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El duende custodio de la puerta miró hacia arriba cuando entraron. El Maestro besó las puntas de los dedos de la mano de Jessica, mordiendo uno con la agudeza suficiente para enviar calor por sus dedos y aún más profundo, y se fue sin decir nada.
– ¿Fuiste expulsada? -Ben dejó su pluma y empujó sus papeles a un lado.
– No quise estar más allí. -Jessica se ubicó en el piso en la esquina más alejada de la puerta y se movió incómoda. La dura madera del piso y su culo dolorido… eran una mala combinación.
La había golpeado con una pala.
El recuerdo del dolor se entrelazaba con el recuerdo de las manos del Maestro Z acariciando por encima de su trasero desnudo, cómo sus dedos habían tocado sus pechos tan suavemente. Sus manos se cerraron en puños. ¿Qué clase de persona era ella para excitarse con eso?
– ¿Tú haces ese tipo de cosas? -Le preguntó a Ben, sacudiendo la cabeza hacia la puerta. No es que ella realmente quisiera hablar, pero su mente seguía moviéndose hacia lugares incómodos, más de lo que su trasero lo estaba haciendo. Tratando de quitar su mente de ambos, comenzó a peinar su dedo a través de los enredos de su pelo.
– No. Yo soy francamente del sexo vainilla, como lo llaman. Z prefiere eso para sus guardias. Así no creamos problemas. -Él hurgó en el bolsillo y sacó un peine.
– Gracias. -Ella agarró un mechón de pelo para trabajarlo. -¿No te molesta lo que hacen ahí dentro?
Se encogió de hombros.
– El mundo está lleno de variedad ¿por qué no en el sexo? Todo ahí dentro es… ¿Cuál es la frase? Seguro, sano y consensuado. Sí. Si les gusta un poco más pervertido para lograr sus orgasmos, no es asunto mío. -Sonrió, frotándose el mentón. -Mi cuñado es de Nueva Orleans. No le gusta la comida suave. Si no está lo suficiente fuerte, vuelca salsa picante encima. Buen chico, sólo tiene diferentes gustos a los míos.
Cuando él volvió de nuevo a sus papeles, ella bajó la mirada a sus manos. Gustos diferentes. ¿Ella tenía gustos diferentes? Por supuesto que no.
Esa gente en la pista de baile… los que la habían excitado… habían sido las dos parejas en las que los hombres estaban, obviamente, a cargo. El Maestro había utilizado una palabra para eso, pero ella no podía recordar lo que había dicho.
– ¿Cuáles son los términos para mencionar a un tipo que está a cargo y a una mujer obedeciendo? -Le espetó, y enrojeció cuando sus cejas se levantaron.
– ¿Estás pensando en una relación Dominante/sumiso? Dom/sub. Si el dominante es un hombre, por lo general se hace llamar Maestro o Señor o cualquier otra cosa que él elija. -Los labios de Ben se curvaron hacia arriba. -Su sub seguramente no va a llevarle la contraria, ¿no?
El golpe de la pala sonó en sus oídos.
– Uh, no. ¿Qué recibe la esclava en esto?
– A menudo es un estilo de vida, donde las cosas relacionadas con la Dominación/sumisión no se limitan al dormitorio. Hay algunas parejas aquí como éstas, pero para la mayoría de la gente es sólo durante el sexo o el tiempo de juego.
– Así que cada noche este lugar se llena de…
– ¿BDSMs? Nah. Únicamente los sábados. Los viernes son para el público swinger, los jueves son para los chicos de cuero <sup><sup>[6]</sup></sup>. A veces ellos alquilan la sala para fiestas privadas.
– Qué lugar concurrido. -Maestro Z, así lo llamaban. Así que él era un dominante, y la trataba a ella como a una sumisa. Someterse a un hombre. Incluso mientras rechazaba la idea completamente, su cuerpo se estremecía ante el pensamiento. Maldición, la había golpeado con una pala hasta que había estado llorando por todo el lugar. Entonces la sostuvo tan tiernamente como a un niño y le permitió llorar sobre él.
Ella se movió otra vez, tratando de encontrar alguna posición en la que su trasero no le doliera. Como si eso sucedería. ¿Así que ella prefería el sexo a probar un bocado? ¿Debería analizar esto como si fueran algunos libros de un cliente?
¿Por qué no debería tomarse el tiempo para estudiarlo?
Ok, entonces, admitiendo… Observando las parejas Dom/sub se había puesto caliente. Más caliente de lo que se había sentido incluso viendo porno en la TV con Matt, su último novio. Él había estado tratando de conseguir que ella se interesara más en el sexo, pero el porno no había sido sólo aburrido, sino también desestimulante.
Observar a ese Dom besar a su sub… no, tomar un beso, no permitiendo ninguna negativa… había sido mucho más erótico que ver un pene bombeando dentro de una mujer en una película. Y la forma en que el Maestro Z la besó… Sus entrañas se derretían ante el recuerdo. Ella sacudió la cabeza. Pensar en esa boca exigente, en aquellos labios firmes, su cerebro terminaría hecho un puré. Piensa, Jessica.
Pero estas cosas del BDSM estaban muy por encima de ella, ¿no? No necesitaba algo excéntrico para excitarse. El sexo para ella era lo suficientemente agradable, realmente lo era. Una vez que ella se excitaba. Y ella estaba excitada por lo menos la mitad del tiempo. Sus orgasmos eran agradables.
Se mordió el labio. ¿Por qué tenía la sensación de que si iba a la cama con el Maestro Z, agradable no sería la palabra clave? Porque él la tomaría, no tendría sexo con ella. Y se figuró que no tendría ninguna elección en la forma en que eso iba a suceder o en lo que él haría.
Y la sola idea de eso provocaba humedad goteando entre sus piernas. Oh, Dios.
Aún arrastrando el peine a través de su pelo, se dio cuenta que los mechones estaban libres de nudos, cayendo hasta la mitad de su espalda. Ahora, ¿qué iba a hacer para evitar tomar ese camino? Podía oír a la gente dentro del club riendo, hablando. La música vibraba con un ritmo irresistible.
Quería volver allí. Averiguar qué se estaba perdiendo. Y estaba demasiado asustada para hacerlo. Él la había azotado, maldita sea.
Una parte de su cerebro señaló que ella había roto las reglas, y que él no estado feliz en absoluto teniendo que cumplirlas.
Sin embargo, ¿qué pasaba si ella volvía y él le hacía algo horrible? Ni siquiera lo conocía.
– ¿Es un buen jefe? -Le preguntó, su voz apenas más que un susurro.
Ben sacudió la cabeza.
– Oh, lo tienes mal, ¿no? Bueno, aquí está el resumen sobre el Maestro Z. Ha estado aquí por años. El club es su hobby. Nada ilegal, las drogas no están permitidas. Paga a sus empleados a tiempo. Espera que su gente sea profesional. Se divorció una vez, tiene dos hijos crecidos, nada serio con nadie. Las mujeres caen todas sobre él, y en su mundo, es conocido como el mejor maestro en los alrededores. Y eso es de acuerdo a las subs, quienes definitivamente lo sabrían. -Él le dirigió una sonrisa desafiante. -¿Es eso lo que querías oír?
Ella se sonrojó y asintió con la cabeza, mirando hacia abajo a sus manos.
– Ah, y no está en la cosa dura del S/M, látigos y golpes y esas cosas de cera caliente. Si estás anhelando eso, no es tu hombre.
– Pero… -La pala.
– No quiere decir que si una sub se sale de la línea, no será castigada, -añadió. -Pero hay una diferencia entre unos azotes y ser flagelado. O al menos eso me han dicho.
– Oh.
El Maestro estaba interesado en ella. Ella había visto eso, sentido su erección presionando contra ella. Él estaría dispuesto a llevarla a la cama. Mostrarle… cosas. El pensamiento la hizo estremecerse por dentro y su núcleo palpitó.
Si se quedaba aquí, en la entrada y se iba por la mañana, estas cosas de Dom/sub estarían carcomiendo su mente, haciéndose eco cada vez que se iba a la cama con alguien. Estaría comparando lo que pudo haber sido con el sexo normal y nunca sabría si la realidad habría superado a su imaginación. Después de todo, tal vez tener sexo con el Maestro sería otro fiasco más como había sido una gran parte de su vida sexual.
¿Podría aguantar sin saberlo?
Antes de que ella se hubiera decidido realmente… ¿se había decidido? Ya estaba sobre sus pies.
– ¿Vas a volver a entrar?
Dejó el peine sobre su escritorio. -No me digas. Soy más tonta de lo que parezco, ¿verdad?
Él sonrió. -Valiente al menos.
Zachary la percibió antes de verla, una atractiva mezcla de deseo, miedo y determinación, y sus propias emociones estallaron por el placer. A pesar que él había estado esperanzado, no había realmente esperado que vuelva, no después de esa dura inserción en el estilo de vida. Había considerado reunirse con ella en la entrada, hablar un rato más, pero se había abstenido. Ella debía tomar sus decisiones sin su influencia.
¿No era irónico que hubiera descubierto una mujer intrigante, una donde la química entre ellos era como echar gasolina al fuego, y ella no quisiera ser parte de la escena?
Pero allí estaba ahora, determinación y valor en lo más alto de su campo emocional. Ella podía ser inocente en cuanto al sexo alternativo, pero tenía una admirable habilidad para reconocer honestamente sus propias necesidades. Y el coraje de ir tras lo que quería.
Lástima que su valentía la había traído a esta escena, pensó, tratando de no sonreír mientras ella se acercaba y se quedaba inmóvil. Una bonita sub con el pelo rojo brillante estaba atada a un caballete de nalgadas. El ángulo se había inclinado por lo que su culo estaba en el aire, como había estado el de Jessica, Zachary recordó con placer.
Él miró hacia abajo, viendo los ojos de Jessica agrandarse, sintiendo su impacto al ver a la sub atada. Y entonces su imaginación estaba poniéndola a ella en el lugar de la sub, con él detrás suyo. Su recuerdo de la pala estaba sumergiéndola en la excitación ardiendo por sus venas ante el pensamiento.
El Dom de la escena roció un poco de lubricante en sus dedos y ahora estaba deslizando dos dedos dentro del culo de su pequeña descarada sumisa. Ella gimió y se retorció… más excitada que dolorida, Zachary sabía. Pero Jessica se apretó contra su costado, por lo que él se inclinó hacia abajo.
– Ellos llevan una larga relación, -le susurró. -Él la ha tomado de esta manera una y otra vez, y ella se corre gritando cada vez. Ambos disfrutan del espectáculo que están representando, Jessica.
Ella estuvo rígida hasta que comenzó a entender sus palabras, luego se relajó y lo miró. -¿Estás seguro?
– Tan seguro sobre ellos como lo estoy de que no estás lista para tener mis dedos deslizándose en ningún otro lado que no sea tu coño.
Su brusca inhalación, seguida de una onda sorpresiva de calor, lo endureció como una roca. Sí, la atracción estaba definitivamente allí. ¿Le seguiría la confianza necesaria?
Así que cuando ella se forzó a mostrarse enojada por sus palabras contundentes y levantó su cabeza para regañarlo, él simplemente tomó sus labios, esos suaves labios rosados que había estado anhelando desde la última vez. Su brazo alrededor de ella frustró su intento de dar un paso atrás. Puso su otra mano a lo largo de la mandíbula, manteniendo la inclinación en el ángulo correcto para jugar con su boca, para mordisquear sus suculentos labios, pasar la lengua a través de la piel aterciopelada y provocarla hasta que se abrió para él, permitiéndole ir más profundo para descubrir los secretos en su interior. Cuando chupó su lengua, pudo sentirla derretirse.
Sus labios parecían arder debajo de los suyos mientras él los atormentaba, hasta que ella aplanó su curvilíneo cuerpo en su contra en un esfuerzo por acercarse. Verdadero placer.
A regañadientes, él se retiró, agarrándola de los brazos y alejándola de él. Cuando ella parpadeó y volvió a su entorno, la sub atada frente a ellos recibió la polla de su maestro con un grito de alegría y comenzó a tener espasmos dentro de un ruidoso y feliz orgasmo.
Jessica se volvió de un rojo oscuro, casi atragantándose. -Ah. Supongo que tenías razón sobre ellos, ¿eh?
Sonriendo, Zachary pasó un brazo alrededor de ella, manteniéndola alejada.
Ellos no estaban regresando a la barra, él la estaba llevando hacia la parte delantera de la habitación.
Jessica rezagó sus pasos.
– ¿Dónde estamos…?
– Has tenido un día largo y probablemente te perdiste la cena, -dijo el Maestro. -Debes estar muerta de hambre ahora.
¿Comida? Eso parecía tan… mundano en este lugar exótico, pero la idea hizo gruñir a su estómago.
– Supongo que tengo un poco de hambre.
Ella no había notado antes lo que había al otro lado de la barra, pero la esquina frontal frente a la pista de baile contenía largas mesas llenas de bocadillos. El Maestro le entregó un pequeño plato, y ella se acercó a la mesa, recogiendo pequeños pasteles de carne, champiñones rellenos, canapés de cangrejo. Él no tomó nada para comer, sólo sirvió algo de té helado para cada uno.
– ¿No tienes hambre?, -Preguntó ella.
– Comí antes.
En una desocupada sala de estar, ella se sentó en el sofá, y él tomó una silla. Él rara vez estaba sin tocarla, ella se dio cuenta, mirándolo por encima de la mesa de café y sintiendo que más que la distancia física crecía entre ellos. Apoyó el plato sobre la mesita del café, cada vez más vergonzosa.
– Así que, -dijo. Ella había vuelto a sentirse incómoda por la presencia de un hombre, ¿no era eso extraño? -¿Cómo llegaste a poseer un club como este?
Él se reclinó en la silla, obviamente a gusto, las piernas estiradas hacia fuera delante de él. Una delgada mano sostenía su taza de té mientras la contempló por un momento. -Este estilo de vida puede ser solitario, y la gente asiste a los clubes por compañía. No me gustan algunos de los abusos que tienen lugar en ellos y quería ver si podía hacerlo mejor.
Ella comenzó a recoger un pastel y se detuvo. ¿Cómo iba a poder comer frente a él? Probablemente pensaba que era demasiado gorda para eso. Cuando miró hacia abajo, sus caderas y muslos parecían como si estuvieran abultados por debajo de la estrecha falda. Cruzó las manos sobre su regazo.
Conversación. Ellos estaban teniendo una conversación.
– ¿Abuso?
– Al igual que con cualquier estilo de vida alternativo, el BDSM puede atraer inestables personalidades. Aquí, al menos, trato de asegurar que consensual sea más que un eslogan. Pero a pesar de nuestros procedimientos de selección y entrenamiento… todavía tenemos algunos problemas. -Su mirada estrechada parpadeó del plato a sus manos. Con el ceño fruncido, apoyó su taza de té sobre la mesa. -¿Ya no tienes hambre?
Ella se encogió de hombros, sintiéndose torpe e inepta. ¿Por qué no podía ser toda delgada y esas cosas, y por qué nunca le molestaba a menos que se sintiera atraída por un hombre?
Él sacudió la cabeza y pausadamente se cambió de asiento, uniéndose a ella en el sofá.
– Ven aquí, mascota. -Con un apretón inquebrantable, la arrastró hasta que sus muslos y hombros estaban rozando los suyos.
¿Podía él sentir la forma en que sus caderas se aplastaban?
– Jessica, me gusta tu cuerpo, en caso de que no lo hayas notado. -Se volvió hacia ella, empujándola contra la parte posterior del sofá. Lentamente arrastrando los dedos hacia abajo de su cuello, a través de sus pechos, su estómago, y el calor fluyó dentro de ella como una corriente. Ella se movió incómoda cuando su mano se ubicó sobre su cadera regordeta.
– Me gusta redonda, -dijo, sosteniéndole la mirada mientras su mano le acariciaba la cadera. -Me gusta abundante. -Su mano se movió para ahuecar su pecho, y sonrió cuando el peso se instaló en su palma. Y luego le subió la falda, y sus dedos se envolvieron alrededor de su muslo, moviéndose hacia arriba hasta que ella chilló y cerró las piernas contra él.
Él le mordió el lóbulo de la oreja, un pequeño tirón doloroso, y susurró:
– Tengo toda la intención de enterrarme yo mismo… muy, muy profundo… en toda esa suavidad hasta que estés retorciéndote debajo de mí. Hasta que estés jadeando por la liberación.
Dios, ella estaba jadeaba ahora. Y todo alrededor parecía haberse prendido fuego.
Incluso más lentamente, su mano acarició hacia abajo de su pierna, y luego se echó hacia atrás, dejándola sentirse vacía y necesitada. Ella notó que él no puso la falda en su sitio.
Recogiendo un bocadillo de hongo, lo sostuvo contra sus labios.
– Come, Jessica, -le dijo. -Vas a necesitar tu fuerza más tarde.
Y cuando su boca se abrió por la tentadora amenaza, él metió el bocado dentro de su boca. Con un caliente brazo alrededor de los hombros, él continuó alimentándola, bocado a bocado, hablando con su profunda voz sobre las diferentes personas del club. Cullen, que era un Dom como ella había pensado y que pasaba por las subs como un rayo, nunca tomaba una por más de un par de noches. Daniel, que había perdido a su esposa tres años atrás, no había sido realmente feliz desde entonces. A Daniel también le gustaban las mujeres con curvas. Adrienne, una sub, que era desobediente sólo para ganarse una paliza. Cody quería ser un esclavo veinticuatro/siete <sup><sup>[7]</sup></sup>, y Joey estaba en busca de una Ama.
Cuando la comida se había acabado, él sonrió.
– ¿Te sientes mejor?
Lo estaba, sorprendentemente.
– Sí. Gracias, -le dijo ella, refiriéndose a algo más que a la comida. Se sentía cómoda y decidida.
– Bien. Ahora dime ¿por qué crees que tu cuerpo no es atractivo?
Y entonces se sintió fuera de lugar otra vez. Resoplando dejó escapar un suspiro, fingiendo observar a dos personas que pasaban caminando.
– No sé dónde sacaste que…
Apoyó una mano sobre su mejilla y la obligó a encontrarse con su mirada. -No evadas la pregunta, mascota. ¿Fueron tus padres? ¿Los hombres?
¿Por qué se sentía aún más desnuda que cuando la había secado en el baño? No necesitaba hablar de esto con él… con él de todas las personas.
Él esperó. Maldito sea.
– Mamá, a veces. Y también algunos hombres que les gustaba que sus mujeres fueran flacas. -Ella se encogió de hombros, trató de apartar la mirada. Su mano no se movió. A medida que su dedo pulgar le acariciaba el labio inferior, él probablemente podía sentirla temblar, maldición.
– Las buenas intenciones de los padres pueden estropear la cabeza de una persona, es cierto. ¿Y hombres como esos? Probablemente eligen mujeres flacas y dejan las blandas y redondas para los hombres que las puedan apreciar. -Sacudió la cabeza con disgusto. -A veces pienso que nuestro país está lleno de idiotas.
A él realmente le gustaba su cuerpo. La idea era embriagadora, liberadora.
– Eres un hombre agradable, -dijo.
– Por supuesto que lo soy. -Sus ojos se estrecharon, y vio el brillo de una sonrisa que le recordó que había acariciado su trasero desnudo, que había meneado una pala contra ese mismo trasero desnudo. La sonrisa se ensanchó.
– Ah, claro. -Ella se puso de pie, aliviada cuando no la detuvo. -¿Y qué te parece si me muestras las instalaciones?
Cuando se puso de pie, mirándola, ella se sintió como ese gatito que él seguía llamándola. Como un gatito al lado de un lobo que no tenía hambre… en este preciso momento. Pero el peligro estaba allí, brillando en esos oscuros ojos grises. Lo miró con recelo cuando él puso su mano sobre la parte baja de su espalda y luego deliberadamente acarició las curvas de su trasero.
Ella frunció el ceño. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, él la tiró contra su pecho. Su mano sobre la espalda la sostenía inmóvil mientras su otra mano vagó hacia su trasero, su aún dolorido trasero, tan íntimamente que ella se sentía avergonzada y excitada a la vez.
– Primera lección, pequeña sub, -le dijo en voz muy baja. -Fruncirle el ceño a tu Dom puede ser riesgoso. -Un dedo rastreó la grieta entre sus nalgas a través del sedoso material de la falda, y ella se estremeció bajo su toque.
– Tú no eres mi… -La carnal mirada de sus ojos congeló su lengua. -Um. Correcto. Una lección. Gracias.
Él se rió entre dientes y la soltó, la falta de su cuerpo caliente contra el de ella le produjo un repentino escalofrío. Sacudiendo la cabeza, se dirigió al cuarto de baño, luchando por la dignidad, pero moviéndose un poco demasiado rápido para alcanzar el efecto. Miró hacia atrás antes de pasar por la puerta. Un hombre estaba hablando con el Maestro, pero la mirada del Maestro estaba sobre ella, una leve sonrisa en sus labios.
El sensual rubor corrió a través de ella directamente hasta los dedos del pie.
<a l:href="#_ftnref6">[6]</a> Leatherboys, en el original: puede referirse a motoqueros o rockeros que están usualmente todo el tiempo vestidos con ropa de cuero, o a jóvenes hombres homosexuales que pueden o no prostituirse.
<a l:href="#_ftnref7">[7]</a> Veinticuatro horas los siete días de la semana.