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El buen alemán transcurre en Berlín, entre julio y agosto de 1945. Cualquier historia ambientada en el pasado corre un inevitable riesgo de incurrir en errores. Esto es especialmente cierto en el caso de Berlín, cuyo mapa fue transformado varias veces por la historia durante el siglo pasado, y sin lugar a dudas también durante los meses que siguieron a la ocupación de los Aliados, un período en que los acontecimientos se sucedieron con tanta precipitación que su cronología suele ser confusa incluso en los informes de la época, y mucho más en la falibilidad del recuerdo. No obstante, el lector atento tiene derecho a saber cuándo se ha hecho un uso premeditado de ciertas libertades por motivos argumentales. Los Aliados llegaron a incautarse de grandes cantidades de documentos nazis, pero pasó casi un año entero antes de que el Centro de Documentación de Wasserkafersteig, descrito en el libro, estuviera en pleno funcionamiento. En realidad, el desfile triunfal de los Aliados tuvo lugar el 7 de septiembre y no tres semanas antes, como sucede aquí. Los lectores conocedores de la historia sabrán que la autoridad estadounidense de la ocupación fue la OMGUS (siglas inglesas de la Oficina del Gobierno Militar de Estados Unidos en Alemania), pero esa denominación no fue oficial hasta octubre de 1945, de modo que aquí se utiliza una forma más sencilla, GM (Gobierno Militar), en lugar de la más farragosa aunque correcta USGCC (siglas del Consejo de Mando del Grupo de Estados Unidos). Cualquier otro error, por desgracia, será del todo involuntario.