143157.fb2 Mujeres Audaces - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 19

Mujeres Audaces - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 19

Capítulo 16

Suze siguió a Nell al restaurante, dispuesta a cuidarle las espaldas. Tim y Whitney ya estaban dentro, tomados de la mano en uno de los bancos que dividían el restaurante en el medio del salón, y Nell ocupó la silla que estaba frente a Tim, dejando que Suze intimidara con la mirada a la más reciente señora de Dysart. Era una mujercita bonita, pero tenía tensa la mandíbula, y miraba a Nell como si fuera el Anticristo.

– Me alegro mucho de que hayas podido venir -dijo Tim, en su mejor estilo de vendedor de seguros, y Nell asintió-. Hay unas pocas cosas que tenemos que aclarar, nada muy importante; después todos podremos relajarnos y disfrutar de una buena cena.

¿En qué universo?, pensó Suze. Existía la negación y también existía el mundo de Tim.

Como Nell no dijo nada, Tim hizo un gesto de asentimiento y prosiguió:

– Bueno, se trata de los Carámbanos. Reemplazarlos cuesta ciento cincuenta cada uno, y tú rompiste catorce el último septiembre, entonces eso suma… -Se volvió hacia Whitney, frunciendo el entrecejo.

– Dos mil cien dólares -dijo Whitney con voz aguda.

– Correcto, dos mil cien dólares -dijo Tim-. Y luego tuvimos que reemplazar el escritorio que costó cinco mil seiscientos, con impuestos.

– ¿Cinco mil dólares? -intervino Suze con incredulidad-. ¿Dónde diablos compraron el escritorio? ¿En el Pentágono? ¿Y por qué ahora?

– Impuestos -dijo Nell, relajándose mientras lo decía-. Faltan seis semanas para pagar los impuestos. Necesitan efectivo.

– Lo que necesitamos es un cheque por siete mil setecientos dólares -dijo Whitney-. Hemos consultado a un abogado y él nos aconsejó que iniciáramos acciones legales contra ti por el dinero y nos dijo que ganaríamos.

– ¿Te parece? -dijo Nell, todavía serena.

– Me parece -dijo Whitney, todavía tensa-. Nuestro abogado dice que caso contrario debemos llamar a la policía y presentar otra vez la denuncia por destrucción maliciosa y ataque. Dice que la policía va a estar muy interesada en conocer tu pasado violento puesto que se sabe que has amenazado a una mujer que apareció muerta en tu sótano esta semana.

– A mí me parece que eres una perra de marca mayor -dijo Suze.

– Suze, esto no tiene nada que ver contigo -dijo Tim.

Suze comenzó a abrir la boca, y Nell le puso la mano en el brazo.

– Creo que tu abogado se equivoca -dijo Nell-. De hecho, creo que tu abogado es un idiota vengativo.

Los ojos de Tim miraron a Suze y luego a Nell.

– Mira, no queremos ser mala gente, pero tú destruiste un patrimonio que tuvimos que reponer. Es justo que…

– Tim -replicó Nell, con una débil sonrisa en el rostro-. Dejé de permitirte que me dijeras lo que es justo hace varios meses. -Se inclinó hacia adelante-. En primer lugar, todavía soy dueña de la mitad de esa agencia, aunque misteriosamente el año pasado no haya registrado ninguna ganancia por primera vez en su historia. Entonces se me podría responsabilizar por la mitad de esos Carámbanos, lo que llevaría mi deuda contigo a mil cincuenta dólares.

– Pero tuvimos que reemplazarlos todos -dijo Tim.

– No -dijo Nell-. Yo particularmente no quiero reemplazar los míos, gracias. Me gustan más rotos. Y en cuanto al escritorio, no puedes realizar un gasto importante sin que yo lo autorice, y cinco mil dólares por un escritorio es un gasto importante. Y yo no lo autorizo. Por lo tanto, es un gasto personal y tendrás que hacerte cargo tú.

– Espera un momento -dijo Whitney, y Suze se preparó para frenarla si era necesario.

Nell no le prestó atención y extendió las manos y tomó las de Tim.

– Sé lo difícil que es para ti compartir la agencia conmigo.

– Es más difícil todavía -dijo Tim, asintiendo-. No consideré que tú eras dueña de la mitad de los premios. Tienes razón.

– Tim -dijo Whitney, en voz baja.

– Pero el escritorio -prosiguió él-, eso no es personal, Nell, es mi escritorio de trabajo.

– Esto es lo que creo que tendríamos que hacer -dijo Nell, todavía calmada, mirándolo a los ojos sin emoción-: creo que yo debería venderte mi parte de la agencia. Lo he estado pensando un tiempo, y hoy después de que me llamaste lo pensé un poco más, y luego llamé a Budge Jenkins, y él pasará el lunes para iniciar una auditoría y para evaluar el valor monetario de la empresa en su totalidad.

– ¿Qué? -dijo Tim, sintiendo que se le aflojaba la mandíbula.

Allí tienes, pensó Suze, sintiendo que todo el cuerpo se le inundaba de gozo.

– Entonces, si todo está bien con la auditoría, puedes darme la mitad de lo que vale la agencia y descontar el escritorio como gastos de negocios. -Nell se acomodó en el asiento y por fin se volvió hacia Whitney-. Y de esa manera, si me presento otra vez en la agencia y rompo algo, puedes hacer que me arresten y me fusilen. Todos felices.

– No puedo afrontar el costo de comprar tu parte -dijo Tim-. Tenemos gastos…

– Pide prestado -dijo Nell-. Ajústate los cinturones. Vive como vivíamos cuando nos casamos. Compartir adversidades puede fortalecer una unión.

– Eres vengativa -dijo Whitney.

– Prefiero considerarlo justicia con ganancia -dijo Nell con un poco de tristeza.

Whitney miró a Nell, evaluando la situación, y Suze observó a Whitney.

– Nuestro abogado -dijo Whitney- nos aseguró que ganaríamos.

– El abogado de ustedes -repuso Nell- es Jack Dysart, y me echa la culpa de la ruptura de su matrimonio. -Suze hizo una mueca, y Nell le palmeó la mano y se dirigió a Tim: -Tu hermano no está aconsejándote bien. Quiere vengarse.

Tim y Whitney intercambiaron una mirada.

– Nell, sé razonable. Entrar en deudas no es una buena situación para mí ahora.

– Está bien -dijo Nell-. No creo que vaya a haber problemas. Me parece que Budge cree que podría encontrar inversores para comprar mi parte. Tú perderías el control de la agencia, por supuesto, porque ellos esperarían auditorías e informes periódicos, pero ya no tendrías que preocuparte por mí. -Le sonrió-. Y puedes descontar esos mil cien dólares de mi mitad antes de que firmes el cheque. Le diré a Budge que está bien.

– Qué coincidencia -dijo Riley, sentándose al lado de Tim antes de que éste pudiera contestar, empujándolo contra Whitney-. Ustedes también están aquí. ¿Quién lo hubiera creído?

Suze se relajó, respirando profundamente por primera vez desde que se había sentado.

Gabe tomó una silla de otra mesa y se sentó en un extremo, con el codo cerca del de Nell.

– Pensamos en venir a tomar una cerveza -le dijo a Nell.

Ella relajó los hombros y le sonrió.

– ¿En serio? -Se le acercó un poco, y Suze vio que él también se relajaba.

– ¿Entonces qué pasa? -dijo Riley-. ¿Todos contentos?

– Nell acaba de venderle la mitad de la agencia a Tim -dijo Suze animadamente-. Budge va a hacer la auditoría y la estimación del valor.

– Un buen hombre, Budge Jenkins -dijo Gabe, haciéndole un gesto a la camarera-. Vamos a celebrar -le dijo a ella-. Queremos dos jarras, seis vasos, y cuatro porciones de papas fritas con vinagre.

– No hemos acordado nada -dijo Whitney.

– No tienen nada que acordar -dijo Nell-. Lo único que dice el arreglo del divorcio es que tenemos que darnos el uno al otro la primera oportunidad en el caso de una compra de la empresa. Y eso es lo que estoy haciendo. Si ustedes no lo quieren, los inversores de Budge lo harán. En cualquier caso, hemos quedado libres el uno del otro. -Miró a Tim-. Por fin.

– Brindo por eso -dijo Gabe cuando la camarera trajo las jarras y los vasos. Le sirvió un vaso a Nell y se lo pasó, y ella lo deslizó por la mesa hacia Suze quien se lo pasó a Whitney.

– Salud -dijo con voz inexpresiva, mirando a Whitney a los ojos.

Whitney levantó el vaso y dijo:

– Salud para ti también. Me enteré de que tu esposo te dejó.

Suze tensó la mandíbula, pero antes de que pudiera decir nada, Riley intervino.

– No creo haber tenido el placer. Soy Riley. -Y pasó por encima de Tim para ofrecerle la mano a Whitney. Ella la tomó, sin estar completamente segura de qué hacer, y sonrió débilmente en su confusión cuando él le retuvo la mano demasiado tiempo.

Después él la soltó y dijo:

– No actúes como una perra con la rubia. Ella es capaz de cortarte las rodillas y hacerte comer los pies.

Whitney enrojeció, y Suze aflojó las mandíbulas, y Gabe sirvió lo que quedaba de cerveza y dijo:

– ¿Por qué brindamos?

Nell miró a su alrededor y dijo:

– Por todos los cielos. Brindemos por mí. Acabo de darme cuenta de que me he acostado con todos los que están en esta mesa.

– Y Dios sabe que nosotros lo agradecemos -dijo Riley, mientras Tim se quedaba con la boca abierta.

– Excepto Whitney, por supuesto -dijo Nell.

– Por Nell -dijo Gabe, levantando su vaso.

– Por Nell -dijo Riley y bebió, y Suze chocó su vaso con el de Nell y también bebió.

Whitney trató de compartir un revoleo de ojos de superioridad con Tim, pero él seguía mirando fijo a Nell. Whitney volvió a dirigirse a Nell y se inclinó hacia ella por encima de la mesa, con un aspecto condescendiente y divertido.

– Qué salvaje de tu parte. Tres hombres en… ¿Cuánto tiempo? ¿Cincuenta años?

Muere, perra, pensó Suze, y dijo:

– Y yo. -Levantó la mano, y los tres hombres se volvieron a ella instantáneamente, dejando a Whitney sin audiencia. Suze le sonrió a toda la mesa, de manera imparcial-. Besa magníficamente. Y si consideras que nos clavó a los tres en menos de siete meses, está bastante bien. -Palmeó el brazo de Nell, mientras pensaba: no les digas que sólo nos besamos. Esta es la hora de la revancha.

Gabe ya se había vuelto hacia Nell, con una sonrisa partiéndole la cara.

– ¿Cómo?

– Después de Riley, antes que tú -Nell le dijo solemnemente-. Yo no miento.

– No nos importa si mientes -dijo Riley-. Sólo queremos detalles. -Miró a Suze con las cejas levantadas, y ella se acomodó en su asiento, satisfecha con la expresión de aturdimiento de Tim y la mirada de irritación de Whitney.

– Es una broma -dijo Tim.

– Yo no soy una broma -dijo Suze-. Especialmente en la cama.

– Así que estaban en la cama… -apuró Riley.

Nell suspiró y se volvió hacia Gabe.

– Fue así.

No les digas la verdad, pensó Suze. Vamos. Por una vez en la vida, sé maldita, obtén tu revancha.

Nell miró a Gabe haciéndole una caída de ojos.

– Estábamos solas una noche, y nosotras, eh, tenemos necesidades…

Gabe y Riley asintieron.

– … Y nos gustamos mucho. Y somos muy atractivas. Entonces… -terminó Nell con un encogimiento de hombros, sonriéndole a Gabe a través de las pestañas.

– En cuanto a esas necesidades -dijo Gabe, con mucha seriedad-. Quiero que sepas que siempre puedes recurrir a mí. En cualquier momento, de día o de noche. Trae a Suze.

– Hablas en serio -dijo Tim-. ¿En verdad lo hiciste?

Eres tan tonto, pensó Suze.

– No era sólo lujuria. Empezamos a pensar qué pasaría si una peste barriera con todos los hombres. -Se encogió de hombros y miró a Riley y a Gabe-. Sin ofender.

– Ningún problema -dijo Riley-. Tienen que estar preparadas. ¿Entonces qué hicieron exactamente?

– Experimentamos -dijo Nell-. Suze besa excepcionalmente bien.

– Es bueno saber eso -dijo Riley, y Tim lo miró con el entrecejo fruncido-. Está bien, ¿después qué hicieron?

Whitney los miró agriamente.

– No tenemos que conocer los detalles.

– Oh, sí que tenemos -dijo Gabe, sin apartar los ojos de Nell-. Desde el principio. ¿Qué llevabas puesto?

– Mi pijama de seda azul -dijo Nell-. Ya sabes, el que se resbala…

– Dios, sí -dijo Gabe.

– Pero sólo la parte de arriba -mintió Nell.

– Bien, bien -dijo Gabe.

– ¿Tú tenías la parte de abajo? -le preguntó Riley a Suze.

Ella sacudió la cabeza.

– No, yo tenía una remera vieja.

– No es tan bueno como la prenda de seda -dijo Riley-, pero es aceptable. ¿Hubo alguna batalla de almohadas? Tienen puntos extra si hay una batalla de almohadas las dos desnudas.

– Algunas cosas son privadas -dijo Nell recatadamente-. La mayor parte fue divertida.

Suze dijo:

– Sí, lo fue.

Nell la miró a los ojos, y Suze pensó: me alegro tanto de tenerte. Siguiendo un impulso tomó la mano de Nell y le besó la mejilla.

– La mejor relación que he tenido jamás -Suze le dijo.

– Para mí también -dijo Nell-. Sin duda alguna.

Cuando el silencio se hizo demasiado prolongado, se volvieron hacia la mesa y descubrieron que los otros las observaban fijamente. Luego Gabe dijo «Bien», y se puso de pie.

– Nell y yo tenemos que regresar a la oficina ahora.

Nell lo miró parpadeando.

– ¿Sí?

– Sí, Bridget -dijo Gabe, mirándola directamente a los ojos-. Sí.

Nell enrojeció.

– Claro. -Empujó la silla hacia atrás con tanta fuerza que ésta se cayó al suelo-. Lo siento. -Reacomodó la silla y recogió su abrigo-. Es que estaba excitada. Por volver. A la oficina. -Miró a Gabe y dijo-: Vivo para mi trabajo.

Gabe se rió y la rodeó con un brazo cuando ella pasó a su lado, y después que salieron del restaurante, Suze estiró la cabeza para ver la calle a través del vitral. Gabe la había atraído hacia sí, tratando de no sonreír mientras le hablaba con firmeza, y Nell se rió. Se la veía tan trascendentalmente feliz que Suze sintió una punzada cuando los observaba. Yo también quiero algo así, pensó. Una vez lo tuve, y lo quiero de nuevo.

– La cuenta, por favor -gritó Riley-. Y cancele las papas fritas.

– Increíble -dijo Tim.

– Exacto -dijo Whitney-. No creo una palabra de todo esto. Se comportan como niños, tratando de llamar la atención.

– Si quiero llamar la atención -dijo Suze con frialdad- no tengo que inventar historias. Me alcanza con entrar en una habitación.

– Eso es cierto. -Riley se levantó del banco para ocupar la silla al lado de Suze que Nell había dejado vacante-. ¿Entonces cuándo fue ese episodio? ¿Y dónde estaba yo?

– La noche del Día de Acción de Gracias -respondió Suze, recostándose un poco contra el hombro de él-. Probablemente tú estabas con esa infante que es licenciada en horticultura.

Whitney miró a Suze sacudiendo la cabeza.

– Y te preguntas por qué te dejó Jack.

Riley resopló.

– Si crees que esa historia haría que un hombre la abandonara, no sabes nada de hombres, cariño. -Se volvió a mirar a Suze-. Entonces tú tenías una remera…

– He tenido suficiente. -Whitney se levantó del banco y miró a Tim con preocupación-. Están haciendo esto únicamente para disgustarte, Tim.

Tim no le prestó atención y miró a Suze.

– Lo hicieron de verdad, ¿no?

– Sí -dijo Suze-. Besé a tu esposa y me gustó de verdad y lo mismo hizo Riley, y Gabe está arrastrándola hacia la cama exactamente en este mismo momento. Y tú eres un tonto, pero bueno, como dice Riley, eso ya lo sabíamos. -Tim se echó hacia atrás y Suze continuó, con la determinación repentinamente feroz de contarle la verdad, de contarle a alguien la verdad-. Te odio por lo que le hiciste a ella, pero también me alegro porque la liberaste. Ella es tan feliz ahora, tiene algo más por lo que vivir además de esa estúpida agencia de seguros, y no te aceptaría otra vez ni regalado, así que ahora está todo bien, pero yo jamás voy a perdonarte que la hayas engañado y lastimado. Eres una basura.

Tim dijo:

– Espera un momento. -Y Whitney le tiró del brazo.

– A eso me refería -le dijo, con obvia desesperación-. Están haciendo esto para alterarte. No son más que mentiras. No los escuches. Sólo tratan de vengarse de ti. -Le acarició la manga, y Suze pensó: lo ama de verdad.

Tim pasó la mirada de Suze a Whitney y luego a Riley, aliviado.

– Claro. Nell no es así. No creo…

– Créelo -dijo Riley-. ¿Por qué tiene una cicatriz debajo del ombligo?

– Una laparotomía -dijo Tim automáticamente y luego se detuvo.

– La vi cuando anduve por ahí abajo -dijo Riley-. Y considerando la forma en que ella reaccionó a lo que yo estaba haciendo, me sorprende que tú siquiera supieras que la cicatriz existía.

– Ay -dijo Suze y se volvió hacia Whitney-. Mi pésame, querida.

Tim se puso de pie.

– Ustedes no tienen ninguna moral.

– Tú te acostaste con una mujerzuela y traicionaste a tu esposa y a tu hijo -dijo Suze-. No hables de moral, bola de grasa.

– Suficiente -dijo Whitney y arrastró a Tim hacia la puerta.

– ¿«No hables de moral, bola de grasa»? -le dijo Riley a Suze después de que se fueron.

– Lo odio.

– Es comprensible -dijo Riley-. Esa no es razón para bajar al nivel de él.

– No podría bajar a su nivel ni con una excavadora. Él está más allá del desprecio.

– ¿Ves? Así está mejor. No es grandioso, pero es más imaginativo que «bola de grasa». ¿Quieres otra cerveza antes de que te acompañe a tu casa?

– No. -Suze deslizó su silla hacia atrás-. He tenido suficientes estímulos por una noche.

– Demasiado cierto. -Riley miró la cuenta y puso un par de billetes sobre la mesa mientras se levantaba-. No puedo creer que Gabe me haya clavado con la cuenta.

– Tenía que ir a cierto lugar y hacerle algo a Nell.

Riley le sostuvo la puerta, y ella salió a la noche fría.

– Ese tipo nació para la monogamia -le dijo, tomándola del brazo-. Primero Chloe durante diecinueve años, y ahora Nell por toda la eternidad, aunque ella lo vuelva loco. Él no deja de aferrarse.

– Mejor que sea por toda la eternidad. -Suze pensó en apartarle el brazo de un tirón, pero era agradable que la sostuvieran así. Firme. Cálido. Podría volver a ser independiente cuando llegara a su casa puesto que en cualquier caso ésa era su única alternativa. La independencia debería ser una elección, no un castigo. Pensó en Nell, en los meses que había pasado paralizada por el golpe, y después la recordó esa misma noche, riéndose con Gabe. Si él también la traicionaba… Se detuvo y se volvió hacia Riley-. Si Gabe sólo está jugando…

– ¿Parece que sólo está jugando? -Riley sonaba exasperado, tirándole del brazo, obligándola a volver a caminar a su lado-. ¿Actúa de esa manera? Si cualquier otra persona hubiera hecho lo que hizo ella, él la habría despedido hace mucho tiempo. Está metido en esto para siempre.

– Puede ser. -Suze se resbaló en una franja de hielo y sintió que él la sujetaba con más fuerza del brazo hasta que recuperó el equilibrio-. Parece que está loco por ella. Pero Tim también lo parecía en una época. -Y Jack lo parecía por mí, una vez.

– ¿Quieres garantías? -dijo Riley-. No hay garantías. Pero Gabe no engaña ni miente, y ha metido a Nell en su vida, no sólo en su cama. Él no es Tim. -Sonaba muy enojado, pero antes de que ella pudiera pedir disculpas, agregó-: Él no es Jack.

– Lo siento -dijo Suze-. Me olvidé de que era tu amigo.

– Es mi amigo, mi socio, mi mentor y mi pariente -dijo Riley-. No critiques a Gabe.

– Correcto. Olvidémonos de Gabe. Todavía faltan seis cuadras para mi casa. ¿Cómo está tu vida?

– Demonios. El lugar donde trabajo se ha convertido en la Primera Guerra Mundial combinada con El sexo y la ciudad. Gabe es un tipo tranquilo, no nació para estar furioso o tan feliz. Hablemos de otra cosa.

– Está bien, ¿De qué quieres hablar?

– Entonces tú tenías la remera y Nell la parte de arriba del pijama -dijo Riley, y Suze rió y le contó todo y más, bordando la historia a medida que caminaban, dando a entender que Nell y ella habían llegado a lugares donde en realidad no habían incursionado. Cuando terminaron de atravesar el parque, su propia historia la había dejado sin aliento, y cuando subieron los escalones de su casa fría y vacía, hacía bastante tiempo que Riley estaba en silencio.

– Tal vez haya inventado parte de eso -dijo Suze mientras buscaba la llave.

– No, no -dijo Riley-. Si hay un Dios, todo eso fue cierto.

Ella abrió la cerradura y empujó la puerta, detestando el oscuro vacío del interior de la casa.

– La cuestión es que fue divertido. Esto del divorcio no es tan desagradable -se dijo a sí misma, tanto como a él-. Mira todo lo que estoy descubriendo de mi propia persona.

– Y lo compartes con otros -dijo Riley-. Eso es importante.

Estaba oscuro en el umbral y ella no podía verle la cara, pero pudo percibir la sonrisa en su voz, y algo más.

– Me gustaría compartirlo contigo, también -dijo exasperada, recordando el beso que él había rechazado la víspera de Año Nuevo-, pero tú no estás interesado. -Siguiendo un impulso, se estiró de puntas de pie y lo besó antes de que él pudiera esquivarla, con la idea de que sería algo rápido, así podía decirle: ¿Esto no es mejor que sólo pensarlo?

Pero él le devolvió el beso, con fuerza, siguiéndola cuando ella se apoyó en los talones, y a Suze se le calentó la sangre instantáneamente. Él la sujetó con más firmeza y ella se recostó en el sólido bulto de su cuerpo y perdió el aliento. Cuando él terminó el beso Suze se aferró con más fuerza, agarrándose del abrigo de Riley, porque sabía que él iba a apartarse, y ella creía que no podría soportar estar sola de nuevo.

No me hagas entrar sola en esa casa.

– Eso fue tonto -dijo Riley, jadeando-. Te pido disculpas. -Trató de apartarse, pero Suze lo sujetó como si en ello le fuera la vida.

– Si insisto -dijo ella-. Si vuelvo a besarte y te meto la lengua en la boca y me subo encima de ti, ¿vendrás a la cama conmigo?

Riley respiró profundo.

– Sí.

El corazón de Suze dejó de latir un momento.

– ¿Debería hacerlo? -dijo, deseando que él dejara de ser tan sumiso, tan pasivo, un besado, y le dijera que sí.

– No.

– ¿Por qué? -dijo Suze, soltándolo-. No lo entiendo.

Riley se recostó contra la pared de ladrillos, y cuando habló, ya había recuperado el aliento y se oía enojado.

– Esta noche, cuanto estábamos hablando, ¿me deseabas?

– ¿Qué? ¿En la cena? No, deseaba vengarme de Tim y Whitney.

– Sí. Eso estaba claro. Igual que Nell. Pero ella deseaba más a Gabe. Estaba mucho más interesada en excitar a Gabe que en hacer que Tim lo lamentara. Todo lo que dijo estaba dirigido a Gabe.

– Oh. -Suze trató de recordarlo. Tal vez había entendido mal a Nell-. Está bien. ¿Entonces?

– Tú no tenías interés en mí, lo que está bien. Muchas mujeres no tienen interés en mí. El único momento en que me deseas es cuando estamos solos. Tienes que entrar en esa casa grande y vacía, entonces me buscas. En la mayoría de los casos, yo aceptaría, pero éste no es como la mayoría de los casos; este caso eres tú y en este momento tú estás muy mal y tratas de que yo esté mal contigo. Lo que no quiere decir que no aceptaré si vuelves a pedírmelo. Soy humano, y tú eres muy atractiva, niña, de eso no cabe duda. Pero después va a salir mal, y lo sabes.

– No es únicamente el estar sola -dijo Suze, tratando de ser honesta-. Realmente quiero sexo, además. Lo extraño. Han pasado varias semanas.

Riley dejó escapar un suspiro reprimido.

– ¿Quieres despertarte conmigo mañana? -dijo, y Suze lo pensó, la idea de encarar la realidad de él con la luz del día.

– No.

– Está bien -dijo Riley-. Yo tampoco quiero despertarme contigo. -Pasó al lado de ella para abrir totalmente la puerta de un empujón-. Entonces entremos y cojamos porque es agradable, y después me iré. -La empujó-. Después de ti.

– Bastardo -dijo Suze, manteniendo su posición-. Lo haces sonar horrible. ¿Por qué no puedes limitarte a aprovecharte de mí como haría cualquier otro tipo?

– Porque no soy cualquier otro tipo -contestó Riley-. Aunque si no te metes allí dentro y cierras la puerta, me convertiré en eso.

– ¿En realidad me deseas? -dijo Suze, y Riley repuso:

– Oh, Cristo, ya está, voy a entrar. Ponte contra una pared y prepárate. -La empujó con más fuerza hacia la puerta, pero ella le devolvió el empujón y entró.

– No -dijo Suze-. Tú ganas.

– Si yo gano, ¿por qué estoy afuera? -dijo Riley.

– Pero te equivocas respecto de que no te deseo por ti mismo -dijo Suze-. Sí te deseo, en cierta forma. Todavía no he superado a Jack, aunque si es cierto que él mandó a Whitney contra Nell, lo odio…

– ¿Qué? -dijo Riley.

– … Y el sexo en serio me vendría bien, y detesto estar sola, y estoy buscando que alguien me salve, tienes razón respecto de todo eso, pero también se trata de ti. Siento una vibración definitiva contigo, que no siento con ninguna otra persona.

– ¿En serio? -dijo Riley-. Tal vez deberíamos hablar de esto.

– No -dijo Suze-. Porque si hablamos mucho más, me acostaré contigo por todas las razones equivocadas, y entonces tú tendrás razón y yo volveré a estar equivocada.

– Tal vez no sean las razones equivocadas -dijo Riley-. Quizás…

– Buenas noches -dijo Suze un poco jadeante, y le cerró la puerta en la cara antes de poder hacer algo estúpido. A través del vidrio vio que él esperaba un momento, luego bajaba los escalones, y sus amplias espaldas desparecieron en la oscuridad de la calle. Ella pensó: desearía que no te marcharas, en serio.

Lo observó por la ventana del frente cuando giró en Fourth Street, para volver a cruzar el parque rumbo a la agencia, esperando a medias que diera la vuelta y regresara. Cuando ya no pudo verlo, dejó caer la cortina y oyó que un auto arrancaba al otro lado de la calle. Volvió a abrir la cortina y vio un BMW que se alejaba, acelerando el motor.

Jack.

Te odio, pensó. Me vigilas. Lastimas a Nell. Pero incluso en ese momento recordó lo dulce que él podía ser, lo apasionado, lo buenos que habían sido la mayoría de esos catorce años a su lado. Ese era el problema del matrimonio. Clavaba sus ganchos en el alma y dejaba cicatrices que quedaban para siempre. Deberían advertirles a las personas que se casaban lo que el matrimonio les haría. La manera en que les transformaría la vida y les cambiaría la forma de pensar y les alteraría la realidad hasta que ya no supieran quiénes eran en realidad. La forma en que la enganchaba a una con la presencia de otra persona, incluso tal vez alguien que a una ya no le gustaba mucho, quizás alguien a quien una ya no amaba más, y hacía que una necesitara a esa persona a pesar de ya no la deseaba.

Una hora antes, Nell había besado a Gabe en la oscura oficina de la agencia, excitada por haber vencido a Tim y aliviada por no seguir peleada con Gabe. Este la había aferrado por la cintura y la había atraído hacia él, sonriéndole en la penumbra de la luz de la calle, y ella pensó: Tengo que dejar de enfurecerlo tanto.

Se dio cuenta de que era el mismo pensamiento que había tenido demasiadas veces respecto de Tim. Eso la puso lo suficientemente sobria como para hacerla alejarse.

– ¿Qué? -dijo él, mientras su voz perdía parte de la alegría.

– Nada -dijo ella-. ¿Te he mencionado que estoy loca por ti?

Él volvió a deslizar sus brazos alrededor del cuerpo de ella.

– Bueno, cuéntame el resto de tu historia con Suze.

– No ocurrió nada más. Ella me besó. No eras tú. Desde entonces sólo te he besado a ti.

– Gracias -dijo Gabe-. ¿Hay algo que pueda hacer para demostrar mi agradecimiento?

– Sí -dijo ella, y lo empujó hacia el sofá. Él tropezó en la oscuridad y cayó encima del mueble con fuerza, y ella lo cabalgó antes que él pudiera volver a levantarse.

– Tal vez ésta no sea una buena idea -dijo él, probándolo con una mano-. Éste no es el más sólido…

– Por eso es que no dejo de pedir uno nuevo -dijo ella, acomodándose más cerca de él-. Un sofá seguro no se derrumbaría debajo de nosotros. O de la clientela, para el caso. Bésame y dime que podemos comprar un sofá nuevo.

Él colocó las manos sobre la cadera de ella, moviéndolas debajo de la falda.

– Ya hemos tenido esta conversación. No tendrás un sofá nuevo. Ven arriba conmigo y podrás tener otra cosa.

Se inclinó hacia Nell, quien colocó las manos contra el pecho de Gabe y lo empujó hacia atrás.

– Un momento. Tengo una idea.

– Lo que es siempre malas noticias para mí-dijo Gabe.

– Este es el trato, Dino. He adoptado la actitud de una buscadora de oro. Permitiré que me hagas cosas indecibles sobre este sofá, ahora mismo, pero tendrás que pagarme.

– Con un sofá nuevo -dijo Gabe, mirándola bajo la luz mortecina, con los ojos ardientes y las manos más ardientes debajo de la falda, y ella pensó: Oh, diablos, con un clip, cualquier cosa, tómame.

– Sí -respondió, levantando la barbilla-. Yo vivo por mi trabajo.

– Y te acuestas por él, también. -Gabe le empujó la falda hasta la cintura y después la acercó más, y ella se estremeció cuando sintió la dureza de él contra su cuerpo-. Muy profesional -dijo él-. ¿Cerré la puerta con llave?

– Sí -respondió ella, y le lamió la boca, y él dijo:

– Te das cuenta de que estamos frente a una ventana.

– Está oscuro. ¿Me deseas o no? -Ella rebotó un poco encima de él, y el sofá crujió, y él se quedó sin aliento, y ella también.

– Te diré esto -contestó él, con la voz ronca-. Si el sofá se rompe durante la próxima media hora, puedes comprar uno nuevo.

– Trato hecho. -Nell lo empujó para que él estuviera encima de ella, rotó las caderas para deslizarse debajo de Gabe, pensando que el sofá cedería mucho más pronto si él estaba arriba. Todo transcurrió de acuerdo a lo planeado los veinte minutos siguientes, los dos hicieron su habitual buen trabajo hasta que estaban demasiado excitados para poder seguir soportándolo y la ropa interior ya había sido arrojada al otro lado del escritorio. En ese momento Gabe la besó profundamente y se deslizó en el interior de ella, y ella se preparó para la tormenta que sobrevendría.

No fue así. En cambio Gabe la mantuvo inmóvil, aprisionada debajo de él, mientras pulsaba contra ella, apenas moviéndose pero tocando todos los lugares importantes con un ritmo que hizo que su piel le picara y que su aliento se hiciera más forzoso. Ella tragó saliva, jadeó, y dijo:

– ¿Qué estás haciendo?

– Te estoy llevando adonde quieres ir -respondió él en el oído de Nell, y ella percibió la risa en la voz.

Trató de rebotar debajo y no pudo, él la tenía atrapada contra los almohadones del maldito sofá y ella ni siquiera podía hacer palanca contra el piso.

– Más fuerte -dijo ella, y él respondió «No», y bajó la velocidad incluso un poco más. Ella respiró más profundamente mientras sentía que se le espesaba la sangre y dijo-: No está dando resultado. -Mientras pensaba: Si no se detiene voy a acabar como loca sobre un sofá intacto.

– Mientes -le dijo Gabe al oído, pulsando inexorable contra ella-. Siempre puedo hacerte llegar y siempre lo haré.

Le besó el cuello y movió la mano hacia el pecho de Nell, y ella volvió a tratar de rebotar, lo que sólo consiguió que él endureciera el apretón de su mano en vez de cobrar velocidad. Ella probó retorcerse, lo que él agradeció, y balancearse, lo que él impidió con sus manos ardientes, y entonces, por fin, frustrada por esa forzada inmovilidad, le arañó la espalda con las uñas, lo levantó del sofá con las caderas y empezó a dar patadas al sentir el primer estremecimiento de su clímax. Se agitó contra el cuerpo de Gabe, y él tragó aire cuando ella se balanceó como una ola en el sofá, necesitando moverse tanto como necesitaba acabar, y la presionó golpeándola contra el sofá crujiente hasta que ella perdió la cabeza y, por fin, todo se puso en movimiento.

Cuando ella recuperó el sentido, se dio cuenta de que el sofá todavía estaba en pie.

– Estoy tan desilusionada -dijo mientras sentía que su sangre cantaba-. Tendremos que hacerlo nuevamente.

– Otra razón para no librarse del sofá -dijo Gabe contra el cabello de Nell-. Voy a hacerlo reforzar cuando estés mirando para otro lado.

– Sal de encima -dijo Nell, y él hizo palanca para salir y se puso de pie. Ella se bajó la falda mientras él se subía el cierre de los pantalones, y en ese momento ella dijo-: No puedo creer que este maldito mueble haya aguantado.

– Hacían buenas cosas en los cincuenta -dijo Gabe-. A mí, por ejemplo. Y, Dios lo sabe, a ti.

Nell había encendido la luz y estaba detrás del escritorio recuperando su ropa interior cuando se abrió la puerta de la calle. Se enderezó y vio a Riley, con la llave en la mano.

– ¿Qué haces aquí? -dijo Gabe, metiéndose la camisa en el pantalón.

– Yo trabajo aquí-dijo Riley-. Tú lo hacías también, antes de que lo dejaras para acosar sexualmente a tu secretaria, la secuestradora de perros. Qué noche. -Arrojó las llaves en el escritorio y se echó sobre el sofá.

Se mantuvo en pie.

– No puedo creerlo -dijo Nell, contemplando el mueble con asco-. Voy a saltarle encima antes de la próxima vez que lo hagamos.

– ¿Qué? -dijo Riley-. ¿Acaban de hacerlo aquí? Hay una ventana, por el amor de Dios.

– Tú no tienes estilo -dijo Gabe-. Además, fue idea de ella.

– ¿Alguna vez se te ocurre decirle que no?

– No -dijo Gabe, pero estaba frunciendo el entrecejo, con la cabeza inclinada-. Mira esa pata.

– Ves, te lo dije -comenzó a decir Nell, pero entonces miró las patas del sofá y se llamó a silencio. Estaban corridas de costado, como si el sofá estuviera quebrándose lentamente, y la parte central se había inclinado, como si estuviera torcida-. Ooohh. Jamás había pasado eso antes.

Riley se levantó del sofá y éste se hundió un poco más.

– ¿Qué hicieron?

– Ahora tendremos que comprar uno nuevo -dijo Nell, pero Gabe no le prestó atención.

Se acercó y agarró el sofá del borde delantero, y lo empujó hacia atrás hasta que descansó contra la ventana, y luego se puso a examinarlo desde abajo.

– ¿Qué demonios es eso?

«Eso» era un caño largo, fuertemente insertado en toda la extensión del asiento, formando un ángulo.

– Bueno, con razón no se rompía -dijo Nell-. Claro que eso también explica por qué era tan incómodo.

– Ni siquiera está soldado -dijo Gabe, mirándolo con más atención-. Simplemente lo encajaron ahí. Dame una mano.

Riley se puso de pie a su lado.

– Sabes, si arrancas eso, el sofá es historia.

– Arráncalo -dijo Nell.

– Sostén el sofá -dijo Gabe, y Riley se inclinó contra el mueble, mientras Gabe agarraba la barra y daba un tirón-. Maldición -dijo-. Una vez más. -Riley se apoyó con más fuerza en la parte trasera, y Gabe volvió a tirar, y esta vez el caño salió de golpe y lo hizo tambalearse.

Riley dejó que el sofá cayera en su lugar.

– ¿Quieres que lleve este mueble al depósito de basura? Porque está claro que hay.que librarse de él si… -Se detuvo porque Gabe había dado vuelta el caño y estaba sacudiéndolo-. ¿Qué estás haciendo?

– Tiene algo dentro -dijo Gabe, tratando de mirar por un extremo-. Necesitamos más luz en esta oficina.

– Bien -dijo Nell-. Voy a comprar lámparas junto con el nuevo sofá.

– Dame algo con un gancho -dijo, y Nell pensó, sí, tengo uno de esos, pero entonces él dijo-: Un momento. -Buscó su navaja de bolsillo. Metió la hoja en el extremo del caño y comenzó a sacar algo.

– Repito -dijo Riley-. ¿Qué…?

– Mi padre no era de los que arreglaban cosas -dijo Gabe-. Y él metió este caño en el sofá.

– ¿Cómo lo sabes?

– Bueno, no fuimos ni tú ni yo. -Gabe frunció el entrecejo mientras trabajaba con el caño-. Y no me imagino que tu madre o Chloe lo hubieran metido en el mueble. Y la probabilidad de que alguna otra persona se hubiera colado aquí para encajar caños en los muebles… -Se detuvo cuando un trapo blanco asomó por un extremo del caño. Guardó el cuchillo y tiró de la tela, que salió con facilidad, desenvolviéndose mientras él la sacaba, hasta que algo pesado cayó a sus pies y resonó en el piso.

– Diamantes -dijo Nell, mirando el montoncito derramado de círculos brillantes.

– No puedo esperar a que Trevor explique esto -dijo Riley.

– Yo sí -dijo Gabe-. Pero no lo haré.