142567.fb2
– Algo caliente Cullen, para Jessica. Café irlandés con mucho de irlandés. -Mientras Zachary contemplaba a la pequeña intrusa, tuvo que sonreír. Ella tenía un adorable cuerpo con lujuriosas caderas lo suficientemente amplias como para acunar a un hombre en su suavidad y pechos llenos que rogaban por ser saboreados. Su piel era hermosa, y sus ojos del color de las hojas de primavera.
Y ahora mismo, esos ojos estaban abiertos como el plato de la cena favorita de su abuela. Cómo había leído las reglas sin entender la naturaleza del club, él no podía comprenderlo. Realmente no debería haberle permitido entrar, con firma o sin ella, pero su desamparo había llamado a todos sus instintos de Dom de proteger y cuidar.
– Una bebida caliente sería maravilloso, -ella le dijo al camarero.
Los ojos de Zachary se estrecharon, ella aún estaba temblando un poco, pero estaba mucho mejor.
El secado con la toalla había ayudado, a pesar de su evidente turbación cuando él la había atendido. Aunque estaba cerca de los treinta años, obviamente no estaba acostumbrada a ser tocada tan íntimamente. Su rubor lo había dejado con un creciente deseo de tocarla aún más concienzudamente, explorar su cuerpo y descubrir sus respuestas.
Pero no había sido capaz de determinar si ella agradecería sus atenciones o no. En cuanto a si era una sub… No podría determinarlo todavía. Sin embargo, una vez que ella superara la sorpresa inicial de ver el club, él sería capaz de examinar su mente y ver si el ambiente de la dominación la excitaba.
La noche todavía era joven. Si él percibía deseo en sus pensamientos, disfrutaría tendiendo su suave cuerpo con olor a vainilla en su cama, atándola y abriéndola para su placer.
– Maestro Z -Uno de sus nuevos custodios de la mazmorra se detuvo junto a él, su rostro huesudo preocupado. -¿Podría usted interceder por un minuto?
– Por supuesto. -Zachary miró a Jessica. -¿Necesitas una escolta hacia la entrada o vas a permanecer aquí?
Su boca, hermosos labios rosados que se verían muy adorables alrededor de su polla, se frunció mientras miraba alrededor de la habitación. Sintió sus dudas compitiendo con su intensa curiosidad. La curiosidad ganó.
– Me quedaré.
– Chica valiente.
El cremoso café irlandés quemó todo el camino hacia abajo, iniciando un pequeño fuego en su interior. Celestial. Cuando el camarero volvió, Jessica había terminado y estaba mirando tristemente a la taza ya vacía.
– ¿Lista para más?, -Preguntó.
Demonios, su bolso estaba en el maletero del coche y estaría allí hasta que una grúa retirara el coche afuera.
– No, gracias. Eso está bien.
Él inclinó un enorme brazo sobre la barra y frunció el ceño.
– Es obvio que quieres otro. ¿Cuál es el problema?
¿Qué sucedía con estos tipos?
– ¿Tú y tu jefe leen la mente o qué?
Su risa resonó, ahogando la música.
– El maestro Z es el que lee la mente, yo sólo estoy atento.
Su declaración fue un poco demasiado directa para su comodidad. Sin duda, el gerente no leía… nah.
– Dejé mi bolso en el coche, así que no tengo dinero.
– No te preocupes. Eres la invitada del dueño esta noche. -Después de un minuto, el camarero ubicó una humeante taza delante de ella. -Hay un límite de dos bebidas, así que te hice un café común y corriente.
– Pero sólo he tomado un trago.
Él le sonrió.
– No has estado aquí antes. También puedes necesitar más alcohol después de un rato.
Ahora ¿por qué ese sonido era tan inquietante? Ella tomó un sorbo de la bebida en lugar de inhalarla, y esta vez el calor que la llenó era el calor del café y no la potencia del alcohol. Puso un codo sobre la barra, suspirando mientras el frío liberaba su último control. Cuando veía de nuevo al Maestro, tendría que agradecerle por las bebidas.
Así que él era el dueño de este lugar, no el gerente. No era de extrañarse que todo el mundo saltara ante sus peticiones. Por otra parte, ella no sabía que él era el dueño, y lo había dejado desnudarla y eso no era propio de ella en absoluto. De alguna manera él había tomado el control desde el momento en que entró en el vestuario. Maestro Z, el camarero lo había llamado, eso se adaptaba muy bien a él. Se puso rígida. Club de Bondage… ¿Significaba esto que a él le gustaba atar a la gente?
El pensamiento la hizo retorcerse. ¿Cómo podría alguna vez mirarlo a la cara de nuevo sin ruborizarse? Suspiró, dándose cuenta de que probablemente no volvería a verlo de todas maneras. Después de todo, él estaba lejos de su tipo. Demasiado guapo. Demasiado seguro de sí mismo. Con ese toque de plata en el pelo y las líneas de expresión alrededor de esos ojos grises ahumados, él era definitivamente un hombre, nada que ver con los tipos pueriles que parecían estar en todas partes. Y tenía esos esbeltos, ondulantes músculos… um-hmmm.
Pero lo que realmente le atraía era su aire de pura competencia, como si todo lo que hacía, iba a hacerlo mejor que nadie. Suspiró y sacudió la cabeza. No lo pudo creer, Jessica. Un tipo que te gusta, y aquí estás, volviéndote toda entusiasmo.
Pero, para disgusto de su delgada madre, ella nunca había tenido el cuerpo acicalado y gallardo que le gustaba a los hombres, y el Maestro Z sabía eso desde que la había visto desnuda en toda su gloria. Teniendo en cuenta su apariencia, él podía tener a cualquier mujer en este lugar. Maldición, en cualquier lugar. Sí, ella simplemente lo evitaría y no pasaría por una tonta aún más grande de lo que era.
Girando en el taburete de la barra, echó un vistazo por la habitación. Un club de bondage. Ahora bien, esto le ofrecía una aventura que nunca había imaginado. Nada de esto existía en el pequeño pueblo donde había crecido. Y en Tampa, nunca se habría atrevido a intentar algo tan exótico. Mierda, su idea de la aventura era ser voluntaria en el refugio de animales.
Ella sonrió. Aunque aquí bien podría ampliar sus conocimientos básicos. La tía Eunice estaría encantada, y su madre horrorizada.
Pero nada le emocionaba más que aprender algo nuevo. ¿Por dónde empezar?
La gente bailando parecía estar divirtiéndose, aunque ella nunca había estado a gusto en una pista de baile, al menos no sobria. Ofrézcanle una ocasión de negocios o social, y ella se sentía como en casa. Haz que sea una interacción hombre-mujer, y ella se ponía tensa como un hombre de negocios siendo auditado.
Mientras miraba, sus ojos se agrandaron. Algunos de los que daban vueltas por ahí serían arrestados participando en cualquier otro lugar. Un hombre joven con una dura erección giró a la mujer en sus brazos y luego la presionó tan cerca que sólo el tejido entre ellos impedía la penetración.
Ella tomó otro sorbo de su bebida y se dio cuenta que los bailarines eran demasiado provocativos para su comodidad. Como esa pareja. El hombre movía a su mujer dónde él la quería. La tocaba cuando quería, incluso le hacía poner sus manos sobre su… allí.
Con un esfuerzo, Jessica apartó la mirada, intentado observar a las otras parejas en el piso. Y se centró en un hombre grande con vaqueros ceñidos que estaban abultados con una gruesa erección. Arrastró a su mujer en bikini hacia él, enredó sus manos en su pelo y tiró de su cabeza hacia atrás para tomar sus labios. La besó lentamente. Concienzudamente.
Jessica parpadeó, se dio cuenta que estaba presionando sus muslos. Whoa, era el momento de dejar de observar la acción en vivo. Y aquí ella había pensado que podía considerarse a sí misma con bastante experiencia. Seguro, había crecido en un pequeño pueblo, pero había vivido en Tampa el tiempo suficiente para haber tenido varios amantes. No es que ella fuera tan buena en las cosas relacionadas con del sexo. En definitiva, hacer el amor estaba más bien sobrevalorado, por lo menos para ella.
Hizo una mueca al recordar la última vez y cómo ella no había podido dejar de pensar en todo y nada. ¿Él pensaba que estaba gorda? ¿Podría ver cómo su estómago sobresalía? ¿Debería mover sus caderas más rápido? ¿Le gustaría a él que le toquen los testículos o no? El sexo era simplemente demasiado estresante.
Después de terminar su café, miró de nuevo a la pista de baile. Diablos, esa mujer de allí parecía que estaba obteniendo más de un beso que lo que Jessica había conseguido jamás en todo ese asunto de introducir-la-polla-moviéndola-frenéticamente. Y ahora, el hombre tenía su mano sobre el pecho desnudo de la mujer, en realidad estaba jugando con su pezón. Cuando los dedos apretaron en lo que parecía un pellizco doloroso, las rodillas de la mujer se hundieron.
Maldita sea, con sólo observar Jessica se estaba acalorando. Sus propios pezones ardían. Furtivamente, miró hacia abajo. Sin sujetador. Sus pezones se asomaban como si alguien hubiera pegado gomas de borrar lápiz en su pecho. Volviendo a la barra, cruzó los brazos sobre la carne traidora queriendo hacerla deshincharse.
El camarero la miró, un toque de diversión en sus ojos. Levantó sus gruesas cejas ante su taza.
Ella negó con la cabeza. No más alcohol, y ella definitivamente estaba lo suficientemente caliente. Era hora de dar una vuelta y tranquilizarse.
Deslizándose del taburete de la barra, se alejó de la pista de baile hacia la parte posterior de la habitación. La gente llenaba las mesas y sillones; el murmullo de la conversación aumentaba mientras se alejaba de la música. El lugar parecía casi como un bar normal, si ignoraba lo que la gente vestía… y las cosas que sostenían sus manos. Pasó al lado de una mesa donde una mujer estaba arrodillada a los pies de su hombre. Él acariciaba su cabello como a un gatito.
Jessica frunció el ceño. El propietario la había llamado mascota. Ella no quería, realmente no quería, pensar en lo que había querido decir con eso. Especialmente desde que pensar en él la hacía pensar en esa pareja en la pista de baile. Cómo sería si fuera el Maestro tocándola a ella, sosteniéndola contra su… Ay, chica, no vayas por esa dirección.
A mitad de camino de regreso a la habitación, se acercó a uno de los lugares en la pared que estaba iluminada con brillantes apliques. Ahora podía ver lo que era. Parpadeó con horror. Había una mujer desnuda atada a una X de madera en la pared. Una mujer de verdad, no una estatua. Los pies de Jessica no quisieron moverse a pesar de que sabía que ella estaba mirando.
Vale, vale. Esto en realidad era como un bar de strippers; mujeres desnudas haciendo cosas. Pero la mujer estaba atada, sus piernas abiertas, los senos libres. Todo el mundo podía verla.
Ella instintivamente comenzó a ir en ayuda de la mujer, luego se detuvo y escudriñó a la gente que estaba mirando. Nadie parecía preocupado. Un hombre con brillantes pantalones de cuero negro y una camiseta sin mangas, estaba parado dentro de la zona acordonada sosteniendo algunas pequeñas cosas de metal en sus manos.
Jessica se quedó estudiando a la mujer en la cosa en forma de cruz. Sus ojos estaban centrados sobre el hombre en látex, la morena no estaba dolorida, sus movimientos parecían retorcerse provocativamente.
¿Esa mujer había querido estar atada y desnuda? Mordiéndose los labios, Jessica trató de imaginar qué tipo de persona entregaría ese poder a alguien más, incluso yendo tan lejos como para dejarse amarrar. No alguien como ella, eso era seguro. Ella se abrió paso en el camino de los negocios, podía sostenerse a sí misma en los círculos sociales, era una mujer enérgica, independiente.
Así que ¿por qué estaba encontrando esto tan fascinante?
¿Por qué este lugar la hacía sentir como que sus sueños cobraban vida, sólo que era más erótico que cualquier cosa que ella incluso había imaginado? Su rostro se ruborizó cuando recordó al Maestro diciendo que muchas mujeres fantaseaban con tener a un hombre tomando las riendas en el dormitorio. ¿Seguramente no había sido capaz de querer decir que ella era una de ellas?
Miró a la mujer otra vez. ¿Cómo sería eso? El calor se arremolinó a través de ella con el pensamiento de estar allí ella misma, sus muñecas flageladas… No, esto estaba totalmente equivocado. Muévete.
Pasó a través de los espectadores, más allá de la zona acordonada. La mayoría de los miembros estaban en parejas o grupos, y Jessica se sintió notoriamente sola.
E inadecuadamente vestida, aunque estaba más vestida que un montón de mujeres. Pero sus pechos llenos sobresalían de la camiseta apretada, rebotando con sus movimientos. Estos no eran los años sesenta, por el amor de Dios, y ella nunca iba sin un sostén. No en público. Las contadoras conservadoras no usaban este tipo de cosas. Ni iban sin ropa interior tampoco. La sensación de la seda de la falda deslizándose en contra de su trasero, la caricia del aire fresco contra sus partes privadas era desconcertante, especialmente en esta habitación sobrecargada de sexo.
La gente pasaba rozando, dejando perfumes, colonias, y almizcle a su paso. Una pareja pasó a su lado, el hombre conduciendo a la mujer con una correa encadenada como un collar alrededor de su cuello, y el olor del sexo impregnaba el aire alrededor de ellos.
Observó eso. La forma en que el hombre tenía la correa alrededor de su puño, la forma en que la mujer lo seguía… Jessica se tocó el cuello. Su núcleo realmente quemaba mientras pensamientos increíblemente promiscuos llenaban su cabeza: las manos de un hombre abrochando un collar sobre ella, tocándola. Un hombre, el Maestro, haciendo lo que quisiera con ella.
Cruzando la sala hacia el bar, Zachary sonrió, disfrutando de los inocentes ojos muy abiertos. Cuando ella se tocó el cuello, él se endureció, sabiendo exactamente lo que ella estaba pensando. Sus emociones eran tan fuertes que él casi podía verlas tanto como sentirlas.
– ¿Perdiste a tu pequeña sub, Z? -El barman ubicó un vaso de Glenlivet <sup><sup>[5]</sup></sup>.
– No la perdí. La dejé libre para explorar.
Ella le recordaba a un gatito liberado de la jaula, yendo detrás de una nueva aventura, las orejas hacia adelante, la cola en alto. Definitivamente era una bola de pelo valiente. La había observado cuando se detuvo frente a la cruz de San Andrés, sintiendo el desconcierto que irradió de ella.
A diferencia de la mayoría de la gente, ella tenía emociones fuertes y transparentes. Curiosidad. Coraje para explorar algo nuevo. Sorpresa. Preocupación y simpatía por alguien que ella pensaba que podría ser herido. La capacidad de pensar antes de reaccionar.
Y ahora… excitación. Otras emociones que podrían ser más satisfactorias, pero pocas eran tan atractivas como despertarle el deseo.
– Ella es un bombón, -comentó Cullen. -Aparentemente no está acostumbrada a ver exhibiciones públicas. Estaba observando el baile, en especial a Daniel con un sub, y se puso colorada.
Zachary tomó un sorbo de bebida.
– Entonces, será interesante cuando llegue al fondo de la sala.
Cullen se echó a reír.
– Tienes una mente retorcida, jefe. ¿Tienes planes para ella para esta noche?
– Tal vez. Está fascinada con las parejas Dom/sub. -¿El gato saldría corriendo hacia la seguridad?
– Desearía sólo poder pasear por la mente de una mujer como lo haces tú.
– De acuerdo a las subs que has tenido, lo has hecho bastante bien sin ese talento. -Sonriendo, Zachary se volvió para comprobar la habitación, pero la pequeña inocente había desaparecido.
Esto era como ser Alicia en un muy retorcido País de las Maravillas, Jessica decidió, uno donde todos los personajes sólo tenían sexo en sus mentes. Había recibido proposiciones de una mujer, de un hombre gordo, de una pareja para arrastrarla a un trío. Entonces ella inició una conversación con un tío realmente guapo, y de repente él se arrodilló a sus pies y quiso…
– ¿Quieres que te azote? -Ella repitió con incredulidad. ¿Seguramente habría leyes sobre azotar a las personas?
Él tenía grandes ojos marrones, labios carnosos. La cadena y cuero del arnés revelaban músculos dignamente abultados. Él asintió con la cabeza vigorosamente.
– Por favor, Señora.
Jessica puso los ojos en blanco.
– Lo siento, pero yo no ando amedrentando tipos. -Bueno, no a menos que ellos tuvieran en mal estado sus cuentas, o se olvidaran de guardar sus recibos de gastos de viaje. ¿Pero mangonear en el Club a un tipo en la cama? Había un aumento de la sensación térmica aquí, incluso sin la adición de un látigo al asunto.
Ugh.
Se veía tan decepcionado, le dio una palmadita en la cabeza antes de alejarse. Él inclinó la cabeza hacia atrás para frotar su mejilla contra su mano como un enorme gato.
Este lugar era tan extraño.
Dando la vuelta, continuó su recorrida con sólo un toque de inquietud. Después de todo, nada podía ser mucho peor que mujeres colgando en las paredes, ¿no?
Más allá, otra pequeña zona estaba acordonada, y Jessica se detuvo con una rápida respiración de asombro. Maldita sea, el tipo había hablado en serio sobre la cosa de azotar. Con la cara contra la pared, una mujer desnuda colgaba de las muñecas esposadas. Un hombre bajo y musculoso vestido sólo con pantalones de cuero negro tachonado estaba detrás de ella golpeando un delgado bastón sobre su palma abierta. Probándolo. Con un susurrante sonido, el palo de madera golpeó contra las nalgas desnudas de la pelirroja. El sonido hizo temblar a Jessica incluso antes del fuerte grito de la mujer.
Jessica dio un paso adelante, su estómago revuelto. Esto no era correcto, no se debería permitir. Otro paso, empujando a los observadores, y había llegado a las cuerdas que restringían el área. Se mordió el labio. Detente y piensa, se dijo a sí misma.
El hombre se había detenido, y… la mujer se estaba riendo, su sensual voz, obviamente, más excitada que dolorosa a pesar de la marca roja rayando su piel. Echando un vistazo por encima del hombro, la pelirroja movió su trasero ante el portador del bastón de una manera deliciosamente obscena.
Todo bien. La mujer, obviamente, quería ser golpeada. Lastimada. Esto era demasiado extraño, definitivamente no era material de fantasía. Jessica miró el bastón.
– Ay, -dijo en voz baja.
Un hombre de pie junto a ella sonrió. Su fornido contorno recubierto de brillante ropa de color negro de PVC lo hacía lucir como un tanque.
– A mí me parece que te gustaría participar, -dijo él, su mano cerrándose alrededor de su brazo. -Hay una cruz de San Andrés vacía más allá.
Ella jadeó.
– No. No, yo no estoy…
Él la arrastró lejos de la multitud, mientras ella trataba de alejarle los dedos de su brazo.
Maldita sea, ¿iba a tener que gritar o algo así? ¿Incluso alguien en este bizarro lugar se daría cuenta? Los gritos provenían de todas partes. Querido Dios, cualquier clase de cosas malas podían suceder sin que nadie se dé cuenta. Sus manos se volvieron sudorosas por el miedo que la conmocionaba. Luego la ira la golpeó. Esto no iba a suceder.
Plantando sus pies, ella se resistió y le pegó una patada en la rodilla.
– ¡Mierda! -Él la sacudió haciéndole perder el equilibrio, y cayó sobre sus rodillas delante de él. -Puta, te arrepentirás por desafiarme, -gruñó. La agarró del pelo, los dedos apretaron hasta que las lágrimas llenaron sus ojos.
<a l:href="#_ftnref5">[5]</a> Whisky de origen escocés.