172880.fb2 El hombre de mi vida - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 12

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– Cuidado, la religión que no es religión, se entiende. Me refiero a las supersticiones, las sectas, todo eso. Las religiones como Dios manda son otra cosa.

Se le acababan las ganas de escuchar a Lifante, consultó el reloj y el policía también parecía carecer de estímulos para seguir educando a Carvalho. Se despidieron, con un simple arqueo de ceja Lifante, y Carvalho trató de componerlo con la otra ceja para no ser acusado de mono de imitación. Compró una botella de litro de horchata y se fue a rescatar el coche. Cuando llegó a Vallvidrera, Charo estaba despierta. Era alta madrugada, ella vestía un viejo albornoz de Carvalho del que se le escapaba una teta llena pero algo vencida, surcada por venas lilas en busca de un pezón tímido. Charo se tapó la teta y contempló a Carvalho con ojos de sueño y tristeza.

– ¿Dónde te has ido?

– Me he ido a ver un espectáculo de La Cubana. Un espectáculo múltiple. Ha empezado en Sant Cugat y ha terminado en una horchatería de la Ronda de Sant Pau.

– ¡Horchata! ¡Me tomaría una horchata!

Carvalho le tendió la botella y la ilusión volvió a los ojos de la mujer. Siempre llevaría horchata encima. Nunca más volvería a defraudar a nadie por culpa de una horchata. Horchata y melocotones. Charo bebía su vaso despacito.

– Olvidaba decirte que Quimet está muy interesado en que mañana vayas a Lluquet i Rovelló.

Cuando Carvalho entró en Lluquet i Rovelló otra vez le pareció recuperar la herboristería de su país de infancia y sus ojos se fueron hacia las alacenas repletas de tarros cerámicos con rótulos de hierbas medicinales. No estaba la dependienta viuda de buen ver, sino una punki discreta, rubia pero alguna mecha lila denunciaba su voluntad subversiva y musitó: De bon matí quan els estéis es ponen. La dependienta habló por un walkie-talkie y a los pocos minutos de detrás de una cortina emergió Quimet sonriente y tan recién duchado como siempre. Por la puerta de la calle entró el hombre del chándal, sudado como si acabara de correr contra sí mismo, y aparentemente oteaba algunos tarros como si le interesara su contenido. Era el jefe de los motoristas con los que había tenido tan breve encuentro. Hizo una señal Quimet para que la dependienta se fuera a cerrar la puerta de la calle, tiró de una cortina vertical que impedía la visión de lo que ocurría en el interior y le pidió a Carvalho que se dejara poner una capucha. Desde la oscuridad trató de percibir algún movimiento indicativo, pero sólo un brazo le ayudó a dar unos diez pasos hacia adelante y de pronto, cuando le quitaron la capucha, habían atravesado el muro de la botica lleno de tarros de porcelana con indicativos medicinales. Una mesa redonda, una docena de personas que saludaron con respeto a Quimet, quien condujo a Carvalho hasta el asiento predestinado para que fuera observado por los rostros paralizados de los presentes. Ni pestañeaban. Desde detrás de Carvalho se deslizó el hombre del chándal, que se sentó también en una silla que parecía ser amiga suya o en cualquier caso se la calzó más que se sentó en ella. Quimet se plegó aún más sobre sí mismo, sobre su esencial pulcritud e instó a que el hombre del chándal hablara.

– Escuche con interés, Carvalho, porque va a enterarse de cosas fundamentales para la tarea que podríamos asignarle. Le presento a Xibert, confórmese con ese apellido y no vaya más allá. Él le informará sobre los antecedentes de nuestro proyecto.

Xibert tenía la mandíbula y los hombros acentuados y los ojos tristes. Contemplaba a Carvalho sin demasiado entusiasmo y puso las cosas claras desde el comienzo.

– El nacionalismo catalán no tiene sentido de Estado.

Contempló el efecto de sus palabras entre los reunidos y Quimet cerró los ojos instándole a seguir.

– Sólo así se entiende que jamás se haya planteado seriamente montar un servicio de información adecuado a la voluntad de conseguir un Estado catalán. Cuando de un político catalán se dice que «tiene sentido de Estado», se quiere decir que tiene sentido de Estado español. No podemos tener ejército, ni política exterior, pero ¿quién nos priva de tener unos servicios de información? Los vascos nos llevan sesenta años de ventaja. Nada más perder la guerra civil ya montan un servicio de inteligencia que se mueve a dos bandas, hacia la Alemania nazi y hacia Estados Unidos, a ver cuál de los dos puede facilitar la independencia de Euzkadi. Aguirre, el lendakari durante la República y la guerra civil y el exilio, se perdió unas semanas por Berlín negociando con Hitler o con quien fuera el apoyo nazi a la independencia de Euzkadi, e Irala y Aguirre, con Galíndez como intermediario, trabajaron con el departamento de Estado norteamericano en los años cuarenta, cincuenta y prácticamente hasta el retorno de la democracia a España. Puedo decirle que cuando se puso en marcha el Estado de las autonomías, me trasladé a Euzkadi, por órdenes superiores y el Partido Nacionalista Vasco ya tenía montada una ertzainza, una policía antes de que se la autorizaran desde Madrid y ya disponía de redes de información metidas en los aparatos del Estado español. Los dos modelos referenciales que teníamos los patriotas catalanes eran los vascos, porque ambos padecíamos el mismo Estado opresor, el español, y los israelíes, porque es el mejor servicio de información si tenemos en cuenta la relación entre inversión y calidad y la dificultad del frente que cubren, algo así como la relación entre calidad y precio. Además, Israel siempre ha sido para los catalanes el referente del pueblo escogido y a la vez perseguido, como en cierto sentido lo ha sido el pueblo catalán. Cuando hablaba con los vascos me daba cuenta de que no eran cuatro jovenzuelos nacionalistas como nosotros, sino gentes con graduación militar, algunos provenientes del País Vasco Francés, ex paracaidistas vascofranceses, por ejemplo, de la OAS, que habían traspasado su saber a la causa nacional vasca. Allí sabían lo que era interferir los teléfonos, tanto en Euzkadi como en España, y se sorprendían al saber que nosotros no teníamos infiltrados en los aparatos del Estado español. Aquí no teníamos nada de eso y cuando yo le informaba a nuestro presidente autonómico de todo ello, se echaba a temblar y me decía: Xibert no se meta en esos líos. Se lo prohibo. Con la manía que nos tienen a los catalanes, sólo faltaría que nos pillaran mirando por la cerradura. A los vascos se lo perdonan todo, Xibert, porque todos hablan castellano. ¿Qué le parece, Carvalho? Aquí nadie tiene sentido de Estado, no lo olvide. Cuando se me ocurrió plantearle la necesidad de montar un servicio de información, una escuela de policía, cuadros expertos en seguridad, una élite muy escogida de superagentes preparados para todo, la necesidad de acordar unos fondos reservados, tenía que haber visto usted la cara del señor presidente. Para no hablar del presidente de transición, el famoso Tarradellas, que ante esta problemática sostenía que lo único que interesaba al gobierno catalán era tener autoridad sobre la Guardia Civil y la policía española de ocupación, que se le cuadraran los guardias civiles, que se le cuadraran antes de fusilarle, supongo, porque los cuerpos de seguridad operantes en Cataluña, incluso los mandos de la policía autonómica son españolistas y obedecen las órdenes de la cúpula de seguridad española. Le contaré una anécdota. Cuando se produjo el golpe del coronel Tejero en 1981, el jefe de la policía autonómica ¡de Cataluña! telefoneó al capitán general desde el Palacio de la Generalitat y le preguntó: ¿Qué hago con estos payasos de aquí arriba? Y se refería a los representantes políticos del pueblo catalán en aquel momento reunidos en torno al señor presidente. Éste era el estado de la cuestión ycuanto hicimos para que las cosas cambiaran se ha concretado en la formación de una policía autonómica en parte controlada por mandos explícita o implícitamente obedientes a Madrid y al CESID, el servicio de información del Estado español, una escuela de policía técnicamente perfecta que ha producido profesionales formidables, un sindicato policial catalán de confianza y poca cosa más, bueno, el diseño del traje de nuestros policías que es obra de Toni Miró, el Armani catalán, porque a diseño sólo nos ganan los italianos y en cambio la policía italiana no viste según los diseños de Armani, el Toni Miró italiano. Pues bien, nada de esto nos sirve, por razones fáciles de entender. Necesitamos un servicio de información para las formaciones políticas esencialmente nacionalistas y un servicio de información institucional vinculado a la Presidencia del Gobierno, pero ambos movimientos darían que pensar y que recelar a Madrid y por extensión a la Unión Europea, que quiere monopolizar el control superior de la red de seguridad de toda Europa. Por todo ello hay que montar ese servicio de información fuera del sistema, pero sirviendo al sistema, y es ahí donde empieza a explicarse el papel de algunos de los que estamos aquí.

Tomó respiro por protocolo, pero sus pulmones no lo necesitaban. Xibert no había quitado ni un momento los ojos de Carvalho.

– La policía autonómica no puede investigar delitos específicamente políticos o que rebasen el área geopolítica catalana. Concretamente tienen una buena red infiltrada en las sectas, las drogas, la extrema derecha y la corrupción institucional, pero esta última dedicada a los pequeños chorizos, no se han podido meter hastaahora con la alta corrupción. Durante una etapa determinada operó un grupo llamado «los mortadelos» que acabaron buscando informaciones de bragueta para desacreditar a éste o a aquélla y pusieron sus informaciones a veces al servicio de una trama judicial económica que sólo contribuyó a crear nuevos ricos en conexión con el poder. Detrás de algunas dimisiones sonadas había dossiers, pero como objetivo sólo se trataba de ver quién se llevaba el mayor botín. Los tiempos van a cambiar. El señor presidente está políticamente herido de muerte y cuando él se retire pueden ganar formaciones políticas, no diré yo que anticatalanas, pero sí anacionalistas, que jamás se plantearán el papel de unos servicios de información pancatalanes y en tensión dialéctica no sólo con el Estado español, sino con las restantes comunidades autónomas que pueden tener intenciones contrarias a nuestros intereses. Por no hablar de nuevas estructuras de poder en el interior de la globalización que en Europa están larvadas, por ejemplo, la Padania, una Italia del Norte que más tarde o más temprano romperá con Roma y se escindirá del Sur. Y quien habla de la Padania habla de la nueva geografía nacional de Europa derivada de la ruptura del bloque socialista y de Yugoslavia. Nadie está a salvo de una redivisión, ni Suiza está a salvo, y no digamos ya los frentes de indagación que necesitamos con respecto a las intenciones de la estrategia económica global, de la estrategia ecológica y del intento de desvirtuación del Estado nacional por parte de las multinacionales, que si inicialmente nos conviene porque debilita a nuestro enemigo principal, el Estado español, a la larga busca también el aniquilamiento o la sumisión de todo hecho diferencial. ¿Se imagina usted una Cataluña sin servicios de información que puedan indagar las intenciones francesas o españolas con respecto al equilibrio de las reservas acuíferas? Aquí se propone sin más hacer un trasvase del Ródano a Cataluña, pero ¿qué relaciones de dependencia se inauguran con este paso? ¿Qué ocurrirá el día en que el Estado español no sea capaz de repartir las aguas del Ebro entre todas las regiones ribereñas pasando por encima de la tozudería de los aragoneses?

Carvalho tenía respuestas graciosas para tantas preguntas, pero era consciente de que Xibert se extendía a la espera de una pregunta mayéutica o de una pregunta substancial en boca de un reputadísimo, así se decía, ex agente de la CÍA.

– Bien. Si me permiten, puedo completar el cuadro de necesidades, habida cuenta de que desde la percepción de la aldea global, es decir, de la globalización, según he leído, brotarán nuevas guerras civiles por motivaciones hoy ya latentes.

Xibert asintió y repitió su asentimiento hacia Quimet, con el mismo rigor con el que el público educado asiente entre sí valorando la excelencia de un cantante. Carvalho esperó a que la intensidad del silencio subrayara la expectación y preguntó.

– ¿Saben ustedes cuántos conflictos hay en el mundo de hoy?

No estaban dispuestos a comprometer una cifra y Carvalho se arriesgó a suponerla:

– Una cincuentena de conflictos armados, desde Bosnia a Sri Lanka, pasando por Argelia, Sudán, Las Molucas, México, y buena parte de ellos afectan a la unidad de diversos Estados y de esa fragmentación se derivarán nuevos conflictos.

Carvalho recapacitó para recordar lo que necesitaba recordar. Actuaba desde una nueva personalidad que tal vez alguna vez había sido suya. La del experto jefe de comando que da la clave de la situación.

– Cada vez hay más diversidad de motivos y más autonomía para iniciar conflictos, incluso armados, y la reacción global para detenerlos o atemperarlos tarda en llegar el tiempo suficiente como para que el que pegue primero pegue dos y tres veces.

El asentimiento ya era clamor. Acababan de descubrir a un líder.

– Los servicios de información empiezan a ser necesarios para toda estructura de poder, desde una empresa hasta lo que queda del Estado, desde un poder de barrio hasta la relación entre un gobierno regional y las multinacionales, a través de frentes tan diversos como el financiero, el económico en el sentido más amplio, el estratégico con el armamentístico incluido, el étnico vinculado con lo lingüístico y todo lo diferencial, el ecológico. Pero las pautas culturales a seguir para tener un servicio completo se siguen basando en afirmaciones elementales: la voluntad de defenderse desde una identidad y ningún escrúpulo para conseguir los fines propuestos. Si quieren ustedes un servicio de información propio o pagan muy bien, muy competitivamente, o se basan en patriotas dispuestos al juego sucio, desde matar a prestaciones sexuales.

Lo de matar lo habían encajado sin pestañear, las Prestaciones sexuales en cambio hicieron que todos cerraran los ojos menos Xibert, que empezaba a considerar a Carvalho casi un dirigente del espionaje israelí.

– Por ejemplo, en la CÍA te enseñan a matar y a torturar utilizando mendigos, marginados que nadie va a reclamar.

Esta vez hasta Xibert, brevemente, cerró los ojos.

– Si se quiere tener soberanía hay que aprender a torturar, a no ser que ustedes se inventen una nueva manera de demostrarla, a no ser que ustedes concedan a otro Estado la práctica de la tortura de sus propios detenidos.

Había tanto desconcierto en los presentes que Carvalho detuvo el caballo de la imaginación irónica.

– Lo cual sería inconcebible. A no ser que se llegara a un acuerdo europeo, en primera instancia, de delegar las funciones torturadoras en un estado o comunidad concreta, para que las demás no se contaminaran éticamente. Tal vez Turquía, en el caso de que entrara en la Comunidad, podría torturar y ahorcar para que no lo hicieran los alemanes o ustedes, pero en cualquier caso, los mejores instructores de tortura son los norteamericanos. Ellos divulgaron la tortura científica por toda América Latina a partir de los años sesenta.

Quimet parecía alarmado por el giro que tomaba el discurso de Carvalho. También lo estaba el propio Carvalho, que atendió la señal de Quimet como una liberación.

Ya a solas a Quimet no le llegaban las palabras con fluidez, pero los gestos anunciaban la reconvención y finalmente encontraron los términos adecuados. Ha sido usted demasiado crudo y nadie va a torturar ni a prostituirse, al menos mientras yo sea responsable de todo esto. Tenemos un estilo diferente, ¿comprende? ¿Cómo un pueblo que ha sido torturado, asesinado, sometido a un genocidio sistemático puede ser torturador, asesino, genocida?

– Había quien me escuchaba con mucha atención.

– ¡Claro! Es que hay mucho patriota al que le falta un tornillo, que carece de seny <strong>[20]</strong> . ¿Lo dice usted por Xibert? Se equivoca. Xibert es un posibilista. En cambio, ha de saber usted que hubo quien propuso colorear a los catalanes para aumentar su diferencia con respecto a otros pueblos y sobre todo a los españoles.

– Repítamelo.

– Pues una vez estábamos bromeando, hace más de veinte años, al comienzo de la Transición y alguien dijo: Lástima que los catalanes no seamos negros porque nos distinguiríamos más de los españoles y de los franceses, nuestros opresores. Y un joven profesor no numerario de la universidad y de ciencias, nada menos, dijo: Se puede conseguir. ¿Ha oído usted, Carvalho? Según aquel loco, mediante un condicionante alimentario diluido en materias de consumo obligatorio, por ejemplo el agua, se puede cambiar la pigmentación de la piel.

– ¿Qué color hubiera sido el preferido?

– El instigador opinaba que debía ser un color realmente diferencial: ni negro, ni amarillo, ni cobrizo.

– Un color de piel fucsia con lunares amarillos, por ejemplo.

– Ríase usted si quiere, pero cuesta encontrar el punto de equilibrio entre el todo y la nada, ¿me comprende? Yo desde joven sigo al presidente, desde los tiempos de las Congregaciones Marianas. Confío en él. Tiene el don de la medida, pero una causa como la nuestra necesita radicales, sobre todo en épocas de excesiva normalidad, como la que ahora acabamos. Es lo que pasa en el fútbol, Carvalho. Los fanáticos sirven para crear afición, pero han de ser controlados. Usted está aquí para eso. A usted le respetarán porque significa la época heroica del espionaje duro y de la guerra fría dura. Nos es muy necesario. Debería vincularse regularmente a las clases que hemos establecido en un cursillo, pero antes quiero que le quede claro algo: no somos un servicio oficial, no tenemos vinculación con la policía autonómica, ni con el Consejero de Seguridad. Seremos un servicio paralelo.

– ¿Al servicio de qué o de quién?

– De Cataluña.

– Concrete un poco más.

– Es posible que perdamos las próximas elecciones o que si las ganamos sea en estado muy precario, incluso transitorio. Pero después hay que dejar redes estables de poder catalán que no puedan ser desmontadas por la nueva mayoría, sin duda alguna y por más que lo disimule, españolista. Ahora no necesitamos tanto un servicio de información como lo necesitaremos en el futuro. Hágame caso y participe en el cursillo. Estamos dispuestos a pagárselo, pero sobre todo no pierda el contacto conmigo. Ya recibirá instrucciones.

Marchó Carvalho en dirección a Horta en busca de el Vaticano catalán, por si podía coincidir con la salida de Margalida sin necesidad de pasar por el teléfono intervenido. Pero a la hora lógica del almuerzo la muchacha no apareció, por lo que sacó del coche el informe que le habían entregado sobre Testigos de Luzbel y puso cara de ir a devolverlo disciplinadamente. No había servicio de seguridad en la puerta, pero sí percibió los ojos de un circuito cerrado de televisión que le siguieron a lo largo de su recorrido hasta el despacho dedicado a Satán y sus derivados. Abrió la puerta maquinalmente, como si no esperara encontrar a nadie en su interior, pero allí estaba Margalida, con el cuerpo vencido sobre la mesa de trabajo, la cabeza cubierta por sus dos brazos y tratando de contener los sollozos. Esperó Carvalho a que los suspiros sustituyeran a los sollozos y de pie desde la puerta carraspeó. El rostro de Margalida emergió húmedo, enrojecido desde los ojos hasta la punta de la nariz, incrédulo de la presencia de Carvalho, finalmente alarmado.

– Venía a devolver el informe.

– ¿Qué informe?-El de la secta Testigos de Luzbel.

– Nadie te pidió que lo devolvieras.

Carvalho se encogió de hombros, avanzó hasta la mesa vigilado por la hostilidad de Margalida y dejó la carpeta sobre el tablero.

– No quiero correr la responsabilidad de quedarme con un informe tan claramente incompleto. Por cierto, conocí al señor Pérez i Ruidoms. Es un gran actor.

– Es un gran hijo de puta.