172914.fb2 El Metro de Madrid - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 42

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BANCO

El general Cabrera le acogió con cordial condescendencia, aunque Bernal tenía idea de que su empleo de comisario de primera, en la carrera policial, era de categoría análoga a la de un teniente coronel en el ejército.

– Espero que encuentren ustedes a mi hija Mari Luz. Aún no se lo he dicho a mi esposa; se pondría muy nerviosa, no sabe usted hasta qué punto. Luz es la menor de los cinco que tenemos y la única que aún no se ha casado y sentado cabeza. Le encontré un bonito trabajo en la librería de un amigo mío.

– ¿Dónde está la librería? -preguntó cortésmente Bernal.

– En la calle del Conde de Peñalver. Creo que se llama Librería Peñalver. Cuando hace seis meses nos dijo que quería vivir sola en un piso, su madre, naturalmente, se intranquilizó. Cuando los otros se nos fueron, nos trasladamos a otra casa, en Arturo Soria, demasiado grande para nosotros, sin embargo, como a mi mujer le encantan las fiestas, no sabe usted hasta qué extremo, tuve que ceder ante sus lagrimitas.

– ¿Tiene novio su hija, general?

– No, que yo sepa. Solía presentarnos a los jóvenes más ineptos, pero no tardé en poner punto final a aquello. Sacacuartos, adiviné. Ninguno tenía ni siquiera dos pesetas para agitarlas y llamar la atención. Últimamente me ha tenido preocupado con toda esta majadería política que nos invade -el general vaciló-. Descubrí que se había afiliado al Partido Socialista Obrero Español. ¿Se lo imagina, comisario? ¡Maldita idea, la hija de un general mezclada con esos sinvergüenzas! Y hasta va a ayudarles en la sede central. Nos peleábamos por esto y yo la acusaba de ir contra los intereses de su familia. Tal vez fuera demasiado lejos, ¿no? Pero tenía el deber de advertirla de los rojos que pululan en esos partidos, ¿verdad?

Miraba a los dos hombres con aire de autojustificación. Bernal mantuvo una expresión neutral.

– ¿Cuánto tiempo hace que ayuda en la sede del partido, general?

– Pues… hace unas semanas, creo. Desde que empezó esta ventolera ridícula. Tengo entendido que sólo acude allí los días laborables por la noche.

– Entonces por ahí empezaremos las pesquisas. Hay un asunto en que podría usted ayudarnos, general -Bernal hizo una pausa y luego sacó un sobre del bolsillo-. ¿Sería tan amable de echar una ojeada a esta fotografía?

El general Cabrera se caló unos lentes de montura de oro y observó la foto de la cara de la segunda chica encontrada muerta en el Metro.

– Bueno -dijo de mala gana-, podría ser Mari Luz; en cualquier caso se le parece mucho. Pero esta chica parece muy enferma, comisario.

– General, siento muchísimo tener que pedírselo, pero nos gustaría que nos acompañase para efectuar una identificación.

– ¿Quiere decir que han detenido a mi hija? -estalló el general-. ¡Dios mío, esto es un escarnio!

– No, no, general, es bastante peor. Lo que le pedimos es que eche un vistazo al cadáver de una joven que está en el Instituto Anatómico Forense.

El general pareció derrumbarse en la silla.

– ¿Y creen que es mi hija? -alcanzó a murmurar.

– No lo sabemos. Sólo usted podrá decírnoslo.