172950.fb2 El profesional - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 24

El profesional - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 24

22

Una fuerte tormenta descargó sobre Parma hacia el mediodía del domingo. Caían chuzos de punta y daba la impresión de que las nubes no iban a moverse en toda la semana. Los truenos por fin consiguieron despertar a Rick y lo primero que captaron los ojos hinchados del futbolista fueron las uñas de unos pies pintadas de rojo, aunque no eran las uñas rojas de la última chica de Milán, ni las rosa, las naranja o las marrones de muchas otras que ni siquiera tenían nombre. No, señor. Eran las uñas pintadas (Chanel Midnight Red) y de perfecta manicura (no realizada por su dueña) de la elegante, sensual y bastante desnuda señorita Livvy Galloway de Savannah, Georgia, pasando por la hermandad Alpha Chi Omega de Athens y, en los últimos tiempos, un apartamento abarrotado en Florencia. Ahora estaba en un apartamento un poco más despejado, en Parma, en la tercera planta de un edificio viejo de una calle tranquila, lejos de sus agobiantes compañeras de cuarto y lejos, muy lejos, de su familia enfrentada.

Rick cerró los ojos y la acercó a él por debajo de las sábanas.

Livvy había llegado la noche del jueves en tren desde Florencia y tras una cena agradable se habían retirado a la habitación de Rick para una larga sesión amorosa. La primera, y aunque Rick había estado esperándola con ansia, Livvy no parecía menos ansiosa. En un principio, el plan de Rick para el viernes era pasar el día en la cama o no muy lejos de esta. Ella, en cambio, tenía pensado algo completamente distinto. En el tren había leído un libro sobre Parma y era hora de estudiar la historia de la ciudad.

Con una cámara de fotos y sus anotaciones, emprendieron una visita por el centro de la localidad y fueron examinando minuciosamente el interior de edificios en los que Rick ni se había fijado al pasar. El primero fue la catedral -Rick le había echado un ojo una vez, por curiosidad- adonde Livvy entró en estado zen de meditación mientras lo arrastraba por todos los rincones. Rick no estaba seguro de qué le pasaba a Livvy por la cabeza, pero de vez en cuando ella le ofrecía frases muy útiles tipo: «Es uno de losmejores femplos de arquitectura románica del valle del Po».

– ¿Cuándo se construyó? -preguntaba Rick invariablemente.

– La consagró el papa Pasquale en 1106, pero luego quedó destruida por un terremoto en 1117. Retomaron la construcción en 1130 y, como era habitual, trabajaron en su restauración durante trescientos años. Es magnífica, ¿no crees?

– Mucho.

Rick hacía todo lo que podía por parecer interesado, pero era consciente del poco tiempo que él necesitaba para examinar una catedral. Livvy, sin embargo, estaba en otro mundo. El la seguía pisándole los talones sin dejar de pensar en la primera noche que habían pasado juntos, echando de vez en cuando una mirada a aquel magnífico trasero e imaginando el segundo round de la tarde.

– Los frescos de la cúpula son de Correggio, quien los pintó en la década de 1520 -comentó Livvy en el pasillo central, mirando directamente hacia arriba-. Representan la Ascensión de la Virgen. Impresionantes.

Muy por encima de ellos, en el techo abovedado, el viejo

Correggio se las había ingeniado para plasmar una escena extravagante de María rodeada de ángeles. Livvy parecía a punto de que la embargara la emoción. Rick los miró con el cuello dolorido.

Pasearon sin prisas por la nave central, la cripta, las numerosas crujías y examinaron las tumbas de los santos. Al cabo de una hora, Rick necesitaba ver la luz del sol desesperadamente.

A continuación vino el baptisterio, un bonito edificio octogonal cerca de la catedral. Se quedaron un buen rato delante de la puerta septentrional, el Portal de la Virgen, sin moverse. Las elaboradas esculturas sobre la puerta representaban pasajes de la vida de María. Livvy consultó sus notas, aunque daba la impresión de sabérselo de memoria.

– ¿Te has parado aquí alguna vez? -le preguntó.

Si Rick contestaba la verdad y le decía que no, entonces ella lo consideraría un ignorante, aunque daba lo mismo si le mentía y le decía que sí porque Livvy ya estaba lista para ir a visitar otro edificio. En realidad, Rick había pasado por allí delante cientos de veces y sabía que era un baptisterio. No estaba seguro de qué uso le daban en la actualidad, pero aun así fingió saberlo.

Livvy hablaba en voz baja, como si solo lo hiciera para ella, y para el caso así era.

– Cuatro hileras en mármol veronés rojo. Se empezó en mil ciento noventa y seis, una transición entre el románico y el gótico.;-Sacó varias fotos del exterior y luego condujo a Rick al interior, donde contemplaron una nueva cúpula-. Bizantina, del siglo doce -le informó-. El rey David, el éxodo de Egipto, los Diez Mandamientos.

Rick iba asintiendo, con dolor de cuello.

– Rick, ¿eres católico? -le preguntó.

– Luterano, ¿y tú?

– En realidad, nada. Mi familia se decanta más hacia el protestantismo. Aunque me chifla el tema, la historia del cristianismo y los orígenes de la primera Iglesia. Me encanta el arte.

– Aquí hay muchas iglesias -dijo Rick-. Todas son católicas.

– Lo sé.

Lo sabía. Antes de ir a comer, visitaron la iglesia renacentista de San Giovanni Evangelista, que también se encontraba en el centro religioso de la ciudad, así como la iglesia de San Francesco del Prato. Según Livvy, era uno de los «más notables ejemplos de la arquitectura gótica franciscana de la Emilia». Para Rick, el único detalle interesante era el hecho de que la bella iglesia había sido utilizada en una ocasión como prisión…

A la una, Rick insistió en ir a comer. Encontraron una mesa en el Sorelle Picchi, en la strada Farini, y mientras él estudiaba el menú, Livvy tomó más notas. Charlaron sobre Italia y los lugares en los que Livvy había estado mientras daban cuenta de los anolini, los mejores de la ciudad en opinión de Rick, y una botella de vino. En los ocho meses que llevaba en Florencia, Livvy había visitado once de las veinte regiones del país, teniendo a menudo que viajar sola los fines de semana porque a sus compañeras de cuarto no les apetecía salir o tenían resaca. Su objetivo era visitar todas las regiones, pero ya no le quedaba tiempo. Faltaban dos semanas para los exámenes, y después se le acabarían las vacaciones.

En vez de echar una siesta, visitaron las iglesias de San Pietro Apostólo y San Rocco y luego pasearon por el Parco Ducale. Livvy sacó fotos, tomó notas y se empapó de la historia y el arte de la ciudad mientras Rick la seguía como podía, medio zombi, con el mejor de los ánimos. El joven se estiró bajo el sol de la tarde y sobre la cálida hierba del parque, con la cabeza apoyada en el regazo de Livvy, mientras ella estudiaba el mapa de Parma. Cuando Rick se despertó, consiguió convencerla por fin de volver al apartamento para dormir una siesta en condiciones.

El viernes por la noche, en el Pólipo y después del entrenamiento, Livvy fue la atracción de la velada. Su quarterback había encontrado una adorable jovencita estadounidense, antigua animadora, y los chicos italianos querían impresionarla. Cantaron canciones subidas de tono y apuraron jarras de cerveza.

La historia del viaje relámpago de Rick a Cleveland para escarmentar a Charley Cray había alcanzado cotas legendarias. La interpretación favorable de la hazaña, iniciada por Sam y ayudada involuntariamente por Rick al negarse a hablar del asunto, se había mantenido bastante fiel a los hechos. Lo que obviamente se había omitido era que Rick había salido de Parma para considerar un contrato que le obligaría a abandonar a los Panthers en mitad de la temporada, pero nadie en Italia sabía aquello, ni lo sabría jamás.

El malvado Charley Cray había viajado hasta aquella Italia suya para escribir cosas desagradables de su equipo y de su quarterback. Los había insultado y Rick lo había seguido, por lo visto desembolsando una gran cantidad, lo había tumbado y luego había vuelto a Parma, donde estaba a salvo. Y vaya si estaba a salvo: aquel que fuera tras Riick en el césped saldría malparado.

El hecho de que Rick se hubiera convertido en un fugitivo añadía a la historia un tinte de osadía y romanticismo irresistible para los italianos. En un país donde se desprecian las leyes y aquellos que las desdeñan a menudo son idealizados, la persecución de la policía era el tema dominante cada vez que dos o más Panthers se juntaban. En un local lleno hasta arriba, la historia era el centro de todas las conversaciones, que ellos solían aderezar con detalles de su propia cosecha.

En realidad, nadie perseguía a Rick. Existía una orden de arresto por agresión, un delito menor y, según su nuevo abogado de Cleveland, nadie iba a ir detrás de él para ponerle las esposas. Las autoridades sabían quién era y si alguna vez volvía a Cleveland, sería procesado.

Sin embargo, para ellos, Rick era un fugitivo y los Panthers tenían que protegerlo, tanto fuera como dentro del campo.

El sábado acabó siendo tan educativo como el viernes. Livvy lo llevó al Teatro Regio, un lugar que Rick estaba orgulloso de haber visto, luego al Museo Diocesano, a la iglesia de San Marcellino y a la capilla de San Tommaso Apostólo. Al mediodía comieron una pizza en los jardines del Palazzo della Pilotta.

– No pienso pisar ni una sola iglesia más -anunció Rick, derrotado. Estaba estirado en la hierba, embriagándose de sol.

– Me gustaría ver la Galería Nacional -contestó Livvy, acurrucándose junto a él, con sus piernas bronceadas por todas partes.

– ¿Qué hay allí?

– Muchos cuadros, de toda Italia.

– No.

– Sí, y luego el museo arqueológico.

– Y luego ¿qué?

– Luego estaré cansada, nos iremos a dormir, echaremos una siesta y pensaremos adonde ir a cenar.

– Mañana tengo partido. ¿Es que quieres matarme? oí.

Después de dos días de diligente turismo, Rick estaba ansioso por salir a jugar, con lluvia o sin ella. No veía el momento de dejar atrás las viejas iglesias al volante de su coche, llegar al campo, ponerse el uniforme y ensuciarlo de barro o incluso golpear a alguien.

– Pero si está lloviendo -protestó Livvy ronroneando bajo las sábanas.

– Pues habrá que aguantarse, animadora. El espectáculo debe continuar. -Livvy se dio la vuelta y puso una pierna sobre el estómago de Rick-. No -dijo este, con convicción-, antes de un partido, no. De todas maneras, ya me flaquean las piernas.

– Creía que eras el típico quarterback semental.

– Por ahora solo quarterback.

Livvy retiró la pierna y se volvió para levantarse de la cama.

– ¿Con quién juegan hoy los Panthers? -preguntó, incorporándose y dándose la vuelta, zalamera.

– Con los Gladiatori de Roma.

– Qué nombre. ¿Juegan bien?

– Son bastante buenos. Tenemos que irnos.

Rick la dejó bajo la cubierta de las gradas locales, una entre los menos de diez seguidores que se habían reunido allí una hora antes del partido. Livvy llevaba un chubasquero y se acurrucaba bajo un paraguas, más o menos a resguardo de la lluvia. Rick casi sintió lástima por ella. Veinte minutos después, el quarterback estaba en el campo con el uniforme haciendo estiramientos y bromeando con sus compañeros, pero sin perder de vista a Livvy. Era como volver a estar en la universidad, o tal vez en el instituto, y tener ganas de jugar por el placer de jugar, por la gloria que acompañaba a la victoria, pero también por una chica bonita de las gradas.

El campo se convirtió en un lodazal, no dejó de llover durante todo el encuentro. Franco perdió el balón dos veces en el primer cuarto y a Fabrizio se le cayeron dos pases escurridizos. Los Gladiatori también quedaron embarrados hasta las orejas. A un minuto del descanso, Rick salió de la bolsa y corrió treinta yardas para anotar el primer tanto del partido. Fabrizio hizo un saque defectuoso y el marcador quedó 6 a 0 en el descanso. Sam, quien no había tenido la oportunidad de abroncarlos ni de gritarles en dos semanas, se desquitó en el vestuario y todo el mundo se sintió mejor.

En el último cuarto, había grandes charcos por todas partes y el partido fue todo un festival de resbalones en la línea de golpeo. En segunda y dos, Rick hizo un amago a Franco, otro a Giancarlo, el corredor de habilidad suplente, y lanzó por lo alto un pase largo a Fabrizio, quien salió disparado en una ruta de poste. Fabrizio lo perdió, luego lo atrapó y corrió veinte yardas sin que nadie lo tocara. Con dos touchdowns de ventaja, Sam empezó a cargar en cada jugada y los Gladiatori no consiguieron un primer down. Anotaron cinco puntos en todo el partido.

Rick se despidió de Livvy en la estación de tren el domingo por la noche y vio alejarse el Eurostar con tristeza y alivio. No se había dado cuenta de hasta qué punto se sentía solo. Estaba casi seguro de que echaba de menos la compañía de una mujer, pero Livvy había conseguido que volviera a sentirse como un universitario, aunque, por otro lado, la joven exigía muchísima atención. Consumía todo su tiempo y era bastante hiperactiva. Rick necesitaba descansar.

Un correo electrónico de su madre, del domingo a última hora:

Querido Ricky: Al final tu padre ha decidido no viajar a Italia. Está muy enfadado contigo y con esa bromita de Cleveland. Si con lo del partido no fue suficiente, ahora los periodistas no dejan de llamar preguntando por la agresión. Esa gente me repugna. Estoy empezando a comprender por qué te liaste a guantazos con ese pobre hombre de Cleveland, pero podrías haberte pasado a saludar ya que estabas por aquí. No te hemos visto desde Navidad. Intentaré ir yo, pero puede que mis divertículos empeoren. Lo mejor sería que no me alejara demasiado. Por favor, dime que volverás a casa en un par de meses. ¿De verdad que van a arrestarte? Te quiero. Mamá.

Su madre siempre hablaba de sus divertículos como si fueran un volcán en activo: estaban allí abajo, en el colon, a punto de entrar en erupción siempre que se esperaba que hiciera algo que ella no quería hacer. Hacía cinco años, Randall y ella habían cometido el error de viajar a España con un grupo de jubilados y todavía seguían quejándose del precio, del viaje en avión, de la grosería de los europeos y de la sorprendente ignorancia de la gente, que no hablaba inglés.

A Rick no le apetecía tenerlos en Italia.

Correo electrónico de vuelta a su madre:

Querida mamá: Siento que no podáis venir. De todos modos, ha estado haciendo un tiempo espantoso. No van a arrestarme. Tengo a mis abogados trabajando en ello, solo se trata de un malentendido. Dile a papá que esté tranquilo, que todo saldrá bien. Aquí se vive bien, pero añoro estar en casa. Os quiero. Rick.

Correo electrónico de Arnie, a última hora del domingo:

Querido Imbécil: El abogado de Cleveland ha llegado a un acuerdo por el cual tú te declaras culpable, pagas una multa y recibes un tirón de orejas. Sin embargo, si te declaras culpable, Cray podría utilizarlo contra ti en una demanda civil. Dice que le partiste la mandíbula y está armando jaleo sobre lo de llevarte a juicio. Estoy convencido de que todo Cleveland está azuzándolo. ¿Cómo crees que acabaría la cosa si tuvieras que enfrentarte a un jurado en Cleveland? Te condenarían a pena de muerte solo por la agresión y le concederían a Cray un millón de pavos en un juicio civil. Estoy trabajando en ello, aunque no sé para qué.

Rat me insultó ayer por última vez, espero. Tiffany dio a luz antes de tiempo y parece ser que el niño es mestizo, así que supongo que eso te saca del atolladero.

Estoy perdiendo dinero siendo tu agente, pensé que te gustaría saberlo.

Correo electrónico de respuesta a Arnie:

Te quiero, tío. Eres el mejor, Arn. Sigue manteniendo a los buitres a raya. Los prodigiosos Panthers hoy han arrasado, se han llevado a los Gladiatori de Roma por delante. Mi menda estuvo magnífico.

Si Cray tiene la mandíbula rota, entonces necesita dos. Dile que me demande y me declararé insolvente… ¡en Italia! Que vayan pensando en eso sus abogados.

La comida y las mujeres siguen siendo impresionantes. Muchas gracias por enviarme a Parma con tanto acierto. RD.

Correo electrónico a Gabriella:

Gracias por tu amable mensaje de hace unos días. No te preocupes por lo de Florencia. Mujeres mucho mejores me han dado plantón. No es necesario que te preocupes por un posible contacto futuro.