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CAPÍTULO 06

Zachary escuchaba a James y sus ideas para una escena con su medianamente nueva sub, pero su mente estaba más en Jessica que en la conversación. Él podría decir que los pensamientos de ella estaban en él y en la forma en que la había hecho sentir. Ella estaba confundida… y muy excitada. Excelente.

Volvió su atención a James, repitiendo mentalmente lo que el joven le había dicho.

Nueva sub, inhibida. Maravillosa en privado, pero no podía conseguir excitarla en escenas públicas.

– Entonces no lo hagan, -dijo Zachary. Su hijo en edad universitaria le habría añadido un ¡no lo puedo creer! al final.

– Pero me encanta montar escenas en el club, Z. Es algo a lo que no quiero renunciar. Maldición, ella no puede solucionarlo por mí después de todo. -James suspiró, su insatisfacción evidente.

Zachary alejó sus pensamientos de Jessica para poder centrarse en el problema. James y Brandy estaban bien juntos, cada uno reunía las necesidades del otro. Sería una lástima que algo tan menor los separe. -Puedes montar una escena sin hacerla llegar a su clímax.

– Sí, pero como que de eso se trata todo en una escena, por lo menos así es para mí.

– Muy bien, entonces. -Zachary frunció el ceño. -Si Brandy se corre fácilmente cuando está sola contigo, entonces se siente inhibida por verse expuesta. Si tú puedes llevarla al orgasmo una o dos veces en una escena pública, probablemente va a estar bien después de eso.

– Sí, eso es lo que pienso. A ella le gusta hacer ese tipo de cosas frente a la gente… sólo que no se corre.

– Una mujer está en su momento más vulnerable entonces, tanto física como emocionalmente. -Zachary miró hacia la puerta del baño. Jessica debería salir pronto. -James, déjame darte algunos consejos prácticos y…

– Mierda Z, no soy bueno para recordar instrucciones. ¿Me puede mostrar? ¿Hacer una de tus lecciones en la escena?

La educación siempre había sido una prioridad en el club, y aunque inducir un clímax público no era parte del entrenamiento habitual, probablemente era una preocupación de muchos de los nuevos Dom y subs. -Muy bien. La semana que viene.

– Perfecto. Voy a asegurarme de que tenga la noche libre. -La sonrisa de James mostraba su alivio antes de que asintiera con la cabeza hacia el baño. -Sabes, he visto a tu sub antes. Ella visita el refugio de animales cada semana.

James era un técnico veterinario, recordó Zachary. -¿Haciendo qué?

– Socializar con los animales, ya sabes, pasear a los perros, acurrucar a los gatos. Los animales la adoran.

– Es bueno saberlo. -Un amor, como él había pensado.

– Sí, pensé que debía mencionarlo. Ella no es del tipo de jactarse.

– No. -La mujer tenía profundidades que él no había explorado todavía, física o emocionalmente.

– Bueno, gracias por la ayuda, Z, -dijo James. -Voy a ir a decirle a Brandy sobre la semana que viene.

Justo después que el joven se fue, Jessica regresó.

Zachary se volvió hacia Jessica, saboreando sus inequívocas emociones detrás del ruidoso tintineo del joven. Su mente era tan transparente, él ocasionalmente podría obtener imágenes en lugar de sólo emociones.

Ahora mismo, sus barreras se volvieron a levantar, su excitación bajó. Ella era como aguas termales en una montaña alta, todo ese calor cubriendo a la nieve recién caída. Ahora, cuánto tiempo podía ella hacer esto último, se preguntó, divertido. -Vamos a dirigirnos hacia el otro lado de la habitación.

La determinada mirada que el Maestro acababa de darle a Jessica la perturbó.

En el baño, ella había tenido una firme charla consigo misma mientras se enfriaba. Ella no haría una idiota de sí misma estando toda caliente y mojada. Seguro, ella quería descubrir más sobre las cosas del bondage, pero no hasta el punto de renunciar a todo control. -¿Qué hay en el otro lado?

– Sólo un lugar para sentarse más cómodamente, -dijo el Maestro suavemente. -Tú tienes una voz suave, y es difícil oírte cuando estamos cerca de la pista de baile.

La condujo hacia una zona llena de pequeños grupos de sillas y sofás. La gente estaba sentada y hablando en voz baja. Bueno, algunos de ellos. Pasaron junto a un sofá donde una mujer estaba arrodillada a los pies de un hombre jugando abiertamente con su polla.

Jessica apartó los ojos y se sonrojó.

– Las personas seguramente no son modestas aquí, ¿verdad? -murmuró.

Su risa le envió hormigueos a través de ella. Infierno, no importaba lo que él haga, ella se estremecía, como si cada célula de piel sobre su cuerpo estaría sensibilizada a su toque o a su voz. Sólo la sensación de su mano acariciando su brazo desnudo le hacía curvar los dedos de los pies.

Encontrando un sillón vacío, él se sentó, tirando de ella a su lado. Él estaba tan cerca que su aroma se envolvía a su alrededor mientras su peso la inclinaba hacia él. Ella juntó las manos en su regazo.

– ¿Y ahora qué?, -Preguntó con una vívida voz.

– Ahora nos ponemos serios. -Su oscura, profunda voz de barítono le hizo temblar el estómago. -¿Por qué volviste a aparecer?

Lo inesperado de la pregunta la hizo tensarse por dentro. ¿Por qué él seguía haciendo estas imposibles preguntas inquisitivas, maldita sea? ¿Cómo podría ella posiblemente responder a esta?

– No he venido para… Es sólo curiosidad. -Curiosidad por ver lo que él podía hacerle. Su respiración se aceleró.

– ¿Curiosidad por ver? ¿O curiosidad por hacer? -Él apoyó una gran mano sobre las suyas.

– Principalmente por ver. -De verdad.

– ¿No sientes curiosidad en cuanto a lo que se siente estando restringida?

Ella hizo una mueca.

– He intentado eso antes. ¿Te acuerdas? ¿La pala?

– Me acuerdo, sí. -La curva en su mejilla apareció, pero al menos no se reía. -Bueno, gatito, vamos a ver cómo te gusta ser restringida… y tocada. -Sus dedos se envolvieron alrededor de sus muñecas, fijando sus manos sobre su regazo mientras él ahuecó su mejilla con la otra mano.

Él la besó. Cuando su lengua se frotó contra la de ella, el calor la llenó. Intentó llevar sus manos hacia arriba para tocarlo, sólo que no podía, y se sorprendió, luego el calor corrió a través de ella. Su boca se movió por el costado de su cuello, los dientes cerrándose suavemente sobre la piel, volviéndole la piel de gallina.

Una vez más ella trató de moverse. Una vez más los dedos la mantuvieron en su lugar, y ella realmente se sentía empapada.

– Tienes una piel suave que ruega por ser tocada, -susurró, lamiendo el hueco en su clavícula. -Pezones que quieren ser succionados. -Con su mano libre, pasó su dedo por el escote bajo de la camiseta, acariciando la parte superior de sus pechos.

Ella contuvo la respiración, deseando que vaya más allá. No queriendo que lo haga. Maldita sea, detestaba estar tan confundida.

Sonriendo, él empujó el elástico de la camiseta más abajo hasta que sus pechos estaban la mitad afuera. Las puntas de sus dedos se deslizaron debajo de la camiseta para tocar un pezón, y este se puso duro como una piedra. Su boca se cerró con un suspiro, y luego se congeló cuando se dio cuenta de que él no estaba mirando hacia abajo, sino estudiando su rostro, sus expresiones. Mientras su mirada capturaba la de ella, sus dedos ligeramente circulaban el pezón, vueltas y vueltas, hasta que ella pudo sentir la necesidad creciendo dentro suyo, hasta que ella estuvo mordiéndose el labio. Demasiadas sensaciones: la sensación de una dura mano restringiéndola, de sus dedos sobre su cuerpo. La urgencia la llenaba mientras su núcleo latía.

– Se siente diferente, ¿no? -Susurró. -¿Quieres más?

– No. -Él la veía demasiado claramente, y eso era tan aterrador como la forma en que su cuerpo estaba reaccionando. -No, no quiero.

Su mandíbula se apretó.

– Yo realmente sé cuando mientes, pequeña. Para tu comodidad, no te lo he pedido antes, pero ahora… -Su mirada fija la inmovilizó en su lugar. -Ahora vas a ser honesta conmigo.

– Yo -Ella sacudió la cabeza, renuente a exponer su necesidad. Realmente ella no podía mentir.

– Creo que vamos a ir a satisfacer algunas de tus curiosidades y algunas de esas necesidades que no quieres admitir. -Le dirigió una mirada demoledora. -Tu respuesta es “sí, señor”.

Su corazón estaba martilleando como si hubiera estado corriendo kilómetros, y sus manos se volvieron sudorosas en su agarre. ¿Hacer eso? ¿Dejarlo… hacer lo que quisiera con ella? Era la razón por la que había regresado, pero la idea era una locura. Sin embargo, el pensamiento de sus manos sobre ella, tomándola… Ella no podía responder, sólo podía mirarlo sin poder hacer nada.

Él sonrió, tiró de ella sobre sus pies, y la condujo a una puerta cerrada rotulada como Privada y luego dentro de una pequeña habitación abajo por un pasillo. Con un gesto de su mano en el marco de la puerta, dos candelabros de pared brillaron con suaves luces parpadeantes.

Ella se detuvo justo dentro de la puerta, una muñeca todavía bajo su control. La música palpitante del club era un suave murmullo en los oídos mientras miraba a su alrededor. Los oscuros paneles del cuarto contenían una gran cama de hierro forjado con un cobertor brillante color zafiro, un armario antiguo, y nada más. Se humedeció los labios. ¿Qué estaba haciendo? Esto era demasiado, demasiado irrevocable. Tiró contra su agarre.

– No, Jessica, -murmuró. -Tú estás aquí porque quieres estar. Si te vas, siempre te preguntarás lo que podría haber sido.

¿Cómo sabía eso?

Su respiración se volvió más rápida cuando la llevó hasta la cama, pero él simplemente se sentó en el borde y la atrajo sobre su regazo, atrapándole la mano.

– Antes que nada, esta vez entre nosotros es simplemente por placer. Confía en mí para saber cómo darte ese placer. ¿Puedes hacer eso?, -Sus ojos estaba absortos como si él pudiera ver dentro de su alma.

Ella asintió rígidamente con la cabeza entonces.

– No me azotarás… o nada de eso, ¿verdad?

– No, gatito. -Acarició un dedo hacia abajo de su mejilla. -Has experimentado el peor de los castigos físicos que yo imparto.

Sus músculos se relajaron un poco.

– Está bien.

– Segundo. Si tienes demasiado miedo o estás de alguna manera dolorida, tu palabra de seguridad es rojo. Si utilizas esa palabra, todo se detiene. Es el equivalente a llamar al nueve-uno-uno, así que no la uses a la ligera.

Una manera de salir. Eso era bueno. Se dio cuenta que sus manos estaban frías sin su caliente agarre.

– Pero, Jessica. -Las puntas de sus dedos le levantaron la barbilla para inmovilizarla con una dura mirada color gris. -Si tú estás dolorida o tienes miedo, simplemente me lo dices. -Sus labios se curvaron hacia arriba. -Si yo estoy haciendo bien mi trabajo, lo sabré, sin embargo, espero que compartas lo que sientes conmigo.

¿Desnudar sus pensamientos, sus emociones? ¿Podría incluso el sexo con él ser tan íntimo? Ambas cosas la dejarían vulnerable… Esto realmente no era una buena idea, ¿verdad?

– Señor, yo pienso…

– Piensas demasiado a veces, -murmuró, liberándole las manos para enredar sus dedos en su cabello. -Esto es placer, no un examen de la universidad. -Inclinándole la cabeza hacia atrás, su boca se cerró sobre la de ella en un tierno beso. La besó lentamente, profundamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Su piel se calentó y de pronto estaba lista para sentir sus manos sobre ella, quería sus manos sobre ella. Ella cerró sus dedos en su sedoso cabello, y le devolvió el beso hasta que su cabeza le daba vueltas.

Ella apenas se dio cuenta cuando él se puso de pie, su boca aún sobre la de ella, cuando él la tiró sobre sus pies. Dio un paso atrás, dejándola sin aliento, sus labios hormigueando.

Sus ojos estaban oscurecidos, su boca era una línea firme cuando la giró hacia la cama. Flexionándola hacia delante, le puso sus manos sobre la fría seda del cobertor.

– No muevas las manos de donde las puse, -dijo. -¿Entendido?

Oh… Esto estaba empezando. El corazón palpitó pesadamente. Cuando sus dedos se curvaron en el edredón en puños, ella asintió con la cabeza.

– Di: “Sí, señor”, así sé que me estás escuchando.

– Sí, señor -susurró, y se estremeció.

– Muy bonito. -Acarició su mejilla. Entonces sintió sus manos sobre su cintura, abriendo la falda. Sus dedos eran firmes, seguros. Cuando la falda se agrupó alrededor de sus pies, dejándola desnuda de cintura para abajo, se sacudió y empezó a ponerse de pie.

– Quédate en el lugar, pequeña. -Su mano presionó sobre su espalda, inmóvil hasta que ella volvió a su posición con las manos apoyadas sobre la cama. Y luego la tocó, masajeando sus doloridas nalgas, murmurando en el placer. -Tienes un hermoso culo, Jessica. Perfecto para mis manos.

Sus dedos se deslizaron por la grieta entre sus mejillas, tocándole los pliegues tan íntimamente que se quedó sin aliento.

– Ya estás húmeda para mí, -dijo con voz profunda. Deslizó los dedos por su humedad una y otra vez hasta que su raja estaba en llamas y sus caderas se retorcían sin control. Pero se las arregló para mantener sus manos quietas.

– No te moviste. Buena chica, -le dijo, y la aprobación en su voz la llenó de placer.

– Date la vuelta ahora. -Él la ayudó a ponerse de pie y resueltamente sacó su camiseta sobre su cabeza, dejándola completamente desnuda. -Ah, eres una mujer hermosa, Jessica, -dijo, sus ojos ardiendo mientras se tomaba su tiempo observándola, su mirada tan caliente como lo habían estado sus manos.

Él realmente actuaba como si ella fuera bonita. Ella podría escuchar eso toda la noche.

Sus cálidas manos corrieron hacia arriba de sus brazos.

– Tu piel es como el terciopelo caro, gatito, -murmuró antes de acariciar a través de su clavícula. Sus pezones se apretaron en una dolorosa necesidad, incluso antes de que él los tocara y acariciara con las puntas de sus dedos.

– Arriba de la cama ahora, -dijo, su voz profunda y suave. La empujó delante de él hasta que llegó a la mitad. Con manos firmes, la hizo rodar sobre su espalda, la forma de manejarla con tanta facilidad la sorprendió. Él se sentó a horcajadas sobre ella, una rodilla a cada lado de su cintura. Lo miró. Su mandíbula era dura, oscuramente sombreada, y sus labios firmes estaban curvados en una pequeña sonrisa.

Le acarició el pelo.

– ¿Confías en mí en que no voy a hacerte daño, Jessica?

Ella asintió con la cabeza, y él esperó hasta que ella le susurró:

– Sí, señor.

– Buena chica. -Sus ojos nunca abandonaron los de ella, le cogió una mano y la levantó hacia la cabecera de la cama, envolviendo una suave correa a su alrededor. Y luego lo hizo con la otra. Tan rápidamente, tan fácilmente, y luego se movió para acostarse a su lado.

Cuando sus ojos dejaron los suyos, ella sintió una descarga ardiendo a través suyo. Tiró en contra de las correas, dándose cuenta de su vulnerabilidad. Dios, ¿qué había hecho? Estaba desnuda, y él estaba… Ni siquiera lo conocía.

– No. No me gusta esto. Déjame ir.

– Jessica, mírame. -Él ahuecó su mejilla con una gran mano, obligándola a encontrarse con su oscura mirada. Su demoledora, directa mirada. -Confía en mí para cuidarte, gatito. ¿Puedes hacer eso?

Su pánico retrocedió un poco, incluso más cuando él rozó un tierno beso sobre sus labios y acariciando su sien. Nunca había conocido a nadie que la afectara de esta manera. Confiaba en él, mucho más de lo que tenía sentido. Ella suspiró su aceptación, deteniendo la lucha contra las correas, aunque su cuerpo permaneció rígido.

Mientras yacía allí, las manos atadas sobre su cabeza, él se puso de pie y se desvistió, no a toda prisa, sino tan eficiente como hacía todo, según parecía. Oh, era tan guapo sin ropa como ella lo había imaginado, su piel oscura bronceada, tirante sobre los músculos debajo. Sus ojos fueron más abajo, y se sonrojó. Su erección era enorme, gruesa y dura y sobresalía hacia ella, tanto una amenaza como una promesa.

Siguiendo su mirada, él miró hacia abajo. -Como puedes ver, estoy esperando enterrarme en tu resbaladizo coño, sentirte toda a mí alrededor.

Su núcleo se empuñó ante sus palabras, como si tuviera una mente propia, calentándose y humedeciéndose para la invasión.

Después de cubrirse con un condón, se unió con ella en la cama. Apoyado sobre un codo, le acarició la mejilla y provocó sus labios en un suave beso que rápidamente se volvió caliente. Su lengua tomó posesión, llanamente sumergiéndose dentro y fuera de su boca.

Y ella sintió el calor retornar mientras él jugaba con su boca, mientras sus dedos rozaban arriba y abajo de su cuello, acariciando la parte superior de sus pechos.

Entonces su mano se movió hacia abajo.

– Eres como un regalo de Navidad -su voz era suave y profunda -obsequiándome con placeres tan tentadores. Tus pechos son encantadores. -Levantó a cada uno, evidentemente, disfrutando del peso sobre su mano, pasando los dedos por la parte inferior, haciendo círculos en cada pecho hasta que los pezones se contrajeron en duros botones, doloridos por ser tocados.

Ella se arqueó, tratando de acercarse, y él se rió entre dientes.

Sus dedos se cerraron sobre su pecho derecho, corriendo sobre la pequeña areola de piedra hasta que se apretó aún más. Cuando tomó el pezón dentro de su boca, su caliente y húmeda lengua provocaba estremecimientos en ella cuando circulaba el pico. Sus dientes se cerraron y mordieron. Se quedó sin aliento. La sensación era apenas dolorosa, enviando placer sacudiéndose a través de ella como una línea eléctrica hacia su centro.

Intentó llevar sus manos hacia abajo, queriéndolo tocar, pero las restricciones la sostenían con fuerza. Se dio cuenta una vez más que no podía moverse, no podía detenerlo de darle cualquier cosa que él quisiera. Su respiración se enganchó incluso mientras su excitación subía otro nivel.

Él se movió al otro pecho mientras sus dedos seguían jugando con el primero. Lo llevó a su boca, chupando con fuerza hasta que el pezón estuvo erguido y de color rojo oscuro.

– Muy bonito, -murmuró con aprobación, y se deslizó hacia abajo. Su boca se presionó contra su estómago, mordisqueando y besando hasta que ella se retorcía bajo su toque, su corazón latía más rápido con cada centímetro.

Se arrodilló entre sus piernas ahora, mirando a su… su coño. Ella se sonrojó. ¿Por qué él no había oscurecido la habitación? El sexo era una cosa, ser observada era otra. Esa área debería ser privada.

Inclinando su cabeza, él pasó el dedo hacia abajo por su estómago hasta la parte superior de su hendidura, y ella contuvo el aliento y tiró de sus ataduras. Él la miró, empujándole las piernas un poco hacia afuera. Sintiéndose expuesta y vulnerable ante su mirada, se resistió, incapaz de ayudarse a sí misma.

– No creo que vayas a obedecerme fácilmente, -reflexionó. -Eres demasiado tímida.

Tenía la sensación de que sabía lo que venía. Ahora iba a restringir sus piernas. Ella había oído hablar de las piernas abiertas como el vuelo de un águila atadas en las esquinas. Su respiración se aceleró incluso más mientras trataba de decirse a sí misma que sería divertido. Por lo menos sabía lo que venía.

Sus ojos se arrugaron cuando él le sonrió.

– Tal vez no la apertura del águila, entonces.

Estirándose debajo del colchón, sacó una ancha correa que estaba conectada al costado de la cama. Luego de envolver la suave correa cubierta con terciopelo justo por encima de su rodilla, le inclinó la pierna hacia arriba hasta el pecho, luego hacia afuera, y tiró de la cuerda para ajustarla.

– Hey. -Abrió mucho los ojos cuando él hizo lo mismo con la otra pierna y esta vez trató de resistirse, pero había terminado antes de que se recuperara de la sorpresa. En lugar de que sus piernas estuvieran rectas, él había tirado sus rodillas hacia su estómago, y hacia afuera, inclinando su coño hacia arriba en el aire.

– Ahora estás abiertas para mí, -le dijo, mirándola directamente a los ojos. -Abierta para lo que mi boca o polla quiera de ti. -Insoportablemente lento, él deslizó su dedo hacia abajo entre sus pliegues, tomando su humedad y esparciéndola. -Este hermoso pequeño coño es mío para usarlo.

Mirándolo, ella se estremeció mientras su mente quedaba en blanco. Ella estaba atada y más indefensa de lo que nunca podría haber imaginado. Sus piernas se sacudieron en vano, incapaces de cerrarse, moverse. Sus habituales preocupaciones acerca de cómo tocar, de cómo moverse… Todas las decisiones habían sido alejadas de ella, él las tomaba a todas. Y la excitación se estableció como una caliente mano sobre su entera mitad inferior, y la humedad se escurría entre sus piernas, revelando su deseo ante su conocedora mirada.

Sus cálidas manos pasaban hacia arriba y abajo de sus piernas, masajeando la parte inferior de los muslos restringidos. Cuando acarició el tierno pliegue entre la pierna y el pubis, se estremeció. Su núcleo se bobinó más apretado. Inclinándose hacia adelante, él mordisqueó sobre su estómago, su cálido aliento sobre su piel.

Cuando sus dedos apenas acariciaron su clítoris, la necesidad explotó dentro de ella. Se retorció, su núcleo entero ardiendo casi dolorosamente.

– Por favor -susurró, no realmente segura de lo que ella quería.

Él levantó la cabeza, frunciendo el ceño.

– ¿A quién?

– S-señor, por favor. -Necesitaba más, necesitaba algo tanto que le dolía, sus entrañas palpitantes, deseosas.

– Ah, me gusta complacer <sup><strong><sup>[8]</sup></strong></sup>. -Sus grandes manos se enroscaron alrededor de sus muslos, sosteniéndola tan fuerte como las correas, y bajó la cabeza. Su lengua lamió dentro de ella, y gritó por la sorpresa, la resbaladiza atención de él se fue demasiado rápido. Pero la lengua encontró su clítoris, moviéndose por arriba y alrededor provocándolo con pequeños parpadeos, mientras su respiración casi se detenía con cada pequeño toque. Necesitaba arquear sus caderas, presionarse contra él, y no podía moverse. Estaba abierta e inmóvil para su toque.

De pronto deslizó un dedo entre sus hinchados pliegues, y dentro de ella.

– ¡Ah, ah! -Sus tejidos estaban tan sensibles que él se sentía enorme dentro de ella. Caliente. Sus piernas se sacudieron, luchando contra las correas.

Adentro, afuera, un dedo, luego dos, y luego su boca se acomodó sobre su clítoris. Su lengua acariciaba, suave y luego duro, nunca igual, hasta que cada nervio de su cuerpo estaba esperando por el siguiente deslizamiento de su dedo, el siguiente toque de su lengua. Ella jadeaba con pequeñas duras respiraciones.

Y luego, su boca se cerró sobre su clítoris, y chupó duro mientras hundía sus dedos adentro y afuera de ella. Ella gritó cuando los eléctricos espasmos dispararon a través suyo con el destello de los fuegos artificiales. Su interior convulsionó alrededor de sus dedos invasores, sus caderas sacudiéndose incontrolablemente.

Todavía podía oír sus gemidos resonando en la habitación cuando abrió los ojos y se dio cuenta que él había subido para acostarse a su lado. Su mirada estaba fija en su rostro.

– Oh… -ella susurró, asombrada de sí misma ante su respuesta. Nada se había sentido así antes, tan diferente de sus pequeños agradables orgasmos como una ducha por la tarde frente a una tormenta tropical.

Sus manos estaban restringidas todavía, y quería moverse, tocarlo. Tiró de las correas de su muñeca.

– Suéltame, -exigió.

Él le dirigió una lenta sonrisa.

– Pronto, pequeña. Pero encuentro que me gustan tus caderas en esta posición.

Él se movió arriba de ella y se estiró hacia abajo para tocar su coño. Ella temblaba mientras sus hábiles dedos bromeaban a su clítoris, a sus labios.

– Estás tan abierta.

Rozó su polla arriba y abajo por su humedad, lo que desencadenó pequeños espasmos en su interior. Mirándola fijamente a los ojos, él empujó lentamente, firmemente dentro de ella, duro, caliente y grueso, llenándola completamente. Más que completamente, más profundo de lo que se sentía cómodo en esa extraña posición. Ella luchaba por respirar, tratando de escapar, de alejarse.


  1. <a l:href="#_ftnref8">[8]</a> Es un juego de palabras con el término “please” que quiere decir tanto “Por favor” como “Complacer, satisfacer”