172914.fb2 El Metro de Madrid - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 48

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ATOCHA

El doctor Peláez dejó el bisturí y cogió el auricular que le tendía la secretaria.

– Buenos días, Luis. ¿Te das cuenta de que me coges en plena autopsia?

– Lo siento, Peláez -Bernal dio un resoplido de animación-. Sólo quería saber si viste algún síntoma de ingestión regular de drogas en Paloma Ledesma y María Luz Cabrera.

– No, ninguno, aunque la primera de mis chicas del Metro, que así pienso en ellas, tenía cierta vasoconstricción en la nariz. Tal vez esnifara la cocaína de tarde en tarde. No creo que aspirase rapé ¿entiendes? No se suele hacer en nuestros días y menos aún a esa edad.

– ¿Presentan alguna otra anomalía fisiológica en común?

– No que pueda advertirse. La segunda muchacha tenía cicatrices en las trompas de Falopio. Tal vez sufriera un aborto. Pero no había señales en el primer cadáver, aunque recientemente le habían puesto empastes en la dentadura. Nada que presuponga una relación incuestionable.

– Si la primera de tus chicas del Metro tuvo un aborto, ¿pudo ocurrir de modo que no lo advirtieras en la autopsia? -preguntó Bernal-. ¿Sobre todo si fue hace meses y lo hizo un buen ginecólogo? Son muchas las que van ahora a Londres para eso, allí es legal y barato. La idea supongo que surgió de esa película titulada Abortar en Londres, que se dio durante meses en cines de barrio.

– Si se hizo hace meses, y se hizo bien, entonces es posible que se me haya escapado. Pero te puedes imaginar la de chapuzas ilegales que sigue habiendo aquí, a menudo con resultados fatales, que automáticamente me caen encima.

– Tal vez no sea una idea muy buena, Peláez, sobre todo si tenemos en cuenta que la primera chica tenía escasos medios. Pero está siempre el novio, o el amigo…

– Ésa no es más que una posibilidad remota, Luis. Mi impresión es que el hombre que buscas es joven, como mucho de mediana edad, y afectado de una peligrosa psicopatía. Roguemos porque no sea del tipo que mata una y otra vez, con creciente frecuencia hasta que lo cogen. Claro que hay otra especie que sólo mata cuando recibe un estímulo especial que se da muy raramente.

– Esos son los casos más difíciles, Peláez, cuando no hay vínculo aparente entre el asesino y las víctimas, o entre las víctimas entre sí, que se eligen con arbitrariedad. Esperemos que esta posibilidad no sea cierta. Al fin y al cabo, el motivo podría ser un ajuste de cuentas dentro de un circuito de drogas, o de abortistas, o una venganza política de alguna clase. Pero si se trata de fobia a las jóvenes promiscuas, o sólo a las chicas que por casualidad llevan bufanda roja, o lápiz de labios violeta, entonces sí que la tenemos liada. Porque no tenemos absolutamente nada a que cogernos, salvo que la estación de Cuatro Caminos tal vez sea el punto de entrada a la red del Metro.

– No olvides los muñecos, Luis. Creo que nos sugieren un tipo de psicópata muy extraño y característico, sobre todo por el detalle de poner las bolsitas de sangre en la boca.

– ¿Y si las pusieron para que creyéramos que se trata de un acto psicopatológico mientras que el verdadero motivo es provocar el pánico en vísperas de las elecciones?

– Parece posible, pero entonces el autor tendría que ser uno de esos asesinos que «empollan» psicología criminal. Voy a colgar, Luis. Por cierto, no se te olvide meditar sobre la procedencia de la sangre del grupo B negativo.