172956.fb2 El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 55

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Capítulo 53

El hombre se enderezó en su silla.

El asesino pensó: «Me está oliendo.» Eso hacía las cosas más interesantes. Había sido entrenado para infiltrarse como un olor, no como un hombre. Ahora el olor se aferraba a él.

El hombre olió.

Clic.

Muy lentamente el hombre se puso de pie. Con un cuchillo en la mano.

Bueno, ¿de dónde había salido eso?

El asesino sonrió. Buscó en su bolsillo. Sus dedos se cerraron sobre algo duro.

El hombre del cuchillo permanecía medio agachado. Estiró el cuello.

– ¿Quién es? ¿Qué quiere usted?

El asesino no se movió.

Una brisa empujó la andrajosa cortina de la ventana, que se agitó levemente, El hombre del cuchillo giró en redondo y luego recuperó su posición. Miró hacia la oscuridad.

Estiró el cuello. Muy lentamente giró la cabeza.

Estaba tratando de oír.

El asesino esperaba. Observando.

La cabeza del hombre se paró en mitad de su giro.

El asesino movió su muñeca y la cuerda se proyectó hacia delante como una serpiente. Luego dio un tirón hacia atrás con la mano, al tiempo que soltaba un fiero gruñido, y el hombre del cuchillo perdió el equilibrio, agarrándose con ambas manos el cuello.

El asesino le dio a la cuerda otro salvaje tirón.

El hombre empezó a hender el aire con el cuchillo, intentando cortar la cuerda. El asesino salió de las sombras y lo derribó. Cogió la muñeca que sostenía el cuchillo y apretó con un pulgar entre sus tendones; el cuchillo cayó con estrépito al suelo cuando la mano se abrió.

Ahora el asesino estaba montado a horcajadas sobre la víctima. Se llevó una mano al cinto y sacó una cuchara de madera.

El hombre del suelo se estaba asfixiando.

El asesino aflojó la cuerda por un instante. Su víctima soltó un jadeo al tiempo que se estremecía, pero era un falso respiro. El asesino deslizó la cuchara de madera bajo la cuerda y empezó a darle la vuelta.