172936.fb2 El pecado o algo parecido - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 3

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2 UNA CUESTIÓN DE SEXOS

– Está usted metido en un lío, Méndez -dijo el doctor eminente-. Y no sólo un lío, que ése también lo tengo yo: está usted metido en varios. Por ejemplo, el de su impotencia, y conste que he empezado por citar el menos importante.

– Caray, pues a mí me parece el que más -dijo Méndez, intentando defenderse.

– No lo crea. Es lo menos que le puede pasar, teniendo en cuenta que está usted en una edad casi terminal y encima le han perjudicado durante años las malas comidas, comidas de figón, de taberna donde cocina el querido de la dueña, de caridad municipal y de casa de putas donde en Semana Santa hacen descuentos de temporada baja. Las comidas de caridad municipal tienen además, como se sabe, elementos alucinógenos, para que la gente crea las cifras oficiales del aumento del coste de la vida. Eso, con el tiempo, hace daño, Méndez, mucho daño. Y ya no cito lo peor, ya no cito el desgaste de sus neuronas, bañadas en alcoholes de los que consume la legión. Si no fuese porque los precios han subido, Méndez, yo le pondría a régimen de vinos de Rioja.

– Me parece una medida sanitaria de lo más razonable -dijo el viejo policía-, pero me reservo el derecho de elegir las marcas. La Rioja Alavesa, por ejemplo, me parece un lugar de donde salen productos muy necesarios para la salud pública.

– Dudo que con eso se alivien sus males de cama, Méndez. Son males muy antiguos, de los que ya se hablaba en los plenos municipales del año 29. Pero no es eso lo que realmente me preocupa: olvídese del sexo, Méndez, porque acabará pagando rVA. Y del mismo modo que se exige un salario mínimo, nunca se exigirá, créame, un sexo mínimo. Lo que me preocupa de verdad son sus alucinaciones: dice usted que ya no conoce su ciudad.

– No, señor, ya no la conozco. Y ésa no es una enfermedad mía, sino una enfermedad general que acabará siendo admitida por el Seguro. Ya no reconozco esta Barcelona postolímpica llena de vías supuestamente rápidas, palmeras africanas y pisos frente al mar donde hasta hace poco aún se alojaban los atletas y donde dicen que, al abrir un armario, semanas más tarde, hallaron todavía a un levantador de pesos ruso fornicando con una saltadora polaca liberada.

Fue en ese momento, en plena y desesperada consulta médica (Méndez la necesitaba a fin de prepararse, porque tenía una cita con una cama y una señora tres meses después), cuando telefonearon al viejo policía. Que venga, que venga -apremió, impaciente, la voz de la Superioridad-, ya debería estar aquí y en plena disposición para el servicio. Pero es que no me dejan ni prepararme para el acoso sexual, se defendió Méndez. Estoy en la consulta del médico, compréndalo, señor jefe. El médico. Deje lo del acoso sexual para más adelante, siguió apremiando la Superioridad. Venga en seguida: es cuestión de vida o muerte, quiero decir, es cuestión de muerte.