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Maverick no podía soportar que le hicieran esperar. Odiaba no tener todo bajo control, sentirse indefenso. Pero, sobre todo, lo que más odiaba era ver cómo la mujer a la que amaba se debatía entre contracciones y sudores, con un gesto de dolor infinito.
«Qué afortunado soy de ser hombre y no tener que pasar por algo así», pensó.
Y, entonces, con un empujón desesperado, Tegan suspiró aliviada y el bebé salió de su vientre llorando.
Su hijo acababa de nacer.
Maverick apretó la mano de Tegan y la miro con todo su amor mientras una enfermera cortaba el cordón umbilical.
– Enhorabuena -dijo la matrona con una amplia sonrisa-. Acaban ustedes de tener una niña preciosa.
– ¡Nell tenía razón! -exclamó ella extendiendo los brazos para recibir emocionada a su bebé-. Es una niña.
Era guapísima, con unos mechones sueltos de pelo moreno iluminando su cara, una boquita pequeña y unos profundos ojos azules que miraban a su madre fascinados.
Maverick, como si volviera a tener cinco años, se echó a llorar. Nunca antes había visto una escena tan conmovedora como aquélla. La mujer a la que amaba apretaba contra su pecho al bebé que acababan de tener, fruto del amor que se profesaban mutuamente.
Su mujer.
Su hija.
Su felicidad.
– Es preciosa -murmuró Maverick con el rostro lleno de lágrimas besando a su hija-. Es tan guapa como su madre.
Los médicos fueron abandonando poco a poco el paritorio hasta dejar sola a la feliz familia.
La pequeña agarró con su manita el dedo de Maverick y él sintió un estremecimiento en todo el cuerpo. Una cosita tan pequeña, tan frágil y con tan poca fuerza, rodeando su dedo con su diminuta manita, había rodeado su corazón con un cerco inexpugnable. Lo había dejado sin defensas. Había conseguido, con un simple gesto, hacerlo suyo para siempre.
– ¿Cómo la vamos a llamar, cariño?
– También en eso Nell me dio una idea -contestó Tegan-. Dado que es nuestro particular regalo de Navidad, podemos llamarla Holly. Holly Eleanor.
– ¿Holly Eleanor? Me encanta.
Maverick observó a su mujer. Su rostro se había distendido, se había liberado de los gestos de dolor que lo habían poblado tan sólo unos minutos atrás y se había llenado de alegría, de una inmensa felicidad. Nunca antes había sentido tanta admiración por nadie como la que sentía en aquellos momentos por Tegan.
– Lo has hecho muy bien -dijo Maverick-. Ojalá hubiera podido hacer algo para ayudarte.
– Sostuviste mi mano todo el tiempo -dijo ella sonriendo-. Eso es todo cuanto necesitaba. Gracias.
– No, gracias a ti. Tú me has salvado. Las pasadas Navidades, como tú dijiste, yo no era más que un cínico y engreído hombre de negocios.
– ¿De verdad yo te dije eso? -preguntó Tegan riendo.
– Sí, y tenías razón. Lo único que me importaba era el proyecto del Royalty Cove, hacer mucho dinero y tener éxito.
– ¡Te preocupabas por Nell! Y no hay nada de malo en desear que el Royalty Cove sea un éxito. De hecho, ya es un éxito. ¿Por qué si no iba Zeppabanca a proponerte repetir el proyecto en Italia?
– Tendrán que hacerlo sin mí. Le he dicho a Rogerson que, en esta ocasión, tendrá que ser él quien lidere el proyecto.
– Pero es tu idea, todo por lo que has luchado.
– Sólo porque no sabía qué hacer con mi vida. Ya no necesito más dinero. Te tengo a ti. Tú me has descubierto lo más maravilloso de este mundo, el amor, tu amor. Te amo por haberme salvado. Te amo con todo mi corazón y toda mi alma. Y hoy, con el nacimiento de nuestra hija, te amo todavía más.
– Eres el padre de mi hija. Algunas veces, siento que te he estado amando toda la vida. Que todos estos años no he hecho otra cosa que esperarte.
– Nunca pensé que llegaría a decir esto, pero me alegro de que Morgan no me hiciera caso y se tomara esa semana de vacaciones para ir a la boda de su amiga. Recuérdame que le dé las gracias la próxima vez que la vea.
Maverick se acercó para besarla, pero, entonces, el bebé empezó a llorar y Tegan se echó a reír.
– ¿Qué pasa, pequeña? -dijo Tegan-. ¿Tienes celos? -añadió acariciando su pequeña cabecita-. No te preocupes, Holly, van a ser unas Navidades maravillosas. ¿Verdad, Maverick?
– Con vosotras, todos los días de mi vida serán maravillosos.
Y así fue.