172899.fb2 El latido del p?jaro - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 35

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CAPÍTULO 34

– ¿Te encuentras bien? -le preguntó Maddox a Caffery en la oficina.

– Sólo estoy cansado.

– Acerca de lo que pasó, tu hermano…

– Tal vez ahora reabran el caso.

– Puedo darte un permiso de dos semanas por motivos familiares.

Caffery asintió con la cabeza.

Gracias.

– ¿Cuándo piensas…?

– No, no voy a tomarlo.

– Como quieras. -Jugueteaba con un clip. Me habría gustado que me lo contaras. Hubiéramos podido hacer algo.

– Hubiera preferido que antes hicieras algo con Diamond.

– Le he dado un buen rapapolvo. Un error más y la reprimenda se transformará directamente en sanción.

– Ha salido bien librado, ¿no?

– Por el momento lo único que podía hacer era reprenderle verbalmente.

– ¡Mierda! -Caffery tiró ruidosamente su lápiz.

Maddox le miró sorprendido.

– ¿Qué pasa?

– No sé, Steve, pero Mel es un cabrón. Jode todo lo que toca, y tú…

– vaciló -parece que quisieras encubrirlo. Tú y tu Met Boat Club, tus regatas y tu amiguismo.

– Alto ahí. -Maddox levantó la mano. No soy idiota, Jack. Todos sabemos que Diamond es un lameculos. Y todo eso que dices del amiguismo no es verdad.

Tal vez exista en otros lugares, pero no en el AMIP. -Bajó el tono de voz. Escucha, Jack…

– ¿Qué?

– No debería decírtelo, pero tú eres mejor policía que él. Tarde o temprano meterá la pata, en tanto que tú -rompió el clip y lo tiró a la papelera, tú, Jack, no la joderás. Tú… -Se sentó de nuevo, apoyó los brazos en el escritorio y miró a su inspector con algo parecido a la satisfacción. No te preocupes, ¿de acuerdo?

– Señor -Marilyn apareció en el marco de la puerta chupando una barra de chocolate, ha llegado el mensajero del Instituto Anatómico Forense.

– Gracias. -Maddox se levantó con cansancio. Esto debería ayudarnos a decidir si presentamos cargos o no.

Salió de la habitación.

– Sí, ¿qué pasa? -preguntó Jack a su amiga. ¿Por qué me miras?

– ¡Oh, no pasa nada! Sólo que espero que estés bien. Eso es todo. Estamos preocupados por ti.

Caffery sentía que se hundía en la silla, abochornado por su propia ira.

– Eres muy amable.

– No es amabilidad, sólo humanidad. -Se dio la vuelta para irse y se paró en la puerta. ¿Debo entender que ya no te interesa interrogar a Cook?

– Sí.

– Bien, espero que estés seguro porque el vuelo de la Thai despega dentro de una hora.

– Déjale marchar.

– ¡Ah, se me olvidaba! Tenías un mensaje de ayer noche a última hora. Llama a Julie Darling, no te olvides -dijo Marylin sonriendo.

Al oír su voz, Jack comprendió que la había despertado.

– Lo siento.

– Está bien, no pasa nada -respondió ahogando un bostezo. Me levanto muy tarde, gajes del oficio.

– Recibí su mensaje. -Se sujetó el auricular con la barbilla.

¿Ha recordado algo?

– No, no es eso. Se trata de algo que ha pasado.

– La escucho.

– Me dijo que le llamara si le perdía la pista a alguna chica.

– Sí.

– Pues una se ha largado.

Caffery se quedó un momento en silencio.

– Dígame su nombre.

– Se llama Peace. Peace Nbidi Jackson. Es, no sé, medio guineana o algo por el estilo. No se presentó a hacer un número en Earl’s Court y desde entonces no he sabido nada de ella.

– ¿Cuándo actuó por última vez?

– El miércoles pasado en el Dog and Bell.

El día antes de que nos presentáramos allí, pensó Jack. Llegó antes que nosotros…

– Julie -dijo, y sació un bolígrafo del cajón, ¿tiene su dirección?

En la oficina de investigación, Marilyn Kryotos tenía todos los datos sobre Peace Nbidi Jackson.

– Es una de las muchas de las que nos ha llegado orden de búsqueda del Yard. -Bajó el ratón por la pantalla. Aquí está. Clover Jackson, la madre de Peace, comunicó ayer su desaparición. Peace tiene un problema de drogas. Heroina. Tomó un autobús desde East Ham hacia algún punto cerca del túnel de Blackwell. Su madre cree que estuvo en Greenwich y, como no regresó a casa, llamó a la policía.

– Que alguien vaya a su casa. Tal vez nuestro hombre haya metido la pata por primera vez llevándose a alguien de quien se ha denunciado su desaparición. -Levantó la mirada hacia Maddox, que estaba de pie en la puerta con un papel en la mano. Caffery reconoció el membrete con el rombo azul y rojo del Instituto Anatómico Forense. Sólo podía significar una cosa.

– Bien -dijo Maddox. Las buenas noticias son que ya podemos dejar tranquilo al juez. Ese pobre negro se va a casa. Incluso si hubieran dispuesto de una muestra en mejores condiciones, no la hubieran necesitado. Ni siquiera tiene el mismo grupo sanguíneo.

Reclinado en una silla, Diamond apretó con fuerza la mandíbula.

Sobresaltándolos, el teléfono de Kryotos sonó. Era Betts, desde el puente de Londres, Kryotos oyó lo que tenía que decirle, dirigió una mirada a Maddox y Caffery y, silenciosamente, tendió el auricular a este último.

Géminis, con los ojos clavados en la sucia pared de la celda, se preguntaba si las manchas eran lo que parecían. ¿Acaso nunca limpiaban esos apestosos agujeros? La puerta se abrió y un agente entró con una bolsa que contenía la ropa de Géminis. Las Nikes colgaban de la parte de arriba con dos hogazas de pan recién sacadas del horno.

– Señor Henry.

– ¿Y ahora qué?

– Puede irse.

Géminis le miró con recelo.

– ¿De veras?

– Sí. -El agente se agachó para dejar la ropa en el camastro, se enderezó y le dirigió una mirada penetrante. De veras.

Caffery estaba hablando por teléfono con Fionna Quinn cuando Essex y el detective Logan llamaron a la puerta. Essex tenía una expresión sombría.

– Para lo de Harteveld -dijo enseñando el conocido maletín amarillo.

– Iré después de vosotros. Hemos quedado allí con la doctora Quinn.

– Jack.

– ¿Qué pasa?

Essex se le acercó para que Logan no pudiera oírlos.

– La doctora Amedure ha intentado localizarte desde el laboratorio.

– ¿Sí? -Caffery se puso rígido y tapó el auricular.

– Ha descubierto algo.

– ¿Qué?

– Dice que son huesos de cerdo.

Caffery se hundió en su asiento.

– ¿Estás bien?

– Sí; no es precisamente una sorpresa.

– Seguramente podrías acusarle de provocación. Denúnciale, tienes testigos de sobra.

– No. -Caffery estaba cansado. Cansado de lo que estaba pagando por Ewan. Gracias, pero lo dejaré pasar. No será la última vez.