153321.fb2
Voy a llamar a los criados para que la acompañen a la puerta, señora Carlota.
SEÑORA CARLOTA
Y si trasladan a Joaquín, abandonaré a mi marido y a mis hijos y lo seguiré. Y tus dudas, tu suplicio, continuarán. He venido a que sepas hasta dónde puede llegar una mujer enamorada. ¿Ves?
MAMAÉ
Sí, señora, veo. Tal vez sea cierto lo que dice. Yo no sería capaz de actuar así. Para mí el amor no puede ser una enfermedad. No la entiendo. Es usted bella, elegante, su marido una persona tan distinguida, a quien todo Tacna respeta. Y sus hijos, unos chiquilines tan ricos. ¿Qué más se puede desear en la vida?
SEÑORA CARLOTA
Pues bien, quizá así lo entiendas. Estoy dispuesta a sacrificar todo eso que te parece envidiable, por una palabra de Joaquín. A irme al infierno, si es el precio para seguir con él.
MAMAÉ
Dios la está oyendo, señora Carlota.
SEÑORA CARLOTA
Entonces, sabe que es verdad. Cuando Joaquín me tiene en sus brazos, y me estruja, y me somete a sus caprichos, nada más existe en el mundo: ni marido, ni hijos, ni reputación, ni Dios. Sólo él. Eso, no me lo vas a quitar.
MAMAÉ
¿Hace cuánto tiempo que es usted la… la… el amor de Joaquín?
SEÑORA CARLOTA
¿La amante de Joaquín? Dos años. Te voy a contar algo más. Nos vemos todas las semanas en una cabaña de La Mar, al ponerse el sol. A esa hora los negros regresan de las haciendas, cantando. Los oímos. Hemos aprendido sus canciones de tanto oírlas. ¿Qué otra cosa quieres saber?
MAMAÉ
Nada más, señora. Le ruego que se vaya ahora.
SEÑORA CARLOTA
Tú no podrías vivir con Joaquín. Eres demasiado pura para un hombre tan ardiente. Lo dice él mismo. Tienes que buscarte un joven lánguido. Tú no podrías ser soldadera de nadie. Te falta sangre, malicia, imaginación.
MAMAÉ
¡Tiene que irse! ¡Mis tíos llegarán en cualquier momento, señora!
SEÑORA CARLOTA
Que me vean. Que estalle de una vez el escándalo.
MAMAÉ
No estallará por mi culpa. No he oído nada, no sé nada, no quiero saber nada.
SEÑORA CARLOTA
Y, sin embargo, has oído y lo sabes todo. Y ahora, el gusanito comenzará a roerte el corazón. "¿Será verdad que se casa conmigo por conveniencia?» "¿Será verdad
que la quiere a ella?» "¿Será verdad que la llama soldadera cuando la tiene en sus brazos?»
La Señora Carlota sale. Belisario, que al principio del diálogo de ésta con la Mamaé ha estado escribiendo, anotando, echando papeles al suelo, de pronto quedó pensativo, luego interesado en lo que decían las dos mujeres, y, al final, ha ido a acuclillarse como un niño junto al sillón de la Mamaé.
MAMAÉ
(Está regresando hacia su sillón y, viejita de nuevo, habla para sí misma)
¿Será verdad que le dice que soy una niñita de mírame y no me toques? ¿Una
remilgada que nunca sabrá hacerlo feliz como sabe ella? ¿Será verdad que estuvo con
ella ayer, que está con ella ahora, que estará con ella mañana?
Se acurruca en su sillón. Belisario está a sus pies, como un niño, escuchándola.
BELISARIO
O sea que la mujer mala le hizo dar unos celos terribles a la señorita que estaba de novia.
MAMAÉ
Peor todavía. La inquietó, la turbó, le llenó la cabecita inocente de víboras y pajarracos.
BELISARIO
¿Cuáles son los pajarracos, Mamaé? ¿Los gallinazos?
MAMAÉ
(Sigue el cuento)
Y la pobre señorita pensaba, con los ojos llenos de lágrimas: «O sea que no me quiere a mí sino a mi apellido y a la posición de mi familia en Tacna. O sea que ese joven que yo quiero tanto es un sinvergüenza, un aprovechador».
BELISARIO
Pero eso no es cierto, Mamaé. ¡Quién se va a casar por un apellido, por una posición social! Que se quería casar con la señorita porque ella iba a heredar una hacienda, me lo creo, pero lo otro…
MAMAÉ
Lo de la hacienda era falso. El oficial chileno sabía que esa hacienda la habían rematado para pagar las deudas del papá de la señorita.
BELISARIO