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La señora Ledesma guardaba silencio mientras los tres bajaban hasta la calle Santa Isabel. El doctor Peláez salió a recibirles y les condujo a la sala de espera. Llevó a Bernal aparte.
– La hemos limpiado a conciencia, Luis, y no tiene tan mal aspecto. Puedes hacerla pasar.
La madre se puso pálida cuando se abrió el cofre de la cámara frigorífica y, tras lanzar un grito ahogado, se desmayó en brazos de Bernal en el momento de reconocer a su hija.