172956.fb2 El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 133

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Capítulo 132

– ¿Hubo un imprevisto? -La Valide sonrió-. Me gustan los imprevistos.

– Sí -dijo Yashim. Pensó en contarle la pura verdad, pero sabía que eso no sería adecuado-. El serasquier estaba podrido hasta la médula. Fue él quien planeó todo el asunto.

La Valide aplaudió.

– ¡Lo sabía! -gritó-. ¿Cómo lo imaginaste?

– Fue una serie de pequeñas cosas -le respondió Yashim.

Le habló entonces de la torpeza del serasquier en el modo de vestir occidental, y en la forma en que había pretendido hablar francés, y luego lo negó. Le contó lo ansioso que estaba el serasquier por sembrar el pánico con los asesinatos, a lo cual la Valide asintió vigorosamente y dijo que él, evidentemente, estaba siendo utilizado. Y ¿cómo, exactamente, habían sido asesinados?, quiso saber.

Y Yashim se lo contó.

Le relató que su amigo Palieski le había oído hablar francés -pensó incluso que era francés- en un café, una tarde.

– ¡Cuando él negaba que tuviera el menor conocimiento! ¡Ja, ja! -exclamó la Valide agitando un dedo.

Yashim le habló también del ruso, Potemkin.

– ¡Vaya villano! -respondió la Valide-. Arruinado por su cicatriz, sin duda. Debió de haberse mostrado encantador, a su manera, para atraer a los tipos aquellos a su carruaje. Pero, con todo -añadió, dejando a un lado la imagen del encantador herido, y considerando los aspectos prácticos-, ¿qué tenían que ganar los rusos?

Y Yashim se lo explicó.

– Están preparados para tomar Estambul -dijo-. Incluso desde los tiempos de los bizantinos, soñaban con la ciudad. Era la segunda Roma… Y Moscú es la tercera. Querían la anarquía en Estambul. No les importaba cómo se produjera… un golpe jenízaro, el serasquier volviéndose loco y proclamándose gobernante, lo que fuera. Si la Casa de Osmán se extinguía, ¡imagínese las consecuencias! Están acampados a una semana o así de distancia. Habrían fingido que querían restaurar el orden, o proteger a los ortodoxos, o cualquier otro pretexto. ¡Poco hubiera importado! Justo el tiempo necesario para ocupar la ciudad y proporcionarse una excusa razonable para después, cuando las potencias europeas empezaran a armar escándalo. Los franceses, los ingleses, sienten terror a dejar que los rusos entren… Pero, una vez que están dentro, se quedarían. Mire Crimea.

– ¡Qué brutos! -la Valide respiró. Crimea había sido ocupada por los rusos, mediante una combinación de amenazas y robo y sangrienta guerra-. ¡Y apoyaron a los griegos, también!

– Todo el mundo apoyó a los griegos -le recordó Yashim sobriamente-, pero sin duda los rusos encendieron la chispa.

La Valide estaba en silencio.

– Y pensar que todo esto se cernía sobre nuestras cabezas mientras yo trataba con el Kislar en el palacio -dijo tras una pausa-. Pensaba que era un drama, pero en realidad se trataba de un espectáculo secundario.

– No exactamente -sugirió Yashim-. Aunque los planes del serasquier no hubieran tenido éxito, y no lo tuvieron, ¿verdad?, habría habido, a pesar de todo, una revolución de no ser por usted. Una contrarrevolución, como ellos la llaman, para volver a las viejas costumbres.

– Fue la muchacha -señaló la Valide-. He visto obras de teatro, ¿sabes? Cuando era joven, las vi en la Dominica. Si bien fui yo la que montó la escena, ella protagonizó el acto final. Gracias a ti, Yashim.

Yashim inclinó la cabeza.

La Valide alargó el brazo en busca de una bolsa junto a su diván y tiró del cordón con la boca.

– Tengo una cosa para ti -dijo.

Buscó en su interior y sacó un libro de cubiertas de papel.

Lo sostuvo entre las dos manos y Yashim leyó el título, blasonado en rojo.

– Le Père Goriot -leyó-. De Honoré de Balzac.

– Toma. Bastante repugnante, me temo.

– ¿Por qué me lo regala?

– Dicen que hace furor en París. Lo he leído ahora, y todo trata de corrupción, engaños, codicia, mentiras.

Dio una palmadita a la tapa del libro y se lo tendió a Yashim.

– A veces, ¿sabes?, me alegro de no haber llegado a conocer Francia.