asunto es que… -continuó de forma confidencial-, Fleming piensa que Lorimer y Charles no se llevan muy bien y cree que les convendría estrechar sus relaciones. Me temo que para ti es mezclar negocios con placer, pero como siempre eres tan buena compañía en las fiestas…

– Lo intentaré -Skye rió.

– Sabía que podía contar contigo. Entonces, hasta el sábado. ¿Te parece bien a las siete y media?

– Sí, está bien, os veré allí, entonces -Skye colgó el teléfono pensativa. Había visto poco a Lorimer, ya que había entrado y salido a reuniones y el día anterior había estado en Perth en una reunión. Además, el ambiente entre ellos estaba tenso desde que Charles la invitó a salir con él. Era obvio que la encontraba tan exasperante como siempre, aunque ella había intentado ser más eficiente.

No podía evitar preguntarse si cambiaría de opinión si la viera fuera de la oficina. Esa quizá fuera su oportunidad de mostrarle que no era tan sólo una secretaria atontada. Se mostraría glamorosa, sofisticada, una mujer de mundo… Sí, sería agradable demostrarle que no era tan estúpida como él pensaba.

A la hora de la comida se fue de compras. Se gastó casi todo el salario de un mes en un vestido negro, muy clásico. Skye nunca había tenido algo tan simple, tan sencillo y a la vez tan asombroso. El vestido era negro; de manga corta, con un escote en V hasta los hombros que descubría la fina piel y enfatizaba la línea pura de su clavícula.

Hasta Skye misma se impresionó al mirarse en el espejo la noche del sábado. No había duda sobre eso, estaba diferente.

– Pensé que habías decidido olvidar lo de Charles -Vanessa la miraba sospechosa mientras que ella se observaba ante el espejo grande del pasillo.

– Lo hice.

– Entonces, ¿por qué has hecho tanto esfuerzo para arreglarte esta noche?

Skye hizo grandes aspavientos al ajustar su vestido negro sobre los hombros y mantener los ojos fijos en el espejo. ¿Por qué había hecho tanto esfuerzo?

– Me apetecía cambiar. ¿Puedes prestarme unos pendientes, Van? Creo que los pericos arruinarían el efecto.

Al fin decidieron que usara un par de enormes nudos de oro que capturaban la luz y que parecían adecuados, se hizo un moño. Unos cuantos rizos rebeldes escapaban por su cuello, pero Vanessa le dijo con firmeza que eso no importaba:

– Parecer más suave, digamos que menos sofisticada.

– ¿En realidad parezco sofisticada? -Skye miraba su reflejo con deleite.

– Nunca pensé que lo diría, pero sí, lo pareces -Vanessa -estudiaba a su amiga como si nunca la hubiera visto antes-. Siempre has sido muy bonita, pero nunca te había visto tan hermosa. ¿Estás segura de que no tratas de impresionar a Charles?

– Absolutamente segura -Skye no quería admitir ni para sí misma que trataba de impresionar a Lorimer, pero cuando alisó su vestido, ya en los escalones de la entrada, ante el umbral: de la puerta de Fleming, no pudo evitar preguntarse si también él pensaría qué estaba hermosa. Trató de adoptar una expresión mundana que fuera con el vestido, pero era difícil tratar de parecer misteriosa cuando uno es saludada por gente que la ha conocido desde que estaba en pañales.

Fleming le dio un fuerte abrazo que la hizo sonrojar y reír y para cuando Marjorie salió para darle un beso afectuoso, quedaba poco de su imagen decorosa.

– ¡Cielos, estás preciosa! -dijo Marjorie al guiar a Skye hasta la sala-: Vamos, entra para conocer…

Skye apenas escuchó lo que decía pues se quedó rígida en el dintel y se encontró mirando directo a Lorimer, que estaba parado junto a la chimenea con un vaso de whisky en la mano; cuando Skye se acercó, él levantó la mirada. Ella esperaba verlo, pero no estaba preparada para la impresión que le causó. Estaba devastadoramente atractivo y Skye sintió que se quedaba sin aliento.

Sus ojos se encontraron y, por un momento, mientras se miraban uno al otro, fue como si él hubiera estado fuera de guardia y casi le pareció que él también estaba impresionado, y algo más, algo más profundo y mucho más inquietante.

– Recuerdas a Charles, por supuesto -Marjorie se encontraba junto a ella y Skye se recuperó con un esfuerzo. Charles estaba también muy apuesto, pero no tenía ni punto de comparación con Lorimer y Skye lo saludó afectuosa, con un beso en ambas mejillas. Sobre su hombro pudo ver que Lorimer se ponía tenso.

– Sé que no necesito presentarte a Lorimer -continuó Marjorie-, pero no sé si conoces a Moira… Moira Lindsay.

Entonces, Skye vio a una chica junto a Lorimer. Ella tenía una fría y serena presencia que la hacía pasar desapercibida, pero cuando Skye la miró, vio que tenía una piel clara, fresca y un precioso cabello rojo y se deprimió. Moira tenía ese tipo de resplandor y compostura que se adquirían gracias a una vida verdaderamente sana. Skye pensó en las noches que pasaba bebiendo ginebra y comiendo chocolates y helados con Vanessa. ¿Por qué no podía ser ella del tipo de chica que prefería pasar los fines de semana corriendo o en algún gimnasio en lugar de quedarse acostada enfrente de la televisión?

No era sorprendente que Lorimer estuviera tan entusiasmado con Moira. Era obvio que era inteligente, atractiva, y lo peor de todo, agradable. Skye se había preparado para que a simple vista le disgustara y encontró que no era así.

– Me alegro de conocerte -le dijo a Skye-. ¡He oído hablar tanto de ti!

– ¡Oh, cielos! -exclamó Skye. Lorimer la observaba burlón. Moira rió.

– No te preocupes si tienes algunos terribles secretos, porque Lorimer no me los ha dicho. ¡Por cierto que no me dijo que eras tan elegante!

Skye sintió todavía más calidez hacia ella, pero antes de que pudiera responder, Lorimer interrumpió:

– Ella no suele vestirse así. No hay nada elegante en los pericos y plátanos con los que acostumbra a engalanarse. Casi no te reconocí cuando te vi entrar así vestida, pero en cuanto vi esos pendientes exagerados, comprendí que después de todo, eras tú.

– ¡No son exagerados! -Skye se sintió ofendida. Había hecho tanto por impresionar a Lorimer con su recién adquirida sofisticación, que sus comentarios mordaces la hicieron sentirse tonta, como una niña vestida con la ropa de su madre.

– Son enormes -la contradijo-. Deben pesar un montón.

– ¡Tonterías! -mintió Skye; era cierto, pero no iba a admitirlo ante Lorimer.

– A qué extremos llegan algunas chicas para conseguir a su hombre -dijo Lorimer de forma que tan sólo Skye lo oyera. Ella levantó la barbilla. Si él quería pensar que estaba interesada en Charles, mejor. Era preferible eso a que tan siquiera sospechara que el esfuerzo no lo había hecho en beneficio de Charles, sino suyo. Deliberadamente se alejó y empezó a flirtear con Charles.

Se sentía desdichada, confundida y amargada. Tenía una sensación de tensión en la garganta como si fuera a estallar en llanto. Skye tomó unos cuantos tragos desesperados de su vino y habló hasta por los codos contándoles cuentos graciosos que mantuvieron a Moira y a sus padrinos divertidos, pero que sólo hacían que Lorimer se mostrara más severo. Al principio, Charles tomó sus intentos de flirteo como un cumplido, pero cuando ella subió el tono de voz, se mostró algo molesto; era obvio que estaba dividido entre su temor de ofender a su jefe y su disgusto por la frenética vivacidad de Skye.

Cuando se sentaron a cenar, Skye se sentía exhausta y decidió mostrarse reservada y sofisticada de nuevo. Pero su plan falló cuando uno de los pendientes de Vanessa se soltó de su lóbulo y cayó con un fuerte ruido en la sopa golpeando contra el fondo de la fina porcelana y salpicando de sopa a Charles que estaba sentado junto a ella. Él secó su corbata con la servilleta, evidentemente irritado, mientras que Skye se mordía el labio y miraba el trozo dorado nadando en su sopa, con evidente bochorno. ¿Por qué esas cosas siempre le sucedían a ella? Los pendientes de Moira no se hubieran atrevido a caerse.

Siguió un extraño silencio, roto únicamente por los murmullos de Charles sobre su corbata. Skye quería morir. Afortunadamente, Marjorie intervino y borró el bochorno del momento haciendo un comentario a Moira. Skye se arriesgó a levantar la mirada. Lorimer estaba sentado frente a ella, la observaba mostrando resignación así como una diversión renuente en sus ojos azul oscuro. Movió la cabeza, torciendo la boca en respuesta a la risa que surgió en la expresión de Skye.

Sumergió una punta de su servilleta en un vaso con agua y limpió el pendiente hasta que quedó brillante y, desafiante, lo colocó en su oreja antes de volver a encontrar la mirada de Lorimer; sus ojos brillaban con humor y reto bajo la luz de la velas. Lorimer sonrió y Skye le devolvió la sonrisa.

Entonces el momento quedó roto cuando Fleming requirió la atención de Lorimer y Marjorie le preguntó a Skye si deseaba terminar su sopa. Skye sentía la cabeza muy ligera; la sonrisa de Lorimer había dado vida a algún fusible quemado dentro de ella. Podía sentir la calidez correr por sus venas. Prosiguió la charla con Marjorie, pero Lorimer retenía su atención; notaba sus dedos curveados en torno a la copa de vino y la forma en que volvía su cabeza para sonreír a Moira. Cada vez que él hacía eso, ella se sentía lastimada. Era obvio que estaban muy cerca uno del otro.

Él no volvió a sonreírle. Con lentitud, esa calidez chispeante se desvaneció y la sonrisa de Skye se hizo más brillante porque estaba decidida a probarle a Lorimer que mientras él decidía ignorarla, los otros, al menos, apreciaban su compañía. Se mostraba positiva, deslumbrante y dominaba la charla mientras enviaba miradas coquetas a Charles, lo que exasperaba a Lorimer.

Sus hombros desnudos brillaban con suavidad, su rostro resultaba vivaz, incluso bajo la luz de las velas que capturaban el brillo de oro en sus orejas. El moño se le había deshecho y Skye movió la cabeza sin pensarlo, liberando así la dorada cabellera.

En una ocasión captó una llamarada en la expresión de los ojos de Lorimer y balbuceó. Él volvió la mirada y después de un momento de vacilación, Skye, tensa, continuó su historia. ¡Lorimer no tenía ningún derecho a ignorarla!

Se concentró en Charles cuando volvieron a la sala para tomar el café, pero era consciente de que Lorimer parecía cada vez más molesto. No sabía por qué estaba tan enfadado puesto que después de todo; era él quien la ignoraba. ¿Qué esperaba que hiciera ella? ¿Sentarse a esperar que él volviera a sonreírle? Desafiante extendió su copa para que la volvieran a llenar:

Skye había llegado al nivel más alto de vivacidad y protestó cuando Lorimer se levantó de repente y anunció que iba a llevarla a casa.

– ¡Puedo tomar un taxi!

– De todas formas voy en tu dirección -le dijo.

– ¿Y qué pasa con Moira? ¿Y Charles?

– Si hubieras escuchado a alguien más en lugar de a ti misma nos habrías oído decir que Moira y Charles viven cerca y él se ofreció a acompañarla. Eso me deja con un coche vacío y a ti en un estado en el que no puedes deambular por tu cuenta.

Skye pudo ver que Fleming ocultaba una sonrisa y miró a Lorimer indignada.

– ¡Estoy perfectamente bien!

– No discutas, Skye -todavía protestando fue forzada a bajar los escalones y salir hasta el coche de Lorimer y apenas tuvo tiempo suficiente de besar a Fleming y a Marjorie para despedirse. Skye notó que ambos tenían sonrisas conocedoras mientras la despedían con la mano. Estaba demasiado molesta con Lorimer para preguntarse qué significaban.

– Habría preferido tomar un taxi -le dijo molesta cuando él se metió al asiento del conductor. Lorimer la ignoró.

– Ponte el cinturón -le ordenó, encendió el motor y mirando a través del espejo retrovisor, inició la marcha. El brillo naranja de las lámparas de la calle marcaban las líneas de su rostro de forma que parecía formado por ángulos, bajo la penumbra y luz tenue.

Skye lo obedeció, todavía gruñendo.

– Quizá tú querías irte, pero yo estaba disfrutando -le dijo cuando ajustó el cinturón sobre su hombro desnudo.

– Tú eras la única que lo hacía. Pensé que era justo para todos impedir que te exhibieras más -la expresión de Lorimer era sardónica. Ella se había quitado los pendientes con un suspiro de alivio y masajeaba sus lastimados lóbulos. La masa de cabello oro pálido brillaba bajo las luces.

– ¡No me estaba exhibiendo! -dijo molesta. El júbilo desafiante que la mantuvo bulliciosa toda la noche se evaporaba con rapidez-. ¿Sabes cuál es tu problema? ¡Eres tan gazmoño y reprimido que ni siquiera sabes divertirte!

– ¿Qué había de divertido en el espectáculo en el que quedaste como tonta con Charles Ferrars? -replicó él-. Él, con toda seguridad, no lo disfrutó. Yo casi lo compadecí. ¡Sólo Dios sabe cómo Moira pudo pensar que eras divertida! Yo pensé que causabas consternación, y también Ferrars.

– ¿Cómo sabes lo que penaba? -dijo Skye con rudeza-. Apenas has cruzado una palabra con él en toda la noche.

– Tú hablas tanto, que nadie más pudo decir una palabra y no necesité hablar con él para saber que odiaba cada minuto. Es mejor que te rindas en lo que a él respecta, Skye. Eres demasiado ruidosa y es obvio que no te acomodas a su imagen cuidadosa y callada.

– Cuando quiera tu consejo ¡lo pediré! -Skye metió los pendientes en su bolso y lo cerró molesta. Volvió la cabeza de forma deliberada para mantener el silencio, que esperaba fuera digno. El coche transitaba sobre las piedras y cada calle parecía rodeada por un difuso halo de luz naranja entre la niebla. Skye se dijo que era la niebla lo que la hacía ver borroso y no las lágrimas no derramadas que brillaban en sus ojos.

Lorimer se detuvo ante el portal de su casa. Skye miró hacia el edificio: todas las ventanas estaban oscuras y las cortinas cerradas. Esperaba que las luces de la escalera se encendieran. Funcionaban con un regulador que tenía el desagradable hábito de dejarla a oscuras a mitad de camino, así que tenía que tantaquear hasta el siguiente interruptor, y Skye esa noche no se sentía muy segura para caminar en la oscuridad.

No se daba cuenta de la expresión aprensiva en su rostro y se sorprendió cuando Lorimer se ofreció de forma reacia a acompañarla adentro.

– ¿Lo harías? -se sentía agradecida y olvidó su enfurruñamiento ante el alivio de no enfrentarse a la negrura sola. Sin responder, él apagó el motor y cruzó con ella la calle. Skye abrió la pesada puerta y caminó hasta la pared para encender la luz. La escalera se inundó de tenue luz y ella soltó un suspiro de alivio.

– Gracias al cielo que funcionan las luces -lanzó una mirada a Lorimer, sintiéndose un poco avergonza da por su temor-. Es estúpido, lo sé, pero cuando las luces se apagan, queda tan oscuro como boca de lobo y odio pensar en estar sola en la oscuridad.

La expresión de Lorimer era inescrutable.

– Supongo que no planeabas quedarte sola, ¿verdad? -dio un paso hacia ella y, por alguna razón; Skye retrocedió hasta que chocó con la pared,

– ¿Qué… quieres decir? -balbuceó, con los nervios tensos ante su proxirnidad. Bajo-la tenue luz pasillo, su fuerte presencia era abrumadora y todo en él parecía resaltar con impactante detalle.

– Vamos, Skye -su tono era suave y peligroso-. ¿Pensaste que Charles te traería a casa esta noche, pero él no quiso jugar, no es así? Ha de ser muy frustrante para ti, sobre todo teniendo en cuenta las molestias que te tomaste por él.

Estiró la mano y rozó con su dedo la línea de la clavícula, con un roce de pluma que abrasó la piel de Skye e hizo que sus sentidos zumbaran. El cuerpo de él bloqueaba la luz y los ojos de ella relucían en las sombras. No podía respirar y cada jadeo le costaba un esfuerzo enorme; cuando Lorimer trazó una línea hacia el hueco sombreado de la clavícula, pensó que su corazón se detendría.

Deseaba retirarse de la pared, empujar su mano y subir con la cabeza en alto, pero los ojos de él la mantenían inmóvil. Lorimer apenas la tocaba, pero sabía que él podía sentir cómo su piel se estremecía er respuesta.

– Estás muy hermosa esta noche -le dijó,con voz profunda-. ¿No crees que sería una lástima desperdiciar todo ese esfuerzo? -sus dos manos se deslizaban tentadoras sobre los hombros desnudos, sus dedos cálidos y muy fuertes contra su piel satinada se deslizaban por la garganta bajo el suave cabello revuelto-. ¿No lo crees así? -volvió a preguntar muy quedo.

Skye no hubiera podido responder aunque quisiera. Estaba más allá de las palabras, más allá del pensamiento. Entonces, él inclinó la cabeza y la besó.

El contacto de sus labios fue como una chispa en yesca seca; Skye supo de forma intuitiva que él estaba tan poco preparado como ella para la llama que surgió en la respuesta que brotó en ambos. Quizá también él era incapaz de controlar la creciente fuerza ya que después de un momento de impacto, sus manos se tensaron dentro de su cabello y su beso se profundizó mientras la empujaba para que apoyara la espalda contra la pared.

Skye estaba perdida, abandonada en agudas sensaciones. En lugar de empujar a Lorimer, le devolvió el beso con desesperación. Apresado en la misma espiral de deseo, la boca de él se movía hambrienta sobre la suya y sus manos se deslizaron por la garganta para aproximarla a él con más fuerza.

Skye estaba derretida en sus brazos, despreocupada ahora de todo excepto de la ardiente necesidad que surgía en ella. Con torpeza, desabotonó su chaqueta y deslizó los brazos en torno a él, emocionada ante la fuerza de acero de su cuerpo.

Entre besos, se asían juntos, olvidados del hecho de que la luz de la escalera se había apagado de forma automática. Skye no sabía qué era sentir con tanta intensidad. Estaba aturdida por la ansiedad, intoxicada por la creciente y urgente necesidad, y cuando su boca dejó la suya, arqueó la garganta para que él pudiera dejar una tempestad de besos frenéticos, a lo largo de sus hombros, mientras musitaba su nombre casi acusador.

Los dedos de él buscaban la cremallera en la espalda del vestido mientras ella soltaba su camisa y dejaba que sus manos subieran por su espalda, con un murmullo de placer. Su piel estaba cálida y lisa, y Skye se estremeció.

– ¡Dios, Skye…! -al principio Skye no se dio cuenta que Lorimer había vuelto a la realidad y sus labios estaban contra las tormentosas pulsaciones debajo de su oreja. De forma gradual se dio cuenta de que sus manos estaban quietas y de que su espalda estaba rígida mientras luchaba por recobrar el control. Muy despacio, él volvió a subir la cremallera y dejó caer las manos a la vez que levantaba la cabeza. Entonces se acomodó contra la pared y volvió a encender la luz.

Skye se sintió como si la hubiera dejado caer sin advertencia en una piscina de agua helada. La luz que antes le pareció tenue, ahora iluminaba con crueldad su boca temblorosa y lastimada y su cabello revuelto. Sus ojos parecían enormes y todavía aturdidos por el deseo y las rodillas le temblaban tanto que temió deslizarse hasta el suelo, a los pies de Lorimer.

Por un largo momento simplemente se miraron el uno al otro como si no pudieran creer lo que había sucedido entre ellos.

– Charles es más afortunado de lo que cree -dijo Lorimer al fin con una sonrisa torcida-. Si él hubiera regresado contigo esta noche, no habría resistido una invitación como ésa y habría caído redondo en tu trampa.

Skye no dijo nada. Era físicamente incapaz de hablar así que sólo se concentró en apoyarse contra la pared.

– La próxima vez -continuó él cuando ella no respondió-… me olvidaría de los cuentos si fuera tú, Skye, y lo tentaría para llevarlo a un cuarto oscuro. Estoy seguro de que tendrás más éxito de esa forma.

Skye al fin encontró la voz o una patética imitación.

– Vete -susurró.

– No te pongas así -dijo Lorimer con rudeza-. Sólo quería asegurarme de que tus mejores esfuerzos de seducción no se desperdiciaran -se volvió hacia la puerta y entonces cambió de opinión. Como si obrara contra su mejor juicio la atrajo entre sus brazos una vez más para darle un breve beso-. Te veré el lunes y para variar, trata de estar a tiempo.

– De todas formas, cariño, al menos no tengo que preocuparme por ti -concluyó su padre con alegría-. Fleming me ha contado que Lorimer Kingan te está haciendo trabajar. Eso está bien. No puedo decirte qué aliviado me siento al saber que, para variar, estás en buenas manos.

Skye pensó en las manos de Lorimer sobre su piel, en su cabello. Su padre parecía preocupado por problemas de negocios y no tuvo corazón para decirle que las manos de Lorimer no eran seguras.

La noche anterior, cuando Lorimer se marchó, se dejó caer contra la pared y cerró con fuerza los ojos para no recordar su beso y las palpitaciones de la necesidad insatisfecha, hasta que la luzz se apagó de nuevo y tuvo que buscar el interruptor.

Estaba decidida a no volver a ver a Lorimer y su rostro ardía cuando recordaba cómo se había asido a él, cómo profundizó los besos y cómo lo había abrazado. ¿Cómo pudo perder así el control?

Su padre hablaba en ese momento de todas las veces que ella había cambiado de trabajo y Skye comprendió por primera vez lo insensible que había sido. También era la primera vez que su padre le hablaba de sus propios problemas. ¿Por qué tenía él que preocuparse? De pronto se sintió avergonzada. Él siempre había estado ahí para ella, para ayudarla a salir de los líos en los que de forma inevitable se metía y ahora era su turno de hacer algo por él. Todo lo que su padre deseaba era que ella conservara su trabajo hasta el término de los tres meses y no era mucho pedir. Skye no tenía que contarle, ahora que se sentía tan complacido con ella, que había decidido abandonar otro trabajo más. Otro lío, otro fallo. ¿Es que no podía hacer nada bien?

¿Sería tan difícil continuar trabajando con Lorimer? No, Lorimer no estaba interesado en ella. Ese beso fue… bueno, ¿qué había sido? ¿Un desafío? ¿Un castigo? ¿El medio de ventilar su irritación contra ella? No había tenido que ver con el amor y sus palabras casuales la dejaron destrozada y le mostraron con toda claridad que el episodio no lo había afectado.

Si él podía tratar el asunto así, ella también. Bienvenida la ira que corría por las venas de Skye y si su padre pudiera verla, levantaría las cejas ante su barbilla desafiante. Iría a la oficina el lunes y se comportaría como si no hubiera sucedido nada. En realidad no había sucedido nada. Fue tan sólo un beso, eso fue todo.

Eso era todo.