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Roy Grace tomó nota mentalmente de no volver a encerrarse con Norman Potting en una habitación pequeña un día sofocante. Estaban sentados uno junto al otro delante de un monitor en una sala de visionado del tamaño de un cubículo, adjunta a la sala de interrogatorio de testigos. El sol de última hora de la tarde caía sin piedad contra las persianas venecianas cerradas de la única ventana, y el aire acondicionado no servía de nada. Grace estaba chorreando de calor. Potting, que llevaba una camisa blanca de manga corta, con grandes ronchas de sudor en las axilas, olía como el interior de un sombrero viejo.
Además, el sargento había comido algo muy condimentado con ajo y le apestaba el aliento. Grace sacó un paquete de chicles de menta de la chaqueta, que había colgado en el respaldo de su silla, y le ofreció uno a Potting con la esperanza de que lo mascara y le ahorrara su hálito mortal.
– No como nunca, Roy, gracias -dijo-. Me levanta los empastes.
Estaba toqueteando los controles, rebobinando una grabación. Grace observó la pantalla, mientras Potting, Zafferone y un tercer hombre salían hacia atrás de la sala, a cámara rápida, y desaparecían por la puerta uno a uno. Potting detuvo la cinta, luego la puso en marcha y cada uno de los tres hombres reapareció, entrando por la puerta esta vez.
– ¿Aún no estás en MySpace, Roy? -le preguntó, de repente.
– ¿MySpace? Creía que ya era un poquito mayor para eso.
Potting negó con la cabeza.
– Es para todas las edades. En cualquier caso, Li sólo tiene veinticuatro años. Tenemos un perfil conjunto. «Norma-Li». ¿Lo pillas? Ya tiene tres amigos tailandeses en Inglaterra, uno vive en Brighton. Esta bien, ¿no crees?
– Genial -contestó Grace, su mente estaba mas centrada en evitar el aliento de Potting que en la conversacion
– Vaya -se rio Potting entre dientes-, hay unas tipas increíbles. ¡¡Guau!!
– Creía que ahora eras un hombre felizmente casado, con tu nueva esposa.
Por un momento, Potting pareció verdaderamente feliz, su cara chata arrugada con una expresión de satisfacción.
– ¡Es una chica increíble, en serio, Roy! Me ha enseñado unos trucos nuevos. ¡Caray! ¿Alguna vez has estado con una oriental?
Grace negó con la cabeza.
– Confiaré en tu palabra.
Intentaba fijarse en la pantalla. Intentaba apartar a Sandy de su mente y concentrarse en su trabajo. Pesaba una responsabilidad enorme sobre sus hombros, y la forma como manejara los acontecimientos durante los próximos días podía tener un impacto importante en su carrera Era consciente de que, con la repercusión mediática de este caso, no solo eran los ojos críticos de Alison Vosper los que estaban clavados en el.
En la pantalla, un hombre delgado y de facciones angulosas estaba sentándose en una de las tres sillas rojas de la sala de interrogatorio de testigos. Tenía un rostro llamativo, más interesante que guapo, el pelo descuidado, enmarañado y perilla. Llevaba una camisa hawaiana ancha por encima de unos vaqueros azules y calzaba sandalias de piel. Su tez era pálida, como si hubiera pasado la mayor parte del verano sin salir.
– ¿Ese es el amante de Katie Bishop? -pregunto Grace.
– Si -contesto Potting-. Barty Chancellor.
– Es nombre de mariquita -dijo Grace.
– Es un imbécil mariquita -respondió Potting, subiendo el volumen.
Grace observo progresar el interrogatorio; los dos inspectores tomando notas frecuentes en sus libretas. A pesar de su aspecto extraño, Chancellor hablaba con acento de colegio privado confiado y un ligero aire de superioridad, su lenguaje corporal transmitía tranquilidad y seguridad en sí mismo y sólo dio muestras de nerviosismo de vez en cuando al retorcer la pulsera de tela que llevaba en la muñeca.
– ¿La señora Bishop le habló alguna vez de su marido, señor Chancellor? -le preguntó Norman Potting.
– Sí, por supuesto.
– ¿A usted le excitaba? -preguntó Zafferone.
Grace sonrió. El joven y arrogante policía estaba haciendo justo lo que esperaba: poner nervioso a Chancellor.
– ¿A qué se refiere exactamente? -preguntó Chancellor.
Zafferone le sostuvo la mirada.
– ¿Disfrutaba sabiendo que se acostaba con una mujer que engañaba a su marido?
– Estoy aquí para ayudarlos en sus pesquisas para encontrar al asesino de mi querida Katie. No creo que esa pregunta sea relevante.
– Nosotros juzgaremos qué es relevante y qué no lo es, señor -respondió Zafferone, impasible.
– He venido voluntariamente -dijo Chancellor, muy irritado ahora, subiendo la voz-. No me gusta su tono.
– Comprendo perfectamente que esté afligido, señor Chancellor -intervino Norman Potting, hablando con cortesía, interpretando el clásico papel del poli bueno frente al poli malo: Zafferone-. Puedo entender parte de lo que debe de estar pasando. Sería de gran ayuda que nos contara un poquito más sobre la naturaleza de la relación que tenían el señor y la señora Bishop.
Chancellor jugó con su pulsera unos momentos.
– Ese hombre era un animal -dijo de repente.
– ¿En qué sentido? -preguntó Potting.
– ¿Pegaba a la señora Bishop? -preguntó Zafferone-. ¿Era violento?
– Físicamente no, psicológicamente. Era muy crítico con ella, por su aspecto, por como se ocupaba de la casa… Es un poco obsesivo. Y era extremadamente celoso, y por eso ella tenía un cuidado extra. Y… -se quedó callado un momento, como si dudara si añadir algo-. Bueno… No sé si esto es importante, pero es bastante rarito, me dijo ella.
– ¿En qué sentido? -preguntó Potting.
– Sexualmente. Le gustaba atarla. Tenía fetichismos.
– ¿De que clase? -volvió a preguntar Potting.
– Cuero, goma, esas cosas.
– ¿Todo esto se lo contó ella? -preguntó Zafferone.
– Si.
– ¿A usted le ponía?
– ¿Que coño de pregunta es esa?
Chancellor estalló.
– ¿Se excitaba, cuando Katie le contaba esas cosas?
– No soy un enfermo pervertido, si es lo que piensa -replicó el hombre.
– Señor Chancellor -dijo Norman Potting, interpretando de nuevo el papel del poli bueno-. Imagino que la señora Bishop no le mencionó nunca una máscara antigás.
– ¿Una que?
– ¿Los fetiches del señor Bishop incluían una mascara antigás, que usted sepa?
El artista se quedo pensando un momento.
– Yo… No… No recuerdo que mencionara ninguna mascara antigás.
– ¿Esta seguro? -dijo Zafferone
– No es algo que se olvide fácilmente.
– Parece que usted olvido con bastante facilidad que era una mujer casada -le presiono Zafferone.
– Creo que ha llegado el momento llamar a mi abogado -dijo Chancellor-. Se está pasando de la raya.
– ¿Mató usted a la señora Bishop? -preguntó Zafferone, impasible.
Chancellor pareció estar a punto de explotar.
– ¿¿Qué??
– Le he preguntado si mató a la señora Bishop.
– Yo la quería… íbamos a pasar juntos el resto de nuestras vidas. ¿Por qué diablos iba a matarla?
– Acaba de decir que quiere llamar a su abogado -continuó Zafferone, como un rottweiler-. Según mi experiencia, cuando la gente quiere que su abogado esté presente en la sala es porque es culpable.
– Yo la quería muchísimo. Yo…
Se le rompió la voz. De repente, se encorvó, hundiendo la cara entre las manos y comenzó a sollozar. Potting y Zafferone se miraron, a la espera. Al final, Barty Chancellor se incorporó, recobrando la compostura.
– Lo siento.
Entonces Zafferone lanzó la pregunta que Grace estaba deseando que alguno de los dos formulara.
– ¿Conocía el señor Bishop su relación?
– En absoluto.
Norman Potting volvió a intervenir.
– El señor Bishop es un hombre muy inteligente, por lo que dice todo el mundo. Usted y la señora Bishop tenían una aventura que duraba ya más de doce meses. ¿Realmente cree que no se olía nada?
– Íbamos con mucho cuidado… y, además, él estaba en Londres casi toda la semana.
– Tal vez lo supiera y nunca dijera nada -sugirió Zafferone.
– Es posible -reconoció Chancellor de mala gana-. Pero no creo que sospechara… Quiero decir que Katie estaba segura de que no lo sabía.
Zafferone volvió hacia atrás algunas páginas de su libreta.
– Ha dicho antes que no tiene coartada para el intervalo de tiempo que va desde que la señora Bishop se marchó de su casa y la hora estimada de su asesinato, que se produjo, tal vez, menos de una hora después.
– Correcto.
– Se quedó dormido.
– Era casi medianoche. Habíamos hecho el amor. ¿Quizás usted nunca ha intentado hacer el amor? Descubrirá si lo prueba que es posible que después de hacerlo le entre sueño. -Fulminó a Zafferone con la mirada.
Grace también estaba tomando notas mentalmente. La aventura había durado doce meses. Seis meses atrás, Brian Bishop había contratado un seguro de vida para su mujer por valor de tres millones de libras. Tenía antecedentes de violencia. ¿Y si había descubierto la relación?
Chancellor había dicho que él y Katie estaban planeando pasar juntos el resto de sus vidas. Esto era más que una aventura. Tal vez Bishop no pudiera soportar la idea de perder a su esposa.
Estaban completando todas las casillas. El hombre tenía un móvil.
Quizá lo hubiera planeado detenidamente durante meses. La coartada perfecta en Londres, salvo por un pequeño descuido del que ni siquiera era consciente. La fotografía de su coche tomada por la cámara oculta cerca del aeropuerto de Gatwick.
Grace vio el resto del interrogatorio, Zafferone provocaba más y más a Chancellor. El artista era un posible sospechoso, quedaba claro. Era evidente que estaba locamente enamorado de Katie Bishop. ¿Suficiente como para matarla si ella le dejaba? Tal vez. ¿Lo bastante listo como para asesinarla y prepararlo para que pareciera que había sido el marido? No podían descartarlo. Pero en esos momentos, el peso de las pruebas parecía acumularse sólidamente contra Brian Bishop.
Miró su reloj. Las cinco y cuarto. Había llevado la cinta del hombre de la sala de espera extraída de la cámara de seguridad del servicio de Urgencias del Royal Sussex County Hospital directamente a la Unidad de Vídeo de Sussex House, para que mejoraran la imagen. Tenía el tiempo justo para bajar a ver cómo iba el proceso antes de reunirse con Kim Murphy y Brendan Duigan, para preparar la sesión informativa conjunta de las seis y media.
En la grabación de mala calidad del hospital, resultaba complicado distinguir los rasgos del hombre, porque su cara quedaba muy oculta por el pelo largo, las gafas oscuras, el bigote y la barba. Con la tecnología de la que disponían, serían capaces de aumentar la imagen bastante. Cuando salió al pasillo, le sonó el móvil. Era la sargento Bella Moy, que hablaba emocionada con la boca llena de Maltesers, al parecer. Habían recibido los resultados de las pruebas de ADN de Katie Bishop.
Cuando le contó lo que mostraban, Grace dio un golpe en el aire de alegría.