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BELISARIO
¿Es ésta una historia de amor? ¿No ibas a escribir una historia de amor? (Se golpea la cabeza.) Siempre lo estropeas todo, lo desvías todo, Belisario. Al final, te morirás sin haber escrito lo que realmente querías escribir. Mira, puede ser una definición (Anotando): escritor es aquel que escribe, no lo que quiere escribir —ése es el hombre normal— sino lo que sus demonios quieren. (Mira a los viejecitos, que siguen comiendo.) ¿Son ustedes mis demonios? Les debo todo y ahora que ya estoy viejo y ustedes están muertos, todavía me siguen ayudando, salvando, todavía les sigo debiendo más y más. (Coge sus papeles, se levanta, impaciente, exasperado, va hacia el comedor donde la familia sigue comiendo impasible.) Ayúdenme de verdad, entonces: ábranme los ojos, ilumínenme, aclárenme las cosas. ¿Quién era esa india perversa que se metía de repente en los cuentos del caballero y de la señorita de Tacna? Alguien, algo que debía tocar un centro neurálgico de la historia familiar ¿no, Mamaé? Te obsesionaba ¿no es verdad? Había recibido una paliza, se la nombraba en una carta, se te confundía con la señora Carlota por el odio idéntico que les tenías a las dos. (Da vueltas en torno a la mesa, gritando.) ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? ¡Necesito saber qué pasó! Sí, ustedes tres se llevaban maravillosamente. ¿Fue así los cuarenta o cincuenta años de vida en común? Nunca cogió el caballero la mano, a escondidas, a la señorita? ¿Nunca la enamoró, la besó? ¿Nunca pasaron entre ellos esas cosas que pasan? ¿O ustedes dominaban los instintos a fuerza de convicción moral y pulverizaban las tentaciones con la voluntad? (Está regresando a su mesa de trabajo, abatido.) Esas cosas sólo pasan en los cuentos, Mamaé.
Mientras Belisario monologa, tocan la puerta. Entran César y Agustín, que besan a los Abuelos y a la Mamaé.
AGUSTÍN
¿Cómo te sientes, papá?
ABUELO
Bien, hijo, muy bien.
ABUELA
No es verdad, Agustín. No sé qué le pasa a tu padre, pero anda cada día más abatido. Da vueltas por la casa como un fantasma.
AGUSTÍN
Te voy a dar una noticia que te va a levantar el ánimo. Me llamaron de la Policía. Figúrate que han pescado al ladrón.
ABUELO
(Sin saber de qué se trata)
¿Ah, sí? Qué bien, qué bien.
AMELIA
El que te asaltó al bajar del tranvía, papá.
AGUSTÍN
Y lo mejor es que encontraron tu reloj, entre las cosas robadas que tenía el tipo en una covacha, por Surquillo.
ABUELO
Vaya, es una buena noticia (Dudando, a la Abuela) ¿Se habían robado un reloj?
CÉSAR
Lo descubrieron por la fecha, grabada en la parte de atrás: Piura, octubre de 1946.
Se van apagando sus voces, que permanecen, sin embargo, como un lejano murmullo. Belisario deja de escribir y queda jugando con el lápiz entre los dedos, pensativo:
BELISARIO
Piura, octubre de 1946… Ahí están los Vocales de la Corte Superior, regalándole el reloj; ahí está el Abuelo agradeciendo el regalo, a los postres del banquete en el Club Grau. Y ahí está el pequeño Belisario, orondo como un pavo real, por ser el nieto del Prefecto. (Se vuelve a mirar a la familia.) ¿Fue ésa la última época buena, abuelos, mamá, tíos, Mamaé? Después, la lluvia de calamidades: falta de trabajo, de dinero, de salud, de lucidez. Pero en Piura ustedes se acordaban con nostalgia de Bolivia: allí la vida había sido mucho mejor… Y en Bolivia recordaban Arequipa: allí la vida había sido mucho mejor… (En la mesa, los Abuelos siguen charlando con los hijos.) ¿Fue en Arequipa la época de oro, cuando el Abuelo iba y venía a Camaná?
ABUELO
(Joven, risueño, optimista)
Esta vez sí. Vamos a cosechar los frutos de diez años de paciencia. El algodón ha prendido maravillosamente. Los rozos están cargados como nunca nos atrevimos a soñar. Los señores Saíd estuvieron en Camaná la semana pasada. Trajeron a un técnico de Lima, lleno de títulos. Se quedó asombrado al ver los rozos. No podía creerlo, ñatita.
ABUELA
La verdad es que te lo mereces, Pedro. Después de tanto sacrificio, enterrado en esas soledades.
ABUELO
El técnico dijo que, si no nos falla el agua —y no hay razón para que falle pues el río está más lleno que nunca— este año tendremos una cosecha mejor que las mejores haciendas de Ica.
AGUSTÍN
¿Y entonces me comprarás ese mandil y esos aparatos de médico, papá? Porque he cambiado de idea. Ya no quiero ser un gran abogado, como mi abuelo. Seré un gran médico.
El Abuelo asiente.
CÉSAR
¿Y a mí me comprarás el traje de explorador, papá?
El Abuelo asiente.
AMELIA
(Sentándose en las rodillas del Abuelo)
¿Y a mí la muñeca de chocolate que hay en la vitrina de la Ibérica, papacito?
ABUELO
Para la cosecha, ya la habrán vendido, sonsa. Pero te mandaré hacer una muñeca especial, la más grande de Arequipa. (Señalando a la Abuela) ¿Y a esta ñata buenamoza qué le vamos a regalar si la cosecha es como esperamos?
MAMAÉ
¿No se te ocurre? ¡Sombreros! ¡Muchos sombreros! Grandes, de colores, con cintas, con gasas, con pájaros, con flores.
Todos ríen. Belisario, que se ha puesto a escribir, ríe también, mientras sigue escribiendo.
AMELIA
¿Por qué te gustan tanto los sombreros, mamá
ABUELA