172956.fb2 El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 51

El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 51

Capítulo 49

Asul contempló la puerta cerrada y muy lentamente hizo girar sus ojos para mirar a Yashim. Éste tuvo la impresión de que la joven no lo había mirado hasta ahora. Quizás no había registrado realmente su presencia en la habitación. La miró a su vez fijamente y observó una nueva cautela en sus ojos.

– Toma -dijo suavemente-. Cógelo.

Los ojos de la chica siguieron el anillo a través del aire. En el último instante, con un movimiento rápido como el de una serpiente, alargó la mano. Agarró el anillo y lo apretó contra su pecho.

– Te he visto antes -dijo ella con una vocecita.

Yashim parpadeó lentamente, pero no dijo nada.

Asul bajó la mirada y abrió los dedos.

– Él me lo volverá a coger -dijo.

– Pero yo le pediré que no lo haga -replicó Yashim.

La muchacha casi sonrió. Un débil resquicio de expresión cruzó por su cara.

– Tú…

Yashim se llevó las palmas de las manos al rostro.

– Cuando estás herida -empezó lentamente-, cuando has perdido algo, o a alguien, eso te hace sentirte triste, ¿no es verdad? A veces el cambio es bueno, y a veces sólo consigue despertar en nosotros las ganas de llorar. Cuando uno es joven, es difícil creer en el dolor o la pérdida. Pero la tristeza es lo que nos hace vivos. Los muertos no sienten pena.

«Incluso aquí, hay mucha tristeza. Incluso en la Residencia de la Felicidad. El Lugar Feliz.

Hizo una pausa. Asul no se había movido, excepto para frotar el anillo en sus dedos.

– No tienes que decir nada, Asul. Ahora no. Ni siquiera a mí. La tristeza es tuya y sólo tuya. Pero yo quiero darte algo más, aparte de ese anillo.

Asul levantó la barbilla.

– Un consejo. -Yashim inclinó la cabeza, preguntándose cuánto podría decir. Cuánto podría ella comprender-. No puede cambiarse nada, Asul. La pérdida nunca se repara, el dolor nunca se acaba completamente. Ése es nuestro destino, tanto de los hombres como de las mujeres.

»Debes comprender, Asul, que la amargura no es una clase mejor de pena. La pena tiene su lugar, pero la amargura invade una herida como la podredumbre. Lentamente, poco a poco, te va minando. Y al final, aunque uno está vivo, está realmente muerto. Lo he visto.

Asul apretó los labios. Miró hacia abajo, parpadeando.

– ¿Podré conservar el anillo? -dijo con una vocecita temblorosa.

Yashim la miró fijamente durante un momento. Unos minutos más y ella le diría lo que sabía. Y con aquel único acto de autoengaño, quizás, la amargura retornaría.

Yashim encontró el pomo de la puerta.

– Hablaré yo mismo con la Valide -dijo. Necesitaba hablar con ella de todos modos, pensó. Para cumplir una promesa. Para formular una invitación.