172956.fb2 El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 68

El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 68

Capítulo 66

La cuerda dio otra sacudida y Yashim trató desesperadamente de mantener el equilibrio. Su pie derecho perdió el apoyo y por un momento se quedó a unos centímetros de la espuma de la cuba. Para recuperar el equilibrio tuvo que soltar más cuerda, hasta que estuvo casi horizontal. Notaba el calor en la nuca y cómo el líquido le iba empapando la ropa.

No fue tanto una decisión como un instinto lo que le hizo tirar brutalmente de la cuerda para recobrar su equilibrio. La respuesta de su contrapeso humano le hizo ponerse momentáneamente vertical: el asesino se soltó y cuando el bulto golpeó el agua hirviente sus piernas hicieron convulsivamente un movimiento de tijera antes de que la cuerda se partiera. Yashim forcejeó y, recuperando el equilibrio, llegó a tiempo de ver una mano que sobresalía del recipiente antes de hundirse en el agitado líquido.

No tenía tiempo de considerar lo que había ocurrido. Evitando la resbaladiza superficie que había entre las cubas, los hombres procedentes de la puerta estaban ahora abriéndose en dos filas a los gritos de «¡Cerradle el paso!» y «¡Cerrad la entrada!». Yashim empezó a retroceder zigzagueando hacia la puerta del rincón por la que había entrado. Pero tenía que moverse con cautela, mientras los otros, lejos del borde de las cubas, estaban ya acercándose.

Varios curtidores se encontraban ya en la puerta cuando Yashim pasó por delante de la reja por la que había descendido. Alargó la mano izquierda y cogió la rejilla, como si fuera un escudo; en la otra mano blandía su daga. Pero sabía que el gesto era vano. Los hombres de la puerta tenían ya las piernas arqueadas, aguardando la lucha. Y los otros, viendo su oportunidad, habían decidido acercarse a él a través de las cubas.

Giró en redondo. Un hombre que se encontraba a sus espaldas arremetió, y Yashim le cruzó la cara con la daga. Otro hombre se acercó y Yashim lo embistió con la rejilla como si fuera un guante de hierro, golpeándolo y haciéndolo retroceder. Dándose la vuelta, vio que la puerta estaba infestada de hombres: no había escape posible en aquella dirección.

Percibió un movimiento y se volvió nuevamente, un poco demasiado tarde. Tuvo tiempo solamente de ver una cara ensombrecida por la furia antes de sentir un golpe contundente sobre su ojo derecho, y cayó al suelo. Esgrimió la daga a ciegas y esperó a que otro hombre o bien lo atacara frontalmente, o bien lo esquivara y luego luchara cuerpo a cuerpo con él; pero al ver que nada ocurría se dio la vuelta para levantar la rejilla como un escudo.

Fue justo a tiempo de ver al hombre de la cara negra girar a su derecha obligado por un tirón. El hombre que estaba tirando de él se agachó, se alzó ágilmente y golpeó con la cabeza al asaltante en la nariz. El asaltante cayó y el hombre que había descargado el golpe se volvió hacia Yashim y sonrió.

– Larguémonos de una puñetera vez -dijo.