172956.fb2 El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 59

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Capítulo 57

Ya era de noche cuando Preen volvió a la casa de huéspedes. No es que hubiera hecho muchas cosas aquel día. La acción había tenido lugar la noche anterior, en una despedida de soltero, donde se había servido alcohol y la propia Preen había accedido a tomar una copa después del baile. Quebrantó una de sus reglas capitales, pero incluso las reglas capitales están hechas para quebrantarlas, había pensado, cuando una copa se convirtió en dos y el futuro novio le hizo unas angustiadas preguntas sobre la noche de bodas.

De manera que ella había acabado pasando allí la noche, yéndose a dormir tarde y despertando con resaca. Los demás invitados se habían ido hacía mucho rato, llevándose con ellos al novio. Ella tenía un débil recuerdo de haber oído risas y gemidos ahogados a primera hora de la mañana, antes de darse la vuelta y volver a dormir. Una gordísima armenia, olisqueando con desaprobación, le había traído un poco de café, y Preen se había pasado el resto del día en los baños, con una toalla envolviéndole la cabeza.

Se había detenido a buscar un pastelito durante el camino de vuelta, pero la resaca le había quitado el apetito y sólo pudo mordisquear una esquina antes de pedirle al vendedor que se lo envolviera. Estaba en su bolsa ahora, pero realmente lo único que quería era subir a su habitación y dormir. Empujó la puerta y su patrona dio inmediatamente un golpecito en la reja.

– Mensaje para usted -graznó.

El alerón se alzó y Preen vio una mano tendida que sostenía una nota doblada.

– Gracias -dijo-. ¿Puede prestarme una luz?

– Es urgente -dijo la patrona-. Era el caballero amigo suyo que vino el otro día. Muy bien hablado. Aquí lo tiene.

«Se refiere a Yashim», pensó Preen mientras cogía la vela. Como de costumbre, la vela era sólo un cabo; la casera era cuidadosa con cosas como ésa. Se preguntó si no debería dar la vuelta y tratar de encontrar a Yashim inmediatamente. Ella no iba a ser capaz de leer la nota, pero no quería que la patrona se enterara.

Quizás, si no se hubiera encontrado al pie de la escalera con la vela, hubiera salido a buscar a Yashim. O si la casera no hubiera añadido, con lo que pretendía ser un tono confidencial, que estaría muy agradecida si todo el mundo se acordara de no subir comida arriba… El olor de su habitación había molestado al servicio.

Preen subió por la escalera lentamente. En aquella época del año había una perpetua corriente de aire en la vieja casa y el grueso cabo de vela necesitó protección. Al llegar al primer piso, giró a la izquierda por un bajo corredor, pasó por delante de dos puertas, ambas cerradas y silenciosas, hasta llegar al pequeño y tortuoso tramo de escalones que conducían a su propia puerta. Subió despacio por él, siguiendo el pronunciado recodo que nunca le había gustado porque la apartaba del resto de la casa, aislándola. Levantó la mirada y vio la puerta. En la estrecha caja de la escalera, las sombras se movían como una manada de monos salvajes.

Se detuvo. Se percibía un olor, tal como había dicho la casera. Por primera vez se preguntó qué podría ser. Quizás había una rata muerta bajo las tablas del suelo. Se estremeció y alargó su dedo.

Y aquello era otra cosa más que no le gustaba de aquellos escalones, de aquella puerta: tener que alargar el brazo hacia el oscuro agujero para levantar el picaporte por dentro.

Era como introducir su dedo en una oscura boca.