172899.fb2 El latido del p?jaro - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 52

El latido del p?jaro - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 52

CAPÍTULO 51

Bliss estaba de pie al lado de Joni. La examinaba con curiosidad, como si se tratara de un pequeño caracol que hubiera descubierto en el suelo del salón.

– ¿Estás despierta? -murmuró.

– Joni se está muriendo -dijo Rebecca, e intentó mover las piernas, pero la cinta adhesiva ceñía su carne cortándole la circulación. Rendida, se dejó caer hacia atrás. Si sigues la matarás.

– Sí -Bliss se hurgó pensativamente la nariz, puede que sí. -Se agachó para ver mejor a Joni con la cabeza cayendo desmadejada sobre su pecho. Sí -repitió pasándose las manos por sus sebosos muslos. Tienes razón, ahora te toca a ti. ¿Quieres más?

– No me toques…

– Demasiado tarde. Ya lo he hecho.

– ¡Mientes!

– No. Después de dejarte sin sentido en el suelo de la cocina te follé hasta hartarme.

– ¡No es verdad!, pensó Rebecca.

– Mira -apretó el glande de su pene, húmedo e hinchado, y sonrió. ¿Ves?, estoy preparado. Voy a liberarte las piernas para que puedas abrirlas para mí.

– La policía sabe que estoy contigo. Les llamé antes de ir a tu casa… les dije adónde iba. No escaparás.

– ¡Cállate!

– Es verdad. -Su voz temblaba, pero no cejó. Primero van telefonearte y después llamarán a tu puerta.

– ¡He dicho que te calles! -Se humedeció los labios. Anda, sé buena chica y…

De pronto, el teléfono empezó a sonar en el recibidor. Bliss, crispado, miró con ojos reticentes hacia la puerta.

– Es la policía -murmuró Rebecca, aprovechándose de ese momento de buena suerte. Ya han dado contigo.

– ¡Cállate!

– Contesta y compruébalo. Querrán negociar contigo… te harán creer que saldrás bien librado, pero te atraparán, Malcom…

– ¡Cállate, coño! -gritó Bliss dándole una patada en el estómago.

Se encogió, boqueando y conteniendo el vómito. Cerca del techo, algunos globos oscilaban y se entrechocaban como si quisieran ver mejor el espectáculo. Entretanto, Bliss revolvía con estrépito los cajones de la cocina.

Rebecca dirigió la mirada hacia allí cuando él salió llevando un cable eléctrico y un rollo de cinta adhesiva, y vio, centelleando como si supiera a qué estaba destinado, un único gancho de carnicero asomando del techo. Bliss deslizó un bisturí entre los muslos de Rebecca para cortar la cinta.

– ¡Separa de una vez tus jodidas piernas, coño!

A su pesar, Rebecca comenzó a gemir.