172565.fb2 Depredador Oscuro - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 5

Depredador Oscuro - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 5

CAPITULO CUATRO

El águila arpía se abalanzaba a través del dosel, haciendo caso omiso de la pereza, su comida favorita, haciendo un círculo hacia la hacienda, impulsado por una compulsión interna que no podía ignorar. En el interior del cuerpo del ave gigante, Zacarías suspiró. Él no estaba más cerca de la verdad de lo que había estado cuando salió. Los hilos que lo ataban a la mujer se había vuelto más fuerte, no más débiles y no podía sacarla de su mente.

Si no hubiera sabido mejor, pensaría que era posible que ella fuera su compañera de vida. Había considerado la idea, por supuesto, pero luego la había descartado casi inmediatamente. Si ella hubiera sido la única mujer para completar su alma, vería en colores y sentiría emociones. Si era emoción lo que estaba experimentando, él no sabía lo suficiente acerca de los sentimientos incluso para identificarlos. Lo que estaba pasando era un rompecabezas que tenía que ser resuelto antes de regresar a su plan original de buscar el amanecer. Margarita Fernández tenía un gran poder. Ella era una amenaza potencial para los Cárpatos y por lo tanto tenía que ser eliminada. Así de simple.

Un dolor punzante en los alrededores de su corazón lo detuvo en seco. En realidad se miró el pecho del ave para ver si había sido perforado por una flecha. Se le revolvió el estómago ante la idea de matarla. O Jela peje emnimet- infierno de mujer, le había lanzado un hechizo. No había ninguna otra explicación de su respuesta física a la idea de su muerte. Ella los había atado. O su sangre lo había hecho. La sangre era la esencia misma de la vida y la de ella era… extraordinaria.

Quería – no, necesitaba- tocar su mente con la suya. Todo en él lo impulsaba llegar hasta ella, para saber dónde estaba, que estaba haciendo. Se negó a actuar sobre la necesidad. Él no confía en él, más de lo que confiaba en la forma en que la veía, le tocaba para saber que existía.

Cualquier hechizo que hubiera sido lanzado era poderoso y tenía que ser una trampa.

Él tenía control y disciplina y varias vidas para desarrollar ambos y ninguna mujer, menos una mujer humana, podía destruir esos rasgos en él.

Tomaba su tiempo, probarse a sí mismo que él era demasiado fuerte para ser derribado por un hechizo. Antes de que él la matara y aprendiera sus secretos. Todos y cada uno de ellos. Ella sabía lo que significaba traicionar a un De La Cruz o intentar atrapar a uno de ellos.

Había luchado contra los vampiros y los había destruido, a las criaturas más asquerosas y viles imaginables, un pequeño desliz de una mujer no tenía ninguna posibilidad contra él. Él ignoraba la forma en que su mente continuamente alcanzado la suya. La forma en que su sangre se calienta solo con pensar en ella. No fue el hechizo tanto como el hecho de que realmente le intrigaba, algo que no había ocurrido en mil años o más. Eso era todo. Interés. Intriga. ¿Quién podría culparlo cuando nada había sido una sorpresa, hasta que llegó ella. La mujer. Margarita.

Él se estremeció. En el momento en que pensó en su nombre-le dio la vida – podía probarla en su lengua una y otra vez. El corazón le dio un tartamudeo extraño, y por un momento, en el interior del ave, pensó que su cuerpo se agitaba con la vida. Él se quedó muy quieto, un depredador oscuro objeto de caza. Su aliento se sentía atrapado en sus pulmones. Eso era imposible. Un truco. Una ilusión. Ella era de lejos más poderosa de lo que había imaginado.

Ese truco particular le compraría tiempo. Él no había sido un hombre desde más tiempo del que podía recordar. Él era una máquina de matar, nada más. Nada menos. Él no tenía deseos de la carne. Él no podría sentir. Las cosas extrañas que ocurrían en su cuerpo y mente no eran reales, no importa cuán buena ilusión fuera, pero él cerró los ojos y saboreo el calor de la necesidad que lamía acometiendo a través de sus venas. Con la misma rapidez él abrió los párpados, mirando sospechoso alrededor. Esta ilusión era la manera de llevarlo al borde, permitiéndole sentir apenas por un momento, y después quitárselo, de modo ¿Qué él siempre anhelaría la fiebre?

El águila arpía se deslizó lejos de la copa de los árboles y voló alto sobre la hacienda. Se negó a ceder a la tentación siempre presente de contactar a Margarita con la mente. Ahora, más que nunca, tenía que mostrar fuerza y ​ tenía que averiguar todo lo que pudiera sobre Margarita Fernández.

Vio la casa que estaba buscando metida en la ladera de la montaña. Hay varias casas dispersas en la propiedad, pero Cesaro Santos era el capataz y su condición se mostraba en su casa. El águila flotó en el suelo, cambiando en el último momento a su forma humana. Zacarías se acercó directamente a la terraza, su cuerpo resplandeciente en una estela de vapor que se derramaba por debajo de la rendija de la puerta.

La casa estaba impecable, como la mayoría de las viviendas de los seres humanos que convivían con su familia. Sabía que Cesaro era leal hasta en los defectos. Había ofrecido su sangre, su vida, para salvar a Zacarías. El hombre estaba por encima de todo reproche y no había ninguna mancha de mal en cualquier lugar del rancho que Zacarías pudiera detectar. Cesaro nunca robaría a la familia De La Cruz, o traicionaría de ninguna manera, y si encontraba a uno de los que trabajan que lo hicieran, Zacarías no tenía ninguna duda de que el hombre-o la mujer-serían enterrado profundamente en la selva a manos de Cesaro.

Ven a mí. La sangre llama a la sangre y todos los empleados de confianza le habían dado los Cárpatos sangre suficiente como para que cada uno de la Cruz pudiera leer sus pensamientos, proteger sus mentes y extraer la información cuando fuera necesario.

Zacarías supo el instante en Cesaro se despertó, echando mano a su pistola. Había satisfacción en saber que él había elegido bien a la familia. La lealtad era la más fuerte característica dentro de la familia Chevez y Santos, ambos estaban conectados a través de la sangre. Él tomó su forma sólida, cuando el capataz de la hacienda salió completamente vestido y fuertemente armados en cuestión de minutos.

Cesaro se inclinó ligeramente y se paró casi tieso. Zacarías sabía que nunca ningún ser humano o animal se relajaban en su compañía. Él no podría ocultar el asesino dentro de él; ésa era la parte más grande en él, así que ni se molestaba. Él gesticuló al sofá colocado en una localización estratégica en donde podría el inquilino fácilmente ver cualquier cosa que se acercara a su hogar. ¿Cómo puede servirlo, señor? “Deseo saber todo lo que usted pueda decirme de la mujer.” Zacarías mantuvo su mirada en la cara del otro hombre, mirando su expresión cuidadosamente, sosteniendo una parte de él en la mente de Cesaro para asegurarse de que conseguía la verdad. Él leyó la perplejidad y la confusión. Su pregunta era la última cosa que el capataz esperaba.

¿Quiere decir de Margarita Fernández? Asintió en silencio Zacarías, Cesaro frunció el ceño. "La conozco desde el día en que nació. Su padre era mi primo. Su madre murió cuando ella era muy joven y se crió aquí en el rancho junto con mi hijo, Julio. "

Un escalofrío de algo muy letal se deslizó en sus venas, una sombra oscura en protesta por la cercanía del hombre que creció con Margarita. ¿Qué tan cercano eran ellos?

Algo muy feo se levantó para instalarse en la boca del estómago por el pensamiento de Julio a solas con la mujer. Sus dientes se alargaron y cerró los dedos en dos puños apretados. Sus uñas como garras perforaron la palma de su mano.

Cesaro agarro más firme del rifle en su regazo, con el rostro visiblemente pálido. ¿He dicho algo que te haya molestado?

La sangre goteó a través de su palma y Zacarías, sin apartar la mirada de Cesaro, lamio la línea de gotas. “Continúe.” Cesaro tembló. “Ella es una buena muchacha. Leal.” Zacarías agitó eso lejos. Él no quería oír lo qué Cesaro pensaba de ella. “Dígame sobre ella.” Sobre cualquier hombre en su vida. Cualquier cosa que él necesite saber. Las cosas importantes. “Cuida de la hacienda y representa a la familia con todos los trabajadores. Ella hace las ordenes y es inestimable con el ganado y los caballos.” Cesaro no entendía claramente lo que buscaba Zacarías. ¿Le ha pasado algo? Él medio se levantó.

Zacarías abrió la palma hacia el hombre en un movimiento brusco, no queriendo empujarlo tan duro, pero el aire se estrelló contra Cesaro cayendo este contra los cojines. Ella está bien. Dime lo que quiero saber. ¿Está con un hombre? ¿Sale a menudo del rancho?

El ceño de Cesaro se profundizó. "Ella tiene muchos pretendiente esperanzados, algunos fuera de la hacienda y algunos aquí. No sale con ninguno, especialmente desde el ataque contra ella. Se queda cerca de casa, aunque ella representa a la familia en eventos de caridad, así como bailes locales y eventos. "

Zacarías mantuvo en blanco expresión. No le gustaba como sonaba "muchas personas esperanzadas", o cualquiera realmente. ¿Estaba ampliando su hechizo? Él pondría fin a eso de inmediato. ¿Usted le permite salir sola? ¿Una muchacha joven?

"No, desde luego no. Margarita está muy bien cuidada. Alguien del rancho siempre va con ella. "

Zacarías siguió mirando fijamente en el hombre, su mirada fija transmitía pregunta y la desaprobación.

"Mi hijo a menudo la escolta, " admitió Cesaro. " Esto ha sido mi esperanza ya que dos son un buen partido. Ellos sirven a su familia y conocen lo que tienen que hacer para mantener a salvo nuestra alianza. Sería una buena pareja, pero ninguno parece estar interesado. "

El piso tembló. Las paredes exhalaron adentro y afuera. Durante un momento la presión en la habitación era dolorosa como si todo el aire hubiera sido aspirado fuera de ella.

Cesaro luchó por respirar, su garganta se cerró y sus pulmones le ardían. Con la misma rapidez, la sensación se desvaneció como si nunca hubiera existido. Él tosió un par de veces, llevándose la mano a la garganta, con los ojos muy abiertos por el miedo.

"Hábleme de su don con los animales."

Cesaro se encogió de hombros. "Nadie sabe cómo lo hace. No creo que ella lo sepa, pero todos los animales, incluidos los que en el cielo, responde a ella. Cuando apenas era una niña, le decía a su padre que la pierna de un caballo le dolía y dónde. Efectivamente, pocas horas después, el caballo cojeaba. Ella siempre sabe cuando una yegua va a dar a luz o cuando va a haber un problema con un parto. Los caballos le tienen confianza y cuando está presente, permanecen en calma sin importar lo que tenga que hacer. "

Zacarías absorbió la información. Había hecho cosas de este tipo desde que era niña. Era posible que ella naciera psíquica, pero es mucho más probable fuera una maga entrenada con el fin de lanzar un hechizo lo suficientemente potente como para tenderle una trampa. "Continua."

Una vez. Cuando tenía quince años, un jaguar asustó a la manada y el ganado se estrelló con una valla y corrió directamente hacia los niños que jugaban fútbol. Margarita se colocó al frente de ellos y de algún modo el ganado viró lejos de ellos. Redujeron la velocidad y se pararon sin dirección. Sus ojos encontraron con Zacarías otra vez. Ella caminó directamente hacia el jaguar y evitó que le pegara un tiro. Después de un par de minutos de los dos mirarse fijamente, el gato huyó a la selva tropical y nosotros nunca lo volvimos a ver por aquí otra vez. Ni siquiera señas.

¿Qué sabe usted de su madre? Si su padre había sido un primo de Cesaro, quizás la madre hubiera sido una maga. Tenía que haber una explicación.

"Su madre era una Chevez de la hacienda en Brasil. Usted conoce a su familia".

Él conocía a la familia Chevez, mejor de lo que él conocía a alguno de los otros. Definitivamente no eran mago de nacimiento, ni tampoco ninguno de ellos fabricaban hechizos. A las mujeres Chevez les habían colocado las protecciones en su mente desde el nacimiento. Que sería imposible para un vampiro de poseer o manipular, sin tener que matarlos.

Zacarías cerró el puño, una vez más que su mente alcanzó a Margarita. Ejerció una gran disciplina en sí mismo para dejar de tocarla. Su sangre llamaba a la suya. ¿O era al revés? La llamada fue tan fuerte. Una compulsión. Juró por lo bajo en su lengua materna.

La mujer era una amenaza.

“Si ella le incomoda, podemos mandarla lejos de la hacienda durante su estancia,” Cesaro ofreció, obviamente esperando que Zacarías estaría de acuerdo con la proposición. “Ella tiene muchas tías que amarían tener su visita.” Otro temblor rodo a través de la tierra. Zacarías no movió ni un músculo. Su lengua resbaló sobre los puntos afilados de sus dientes. Su cuerpo le dolió. Ella tenía muchos pecados que pagar, con todo no se atrevió a ir con ella-no cuando él necesitaba verla – tocarla. Rechazó permitir que su mente vagara, comprobara, la tocara. Él era demasiado fuerte y ella no podría derrotarlo. Cesaro retrocedió. “Señor,” él comenzó inquieto. “Déjeme la mujer a mí.”

"Yo no le entiendo. Margarita es una buena chica. Ella es querida por todos aquí. El vampiro destruyó sus cuerdas vocales, por lo que no puede hablar. Si tanto lo angustia… "

"No me angustia."

El concepto mismo de ser afligidos era ajeno a él. Pero él estaba preocupado por su necesidad de tocarla. De estar cerca de ella. Tocar toda su piel caliente, suave y aliviar la ansiedad terrible que se había establecido por el exquisito sabor de su sangre.

Cesaro se puso de pie rápidamente cuando el cuerpo de Zacarías comenzó a brillar y a volverse transparente. "Espere. Por favor, señor, tengo que saber que no va a hacerle daño. "

Zacarías volvió sus glaciares ojos fríos en el hombre. "No se atreva a suponer que me puede preguntar. Esta es mi tierra. Ella me pertenece a mí para hacer lo que yo quiera. No permitiré su intervención en este asunto. Lo que ha hecho es solo entre nosotros. ¿He sido claro?

Cesaro se apoderó del cañón de su fusil hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Él tragó saliva dos veces antes de que muy a su pesar asintió con la cabeza.

Zacarías no tenía más tiempo que perder con el hombre. ¿Qué estaba mal con todo el mundo que sentían que estaba bien preguntarle o juzgarlo? Es evidente que un De La Cruz no había residido en la hacienda desde hacía mucho tiempo. Su pueblo se había olvidado de sus votos de obediencia y servidumbre. Esta era la razón por la que sabía que estaba obsoleto en el mundo. Sus modales se habían ido hacia mucho tiempo. Matar o morir no se entendía. El mundo trabajaba bajo una falsa ilusión de que la humanidad estaba a salvo, de que los monstruos como vampiros no existían y que el mal no era real. Él lo sabía mejor, pero su largo día había llegado a su fin.

Se disolvió y se deslizó fuera de la casa, mezclándose en forma de lágrima, con las gotas de lluvia, se dirigió lentamente hacia la hacienda. Incluso en esta forma, donde era casi imperceptible, los animales en los establos se agitaron con nerviosismo. A pesar de su necesidad de encontrar Margarita, hizo un lento y amplio círculo alrededor de la propiedad, en busca de signos de los no muertos que le hubiera seguido hasta su guarida. Tenía que probar, no sólo a ella, sino así mismo, que él tenía el control, no ella.

No tenía ninguna duda de que uno de los hermanos Malinov trataría de tomar represalias después de perder muchos de sus prescindibles soldados en su ataque a su hacienda en Brasil. Si despreciara a alguien más que al príncipe de la gente de los Cárpatos, ese sería a Zacarías. Los Malinov siempre creyeron que los hermanos De La Cruz los habían traicionado. En vez de contactar al príncipe y ayudar a asesinarlo, la familia De La Cruz le había jurado lealtad a él.

Zacarías sabía que matar a Mikhail Dubrinsky era enviar a su gente en picada a la extinción. Estaban tan cerca de ello, como una especie podría estar, rozando esa fina línea, tan cerca de caer a donde la recuperación sería imposible. Con Mikhail vivo, la sangre de Solange y la noticia de saber por qué sus mujeres abortaban, Zacarías estaba seguro de que tenía todas las posibilidades ahora. Era el momento perfecto para dejar de lado sus responsabilidades. Y así hubiera sido, hasta Margarita Fernández interfirió.

Satisfecho de que el Ruso Malinov, maestro de los no-muertos, no había tenido tiempo para averiguar la razón por la que sus soldados no habían regresado, Zacarías se fue a la casa principal. Su corazón se aceleró de manera extraña, que sólo lo puso en al borde. Rodeó la estructura, no permitiendo que su mente tocara la de ella. Muy poco a poco se acercó a la puerta principal, resplandeciente de nuevo en forma humana y caminó al interior.

Él no iba a ceder a la oleada de calor, a la necesidad de montarla más de lo que había imaginado posible. No le hacía falta. No la anhelaba.

Él había estado en la cima de la montaña más alta, viajó a los rincones más remotos de la tierra, en busca de algo-. Había caminado sobre la tierra por más siglos, mucho más que la mayoría de su especie, mató a más no-muertos de lo que se pueda imaginar. Había visto la traición en su peor momento y la valentía en su apogeo. No le quedaban sorpresas. Nada podía cambiar el ritmo de su corazón como esto. Nada que pudiera conducirlo con imperiosa necesidad tal, porque simplemente no necesitaba nada.

O Jela peje emnimet- infierno de mujer. Había una respuesta y él la encontraría. Nadie lo controlaba. Él no tocaría su mente o la buscaría. Pero se encontró caminando por la casa oscura directamente a su dormitorio. La puerta estaba astillada, colgando de las bisagras, la puerta estaba rota por completo a la mitad. Frunció el ceño, estudiando el daño que había hecho. Madera colgada en una serie de piezas, los fragmentos afilados hasta el punto de ser peligrosos.

Hizo un gesto con la mano, reparando el lio, no para protegerla, o por cualquier otro motivo, como que los otros vieran su habitación para dormir, sino porque la vista no era estética. Se dio cuenta en el momento en que entró en la habitación que su olor se quedó atrás, pero ella estaba en otra parte de la casa, esperemos que recordara sus deberes como sirviente en su casa.

Miró a su alrededor su habitación. Parecía muy femenina. Olía a las mujer, pero la oleada de miedo todavía estaba presente. Aunque limpia y ordenada, la papelera estaba llena de papel arrugado. Tuvo el recuerdo repentino de ella acurrucada en un rincón de su habitación, con su mano extendida, con un pedazo de papel revoloteando en su mano. Miró a su alrededor. Estaba casi seguro de que lo había golpeado a un lado cuando él le había arrancado de sus pies.

Una hoja de papel que resbaló justo debajo de su cama. Él lo cogió y exploró la misiva. Ella había estado intentando decirle qué sucedió, porqué ella no había podido dejarlo para morir al sol. Su tripa saltó. Él no podría oír el tono de su voz y juzgar si decía la verdad o no, pero su carta abogó ciertamente bien su caso bien. Como Zacarías, ella había sentido una compulsión a la que no podía oponerse. ¿Qué significaba eso? ¿Alguien-o algo-los manipulaba a ambos? Quizás él necesitaba evaluar de nuevo la motivación de Margarita. Si estaba siendo manipulada, al igual que alguien intentaba hacerlo con él, ella era lejos más débil y sucumbiría mucho más deprisa que el experimentado Guerrero Cárpato.

Vertió el contenido de la papelera en la cama y uno a uno suavizó cada hoja, explorando sus contenidos. Las anteriores trata de explicar temblaba y carecía de confianza, pero ella seguía intentando, lo que le dijo que era terca, decidida y valiente. Ella no había ido corriendo con Cesaro, que claramente habría sido lo suficientemente estúpido como para tratar de protegerla. Ella se había enfrentado a su crimen y lo esperó, con la esperanza de explicarle.

Suspiró. No era del todo culpa suya que hubiera desobedecido. Las compulsiones son peligrosas y casi imposible de ignorar-como bien lo sabía. Había llegado a la hacienda sin razón-la necesidad lo conducía, y él tenía experiencia con la traición de un mago. Ella no tenía tales habilidades a que recurrir para salvarse a sí misma.

Se metió el papelito en el bolsillo y mandó a los demás de regreso a la papelera antes de recoger a su almohada y aspirar su aroma. Él respiró profundamente en sus pulmones, cediendo a la ansiedad. Su fragancia femenina lo envolvía. En verdad, lo sacudió. Alisó el cubrecama, su mano trazó la imagen de ella en la cama. La fuente del poder tenía que estar cerca. Casi podía sentir el calor de su piel y una vez más podría probar su sangre exquisita en su lengua, mejor que los mejores vinos.

Tendría que haber visitado todas las viviendas individuales en la extensa propiedad y probar a cada individuo. Todos ellos sabían que él estaba en la residencia, sólo por las pesadas cortinas cerradas. Nadie se acercaría a la casa sin invitación-o no deberían hacerlo. Entonces, ¿cómo es que el hechizo era tan poderoso y cómo permanecía aún cuando está consciente de él?

Inhaló la fragancia de la mujer de nuevo, dibujándola profundo en sus pulmones. Su cuerpo respondió con un cosquilleo extraño, una corriente eléctrica que corría por sus venas y despertó respuestas en su cuerpo que era mejor dejarlas solas. Suspiró y se fue a buscar a Margarita. Había luchado con la compulsión y se demostró a sí mismo que estaba en absoluto y total control.

***

Margarita empujó con la mano la canoa para meterla en el río y subió con cuidado al interior. Antes siempre, Julio había tripulado los remos, pero había aprendido bajo su atenta mirada y sabía remar con la pala. Ella pensó que iba a estar aterrorizada en la oscuridad, pero extrañamente, ella podía ver en el agua, así como lo hizo en la selva tropical. Ella sabía que la corriente era lo suficientemente profunda para llevarla todo el camino hasta el Amazonas. La cinta de agua se hizo más ancha, la corriente más fuerte a medida que se acercaba al río principal, y ella sentía la diferencia. Era emocionante cuando Julio estaba con ella, la canoa se deslizaba sobre las ondas de agua blanca al aproximarse al rugiente Amazonas, pero sola, con un vampiro, posiblemente siguiéndola, sólo sintió la urgencia terrible de ir más rápido.

Los caimanes se agacharon como viejos dinosaurios en los bancos, los ojos vidriosos y con pesados parpados, cuando ella pasó de largo. Tragó saliva y metió los remos en el agua. La canoa se deslizó silenciosamente a lo largo del río. Bajo las ondulantes nubes negras, el agua brillaba como una tira de ébano cortando a través de raíces colgantes de los árboles que formaban jaulas gigantes. Ella bajó la pala y empujó con más fuerza, al mismo tiempo alcanzando a las aves con la esperanza de que sonarían la alarma en caso de que sintieran a un depredador antes que ella.

Mientras viajaba río abajo una extraña inquietud se apoderó de ella. No el miedo o el terror, dos cosas que ella asociaba con Zacarías de la Cruz, sino una renuencia a seguir. Ella estaba poniendo distancia entre ellos y con cada metro que pasaba el temor la llenaba. Le dolía el corazón, un dolor real.

Intelectualmente sabía que no solo era correcto hacerlo, sino la única forma que hacerlo, sin embargo, su mente se negaba a creerlo. Dos veces se encontró remando hacia la orilla, como si su intención fuera dar la vuelta.

Ella era afortunada que la lluvia hubiera aumentado la corriente de modo, que fluyera fuerte, transportándola incluso cuando sus brazos rechazaron seguir trabajando para empujarla más rápido lejos de Zacarías. El temor creció en ella y el dolor se extendió desde su corazón al cuerpo entero. Sus piernas temblaron. Sus brazos parecían plomo y su boca se secó.

Él estaba muerto. Zacarías de La Cruz estaba muerto, y de algún modo, por abandonando ella era responsable. El pensamiento se arrastró espontáneo en su mente, y una vez allí, no pudo desalojarlo. La pena encontró su camino en ella, manifestándose físicamente. Su pecho se puso tan apretado que apenas podía respirar.

Las lágrimas nadaban en sus ojos obstruyendo su visión. Hubo un grito terrible en sus oídos, su propia protesta silenciosa contra su muerte.

¿Todavía – era un vampiro – o no lo era? Ella hacía una carrera desesperada para alcanzar la propiedad de los De La Cruz, y alertar a los cazadores, en efecto, para matarlo. ¿Si él estuviera muerto, no debería alegrarse? ¿No llorar? Confundida, ella arrastró la pala en el barco y se concentró en respirar. Zacarías le había dado su sangre varias veces. Cesaro le había dicho que Zacarías había actuado rápido y había salvado su vida cuando el vampiro le había arrancado la garganta. ¿Había algo allí en su sangre que los ató juntos en la muerte? Incluso la había forzado a tomar su sangre la última vez.

Margarita apretó los labios con fuerza. Era fuerte, y ella no iba a ceder a elucubraciones. Tenía una misión. Cualquiera que fueran sus extraños sentimientos, tenían que ser falsos. Lo único que tenía que importarle, era salvar a la gente que amaba en la hacienda. La lluvia empezó a caer de nuevo, la llovizna se convirtió en una lluvia incesante. Tenía que llegar al río a través de la propiedad de los De La Cruz y llamar a los cazadores. La corriente se estaba moviendo muy rápido, aumentando su rapidez a través de la selva para volcarla en el crecido Amazonas.

Su corazón empezó a latir. Ella tenía que prestar atención si quería sobrevivir. El sonido del río era atronador, ahogando casi todo lo demás. La canoa barrió alrededor de una curva y el agua se volvió incluso más dura y rápida. Ella no podía pensar en Zacarías o en vampiros, todo lo que importaba era empujar su remo en el agua para evitar ser lanzada contra las series de rocas que se asomaban adelante.

Ella había visto a Julio maniobrar a través de ese conjunto de caídas y rocas traicioneras, que conduce al río cientos de veces, y ella se echaba a reír con la emoción y el peligro del momento. Pero ella confiaba en sus habilidades, y tenía absoluta confianza en que él conocía todas las posiciones de las rocas adelante. Ella no estaba tan segura de sí misma. Julio le había permitido probar varias veces, pero el agua no había estado fluyendo tan rápido y no había estado tan oscuro.

Tomó un firme control sobre el remo y llamó a sus nuevos reflejos. Sus ojos ardían con la tensión al acercarse a la serie de filosas rocas a través del aumentado torrente. Forzando la respiración en un esfuerzo por relajarse en el paseo salvaje, sintió la primera caída de la canoa, cuando entró entre las rocas. Llamó a todas las maniobras intrincadas que Julio le había mostrado. Ella realizó el patrón con cuidado, como si estuviera en el barco con ella, dijo en voz baja los movimientos cuando volvió a caer, cambió su peso hacia atrás y dio vuelta en la primera roca para salir en correcta alineación para próxima caída.

El agua hervía a su alrededor, un blanco espumoso en la oscuridad sombría. La lluvia golpeaba la corriente y sin su visión aumentada, no habría sido capaz de sortear el estrecho conducto reculando casi completamente hacia atrás para evitar una piedra particularmente brutal. La emoción de montar la blanca agua se metió en sus venas congeladas, aliviando el terror de los vampiros. Siempre le habían gustado los viajes a la selva tropical con Julio. Habían ido a muchas aventuras y deseó que estuviera con ella en ese momento.

El siguiente conjunto de obstáculos eran los más difíciles, la canoa tenía que entrar en el ángulo perfecto para dispararse alrededor de la oleada que podría voltear al barco. Podía oír la voz de Julio en la oreja, gritando instrucciones sobre cómo mantener el remo en el agua para girar la canoa en fracciones de segundo y luego con un fuerte empujón enviar al barco de vuelta hacia adelante. Ella golpeó el estrecho abismo entre los dos bloques exactamente de la forma en que Julio lo habría hecho, bordeando las traiciones y agitadas aguas por centímetros.

La canoa entró en aguas abiertas y ella estaba en el Amazonas. La corriente cogió la canoa y ella tuvo que utilizar toda su fuerza para orientar la canoa hacia la orilla. El río estaba crecido y era rápido. Se llevo todo lo que tenía remar hasta la orilla. Al final, ella iba ligeramente rio abajo hasta donde quería estar cuando se las arregló para atrapar una rama colgando y arrastrar la canoa a la orilla.

La pendiente era muy fangosa y resbaladiza. Estaba agotada, fría, húmeda y miserable. Ella intentó subir a su manera por la pendiente, pero se deslizaba hacia atrás. El viento se levantó, una fuerza feroz, chocando contra ella una vez y otra vez con tanta fuerza que rompió la gruesa trenza de pelo, tirando de las hebras tan fuerte, que incluso le dolía la cabeza. Ella renunció a intentar subir y se arrastró por el lado contrario, arañando su camino a la cima, retrocediendo una y otra vez, hasta que su espalda y los brazos le dolían y tuvo miedo de que nunca fuera capaz de levantarse de nuevo. La lluvia, impulsada por el viento, picó su cuerpo cuando llegó a la cima y permaneció por un momento, tratando de recuperar el aliento.

Margarita no se molestó en ponerse de pie pero se arrastró por el suelo desigual a la sombra de una ceiba grande, tratando de salir de la lluvia.

Se hundió frente a las gruesas raicillas que compone la caja formada por la raíz y trató de recuperar el aliento. Los recuerdos de los vampiros se apoderaron de ella otra vez.

Algo sobre la diferencia entre su atacante y Zacarías la eludía, pero ella sabía que era importante.

Había estado representando a la familia de De La Cruz por años. La mayor parte de las familias que trabajaban en el rancho nunca habían puestos los ojos en uno de los hermanos. Ella había sido la encargada de traer los alimentos y las medicinas cuando era necesario, para hacer los arreglos pagar las deuda o para permitir que las familias pidieran prestado en tiempos de apuro, ganando la familia la lealtad y la voluntad. Ella había hecho a la familia De La Cruz una de las más querida en la región. Su generosidad- era aceptable- era su dinero, pero ella era la que hacía el esfuerzo.

Se puso de pie con cautela, obligando a sus débiles piernas a funcionar. Sin previo aviso, la tierra rodó, lanzando a Margarita de rodillas. Al instante hormigas pululaban sobre sus botas y manos. Reprimió un grito, a sabiendas de Zacarías no estaba muerto, después de todo. ¿Por qué había sido tan ridícula? Había regresado a la hacienda y descubrió lo que había pasado. Se levantó de un salto y comenzó a correr sin rumbo fijo, un error estúpido y descuidado.

Polillas gigantes revoloteaban a su alrededor, atraídas por su luz mientras corría. Murciélagos la rodeaban y se sumergían a capturar los insectos que su lámpara revelaba. Grandes ojos la miraron por un momento a pocos metros de ella, y entonces el animal saltó sobre el tronco de un árbol y corrió hacia las ramas más altas. Una serpiente enroscada por encima de ella, levantó la cabeza.

La tierra hecha a rodar otra vez y los truenos se estrellaban. Durante un momento apenas podía respirar, otra vez era la presa congelada porque un monstruo la tenía arrinconada. El viento se precipitó sobre los árboles, doblando a los más pequeños hasta que formaban arcos. Margarita tomó refugio en la jaula que formaban las grandes raíces de la Ceiba mientras trataba de forzarse a pensar – sin pánico. Agarrando las raíces, ella fulminó con la mirada al bosque.

Había tenido razón para creerle vampiro. Los insectos hervían en la tierra y se precipitaban por los troncos de los árboles a sus órdenes. Venenosas serpientes se deslizaban a través de la vegetación húmeda y las sanguijuelas se arrastraban sobre las hojas en un esfuerzo por llegar a ella. Todo lo que ella había conocido acerca de los vampiros volvió a ella, junto con la memoria del que la atacó.

Ella se estremeció, la necesidad de acurrucarse en una pelota y se esconderse era abrumadora. Todavía podía oler su aliento fétido, ver a su carne en descomposición, y las garras feas y retorcidas que tenía como uñas. Sus ojos habían desaparecido por completo de color rojo, y la miraba fijamente, tratando de extraer la información del paradero de Zacarías de su mente. Se había concentrado en mantener su mente en blanco, los fuertes escudos, en negarse a renunciar al mayor de la familia De La Cruz.

El vampiro había matado a su padre y sabía que la mataría a ella- ella lo sabía con certeza- pero también sabía que Zacarías o uno de sus hermanos cazaría al vampiros y lo destruiría. Nunca volvería a matar. Ella había resistido incluso cuando la criatura horrible le había mostrado sus afilados dientes y amenazado con arrancarle la carne y comerla frente de ella. Ella se estremeció recordando los ojos rojos y su aliento. Tan horrible olor a carne en descomposición.

Margarita se enderezó. Tan asustada como si hubiera sido Zacarías, pero no había sido lo mismo. No había el olor terrible a descomposición. ¿Los vampiros no se podrían desde adentro? Él la había asustado más no aterrorizado. Se tocó la marca que le había hecho, la rozó con la yema de su dedo. El ataque no había sido el mismo. No se había sentido el mal. O el vampiro. Se había sentido como un depredador peligroso y temible, pero no perverso.

La revelación la sorprendió. Zacarías era un animal salvaje, una criatura salvaje que cazaban y mataban por la supervivencia. No era un vampiro, aunque no importaba. Ella no iba a volver a la hacienda. No, mientras él estuviera cerca. Temía a pocas criaturas, pero Zacarías era una propuesta completamente diferente. La marca que había dejado en ella latía, quemaba un poco, recordándole que ningún animal en la selva era tan impredecible ni tan violento.

La forma en que había llegado a ella, así tan decidido, su rostro una máscara inexpresiva, con la boca en una línea cruel, implacable, sus ojos planos, fríos y sin misericordia. Se le secó la boca y su corazón empezó a latir de nuevo. Ella no pudo haberse movido así lo hubiera querido, congelada en el lugar como una presa acorralada. Así fue exactamente como se sintió – su presa-. Ella sabía que él deliberadamente la había asustado. Había tratado de contactar con él en la forma en que estaba en su estado salvaje, y por un momento pensó que él había respondido, pero luego fue peor que nunca. Era peligroso, pero no un vampiro.

Tenía que dejar el refugio y determinar su próximo movimiento, y eso significaba encontrar las marcas que Julio había tallado en los árboles para mostrar el camino. Ella tuvo que dar marcha atrás y rehacer su camino hasta el punto en que por lo general sacaban la canoa del agua.

Esperó a que el viento feroz se extinguiera un poco y se puso en pie dando un paso con cautela lejos de la sombra de los árboles. Las ramas de arriba gimieron y crujieron y miró hacia arriba. Murciélagos colgados en cada rama, se precipitaban alrededor del árbol, compitiendo por el espacio. En un primer momento pensaba que había venido a comer el fruto, pero no se lo comían. Cada vez más asentado en las ramas, colgando boca abajo, las alas plegadas, pequeños ojos brillantes mirando.

Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. ¿Ella había huido de Zacarías sólo para tropezar con la guarida de un vampiro? Sabía que utilizaban a los murciélagos e insectos como marionetas a veces. Se apartó del árbol y casi cayó sobre un tronco podrido. Las termitas salieron de la madera. Ella apretó los labios, negándose al pánico. Tenía que pensar, tomar una decisión y no lo podía hacer que si se dejaba caer a pedazos.

Ella miró a los murciélagos. Muy suavemente llegó a ellos, le envío una ola cálida de bienvenida, cuidando de no empujar demasiado duro. Su tacto era muy delicado, pero conecto. Ella debería haber sido capaz de sentir el mal si estaban al mando de los no-muertos, pero parecían murciélagos comunes, ansiosos para salir a sus asuntos. Tenían hambre, tenían que alimentarse, pero algo los había detenido – los usaba- les ordenaba.

Él estaba usando insectos y murciélagos para vigilarla. Quería saber qué hacía y había enviado espías. Una idea echó raíces y evaluó la situación, tratando de pensar con lógica. Tal vez los murciélagos eran el tipo equivocado de espías para usar en su contra. Ella tenía su propio don con los animales e insectos y era muy posible que pudiera voltearlos a todos de su lado.

Ella miró a los murciélagos de nuevo y envió otra oleada cálida y acogedora, instándolos a seguir adelante y comer. Iría más despacio para que pudieran hacer ambos, seguirla y, sin embargo comer en el camino. Algunos de los murciélagos daban la impresión de comer fruta, mientras que otros comían insectos. Incluso había especies mixtas. Sonrió a las pequeñas criaturas, sintiendo el parentesco que llegaba cada vez que tocaba a un animal con su mente. Ellos estaban conectados a través de Zacarías por

el miedo y a través de sus órdenes, pero ella formó realmente un vínculo con ellos, una especie de empatía que era mutua. La mayoría de los animales e incluso algunos insectos consolidaban su relación, sintiendo el lazo profundo entre ellos. Quería formar afinidad con los murciélagos que Zacarías había elegido para espiarla.

Margarita mantuvo el flujo de calor y la invitación a comer. Un murciélago tomó la iniciativa, tal vez estaba más hambriento que los otros, pero voló a la fruta más cercana y se puso a comer. Inmediatamente murciélagos llenaron el aire, colocando muchos frutos en la fiesta, mientras que otros se fueron detrás de los insectos. Ella no cometió el error de apresurarse en alejarse-lo que daría lugar a la necesidad de seguir las órdenes que Zacarías le había dado. Ella se alegró cuando encontró el punto donde Julio por lo general varaba su canoa.

El agua estaba en todas partes, goteando de las hojas, corriendo por las laderas y montañas, creando cientos de pequeñas caídas de agua, en cascada.

El agua era recogida en los charcos y se quedaba en el suelo del bosque, encontrando finalmente su forma de desaguar en el río Amazonas. El sonido de la corriente era cada vez más presente como el zumbido constante de los insectos. Ella se alejo de la corriente fuerte de agua en dirección al interior.

Julio había marcado las ramas -cuando niños habían intentado esto – pero tarde o temprano las plantas se anclaban a todo-tallos, ramas, troncos, incluso a hojas que cruzaban a otras plantas y ellas mismas alrededor de los árboles. La vegetación era tan gruesa que la corteza era ocultada por completo así no había ninguna razón en recortar los árboles. Entonces no tomaba mucho tiempo para que cualquier marca fuera cubierta. La subida sobre los árboles era con lianas leñosas, usando los árboles como entradas a la luz, encima de la canopia. Los helechos sólo estaban añadidos a la mezcla, integrándose en la corteza también, subiendo hacia la luz del sol.

Raíces gruesas serpenteaban por el suelo del bosque, los árboles grandes se anclaban a la tierra, mientras que la parte superior llegaba alta a las nubes. Las raíces gigantes de contrafuerte estabilizaban y alimentaban a los árboles enormes, algunos se torcían de formas elaboradas, mientras que otros forman grandes aletas de madera. Independientemente de cómo se veían, las raíces dominaban el suelo, reclamando grandes espacios y los murciélagos lo usan como vivienda, junto con los animales y cientos de especies de insectos.

Julio y Margarita habían cortado huellas profundas en las raíces y los dos sabía dónde mirar, ni siquiera en el caso de viñas trepadoras y de los helechos habían logrado tejer entre las ramificaciones. Apartó los verdes helechos brillantes a un lado y por supuesto, la raíz se había astillado, dejando una resistente la cicatriz.

Ella se movió lentamente, continuando enviándole comunicaciones a los murciélagos. Calor. Respeto. Parentesco. Ninguna orden. Ninguna demanda. Zacarías necesitaría buscar la oscuridad del suelo antes de que subiera el sol. Eran solamente algunas horas más. Ella podría engañarlo tanto tiempo. Los murciélagos eran muy receptivos y no levantarían la alarma, no cuando ella no estaba corriendo y no intentaba ocultarse de ellos.

Ella dio un toque en los murciélagos para su propio sistema de advertencia, esperaba que reconocieran su alarma cuando un depredador estuviera cerca. Un caído e inesperado tronco gigantesco se interponía en su camino, viejo, árboles jóvenes ya llenaban el vacío que este dejó. El tronco podrido estaba cubierto con insectos, hongos y plantas trepadoras. Ella estudiaba esto con cuidado, consciente de las peligrosas serpientes y ranas venenosas que ella fácilmente podría tocar subiendo sobre él.

No había nada más que podía hacer, no sin desviarse de su camino, algo que ella no quería hacer por la noche en un bosque tropical. Ella dio un paso hacia adelante y extendió la mano, decidida a subir, empujando a los insectos venenosos y ranas con su mente con la esperanza de que se alejaran de ella.

Unas manos la cogieron por la cintura y la tiraron de espaldas contra un cuerpo duro. ¿Eres tonta, mujer, o simplemente disfrutas de ponerte en peligro? -ronroneó la voz de Zacarías en su oído, una amenaza suave que la dejó helada hasta su esencia misma.