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– ¿Frivolidad, el Barça? Cuando yo era comunista había quien traía a las reuniones superclandestinas un transistor para seguir los partidos del Barça. Recuerdo una reunión especialmente memorable sobre si se abandonaba o no la lucha armada como hipótesis. De pronto me di cuenta de que el Barça había marcado un gol, porque el rostro del portador del transistor secreto se iluminó.
– Eran otros tiempos, claro. Sí, ya sé que no debería ir porque me destrempa <strong>[29]</strong> la situación de este equipo. Fue el brazo simbólico desarmado de Cataluña y ahora nadie sabe qué es y yo le diré lo que es, ¡una inmobiliaria! El presidente Núñez llegó a este club hace veinte años con los mismos propósitos que Franco, que dejara de ser más que un club, que dejara de ser un símbolo político y lo ha conseguido con la ayuda de ese siniestro holandés que ha contratado como entrenador, llenando el equipo de extranjeros y sacrificando aquella espléndida plantilla de jóvenes canteranos que había formado Cruyff. No hay derecho, Carvalho, pero tal vez necesitemos desalienarnos de esa dependencia emocional del Barça. A mucha gente le basta con ser del Barça y ya han pagado su cuota de catalanismo. Que no les vengas con puñetas luego. Todo demasiado simple, Carvalho, demasiado simple. No hay historia sin dolor, ni seremos soberanos sin dolor. Yo no hablo de independencia. Hablo de soberanía. Me parece que este tío, el Van Gaal, el holandés que entrena al Barça, va a dejar a Guardiola en el banquillo. ¿Comprende usted? El jugador emblema de Cataluña en el banquillo y los holandeses en el campo.
– La verdad, Manelic, no entiendo cómo se ponen ustedes a construir el nacional-catarismo teniendo ya el nacional-barcelonismo. Antes de edificar el estadio del Barcelona donde está, ¿qué cultos sagrados se celebraron allí?
Guifré le contempló desconcertado pero interesado.
– He de investigarlo, porque se alzó junto al cementerio de Les Corts y donde hay un cementerio, seguro, es un punto original de magnetismo mágico.
Había decidido seguir llevando la pistola encima pero no se le ocurrió emplearla cuando comprobó que su propia casa estaba ocupada por los jugadores de baloncesto posyugoslavos. Nada hay tan incómodo como matar en tu propia casa y aquellos tipos eran tan altos que sería muy difícil desprenderse de los cadáveres. Además no le habían insultado. Ni pegado. Ni siquiera le empujaron o le echaron el aliento en la cara. Le habían entregado una nota en la que se le invitaba a un encuentro en Can Borau, a muy pocos kilómetros de distancia. Sólo cuando sugirió la idea de hacer una llamada telefónica, el posyugoslavo más seguro de sí mismo arrancó el cable del teléfono sin mover un músculo de la cara y Carvalho fue invitado a descender hasta el coche que les esperaba en la puerta de la casa. Era un coche japonés muy caro, con esa voluntad de opulencia con que las grandes berlinas japonesas tratan de hacerse perdonar el haber llegado al mercado del automóvil después que el Rolls Royce. Era un coche diríase que encuadernado en piel por dentro y por fuera. Desde el asiento de atrás pudo comprobar que tenía mueble bar y pidió un dry martini sin que su petición fuera atendida. Cuando acabaron las curvas de Vallvidrera en dirección a Sant Cugat, el coche se fue por el camino de Can Borau y se detuvo ante la casa tan anochecida como la vez anterior pero menos iluminada. Bien pudiera tratarse de una residencia de SOS Racismo porque la criada que le atendió parecía una rosa del desierto, una de las metáforas que mejor cuadraba a las espléndidas bellezas magrebíes, y los posyugoslavos se quedaron a una prudente distancia mientras un camarero chino le servía el dry martini que había pedido en el coche.
– ¿Lo han hecho con Martini seco o con Noilly Prat?
El chino sólo sabía chino e imitar la gesticulación reverencial japonesa, dos códigos que le habían permitido llegar a donde estaba. Evidentemente el dry martini estaba hecho con Martini seco y con demasiado martini seco. Trató de explicarle a uno de los posyugoslavos que el vermut sólo ha de humedecer el hielo para que sea el hielo quien perfume la ginebra y cambie su aroma cualitativamente. Estaban en otro mundo. Tal vez pensaban en los Balcanes, en lo lejos que les quedaba la posibilidad de matarse entre ellos bajo la mirada conmiserativa de las grandes potencias. Llegó el mayordomo del día de la falsa verbena del fin del verano y le propuso que le siguiera hasta la cava donde había asistido a la representación del encuentro de Monte Peregrino. Pérez i Ruidoms ocupaba el mismo lugar, el mismo sillón, pero no tenía otra compañía que Anfrúns, un nervioso Anfrúns que daba vueltas a la cripta como si estuviera enjaulado. Detuvo su sentido giratorio de la huida cuando Carvalho quedó en el centro del ámbito frente al sillón donde le esperaba el anfitrión en una postura a medio camino entre el pensador de Rodin y el grabado donde se reproduce a Goethe pensante. Pérez i Ruidoms se sacó un pastillero de plata de bolsillo, lo abrió, escogió dos pastillas y se las tomó con la ayuda del agua contenida en un vaso situado sobre uno de los anchos brazos del sillón. Miraba fijamente a Carvalho mientras le hablaba sin elevar el tono.
– Lo que ha hecho usted ayudando a que mi hijo escapara con esa chica ha sido una torpeza más que una provocación. Estaba usted advertido. Lo tenía todo bajo control y ahora lo tiene todo descontrolado. Hemos estado hablando con su amigo el señor Anfrúns, creo que se conocen hace tiempo. Sería muy conveniente que usted nos ayudara a localizar dónde se han metido esos chicos. Más tarde o más temprano lo sabremos, pero mientras tanto la huida puede serles fatal. Hay mucha gente con ganas de hacerme daño. Recuerde el caso del asesinato de Alexandre Mata i Delapeu. ¿A quién querían dañar? ¿A mi hijo? En primera instancia sí, pero el objetivo final era yo.
Anfrúns se había recostado en la pared y escuchaba reconcentrado.
– ¿Sabe usted adonde les acompañé?
– Hasta la frontera de Port Bou. Todo estaba preparado para interceptarles, pero no pasaron la frontera. No la pasaron montaña arriba, montaña abajo. Díganos cómo fue.
– Mi ayuda no será mucha. Me limité a dejarles en un sitio que se llama Memorial Walter Benjamin, un monumento a un judío que se suicidó allí en 1940, creo. Perpetró el suicidio como pasión, se dice.
– Hay muchas maneras de suicidarse, Carvalho. Usted sabe que puedo convertirle en una partícula galáctica invisible, a la espera de la resurrección de la carne.
Carvalho suspiró asqueado.
– No me dirá que se ha hecho usted de alguna secta religiosa.
– Todas las sectas son religiosas. Bien, Carvalho. Debo coger mi avión particular rumbo a la isla de Lanzarote, donde quiero recibir el próximo milenio, en compañía de la plana mayor de Monte Peregrino, en una casa que tengo excavada en las rocas frente al mejor de los océanos. ¿Sabe usted cuál es el mejor de los océanos?
– Por la situación de Lanzarote deduzco que debe ser el Atlántico.
– ¡Diez en Geografía! Seguro que sabe usted dónde está mi hijo. Por la infraestructura de quienes le ayudaron a huir debe estar en algún lugar del sur de Francia, en uno de esos enclaves neocátaros que se están reconstituyendo. No puedo esperar más.
Pérez i Ruidoms se levantó y señaló a Anfrúns.
– Lo dejo en sus manos.
Al pasar junto a Carvalho decidió tenderle la mano y cuando Carvalho se la tendió se la apretó y le retuvo acercándole las palabras a la cara:
– No te pases de listo, hijo de puta. Me he criado en la calle y empecé llamándome Pérez a secas hasta que tuve el suficiente dinero como para llamarme Pérez i Ruidoms. Ya me he ciscado en los Mata i Delapeu, una pandilla de señoritos que nacieron señoritos. Me lo debo todo a mí mismo y nadie me va a quitar nada de lo que me pertenece. Yo no soy un señorito como Mata i Delapeu. Yo no he sabido lo que era cambiarme de ropa interior cada día hasta que cumplí los treinta años. En mi casa no había ducha.
Le pareció la mejor frase para iniciar el mutis y liberar la mano de Carvalho. Anfrúns reía suavemente con una mano en el mentón y la otra doblada detrás de la cabeza acariciándose la coleta.
– Me ha enternecido su jefe. Yo tampoco tenía ducha en mi casa y no me cambié de muda diariamente hasta muy tarde, incluso a veces, lo confieso, no me cambio de calzoncillos todos los días. Los calcetines son otra cosa. No podría soportar llevar los mismos calcetines más de dos días.
No conseguía que Anfrúns arrancara la conversación y decidió callarse. El otro le observaba y esperaba que el tiempo actuara como un resorte sobre la lengua de Carvalho. Pero el detective estaba tan cansado de callar como de hablar y tomó el camino de la salida.
– Si yo no lo autorizo, usted no va a salir de aquí. ¿Recuerda lo que le ha dicho el señor Pérez i Ruidoms? Le ha tocado usted su propiedad más sagrada, su propio hijo, en el que tiene puestas todas sus complacencias.
– Deje la Biblia por una vez, Anfrúns.
– Hay frases bíblicas o del Nuevo Testamento que son inmejorables. Además, ¿ha pensado usted en que esta masía no es inocente y podría contemplarse como un castillo en el cielo o un castillo en el infierno? ¿Conoce usted la materia de Bretaña, la leyenda artúrica, el mito del Santo Grial? ¿No cree que esta masía podría ser esa isla blanca en la que vive el señor de los señores, el dueño del mundo, el rey Arturo, el Preste Juan, Fu-Manchú, el Doctor No, Pérez i Ruidoms? Si quiere le enseño la lanza ensangrentada que Perceval o Parsifal ve cuando llega al castillo en el cielo o en el infierno.
Podría ponerme molesto con usted. Vamos a decir que incluso podría ponerme borde, ya me entiende. Pero quiero darle veinticuatro horas para pensarlo y para darle alguna prueba de lo mucho que puede perder si no atiende a lo que le pedimos. Mañana en la capilla de la Colonia Güell a las diez. Mañana le enseñaré la lanza ensangrentada. Ahora vayase.
– No espere que vuelva a pie.
– Le acompañarán.
El coche estaba donde estuviera y el recorrido fue seguido por Carvalho con tensión y la mano sobre el pecho, lo más próxima posible a la ubicación de la pistola, pero los gigantes le dejaron delante de la puerta de su casa y uno de ellos hasta le abrió la portezuela. Nada más recuperar su madriguera, Carvalho buscó la nota que había empezado a redactar semanas atrás como balance final para la viuda Mata i Delapeu. Esta vez la escribió hasta el final:
Doy por terminado mi trabajo, habida cuenta de que nada me conduce a evidencias nuevas. Primero creí que el deseo de implicar al financiero Pérez i Ruidoms en un escándalo hace que X contrate a unos sicarios para que asesinen a su hijo, teniendo en cuenta las relaciones de todo tipo que le unen con el hijo de Pérez i Ruidoms. El asesinato aparecía rodeado de una atmósfera de crimen pasional, fruto del despecho, hasta que alguien, vamos a llamarlo Z, desvela la motivación real y pone en la pista de un crimen mercenario tramado por un grupo de presión antagonista de Pérez i Ruidoms, sin que pueda atribuirse al grupo Mata i Delapeu porque lo encabeza el padre del asesinado y no parece que se trate de una confusa tragedia griega o judía, el sacrificio de Isaac por ejemplo. Lamanera como la policía fue conducida hacia los sicarios supuestos autores materiales del delito es sospechosa, así como la ejecución de los asesinos en el momento de la detención, aunque como testigo presencial del asalto policial sospecho que ni siquiera el inspector Ufante controlaba los hilos que movieron a la ejecución de los sicarios. Movido por sus indicaciones, me predispuse a despejar las dos incógnitas: Xy Z. X seria el urdidor de la ejecución y Z el desvelador de los verdaderos motivos. Mis medios para despejar estas dos incógnitas se han enriquecido. Puedo decirle que el asesinato de Alexandre fue urdido por el propio Pérez i Ruidoms, aun a costa de que en primera instancia su propio hijo, Albert, fuera el imputado. ¿Para qué? Formaba parte de una estrategia disuasoria contra su marido. Hay mucho dinero, mucho poder en juego. Le escribo un rápido resumen de mis conjeturas, previo a un informe más largamente elaborado, por si algo me ocurriera en las próximas horas y usted quisiera sustituirme como indagadora para descubrir al causante de mis posibles desgracias. En cualquier caso, haga usted el uso que quiera de este balance y a la vez confidencia
Le costó llegar a la Colonia Güell donde Anfrúns le esperaba en el interior de la capilla de Gaudí de columnas vencidas, como si la iglesia estuviera a punto de caer, metáfora de una fe tambaleante o quizá el arquitecto monstruo había querido expresar lo contrario, que las columnas torcidas también son capaces de aguantar templos. Anfrúns estaba de espaldas al altar, con la mirada fija y sonriente en la entrada, el cuerpo descansado sobre los brazos apoyados en uno de los reclinatorios, y se mantuvo así mientras Carvalho se acercaba con la prevención del que teme si no pisar huevos, sí pisar el polvo de tanta hostia consagrada y deglutida. En un rincón de la breve nave resonaban las voces del párroco y una joven pareja en pleno acuerdo sobre el ritual del día de su próxima boda. Anfrúns invitó a Carvalho a que secundara su salida de la iglesia, la ascensión a un mirador a través de una escalera torturada y fue allí, a solas, cuando se cruzó de brazos y se entregó a la curiosidad de Carvalho.
– No me diga que lo sabe todo. Pregúnteme.
– No es necesario. Todo me conduce hacia usted: el asesinato de Mata i Delapeu, Monte Peregrino, Región Plus, Dalmatius, la defenestración de Quimet. ¿Le importaría componerme el puzzle? Un momento. Sólo un momento. Luego lo volveremos a deshacer.
Anfrúns aún elevó más los brazos cruzados sobre el pecho, para secundar el alzamiento de la cabeza y los ojos. Los mantenía muy abiertos y clavados en Carvalho. Luego descompuso el gesto y se pasó una mano por la coleta canosa reunida por un torcido de plomo que Carvalho no había vuelto a ver desde la infancia cuando su madre se peinaba a veces con la ayuda de torcidos y horquillas.
– ¿Por qué habría de colaborar?
– Por soberbia. Si un diablo no es soberbio no es nada.
– Usted ya parte del apriorismo de que soy el Diablo y no Dios. ¿Qué diferencia hay entre el uno y el otro? Si soy el diablo, yo me llevé la luz y dejé la creación a oscuras. ¿Quién es más Dios, el que gobierna a oscuras o el que posee la luz? ¿El que no puede instalar el bien o el que al menos puede iluminar el mal?
– Era usted mucho más entendible cuando era marxista. Ahora que es usted papa de una religión de diseño, ¿cree en Dios, en algún dios?
– ¿Papa? ¿Y por qué no Dios? Insisto. Sólo los que no creemos en Dios podemos asumir cierto grado de divinidad, un grado funcional, por descontado. El no creer en Dios es una suprema conquista humana y sin embargo esa gran conquista la están vendiendo como una limitación. Si no crees en Dios es porque no crees en ti mismo. ¿Se fija en la trampa? ¿Cómo se puede esperar que sea cristiana una persona que no es humana, que no sabe cómo vivir? La agonía del no creyente se interpreta como negación de sí mismo y no como he-roica entrega al abismo de no poder contestar a propósito de la causa última. Hay quien prefiere vivir al borde de ese abismo que contestarse idioteces o como hace Ernesto Cardenal y ese tipo de místicos de izquierdas, buscar a Dios en la mismidad y en la caridad, en la línea de san Buenaventura: la caridad nos diviniza. San Buenaventura dice que la conciencia es el heraldo de Dios y esa conciencia es la prueba de que Dios existe. Yo diría que la educación religiosa te ha construido una conciencia a la medida de la demostración de que Dios existe y que sólo cuando te liberas de esa conciencia religiosamente instrumental accedes a la lucidez. Como soy lúcido, Carvalho, puedo ser Dios, mayor o menor. De momento un dios menor al frente de una secta perfectamente ubicada en el ecosistema de poder. Yo construyo a los Testigos de Luzbel y Manelic el neocatarismo pancatalán y los dos formamos parte de un mismo departamento burocrático paralelo, incluso podríamos utilizar a la misma secretaria, la encantadora Neus o Margalida. Como soy Dios puedo darme cuenta de que la religión, como el nacionalismo, es un placebo y acabarán vendiendo religiones en las farmacias y nacionalismos en El Corte Inglés.
– Pero está usted integrado en una operación nacionalista.
– Posnacionalista, aunque vayamos con los nacionalistas a lo Manelic como compañeros de viaje. En la globalización los nacionalismos aplazados son puntos de partida para su propia autodestrucción. Hay que tener la audacia de construir neonacionalismos alternativos metabolizables por la globalización, a eso responde Región Plus. Las naciones emocionales serán un estorbo,Carvalho, y por eso hay que construirlas y desconstruirlas al mismo tiempo.
– Pero los nacionalistas catalanes o los de la Padania o los occitanos saben que Región Plus es una maniobra interestatal ligada por los departamentos de seguridad de la Unión Europea para hundir precisamente el escisionismo vasco, catalán o padano.
– En efecto, y yo acepto ese planteamiento porque me sirve. ¿No comprende usted el juego, Carvalho? Yo soy Luzbel y Manelic es el arcángel san Miguel, pero los dos trabajamos en la misma oficina, aunque el tonto de Manelic no sea consciente. Se está construyendo una nueva modernidad y por lo tanto una nueva síntesis entre Dios y Satanás. Piense usted en las claves de la Teología de la Seguridad: controlar el tráfico de drogas, controlar las sectas religiosas, controlar la extrema derecha y la nueva extrema izquierda anarquizante.
– ¿Y las guerras artificiales?¿Y el tráfico de armas?
– No sea idiota, Carvalho. ¿Quiere usted hundir la industria armamentista? Es como querer prescindir del petróleo. El hundimiento económico sería tan catastrófico que viviríamos, entonces sí, una nueva Edad Media llena de guerreros posindustriales y de canibalismos. ¿Le duele la cabeza?
– De momento me la aguanto con las manos. Todo empezó cuando intenté saber quién había matado a un joven de buena familia que quería ser un diablo, un diablillo, mejor dicho. Ha sido una víctima de la nueva modernidad construida por mafias.