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Elena Fernández ardía de impaciencia por saber lo ocurrido con el sospechoso con barba al que había seguido el inspector Miranda. Cuando estuvieron de vuelta, los policías de paisano se habían limitado a informar que el relevo se había efectuado conforme a lo previsto. Victoria Álvarez, la taquillera, no paraba de repetir lo segura que estaba de que era el mismo hombre que ella había visto arrastrando al tullido y que recordaba las piernas de éste, torcidas en un ángulo anormal.
Cuando llegó Ángel Gallardo para relevar a Elena, ésta le contó lo ocurrido.
– Voy a Gobernación -concluyó la joven- a ver si hay alguna novedad.
– Se trata de una pista falsa, como si lo viera -dijo él con descaro-. Si vas a ir en Metro, no te metas en el último vagón. Como es hora punta, los viejos verdes, y también los jóvenes, te pellizcarán en el pompis cuando nadie les vea.
– Que se atrevan -dijo ella con energía-. He ido muchas veces en Metro, para que lo sepas.